“La música me llega por el lado de la sensibilidad”
Por Santiago Giordano
“¡Dímelo al oído!”, saluda Hugo Fattoruso. Se levanta del piano, se frota las manos, después carraspea para aclararse la garganta y se dispone a la charla. El pianista y compositor uruguayo está en Buenos Aires para tocar con amigos y para presentar Café y Bar Ciencia Fictiona, un disco de piano solo recientemente editado por el sello SJazz. “Está claro que se trata de la continuación de Ciencia Fictiona”, aclara Fattoruso en referencia al trabajo que grabara para el mismo sello en 2004; y agrega: “Sólo que esta vez me lo imaginé en un barcito, como algo apartado, desconectado de la realidad, que no existe sino en ese lugar”. Después de compartir la escena en dúo de pianos con Carlos “Negro” Aguirre el viernes y con Juan Carlos “Mono” Fontana anoche, hoy a las 21 en Vinilo (Gorriti 3780), Fattoruso cerrará el ciclo con esa forma personal en la que canción, piano e improvisación se alimentan continuamente. “Siempre estoy escribiendo cosas nuevas, por eso muchas veces empiezo a tocar y enseguida me voy para otro lado, como para no ser redundante”, explica.
Café y Bar Ciencia Fictiona comienza con una estupenda versión de “Drive my Car”, de Lennon y McCartney, y además de ser un buen comienzo es una declaración de principios. Más allá de lo que seguramente significan Los Beatles para uno de los pioneros del beat en el Río de la Plata, se trata de una mirada a la canción desde un lenguaje pianístico de notable espesor, con referencias que podrían ir desde los repentinos y fugaces comentarios rítmicos a la melodía, alla Art Tatum, por ejemplo, hasta la dinámica complejidad de las texturas propias de la música escrita. “Es natural que haya puesto antes que otra cosa un tema de Los Beatles –dice–. Es una versión que trabajé buscando una manera personal; me gustó cómo quedó y si estaba ese tema, el disco no podía empezar de otro modo.” Hay además temas propios, entre otros uno en colaboración con su hermano Osvaldo; también uno de su hijo Francisco –“U82”–y “Fabrica de fábricas”, de Carlos Quintana. La forma breve, la de la canción, es la palestra en la que Fattoruso despliega un lenguaje con numerosas vertientes, que en esa amplitud deja una sensación de inconcluso, no de incompleto, como si el arreglo pudiese seguir sonando sobre la canción después del final. Esa prolongación de la versión más allá del tema es la idea de abundancia que hace que el disco –o el concierto– se pueda escuchar como una sola pieza. “Hay mucho de juego en eso –asegura Fattoruso–; de hecho muchas veces hasta que toco un tema de nuevo ya se convirtió en otra cosa. Hay un esqueleto que siempre es el mismo, el resto son cosas que van y vienen, tampoco suceden locuras. Se trata de exponer un tema, y después ver qué posibilidades da para jugar con él. Nunca las versiones son iguales, es cierto, pero son siempre reconocibles.”
Los Shakers, Opa, Djavan, Milton Nascimento son algunos de los nombres de un pasado que se prolonga en un presente particularmente intenso, multiplicado en Jaime Roos, Cuarteto Oriental, Rey Tambor, el dúo Dos Orientales e inminentes proyectos propios que incluyen dos discos –Canciones y Angeles–, entre otras cosas. “Son diferentes troneras –grafica el pianista–; cada cosa tiene su palo y en cierto modo realimenta. Con Rey Tambor vamos a grabar el tercer disco en septiembre cuando vuelva de la gira por Japón que haré con mi amigo Yahiro Tomohiro, con quien formamos Dos Orientales. Con este percusionista vamos a hacer veinte conciertos y a grabar un segundo disco.”
“La música me llega por el lado de la sensibilidad –asegura–. Desde Stravinsky hasta el músico desconocido que no tiene dientes y toca en la calle, todo entra desde la sensibilidad. Hay gente que se sensibiliza con el fútbol y hasta es capaz de sacar un cuchillo por eso; a mí me sensibiliza escuchar una cadencia, una sucesión de notas, una letra, no importa de dónde vengan.” En ese constante ir y venir por las músicas, Fattoruso describe el universo de sus influencias como “infinito, variado, profundo e inexplicable” y concluye con una anécdota. “En un festival en Chaco había tres señores tocando chamamé –relata–, bandoneón y dos guitarras, bien veteranos ellos y sus instrumentos. Al escucharlos me quedé petrificado de la emoción y cuando les pregunté si tenían alguna grabación me miraron como si les estuviese tomando el pelo. Era un festival y la gente no les daba ni la hora, les hacía tocar tres temas como relleno. ¿Si no los valoran quiere decir que abundan? No lo sé. Mire, todos los logros y las propuestas de la música son válidas y hay tipos dando vuelta que tocan muchísimo y tienen mucho prestigio, pero estos tipos eran algo distinto, después del segundo tema te hacían entrar en la cosa de tal modo que no sabías dónde estabas. Se pasaban por lo huevos a los genios de las universidades y de las escuelas de jazz.”
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