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miércoles, 1 de julio de 2009

MICHAEL JACKSON_ LA TRADICION NEGRA, DE AL JOLSON A JAMES BROWN



Cuerpo y alma

Por Sergio A. Pujol

En una de las últimas entrevistas que concedió poco antes de su muerte, el ídolo del soul Marvin Gaye reconoció que, así como podía ser el número uno con la voz, jamás ganaría el podio con los pies. Para Gaye, sólo Michael Jackson tenía los dones corporales para ocupar el sitio que, a regañadientes, empezaba a dejar vacante James Brown. El elogio no restringía su argumento a una cuestión anatómica o gimnástica. El cuerpo de Jackson era un instrumento, del mismo modo que la voz de Gaye podía crear un swing envolvente sin que la castigada osamenta de su emisor se moviera un milímetro de su lugar.

Es difícil exagerar la importancia cultural de Michael Jackson. Su presencia en el derrotero de la música popular ha sido rutilante: cantante, compositor, bailarín. Sus aportes mediáticos, por decirlo de alguna manera, quedaron categóricamente resumidos en el videoclip derivado del disco Thriller. (Es cierto: lo dirigió John Landis, pero es un trabajo de Michael, así como Cantando bajo la lluvia es más de Gene Kelly que de Stanley Donen.) Su talento compositivo está bien representado en “Billie Jean”, “Wanna Be Startin’ Something” y algunas otras canciones. Si hablamos de influencias, bueno, muchos deben haber sentido la angustia de reconocerlas: ¿qué figura pop de los últimos 25 años no ha sacado alguna cosita de Michael?

Y sin embargo, con todos estos blasones a la vista, con tan contundente y precoz manifestación de talento, el paso de Michael Jackson por este mundo nunca dejó de despertar críticas más o menos antipáticas. Estas nacieron de un malentendido, o sencillamente de reflejos racistas, apenas encubiertos por un discurso falsamente progresista: ¿cómo era posible que un negro quisiera parecer blanco? ¡Qué descaro! ¡Qué manera de desestabilizar nuestros lugares comunes sobre las razas y las artes! ¿Quién se creía que era ese pibe de los Jackson 5 para inventarse un cuerpo y una vida con la libertad de los grandes artistas? ¿Cómo se aceptaba que sus pares negros, gente como Marvin Gaye o Quincy Jones, fueran cómplices de tamaña traición a nuestra estereotipada idea de lo que debe ser un hijo del gueto posterior al Black Power?

Obviamente no hubo paso de baile, falsete vocal o groove musical que, habiendo brotado del ambiguo cuerpo de Michael, no haya remitido su genealogía a las fuentes más vigorosas de la cultura afroamericana. En realidad, más que el de la piel, más que los de su oscura vida privada y su alienada fantasía Disney, el verdadero e imperdonable pecado de Michael Jackson fue el de convertirse en modelo negro de públicos blancos. Y negros. Y amarillos. Y mestizos.

Sus abuelos de vodevil debieron soportar que Al Jolson se tiznara el rostro para divertir a una sociedad segregada. Pues bien, en los últimos 20 años del siglo XX, ese joven negro, pronto coronado como Rey del Pop, pareció burlarse de todas las expectativas. Su piel se fue descolorando, mientras la música de su cuerpo se oscurecía hasta la tonalidad profunda

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