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miércoles, 12 de marzo de 2014

HUGH LAURIE REGRESA A LA ARGENTINA PARA PRESENTAR SU ALBUM DIDN’T IT RAIN

 

Hugh Laurie

“La música nos da un confort único”

El actor de Dr. House ya estuvo en 2012 junto a su banda, con la que explora páginas remotas del jazz y el blues rural. Esta vez tocará en el Gran Rex, el sábado 15 y el domingo 16. “La gente se dio cuenta de que nuestro amor por esta música es genuino”, asegura.


Hugh Laurie

Por Joaquín Vismara

Así como existen los actores que anhelan el éxito y las mieles del estrellato, están también aquellos que le huyen a la simple idea de estar en el centro del ojo público. Hugh Laurie encaja en esta última definición: el actor británico llevaba ya dos décadas de trabajo en su país cuando decidió presentarse en Los Angeles al casting para el papel protagónico de la serie dramática Dr. House. Su histrionismo y su humor flemático fueron clave para el desarrollo del huraño Gregory House, un médico con dosis iguales de brillantez en su profesión, antipatía social y desprecio por casi toda condición humana. El éxito de la tira sobrepasó las fronteras estadounidenses y le dio a Laurie una exposición que no sólo no pudo manejar, sino que ni siquiera buscó. Acostumbrado a una vida de perfil bajo en su Oxford natal, el actor tuvo que lidiar con lo que para la industria son no más que los gajes del oficio en California: paparazzi, las reacciones tan demostrativas como intrusivas por parte de sus admiradores en la calle y la constante sensación de sentirse observado. La situación llegó a su cenit cuando, para poder pasar sus vacaciones en paz, Laurie comenzó a elegir destinos en los que la serie no estuviera en circulación.
Quizá por eso, poco antes de que Dr. House se despidiera de la pantalla chica, Laurie llevó a cabo un plan con el que saldó una deuda con sus inquietudes artísticas y que también redujo de manera exponencial su exposición pública. Después de relegar su formación musical a un segundo plano durante años, el actor grabó en 2011 su debut discográfico, Let Them Talk. El álbum, un éxito tanto comercial como con la crítica especializada, sorprendió por su contenido: lejos de indagar en la música de su país, Laurie se adentró en las páginas más remotas del jazz y el blues rural, secundado por The Copper Bottom Band, un puñado de sesionistas con años de oficio, y con el apoyo de artistas de la talla de Tom Jones, el pianista Dr. John, y arreglos del compositor y productor Allen Touissaint, figura clave de la música de Nueva Orleans. Lejos del oportunismo, el álbum permitió no sólo dar a conocer la formación musical de Laurie tras años de estudiar piano y guitarra, sino que además dejó ver que su trabajo no se quedaba sólo en buenas intenciones.


Hugh Laurie

Let Them Talk le significó al músico y actor su primera gira mundial, con la que pasó por Buenos Aires y Rosario en 2012, a pocos meses del final de Dr. House. Su estadía porteña fue en algún modo el punto de partida para la inspiración de su segundo disco, Didn’t It Rain, en el que incluyó una interpretación de “Ring of Fire”, la versión que Louis Armstrong hizo en inglés del tango “El choclo”. “Amo cada nota que tocó Satchmo, es el mejor músico que haya existido jamás”, le explicó el músico y actor a Página/12 por correo electrónico. “Cuando estuve allí fui a ver tango y, cuando sonó esa canción, el recuerdo volvió a mí de manera inmediata.”

Lejos de alejarse de su predecesor, el álbum profundiza su búsqueda por las raíces de la música estadounidense y contó con el aporte de Taj Mahal, un guitarrista que redefinió al blues en más de cincuenta años de trayectoria. El énfasis en su carrera musical llevó a Laurie a relegar su trabajo como actor (su próxima aparición en la pantalla será a mediados del 2015, junto a George Clooney, en el film de ciencia ficción Tomorrowland), por lo que tiene con este álbum una excusa ideal para su regreso a Buenos Aires, con dos shows en el Teatro Gran Rex el sábado 15 y el domingo 16.

–Tanto Let Them Talk como Didn’t It Rain consisten en versiones de viejos estándares de blues y jazz. ¿Cómo llegó a profundizar en este tipo de música en su adolescencia en Inglaterra?

–No sé realmente cómo pasó. Simplemente escuché una canción en la radio y supe al instante que ésa era la música adecuada para mí. Nunca me interesé demasiado en la música pop porque jamás me sentí conectado con ella de ninguna manera. De hecho, los únicos discos de ese género que me gustaban eran de músicos que parecían estar pasando por lo mismo que yo, como los Rolling Stones, Led Zeppelin y Steve Winwood.

–Por lo general, cuando algunos actores decidieron comenzar una carrera en la música, el público tendió a desconfiar de sus propuestas, pero éste no fue su caso. ¿Por qué cree que ocurrió?

–Creo que mucha gente desconfió y no la culpo. Yo hubiera hecho lo mismo y, a decir verdad, lo hago. Pero gradualmente pudimos ganar más público cuando se dieron cuenta de que nuestro amor por esta música es genuino y que hay músicos muy profesionales sobre el escenario, tan buenos como los que escucharían en cualquier otro lado.

–¿Cuál es la sensación más reconfortante que obtiene de la música que no consigue al actuar?

–Es algo muy difícil de poner en palabras y, al fin y al cabo, ¡para eso se inventó la música en un principio! Creo que hay un confort que todos encontramos en las canciones que no se puede hallar en ningún otro lado. Mi propia teoría es que toda la música comienza con una madre cantándole a su bebé y algunos de nosotros volvemos a ese estado mientras escuchamos música.


Hugh Laurie

–Hace tiempo declaró que solía ponerse muy tenso antes y después de los shows. ¿Pudo aprender a relajarse y disfrutarlo más?

–Creo que todos, no sólo yo, aprendimos a relajar un poco más, lo cual es fantástico. Los primeros shows fueron muy “destrozanervios”, pero ya tenemos más de un centenar de recitales encima. Aprendimos a estar más seguros de lo que hacemos y, con suerte, a ser mejores en lo nuestro.

–A la par de su carrera actoral, en 1996 publicó el policial El vendedor de armas, que se hizo conocido varios años después. ¿Tiene pensado retomar su faceta como escritor?

–Estoy quince años demorado en la entrega de mi segunda novela... ¡así que más me vale que sea lo suficientemente buena! Hoy en día, la música es mi prioridad número uno y quizá siempre lo haya sido, aunque amo actuar y escribir historias también. Soy muy, muy afortunado al tener la posibilidad de hacer cosas que amo tanto.

–A dos años de su final, ¿cómo ve Dr. House a la distancia? ¿Aceptaría tomar un rol protagónico en otra serie?

–Estoy muy orgulloso de lo que hicimos con Dr. House y siento que debería honrar esa labor al dejar pasar un tiempo prudente antes de meterme de lleno en otra cosa; no quisiera aceptar hacer otro programa de televisión sólo por querer hacerlo. Por otra parte, soy muy consciente de que no habría tenido la increíble oportunidad de tocar con tantos grandes músicos si no hubiera sido por mi carrera actoral.


sábado, 1 de marzo de 2014

25 de febrero de 2014 LA DESPEDIDA A PACO DE LUCIA, FIGURA IRREPETIBLE DE LA GUITARRA

Paco de Lucía



 El músico que prefirió ser salvaje antes que intelectual

Un infarto lo sorprendió en México, donde vivía la mayor parte del año. Desde sus inicios con Sabicas, Francisco Sánchez Gómez creció y produjo cruces memorables, dándole al flamenco una dimensión que cautivó a públicos de todo el mundo.

Por Diego Fischerman

 Francisco Sánchez Gómez (Algeciras, Cádiz, España, 21 de diciembre de 1947 - Playa del Carmen, Quintana Roo, México, 25 de febrero de 2014),1 de nombre artístico Paco de Lucía, fue un compositor y guitarrista español de flamenco.
Recibió, entre otros muchos galardones, el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1992), la Distinción Honorífica de los Premios de la Música (2002) y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2004). Fue Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz y por el Berklee College of Music, distinción concedida en mayo de 2010.

Aunque casi toda su obra se desarrolla en el flamenco, grabó algunos trabajos en otros estilos, como la música clásica, la fusión del flamenco con el jazz y otros estilos musicales.

Paco de Lucía


La muerte nunca es recibida de buen grado. Y siempre es un poco sorpresiva. Pero, a veces, mucho más. Paco de Lucía había estado en Buenos Aires en noviembre pasado, después de dieciséis años de ausencia. Sus conciertos en esta ciudad fueron magistrales. Paco de Lucía, apenas este martes, estaba jugando con sus nietos en la playa de Tulum, donde vivía la mayor parte del año. Un fuerte dolor en el pecho hizo que lo llevaran al hospital Hospitem, en la ciudad de Playa del Carmen. Y falleció allí, en la sala de urgencias. Un infarto acabó, a los 66 años, con el músico que les había dado un nuevo estatuto a la guitarra y al flamenco. Con el que se había animado a releer la tradición y con el que fue capaz de juntarse con guitarristas de jazz para inventar otras músicas. O, en realidad, a flamenquizarlos. A llevar a John McLaughlin y Al Di Meola a su propio terreno para, desde allí, buscar algo nuevo. A aquel que, siendo infiel al flamenco, volvió a crearlo.
Rechazado por los fundamentalistas –que mucho más tarde aprendieron a reconocerlo como uno de los suyos–, Paco de Lucía conoció como nadie los mandatos del género, pero no se ciñó ni a las costumbres ni a los moldes más rígidos de eso que se enseñaba de padres a hijos. Usó el lenguaje en lugar de ser usado por él. Fue, más que un filologista, un creador. Revolucionó una música caracterizada por su lealtad a viejos arcanos. Y esa libertad fue la que, paradójicamente, le dio nueva vida al flamenco. Y es que, más allá de las críticas de los puristas más cerriles, no hubo música en la que ese género pudiera sentirse más a gusto –y más soberano– que en la suya. Tanto cuando se movía en los formatos más asimilables a la tradición –dos guitarras, una percusión– como cuando integró grupos como su ejemplar sexteto, con el flautista y saxofonista Jorge Pardo, Paco de Lucía siempre fue renovador y, al mismo tiempo, flamenco en el lado más esencial y profundo de esa música. En sus frenos repentinos y sus arranques furibundos. En el juego entre la inmovilidad –y la tensión extrema– y la sensualidad.

Paco de Lucía y Camarón de la Isla.


Hace casi treinta años, en 1986, en una entrevista realizada por Diego Caballero y publicada por el periódico Puerta de Sevilla, el guitarrista hablaba sobre la opinión que tenía Sabicas, uno de sus grandes maestros, acerca de sus experiencias junto a músicos de otros géneros. “Tú no los necesitas para ser grande”, había dicho su mentor. “Es una opinión que respeto como si viniera de mi mismo padre, porque ante Sabicas hay que quitarse el sombrero, pero no deja de ser una opinión”, decía De Lucía. “Los flamencos no sabemos de acordes, ni hemos dispuesto de la capacidad de ir a la escuela para aprender música. Y es que el flamenco está en un momento especial, que necesita aportaciones de todos lados para que aprendamos también de lo que no es usual en nuestra música. A mí sí me han servido estas uniones. La guitarra está cambiando y yo tengo una obligación con la gente que me sigue, de abrir nuevos campos.”

Paco de Lucía


Allí también decía que “en cualquier sitio es más fácil tocar que en Sevilla. Hay mucha gente que sabe de verdad y oyen de otra manera. Aquí se fijan en si tienes aire o no, si eres flamenco en definitiva, pero por otras partes no, allí te oyen tocar como músico, que es precisamente donde me siento más relajado y con menos miedo. En Sevilla estás pensando en tocar cosas más sencillitas y flamencas, por ahí tienes más libertad. Y también pasa, hay que decirlo, que en Sevilla hay críticos de flamenco que no tienen ni puta idea de lo que es el flamenco. Los que saben de flamenco son los gitanos, pero los gitanos no escriben en los diarios. El tema de la renovación musical implica, por una parte, ceder algo de lo de uno. Pero, también, reivindicar a un pueblo. Cuando he tocado con músicos de jazz, tuve que olvidarme un poco del flamenco, por lo menos del más purista, por eso lo pasaba a veces bastante mal, pero por otro lado mereció la pena por lo que tuvo de aprendizaje. Y además, allí se escuchaba la música de una raza que son los flamencos, marginados durante siglos hasta que llegaron Manuel de Falla y Federico García Lorca, que iniciaron su dignificación. Antes era una deshonra ser flamenco. Tenemos que agradecer mucho a Manuel de Falla y a todos los músicos que nos traigan savia nueva. Nosotros somos músicos y flamencos, es nuestro lugar. No me iré de las raíces y trataré de hacer cosas nuevas sin que se pierda el olor y el sabor del flamenco. En mis actuaciones hay mucho de rabia reivindicativa a cuenta de esta marginación, que todavía queda, pero en menor medida, porque afortunadamente las cosas van cambiando”.

Paco de Lucía


El flamenco es, tal vez, una de las músicas más antiguas y, a la vez, más cargadas de la posibilidad de modernidad. Es posible que allí se centre parte del misterio y de la fascinación que Chick Corea o John McLaughlin sintieron por el flamenco. O, más precisamente, por uno de sus músicos más virtuosos, por alguien que fue discutido por los fundamentalistas del género y que logró la doble hazaña de convertirse en el máximo renovador que el lenguaje había tenido en mucho tiempo y, a la vez, en el mejor guardián de su tradición. Paco de Lucía, llamado en realidad Francisco Sánchez Gómez, hijo de Lucía y nacido en Algeciras, Cádiz, en 1947, apocado hasta el improbable paroxismo de la timidez y parco hasta el propio límite del silencio, bromeó alguna vez con Página/12 asegurando que “lo de la modernidad y la tradición tendrá que ver con que soy mitad payo y mitad gitano”. En realidad, esa herencia casi dolorosa que habita el flamenco, aparece, más bien, en la conciencia acerca de la naturaleza conflictiva de la creación. “No es fácil”, decía hace quince años el guitarrista, en una entrevista con este diario. “Yo sufro cuando tengo que hacer un disco, aunque ese sufrimiento tenga que ver, también, con el placer de hacer la música que amo.”

Paco de Lucía


Parte de esa especie de incomodidad tiene que ver con sus propias inseguridades. “Cuando tocaba con McLaughlin y Di Meola, por ejemplo, sentía que no sabía improvisar y que ellos se reían de mí. Siempre que subía al escenario pensaba que iba a hacer un verdadero papelón”, explicaba, refiriéndose al famoso trío de guitarristas que se convirtió en un impensado fenómeno de ventas. “Un músico de éxito está obligado a hacer un disco cada año, y uno no tiene esa capacidad, sobre todo si es compositor de su obra. Otra cosa sucede si uno es cantante y quiere hacer un disco. Le mandan 40 compositores con otras tantas canciones para que elija y luego un arreglista para que haga la orquestación. Pero para el creador cada disco es un parto y la demanda discográfica no le da tiempo a sentir y vivir lo suficiente para renovarse y hacer una obra nueva. La composición es neurótica y la actuación en vivo es extrovertida y comunicativa. Uno se cura tocando en vivo. En cambio los que viven sólo de la composición dan miedo: miran con cara de locos.”

Paco de Lucía


Cantaor frustrado y reacio a escuchar su propios discos (“nunca los escucho, son puntos dolorosos; cuando intenté hacerlo no lo disfruté”), Paco de Lucía vivía además la contradicción del intérprete de una tradición popular que las formas de circulación de la cultura del siglo XX convirtieron en otra cosa. Por un lado, decía reivindicar el sentimiento sobre la razón (“es mejor ser un salvaje que un intelectual”) pero, por otro, se sentía disminuido por no haber realizado un aprendizaje de música sistemático y académico: “A medida que pasa el tiempo siento cada vez más la necesidad de eso de lo que carezco. Con la edad se tiene menos energía, menos estímulos, menos ganas de encerrarse ocho horas para descubrir una melodía. En esas ocasiones se echa de menos poder manipular la música sin tener que buscar con tanto trabajo cosas que luego resulta que ya estaban descubiertas”. No obstante, Paco de Lucía jamás paró de estudiar. Otros cuentan que de niño jamás dejaba de tocar. El decía: “Es cierto, sobre todo en la primera época, entre los 8 y los 12 o los 15 años. Nací en una familia con problemas económicos. Mi padre lo pasaba muy mal tratando de encontrar dinero para comer cada día y yo de chiquitito tenía la idea de que debía aprender rápido a tocar la guitarra para ganar plata y ayudar cuanto antes en mi casa. Efectivamente, a los doce años ya estaba ganando dinero. Me fui a Estados Unidos y me pagaban cien dólares a la semana. Yo era muy feliz entonces. En vez de ir a la escuela, con doce años estaba viajando y ganando dinero. A esa edad uno no sufre; uno sufre cuando se va haciendo viejo”. Su primer disco, Los chiquitos de Algeciras, grabado en 1963, a los 18 años y junto a su hermano Pepe, da cuenta de esa osadía y del virtuosismo todavía tan cercanos a la alegría infantil.

Galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, discípulo de Niño Ricardo además de Sabicas, ganador del Grammy al mejor álbum flamenco en 2004, del Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, de la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 1992, del Premio Pastora Pavón La Niña de los Peines 2002, y del Gran Premio de Honor en los Premios de la Música 2002, De Lucía había comenzado su carrera profesional en 1960, contratado por el bailarín José Greco en 1960 como tercer guitarrista de la Compañía del Ballet Clásico Español. A los 17 años, patrocinado por los productores alemanes Horst Lippmann y Fritz Rau, se integró al Festival Flamenco Gitano, con el que recorrió Europa junto a Camarón, El Lebrijano, El Farruco y Juan Moya. Acompañado en el cante, con frecuencia, por sus hermanos Ramón de Algeciras y Pepe de Lucía, sus discos consagratorios como solista llegaron al final de esa década: La Fabulosa Guitarra de Paco de Lucía, de 1967, y Fantasía Flamenca, de 1969. Junto a Camarón grabó más de diez discos de estudio, entre ellos El Duende Flamenco (1972) y Fuente y Caudal (1973). Y en 1976 ganó un disco de oro por el single con la notable rumba “Entre dos aguas”. Zyryab, Siroco y Lucía, o el más reciente Cositas buenas, donde participa quien tal vez sea su principal heredero, Tomatito, son como parte de su legado. El ayuntamiento de Algeciras, su ciudad natal, decretó tres días de luto por la pérdida del “más grande guitarrista de todos los tiempos”. Tomatito, en Twitter, decía “hoy no hay palabras”. Y es cierto. Queda, nada menos, su música.
 
Paco de Lucía

El recuerdo de los colegas

* Javier Malosetti: “Triste noticia la de la muerte de Paco de Lucía. El año pasado pasamos por pérdidas muy fuertes en el ámbito de la música, y desgraciadamente, este 2014 ha empezado también de manera triste. De Lucía fue un creador bestial, los que pudimos verlo en vivo las veces que vino a la Argentina lo comprobamos también entonces. Tuve la suerte además de conocer a Carles Benavent, su bajista histórico, otro virtuoso, pude compartir con él ese toque flamenco único. Soy fan del arte de Paco, lo vamos a extrañar”.

* Esteban Morgado: “La primera sensación ante esta noticia es de tristeza y estupor. Aunque no lo conocía personalmente es como si se fuera un amigo, uno tiene esa sensación con los grandes artistas, los que nos han acompañado a lo largo de nuestras vidas. Paco de Lucía fue el tipo que nos enseñó a apreciar un flamenco de vanguardia, con mucho de improvisación, de pasión y de sutileza. Fue un ser de un virtuosismo guitarrístico increíble, al que siempre uno trató de imitar, sin llegarle ni a los talones. Tuve la suerte de verlo muchísimas veces, una de ellas en el Colón tocando “Aranjuez”. Cuentan que lo aprendió de memoria, porque no sabía leer música. Más allá de que esto haya sido verdad o leyenda, lo cierto es que escuché una versión única de “Aranjuez”, por supuesto, pasada por un flamenco también único”.

* Diego El Cigala: “No se ha ido parte de la historia, se ha ido el flamenco mismo. Nadie tocará la guitarra como el maestro Paco de Lucía. Estoy hecho polvo, destrozado. La muerte de Paco deja mudo al flamenco, ya sin él, no hay nada”.

* Tomatito: “Paco ha dignificado el arte flamenco y ha convertido la guitarra flamenca en instrumento de entendimiento universal. Gracias a su genialidad y su compromiso, muchos intérpretes, entre ellos yo, hemos podido compartir nuestra música, nuestro cante y baile, con públicos de todo el Globo”.

* Niña Pastori: “El entendido del flamenco, al que le gusta el flamenco y lo admira, sabe que Camarón y Paco de Lucía han sido los dos pilares más importantes”.

Paco de Lucía