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miércoles, 8 de agosto de 2012

EL ADIOS A LA GRAN CHAVELA VARGAS





  Isabel Vargas Lizano, conocida artísticamente como Chavela Vargas (San Joaquín de Flores, Costa Rica, 17 de abril de 1919 - Cuernavaca, México, 5 de agosto de 2012), fue una cantante mexicana. Se la considera una de las figuras principales y más peculiares de la música ranchera y fue pionera de este género entre las intérpretes femeninas.

Biografía

El nombre de Chavela Vargas se asocia a México y a su cultura, pero en realidad ella nació en Costa Rica: en San Joaquín de Flores, hija de Francisco Vargas y Herminia Lizano. Fue bautizada en la Parroquia de Guadalupe dos meses después, el 15 de julio de 1919, con el nombre María Isabel Anita Carmen de Jesús. Tuvo una infancia difícil: sus padres se divorciaron y se desentendieron de ella, dejándola al cuidado de unos tíos, y sufrió poliomielitis. En México, país del que obtuvo la nacionalidad, residió por más de siete décadas y allí falleció.

Chavela destacó en el género de la canción ranchera no solamente por su manera personal de interpretar, sino también porque fue una pionera. La ranchera es un género musical muy masculino y sensual, cantado generalmente por hombres con el acompañamiento de mariachis. Chavela cantaba sola, con apenas una guitarra y voz grave, canciones propias de hombres sobre su deseo por las mujeres. En ocasiones, rebajaba el ritmo de las melodías. De este modo, teñía de más desgarro y dramatismo canciones que otros entendían como pícaras o de humor. Fue un personaje a contracorriente desde joven: vestía como un hombre, fumaba tabaco, bebía mucho, llevaba pistola y era reconocida por su característico gabán rojo. Sus apetencias sexuales eran conocidas y recibía insultos por la calle cuando se paseaba fumando en su automóvil («maricona» la llamaban), pero no habló al respecto hasta la vejez. A los 81 años, en una entrevista para la televisión colombiana en el año 2000, expresó abiertamente que era lesbiana.2 En otra ocasión afirmó haber amado mucho, pero añadió que estos temas eran íntimos y se los reservaba para ella.




Chavela Vargas se trasladó a México cuando tenía 17 años y posteriormente adoptó la nacionalidad mexicana. Durante muchos años cantó en las calles a cambio de unas monedas hasta que a los treinta se hizo cantante profesional, de la mano de José Alfredo Jiménez, cantante y compositor de sus mayores éxitos. Cuentan que cuando Jiménez falleció, Chavela acudió a su velatorio y se desplomó cantando y llorando borracha. Cuando varias personas intentaron apartarla, la viuda de Jiménez las detuvo: «Déjenla, que está sufriendo tanto como yo».

A finales de los años cincuenta empezó a hacerse popular, en parte gracias a sus actuaciones en Acapulco, meca del turismo internacional. Allí actuaba en la sala Champagne Room del restaurante La Perla. Actuó en la fiesta nupcial de Elizabeth Taylor y Mike Todd, a la que acudieron famosos como Cantinflas, Debbie Reynolds y su entonces marido Eddie Fisher. En aquella época Chavela conoció a Ava Gardner, Rock Hudson y Grace Kelly. Trabó una estrecha amistad con los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, que la alojaron en su casa. Se rumorea que tuvo una aventura con Frida, pero nunca dio muchos detalles. Sí confesó que se sintió atraída por ella. En su larga vida también conoció a Picasso y al escritor Carlos Fuentes.

Su primer álbum fue publicado en 1961 y desde entonces ha grabado más de ochenta discos. Se retiró a finales de los años setenta y durante años no se supo nada de ella, llegando a decirse que había muerto. Reconoció sus problemas con el alcoholismo, que consiguió superar, y regresó en 1991. No volvió a beber en sus últimos veinte años y se mantuvo fuerte hasta el final. Hacía ejercicio con regularidad, levantaba pesas, y cumplidos 80 años se echó en paracaídas.

Chavela debe parte de su fama a su aparición en varias películas de éxito, bien mediante canciones suyas incluidas en ellas o incluso interpretándolas en persona. Werner Herzog la incluyó, interpretando a una nativa, en su película Grito de piedra (1991). El director español Pedro Almodóvar fue uno de sus primeros difusores y contribuyó a su arraigo popular en España al incluir canciones suyas en varios de sus filmes, como Tacones lejanos; alcanzó importante éxito su canción "Piensa en mí" (compuesta por Agustín Lara) en la voz de Luz Casal. Chavela apareció después en la película de Julie Taymor, Frida, cantando sus clásicos "La llorona" y "Paloma negra", y también apareció en Babel, la multipremiada película de Alejandro González Iñárritu, cantando "Tú me acostumbraste", bolero de Frank Domínguez.




Fue muy sonada la aparición de Chavela en la Sala Caracol de Madrid, en 1993. En una ocasión, Rocío Jurado la vio cantar y le gritó: «¡Viva tú!». Gracias a sus actuaciones en España recobró estimación y pudo hacer giras por varios países. Joaquín Sabina compuso en su honor, en 1994, una de sus canciones más conocidas: "Por el bulevar de los sueños rotos".

La relación de Chavela con México fue agridulce; hasta edad madura no se le permitió actuar en televisión o teatros públicos y labró su fama con actuaciones en pequeños locales, siendo por tanto una figura de culto. Su éxito en España, en parte gracias al apoyo de Almodóvar, le permitió actuar en el mítico Teatro Olympia de París. Allí acudieron a verla Almodóvar y la actriz francesa Jeanne Moreau, quien no sabía hablar español pero le dijo a Almodóvar: «No hace falta que me traduzcas lo que canta, porque la entiendo perfectamente».

En 2004, a la edad de 85 años, presentó el disco En Carnegie Hall. En estos años la colaboración de su guitarrista Luis Manuel Guarneros Marcué fue de gran importancia. Este gran guitarrista fue en su momento uno de los guitarristas mexicanos de Alfredo Zitarrosa (en el exilio). Por su maestría y gran talento Manuel Guarneros era capaz de seguir tonalmente a Chavela acompañando el estilo más que la voz.

Sus últimos años los vivió en Tepoztlán (Morelos), a las faldas del cerro del Tepozteco, con quien ella decía platicar todas las mañanas.

Durante 2009, con motivo de su 90 aniversario, el Gobierno de la Ciudad de México le rindió un homenaje nombrándola ciudadana distinguida. A este evento concurrieron, de manera presencial y a través de video, múltiples personalidades del ámbito artístico, cultural y periodístico de Iberoamérica, entre los que se cuentan la cantautora Julieta Venegas, la intérprete Eugenia León, el escritor Carlos Monsiváis, la periodista Carmen Aristegui y sus amigos Joaquín Sabina y Pedro Almodóvar.
Concierto de Chavela Vargas en 2006, Madrid (España).

En diciembre de 2009, en coautoría con María Cortina, se presentó el libro Las verdades de Chavela, que narra a modo de entrevista, los acontecimientos más trascendentes de la vida de Chavela Vargas. En abril de 2010, a los 91 años de edad, presentó su más reciente material discográfico: Por mi culpa. En el incluyó dúos con sus grandes amigos: Eugenia León, Lila Downs, Joaquín Sabina, La Negra Chagra y Mario Ávila.



En octubre de 2010 se presentó, en el marco de la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de México, en un concierto junto con la Negra Chagra y logró reunir en el Zócalo de la ciudad a centenares de personas para el relanzamiento de su libro y disco.

En abril de 2012, con 93 años de edad, lanzó su disco-libro Luna grande, donde revivió, a modo de homenaje, relevantes poemas del escritor español Federico García Lorca y repasa algunos de sus mayores éxitos. En julio del mismo año viajó a España para presentar su último disco en un recital en la Residencia de estudiantes de Madrid. Fue su última actuación. Dos días después, el 12 de julio, fue hospitalizada en dicha ciudad por un cuadro de fatiga5 . Se recuperó y emprendió viaje de regreso a México, sabiendo que le quedaba poco tiempo.

Fallecimiento

El 30 de julio de 2012 fue internada en el hospital Inovamed de la ciudad mexicana de Cuernavaca, con problemas crónicos en corazón, pulmones y riñones, esto tras el viaje a España, no quiso ser entubada ya que ella quería tener una muerte natural, se le preguntó que si se arrepentía de haber hecho ese viaje a lo que respondió: "Yo sabía perfectamente bien cuáles eran los costos, y claro que valió la pena. Le dije adiós a Federico, les dije adiós a mis amigos y le dije adiós a España. Y ahora vengo a morir a mi país."

El 5 de agosto de 2012 se dio a conocer su fallecimiento a traves de su Twitter Oficial.

    Pienso que sí me eternizaré. Pasará el tiempo y hablarán de mí una tarde en Buenos Aires. Cuando un día empiece a llover, les saldrá una lágrima, será una chavelacita muy chiquita.
    Chavela Vargas, en 2004, en ocasión de despedirse del público argentino

 

“Ella hizo del abandono una catedral” 


Los homenajes en Ciudad de México son sólo una de las múltiples facetas del adiós a una artista irrepetible. Pedro Almodóvar, Joaquín Sabina, Jorge Drexler, Diego Torres, Alejandro Sanz, Lila Downs y Eugenia León fueron algunos de los que la despidieron.



Amigos, familiares y colegas le dieron el último adiós a la inolvidable Chavela Vargas. Los restos de la cantante fallecida anteayer, a sus 93 años, arribaron el domingo a una casa funeraria de Ciudad de México, desde donde fueron trasladados ayer para rendirle una serie de tributos póstumos en la tradicional Plaza de Garibaldi y el Palacio de Bellas Artes. Además, las autoridades mexicanas le ofrecieron un tributo en el corazón del DF. El cuerpo de la artista será incinerado y las cenizas serán esparcidas como ella quiso en su amado Tepoztlán, un bello poblado ubicado en el estado de Morelos.
Ayer, el cineasta Pedro Almodóvar, uno de sus más fervientes admiradores, abrió las despedidas a su amiga con una dedicatoria titulada “Adiós, volcán”: “Chavela hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores”, escribió Almodóvar, quien consideró que la cantante “cambió hasta tal punto el compás original que de una canción pizpireta y bailable (“Piensa en mí”) se convirtió en un fado o una nana dolorida”. El cineasta consideró que “ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela”. Almodóvar contó que en su última visita a Madrid, en julio pasado, durante una cena le preguntaron a Vargas si olvidaba las letras de sus canciones y ella respondió: “A veces, pero siempre acabo donde debo”. “Me tatuaría esa frase en su honor”, subrayó el cineasta.

 

Por su parte, Jorge Drexler también le dedicó algunas palabras. “Vibró experto el fogonazo/ Entre tus brazos abiertos/ Lo cierto es que hiciste escuela!/ Mi semiespinela brinda/ Por la más linda: Chavela!”. Y el madrileño Ismael Serrano parafraseó célebres versos: “Se fue Chavela. Quiero tomar esta botella contigo. En el último trago nos vamos. Quiero ver a qué sabe tu olvido sin poner en mis ojos tus manos”. “Se me torció el alma. Adiós, Chavela. Bonito viaje nos dejaste maestra. Vuela Señorona y hasta siempre Chavela”, escribió en su cuenta de Twitter Alejandro Sanz. Lo mismo hizo el argentino Diego Torres: “A los 93 años se apagó la Gran Chavela Vargas, un icono de la música latinoamericana. Su legado es enorme y su huella quedará en el tiempo”.

En una carta publicada en el perfil oficial de Chavela en Facebook, Joaquín Sabina lamentó el fallecimiento de la cantante. “Se nos fue, escuché. Y me cogió un llanto irreparable. Lo que nunca me había sucedido”, escribió el cantautor bajo el título “Quién pudiera reír como llora ella”. “Con su desaparición, se pierde una manera de cantar llorando, un quejío inigualable, una expresividad fuera de lo común. Unos cojones y unos ovarios nunca vistos en la música popular desde la muerte de Roberto Goyeneche”, aseguró el cantautor que le rindió tributo en la canción “Por el boulevard de los sueños rotos”.
Las cantantes mexicanas Lila Downs y Eugenia León participaron ayer en la Plaza de Garibaldi de la despedida a Chavela. “No se planeó ningún discurso, sino una despedida como ella misma hubiese querido: con música –dijo Roberto Perea, portavoz de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal–. Fue un homenaje de cuerpo presente, en la parte central de la plaza, para que también el público, la gente, sus admiradores, pudieran acercarse”, indicó Perea. El acto fue concebido para que la gente pueda dar allí el último adiós a la cantante. Según Perea, el evento se justifica sobre todo porque Vargas “siempre tuvo una relación muy estrecha con la Ciudad de México”.

 

La cantante mexicana Paulina Rubio también se despidió: “Chavela Vargas, has venido a morir a tu México! Tu música sigue viva por siempre”. Y el cantante español Dani Martín, líder de El Canto del Loco, subió a Internet un enlace a un video que muestra fotos de Sabina y Chavela Vargas cantando “Noches de boda”, un tema del disco 19 días y 500 noches.



 LA LUNA GRANDE, EL ULTIMO LEGADO DE CHAVELA VARGAS
 

En la despedida estuvo Lorca

 

El CD incluye 16 poemas del poeta granadino, más dos canciones concebidas por Chavela, a modo de homenaje: “Angel que no vela” y “¿Qué hicieron con tu muerte?”. A diferencia de otros discos tormentosos, este es un trabajo sutil y sosegado.

Por Cristian Vitale

No hubo manera de torcer su voluntad. Chavela sabía que se moría, pero desoyó cualquier sugerencia que no tuviera que ver con los deseos indómitos de su alma. Chavela tenía que viajar a Madrid. Tenía que despedirse de Federico García Lorca. Debía ofrendarle los últimos jirones de su voz. Llevaba un disco, el último entre los casi 80 que poblaron su pasado. Se llamaba La luna grande y constaba de 16 poemas del vate de Granada asesinado por el franquismo en 1936, moldeados por su ríspida voz, más dos concebidos por ella, en homenaje: “Angel que no vela” y “¿Qué hicieron con tu muerte?”. Uno que le hablaba a la bella Granada con música de Agustín Lara y otro que ascendía a aquel poeta a pedestal de estrella. No del business, obvio, sino como efecto de un clavel “reventado” que abre una brecha para llegar a él, en su propio cielo. “Extiende la mano / y enséñame algo de tu vida / y de tu muerte / que nadie sabe qué hicieron con ella”, implora la hechicera, buscando exorcizar, tal vez, la última pena de su vida.

Y Chavela viajó, claro. Y expuso tales poemas en su último recital hace días, en la Residencia de los estudiantes de Madrid, poco antes de que un cansancio terrible la obligara a internarse y anticipar su retorno a México para morir, un triste domingo de agosto. Había dicho, pese o a propósito de los 45 mil tequilas que aseguró haberse tomado durante veinte años de alcohol, que la vida era bellísima, pero que la muerte también era hermosa y que iría a su propio velorio para burlarse de ella. Nadie pudo constatarlo, pero al menos la vieron sonreír, casi ciega, sin aire y sumergida en el eterno poncho rojo, mientras daba los últimos suspiros. Mientras tomaba forma tangible “Os doy mi corazón”, poema que Lorca había concebido para su Romance popular en tres estampas mediando la década del veinte, y que ella grabó, lúcida e indolente, para esta obra casi póstuma: “¡Os doy mi corazón! Dadme un ramo de flores / en mis últimas horas / yo quiero engalanarme”, cantó impregnada por la melodía de “Somos”, de Mario Clavell.

No es este disco, recientemente publicado en Argentina a través de Aqcua Records, el áspero torrente de emociones que significaron otros en el largo viaje de Chavela a sus entrañas. No representa el grito primal en forma de rancheras y boleros que pintan las épocas de Macorina. Es, más bien, un trabajo sutil y sosegado. Un remanso de guitarras suaves, apenas cortado por su decir profundo, vital y arrastrado, que acompaña en las alturas las honduras de Lorca. Una finísima obra que expresa la libertad y rebeldía de la cantora nacida en Costa Rica, sí, pero en forma de paz mansa. De sutiles muecas que derriban las fronteras entre la vida y la muerte, precisamente cuando se enfrentan con ellas. Cualquier pieza que se escuche (“Noche del amor insomne”, “Las manos de mi cariño”, “El cielo tiene jardines” o “Romance de la pena negra”) dirá de esos existencialismos que, tratándose de Lorca y la Chavela, parecen fluir de la misma fuente. Y ahora, del mismo lugar.



sábado, 4 de agosto de 2012

ERUCA SATIVA DESDE CORDOBA CON TODA LA POLENTA.










“Es más difícil que una banda sea hipermasiva” 

 

Un año lleno de reconocimientos, shows y una nominación a los premios Gardel, los encuentra con ganas de darle “para adelante, con buena onda”.



Por Lucas Kuperman 

Después de un 2011 supermovido, con más de 90 shows en su haber, Eruca Sativa encara su quinto año de vida con mucha polenta. Con los integrantes del power trío unisex ya instalados en la Gran Ciudad, los oriundos de Córdoba se encuentran en la producción de su nuevo trabajo, sucesor de Es, su segundo y multigalardonado disco de estudio. “Eso nos dio muchas alegrías. Tuvimos muy buena respuesta de la gente, y a fin de ese año recibimos varios reconocimientos y premios. Es más: el año pasado fuimos nominados para los premios Gardel, lo máximo que podemos pedir”, se confiesa Brenda Martín, la bajista del grupo.

 


Admiten que se sienten privilegiados, ya que nunca les cerraron las puertas de ningún lugar. Desde que llegaron de su provincia natal, los empujaron siempre “para adelante, con buena onda”. Además confían en que, de a poco, la escena se está fortaleciendo a base de buenas bandas, aunque a su vez dudan de la vuelta a la masividad en los shows. “Hay tanto que es más difícil que una banda sea hipermasiva. Está todo segmentado, y cada uno puede elegir qué es lo que le gusta y moverse para ese lado”, comenta Brenda. A lo que Lula Bertoldi responde: “Creo muchísimo en esta escena. Está bueno que se abra el juego. Lo único que falta es dar con una fibra en particular. Son pocos los artistas que pueden llegar a ese lugar donde realmente se instalan en el inconsciente colectivo de la sociedad”, cierra la guitarrista.
En un ambiente considerablemente machista como el rock, las chicas lograron hacerse su espacio. “Siempre nos gritan ‘mucha ropa’”, dice Brenda entre risas. “No, la verdad que no –aclara luego–. Nunca tuvimos problemas. A lo largo de la historia, uno vive secuencias de machismo, pero no pasan de ser cosas divertidas. Por ejemplo, a veces te explican algunas cosas técnicas, dando por hecho que, porque sos mujer, no las vas a entender. Siempre nos sentimos superrespetadas.” “Es más, Gaby se debe sentir mal porque siempre dicen: ‘Ahí viene la banda de las chicas’. Nos llegaron a llamar Las Chicas Superpoderosas”, cierra Lula.


 

 

Las nuevas generaciones de bandas le dieron un lugar importante al uso de las redes sociales e Internet. Ustedes también lo hicieron desde que empezaron. ¿Qué ventajas y desventajas encontraron?

Brenda: –Cuando nos formamos, grabamos cuatro temas y los subimos directo al MySpace. Internet para nosotros fue fundamental desde el principio.
Lula: –La problemática aparece por otro lado. Están los músicos, el público y hay un ente en el medio que es la discográfica. Siempre la industria tira un poquito para atrás. Quieren volver donde estaban antes. Son ellos quienes se tienen que acomodar a la nueva era. Pueden salir beneficiados o no, depende de cómo se adapten. Todavía no encontraron cómo quedar bien parados.

 



Gabriel Pedernera: –Estaban acostumbrados a salir muy beneficiados. Además estamos hablando de la industria discográfica como si fuera milenaria, y hasta hace cien años no existían los discos.

Por otro lado, se llevan bastante bien con las redes sociales. A Gaby, por ejemplo, se lo ve muy copado. Es de escribir todos los días...

Gabriel: –Nos gusta. Es una interacción con la gente que antes no se daba. Como baterista me encanta poder conectarme con otros músicos, que quizá van al show y tienen necesidad de preguntar cosas. Me hubiera alegrado que me contesten un mail cuando era chico. Siempre que puedo, trato de contestar. Está bueno tener esa posibilidad.

viernes, 3 de agosto de 2012

ADIOS AL MUSICO URUGUAYO OSVALDO FATTORUSO.

   

 Lunes, 30 de julio de 2012 
 
El hombre que tenía todos los ritmos
 
De Los Shakers a Opa, de los Hot Blowers a los diversos grupos que formó junto a su hermano Hugo, el baterista uruguayo transitó por el rock, el jazz, el samba y el candombe, entre otros; mejor dicho, los fusionó a todos para llegar a una síntesis superadora.

Por Karina Micheletto

Fue el baterista uruguayo más destacado y admirado, dentro y fuera de las fronteras de su país. Fue un creador que, desde el Río de la Plata, expandió la música que le venía dada de raíz en una búsqueda personal siempre inquieta, llevándola tanto a las primeras experiencias del rock en español –aquellos exitosos Shakers–, al jazz –con The Hot Blowers–, o a formaciones como Opa, o los tríos y cuartetos que armó junto a su hermano Hugo, con los que se zambulló en la fusión del rock, el jazz, el funk, el candombe, la murga y otros ritmos latinoamericanos. Tocaba también la guitarra y fue una marca con su hermano, herencia de un padre también músico, con quien inició su carrera profesional: “los Fattoruso”. Ayer, a los 64 años, murió el músico Osvaldo Fattoruso, víctima de un cáncer. El baterista fue emblema de la buena música del Uruguay, con un prolífico trabajo que expandió también en experiencias con colegas como Rubén Rada, Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, León Gieco y Fito Páez, entre muchos otros.

 


Osvaldo Fattoruso había nacido en Montevideo el 12 de mayo de 1948. A los ocho años ya tocaba con el Trío Fattoruso, junto a su padre Antonio y su hermano mayor Hugo. Era también muy joven, tenía unos trece años, cuando se integró con su hermano a la banda de dixieland The Hot Blowers, formación que llegó a tener cierto reconocimiento regional, con giras y tres discos editados. Aquellos primeros toques con este grupo, o los conciertos de jazz del viejo Hot Club de Montevideo (boliche que todavía existe), eran recordados por el músico como importantes momentos iniciáticos. También muy joven, unos pocos años después, Fattoruso formaría la mítica banda de rock Los Shakers, todo un atrevimiento para la época, con pose y flequillo Beatles incluidos. Con este grupo alcanzó un momento fundacional: el de ponerle al rock acento español. Y, en una última etapa, con la grabación de La conferencia secreta del Toto’s Bar (1968), todo un Sgt. Pepper’s del Río de la Plata, también fusionó el rock con ritmos como el candombe y el tango. Siempre en compañía de su hermano Hugo, Osvaldo ponía voz y guitarra, junto a Roberto “Pelín” Capobianco en bajo y Carlos “Caio” Villa en batería. Así formados, Los Shakers cumplieron con el título de su mayor hit, “Rompan todo”: el éxito fue tal, que penetró incluso el codiciado mercado estadounidense. De aquella exitosa etapa quedan anécdotas sobre productores vueltos ricos, y jóvenes músicos sin dinero en poco tiempo.
Hubo un esperado reencuentro de Los Shakers en 2005, que dejó un disco grabado en Buenos Aires –Bonus tracks– pero, contrariamente a lo esperado, tuvo poca trascendencia. En el CD suenan doce temas en español y, pese a la resistencia de los Fattoruso, una versión del famoso “Break it all”. “De esa reunión quedaron tres o cuatro temas divinos. Pero el problema es que no tocamos nada. Salió el disco, y enseguida desapareció. Y no es cuestión de sacar un disco y esperar embocarla enseguida. Si no funciona ese disco, hay que sacar otro. Pero además tendríamos que haber tocado en vivo para ver si la gente nos tiraba aplausos o besos o tomates o huevos”, evaluaba la experiencia Hugo Fattoruso en una entrevista a este diario.
Osvaldo siempre mencionaba a su padre Antonio como el primer inspirador e impulsor para tomar la batería como cosa seria. Y a su hermano mayor Hugo, como su más importante profesor. Nunca estudió música formalmente: aquella formación familiar muy temprana fue la base desde la que desarrolló su caudal creativo personal. “Mi principal guía siempre fue Hugo. Hasta el día de hoy siempre tira ideas que me ayudan a crecer musicalmente. En Estados Unidos perdí mucho tiempo en cosas banales, por no decir boludeces, y sólo tome tres lecciones con un percusionista de la Sinfónica de Atlanta y dos lecciones con Elvin Jones. A pesar de que esas pocas clases me dejaron una impresión tremenda, no alcanza para llamar eso ‘estudiar con’”, le contaba a la revista uruguaya Bateröz (publicación para bateristas, claro). “Salí de primaria con buenas notas, pero mis viejos me dieron a elegir: liceo o tocar. Una elección previsible para un joven ser humano.” “Me arrepiento de haber empezado a estudiar recién después de los treinta. No me lo perdono. Empecé a tocar a los 8 años más o menos y debería haber empezado a estudiar por aquellos años”, decía también.

 

Después del vendaval artístico y personal que fue la experiencia de Los Shakers, en agosto de 1969 los Fattoruso emigraron a Estados Unidos. Llegaron a Nueva York en pleno Woodstock: “Una amiga nos contó en el avión: ‘Hay un festival que dura tres días’. ¿Cómo va a durar tres días? La verdad, al final no fuimos porque nos dio miedo”, recordaba. En medio de esa efervescencia fundaron el grupo Opa (el nombre surge de una expresión de saludo típica de Montevideo) con Ringo Thielmann y, en una etapa de la banda, también con Rubén Rada. “Opa estuvo cuatro años tocando en restaurantes. Al principio era todo música comercial, bailable, covers de la radio. Pero tipo dos y media, tres de la mañana, cuando los amorosos se habían ido y quedaban los amigotes y los que frecuentaban el boliche, tocábamos otras cosas: lo que sabíamos de Rada, de Mateo, música brasilera, y también aquellos jazz del Hot Club”, recordaba el baterista.

 

La banda dejó seis discos –cuatro de estudio y dos grabados en vivo– y la marca de vanguardia para la época de la fusión de rock, jazz, candombe y demás ritmos latinoamericanos. Para el segundo de los discos grabados en Estados Unidos, Magic Time, se sumó a la banda Rada, que por entonces venía de vivir en Suiza y Alemania. Para muchos fanáticos, Opa es recordada sin temor a exageraciones como “la banda más importante del Uruguay de todos los tiempos”. En 1981, los Fattoruso decidieron volver a Uruguay. Con Opa hicieron dos recordados recitales en Buenos Aires, y otros dos en Montevideo, que generaron gran expectativa. Para el primero de esos shows, Jaime Roos llegó como invitado, casi directo desde el aeropuerto de Carrasco al Cine Plaza. Roos recordaría ese toque como el más importante de su carrera sobre un escenario. Eduardo Mateo y Jorginho Gularte también estuvieron entre los invitados de esos conciertos, que quedaron en la historia como un encuentro de grandes, pero también una suerte de desahogo todavía en medio de la dictadura uruguaya, un reencuentro entre artistas exiliados y cuerdas de tambores de los distintos barrios. El festejo posterior, en un bar, terminó con absolutamente todos los músicos presos, por el solo hecho de la bullanguera reunión musical extendida. Esta mítica banda tuvo su revival: en 1987 volvió a reunirse en un concierto en el Teatro de Verano de Montevideo, que fue grabado y editado en el casete Opa en vivo, que tuvo sus reediciones con agregados. En 2005 tocaron en el Teatro Solís de Montevideo, en un show que quedó registrado para la televisión local.

 

A inicios de los ’80, Fattoruso se radicó en Buenos Aires, donde tocó con Nebbia, Spinetta, Gieco, Páez, Alejandro Lerner, y otra vez con Rada. En los años ’90 se metió de lleno en el candombe junto a su compañera, la cantante y compositora Mariana Ingold, con quien grabó seis discos en Uruguay y el último, Tá Volumen 2, de 2007, por Melopea de Argentina. En los años 2000 recreó el Trío Fattoruso, esta vez con su hermano Hugo y su sobrino Francisco, hijo de éste. En 2009 conformó junto su hermano, el bajista Daniel Maza y el guitarrista Leonardo Amuedo el Cuarteto Oriental, y también un trío: Fatto-Maza-Fatto. El último disco que dejó grabado es el reciente Tango del Este, hecho con este trío. Allí muestran un tango que no es estrictamente tango: es también candombe, bolero, jazz, música propia hecha desde el Río de la Plata, pero sobre todo con marca propia.

Esa riqueza de fusión entre los ritmos afrouruguayos con el aporte del jazz, el funk, el soul, el rock, el samba, la bossa nova, el son o el flamenco fue la marca de estilo que supo cultivar Osvaldo Fattoruso. “A mí me gusta hacer música, me gusta tocar casi todo, pero sobre todo fusión”, se definía él, aunque aclaraba: “La cosa es que uno dice fusión y entra hasta mi tía en la bolsa. Lo que quiero decir es que no me cae bien aquello de ‘yo escucho jazz’ o ‘yo escucho rock’. Por ejemplo, el otro día, escuchando a Juan Luis Guerra, escuché a un bajista que se llama Abednego de los Santos, y que me despeinó. Digo esto también para aquellos que dicen ‘no, eso es cumbia’ y cierran la puerta. Hay que animarse a escuchar todo”.

ARBOLITO Y "ACA ESTAMOS" SU NUEVO DISCO.


 

“La libertad también hay que tenerla adentro de la cabeza”

Para su nuevo disco, el quinteto dio por terminada la etapa con Sony y volvió al camino autogestivo. De eso, de las cosas que ven en el interior y las contradicciones del género humano, entre otras cosas, hablan en esta extensa charla.


 Por Sergio Sánchez

Acá estamos, título que lleva el séptimo disco de Arbolito, no podría definir mejor la actualidad del grupo. El nuevo trabajo marca un momento clave de la banda y tiene aroma a balance: han pasado 15 años en la ruta y no es poca cosa. No muy lejos quedaron las intensas giras por todo el país a bordo de la chata y los shows solidarios por los obreros de Zanon, o para realizar el monumento a la mujer originaria. No menos importante fue el salto de los primeros recitales gratuitos en las plazas del barrio a los multitudinarios en la Próspero Molina, en Cosquín. La irrupción de Arbolito en la escena musical argentina demostró que era posible romper definitivamente las barreras y los prejuicios estilísticos. En la última década, consiguieron una de las mejores síntesis entre dos géneros con peso en el país, pero a veces difíciles de congeniar: el rock y el folklore latinoamericano. Eso los convirtió en una de las bandas más interesantes de los últimos años y más sintonizadas con los tiempos que corren. Hoy miran para atrás, se miran entre ellos y dicen: “Acá estamos, esto es lo que somos”. Esa es la idea que recorre cada una de las canciones.

Se trata, entonces, de un disco reflexivo, más calmo e introspectivo que los anteriores. Sin embargo, eso no implica que se hayan aplacado las inquietudes o no haya injusticias para denunciar, sino que las letras, dicen, son más “esperanzadoras”. Los temas hablan de volver al origen, a la esencia, desde varios aspectos: el del hombre en armonía con la tierra y el de ellos en el camino independiente. Es que, después de editar dos discos con Sony, decidieron romper el contrato y realizar éste por cuenta propia. “Este disco es un buen reflejo de la banda, porque tenemos un largo camino recorrido, nos sentimos bien conectados y a la vez es un sentimiento compartido a nivel país y continente”, le dice el vocalista y compositor Agustín Ronconi a Página/12. “Acá estamos, dispuestos a decidir hacia dónde ir. Entonces, la vuelta a la independencia de la banda también es un sentimiento compartido como región. Un poco, el anterior, Despertándonos, tiene esa idea”, completa. En “Este abrazo” toman postura sobre el contexto actual de la región: “Un surco se abrió en el continente / para sembrar nuestro sueño de siempre / qué lindo es mostrarle al mundo qué bien se siente este abrazo latinoamericano”, cantan.

En esa sintonía, bajo la producción artística de Tito Fargo, buscaron canciones más “limpias” de instrumentación, sin tantos arreglos y con una impronta acústica. Una canción más “despojada y sintética”, como la definen ellos. Por eso, tampoco hay músicos invitados en el disco. “Por primera vez hacemos un disco los cinco que somos, sin invitados, salvo Tito. Siempre nos gustó mucho compartir la música, cosa que nos sigue pasando. Pero este disco es distinto del resto. Tiene la contundencia, el despojo y la crudeza que tiene el nombre del disco. Esa fuerza de la banda se ve plasmada en el título. El ‘acá estamos’ es una paleta muy amplia de sensaciones e ideas”, explica el multiinstrumentista Pedro Borgobello, quien se animó a cantar dos de sus composiciones, “En un cristal” y “Color de tierra”. Esas canciones y los clásicos de la banda sonarán este sábado y domingo a las 19 en Groove, Santa Fe 4389, durante la presentación oficial de Acá estamos.



–Se podría decir que Despertándonos era más arriba, más bailable. Y éste es más formato canción. ¿Por qué el cambio de estética?

A. R.: –Cada canción tiene su espíritu, su personalidad. Evidentemente, debe ser algo que debe venir en la esencia de cada canción. De todas formas, quien escucha la banda nota cosas que nosotros no. Pero, es verdad, quisimos cuidar más el espíritu de la canción. No quisimos sobrecargarlas de arreglos instrumentales, cortes o cambiar de texturas en un mismo tema. Sí lo que buscábamos con este disco era incorporar sonoridades nuevas; de hecho, agarramos las canciones puras, sin haberlas tocado en la sala, y las compartimos con el productor. A ver qué devolución venía del otro lado. Nosotros ya nos conocemos mucho y sabemos qué le puede aportar cada uno. Por eso, llegar con la canción más despojada y ver qué se le ocurría al productor fue un proceso distinto.

–Entonces, le dieron lugar importante a Fargo para que trabajara con sus canciones, como uno más de la banda...

A. R.: –Fue interesante porque grabamos todo en diciembre y nos tomamos un descansito. Pero Tito se quedó trabajando en su casa con las canciones y nos mostró algunas locuras que hacía y nos parecieron buenísimas. Cosas que no se nos hubieran ocurrido nunca. Nos dimos libertad con esas cosas.

P. B.: –También tiene que ver con una cuestión de madurez. Cuando la banda arrancó estábamos todos rondando los 20. Y pasó el tiempo. Ahora las canciones son más maduras. Y las temáticas son más variadas. No apuntan a un lugar específico sino que hay de todo. Son más reflexivas, contienen sensaciones personales. Por eso se crea un clima más intimista.

–¿Hay menos denuncia, quizá?

P. B.: –Hay temas que hablan de la cuestión de los campesinos del Mocase. Hay cosas. Pero también hay canciones que hablan de cuestiones del espíritu humano. Quizás esa sensación está en ese disco. Sin embargo, también hay un pulso alto. Es distinto de los otros. Esa fue un poco la idea. Las canciones que ya están en otros discos ya están ahí.



–¿Buscaron una canción más desnuda?

A. R.: –Claro, hay canciones sin batería ni percusión, cosa que no hicimos nunca. Es un permiso que propuso Tito y nos gustó. Que la canción la lleve la guitarra acústica y después coloreamos arriba. Le da un descanso al disco. Tratamos de no repetirnos, de vivir una experiencia nueva con la sonoridad. También el hecho de ser un quinteto, quizás el espíritu más fiestero lo da más el calor humano, el agite colectivo. Esto es más crudo.

P. B.: –Venimos de una gira por el sur y en vivo el disco suena muy potente. El hecho de que seamos nosotros cinco no le quita potencia a la música.

–Una novedad es que ya no están con Sony. ¿Por qué esa decisión y cuáles son las ventajas y desventajas de haber trabajado con la compañía?

A. R.: –Quedaba un disco más por hacer, eran tres en el contrato. Se venía dilatando un poco el tiempo de la grabación de este tercer disco por cuestiones de la crisis internacional y una reestructuración de Sony. Pero nosotros queríamos entrar a grabar porque teníamos las canciones ya listas, sentíamos que había pasado mucho tiempo desde la salida del anterior. La ruptura del contrato fue en términos recontrapacíficos. La experiencia con la compañía fue muy positiva porque nos dio la posibilidad de entrar por primera vez a un estudio de grabación profesional. Nosotros veníamos muy acostumbrados a hacer las cosas según nuestras posibilidades, que siempre eran complicadas en términos económicos. Grabábamos con lo que teníamos a mano. Nos aportó también la experiencia de trabajar con un productor. En cuanto a las desventajas, quizá la difusión la hubiéramos hecho de otra manera. Con este disco armamos una gira más orgánica, más a la medida de la banda. Poder decidir nosotros. Es bueno saber que es tuya la producción a la que vos le pusiste amor, guita y esfuerzo.

P. B.: –Básicamente, la independencia es mucho más trabajo. Porque cuando estás asociado con una empresa lo que hace es el trabajo que vos no hacés, porque estás abocado a la música. En este disco, no-sotros tuvimos no sólo que componer y tocar, sino tomar un montón de decisiones y hacer cosas que antes hacía la compañía. Es mucho más trabajo, pero el espíritu de la banda siempre fue autogestivo. Entonces, para nosotros no es una sorpresa: tenemos un montón de años de autogestión encima. Fue volver a eso, con alegría. Nos gusta hacer canciones y llevarlas a donde se pueda. Son momentos. Lo importante es que aprendemos de cada experiencia, sin lamentarnos. Una de las cosas que tiene la independencia es que no hay nada librado al azar. Nosotros somos muy inquietos y no paramos nunca. Y cuando estás ligado a una estructura mucho mayor, a veces los tiempos no son los que uno quisiera. Una compañía tiene un montón de proyectos y eso hace que uno se tenga que manejar con los tiempos de otros.


 

A. R.: –De todas formas, tenemos que reconocer que teníamos un prejuicio enorme, como militantes de la autogestión, con respecto a la compañía. Este paso por una multinacional nos hizo lavarnos de prejuicios, como banda y ante un entorno que nos decía que habíamos “transado”. La verdad es que no. Fue un medio para aprender de lo técnico, disponer de otra estructura para grabar. No se han metido con lo artístico, ni temático ni ideológico. Si no modifica el espíritu de la canción, todo lo demás es pasajero. En todo caso, es un medio para que la canción llegue más. Lo importante es que el qué no cambie.

–A través de cierta masividad sonaron en la radio y pudieron decir cosas como “recuperemos la tierra y vivamos en libertad”. ¿Qué implica eso?

P. B.: –Convengamos en que vivimos en una sociedad que en gran parte no nos gusta a ninguno. Si fuera por nosotros, cambiaríamos un montón de cosas. La negociación, por decirlo de alguna manera, es una cuestión de poder decidir qué sirve y qué no. Si no hubiéramos considerado que nos servía, no lo hubiéramos hecho. De hecho, hemos tenido ofertas antes de lo que hicimos con Sony, pero decidimos seguir solos. Hay que permitirse ser libre. A veces es muy difícil, porque cuando uno se encasilla en una idea pierde la libertad. Por más que uno hable de la libertad, si no está dentro de tu cabeza, si no lográs permitírtela, es muy difícil que surja. Nosotros nos dimos la libertad de probar y tuvo sus cosas positivas.

–En estos 15 años, han tomado como bandera la lucha de los pueblos originarios y las fábricas recuperadas. ¿Hoy cuáles son los temas que los inquietan?

P. B.: –Esos temas siguen estando. Los indígenas siguen sufriendo. De los pueblos originarios nosotros tenemos que aprender el hecho de que una cultura pueda ser más armónica, que pueda tener una relación más humana con el medio y no ser tan depredadora como la occidental. Tan es así que hoy se ha inventado una nueva ciencia, la ecología, que es para ver cómo hacer para curar toda la maldad que le hicimos al planeta. Con respecto a las fábricas recuperadas, siempre estamos en contacto y creemos que es una de las formas más dignas de trabajo que se ha generado después de la decadencia económica que ha vivido este país.


 

A. R.: –Este disco, más que los anteriores, tiene un sentimiento de optimismo. De vernos como país, como región. Sudamérica está en un momento único en 200 años de historia de poder congeniar una idea común, de empezar de a poquito a animarse a caminar solos. Eso genera tanto revuelo interno en cada país como acá. Aparecieron muchas voces en contra de sectores que han visto tocados sus intereses. El hecho de decidir como región es esperanzador y genera mucho optimismo. No obstante, vemos la otra cara: el “progreso” de la civilización sigue generando daños. Y como sociedad nos plantea un montón de contradicciones: hay que cuidar el trabajo, porque eso genera más posibilidades a los que menos tienen; un crecimiento más equitativo, pero a la vez eso genera una gran contradicción porque viene alimentado de consumo y éste bordea con el derroche. Hay derroche de energía y recursos naturales. Hoy la minería es un gran tema y lo pudimos palpar en la gira patagónica. Hay muchos pibes que se están organizando para frenar algunos proyectos porque directamente están atentando contra su hábitat. Uno desde acá puede tener una visión porque lo ve en los medios, pero cuando estás ahí, al lado de la montaña, entendés bastante más el porqué. Nos plantea una gran contradicción interesante como sociedad, como civilización: ¿hacia dónde queremos ir y de qué manera? Es algo que tenemos que hablar bastante, sobre todo si hay intereses extranjeros, como los de las compañías extractivas. Quizá podemos encontrar maneras de extracción más acordes a nuestra cultura, sin depredar. Tenemos una oportunidad de decidir cómo hacer las cosas y tratar de que ese crecimiento les llegue a todos y que sea equilibrado.