En la obra, que se estrena mañana en El Cubo, el grupo mezcla su repertorio musical con toques de humor. “Se genera una sociedad entre el público y el artista, con obligaciones y derechos para todos”, dice el intérprete Julio Martínez.
Por Sebastián Ackerman
“Estoy hace más tiempo en 4 Vientos de lo que estuve casado”, bromea Julio Martínez sobre los 21 años que el grupo está celebrando. De sus orígenes allá por fines de los ’80 en el que hacían conciertos didácticos en los colegios a este presente que los encuentra presentando su noveno espectáculo, Música en movimiento, mucha agua corrió bajo el puente. “Desde el principio hubo una idea de jugar con la música desde un lugar que no era la imagen del músico acartonado. Era traspasar el atril y poner el cuerpo como actor y músico al servicio de la comunicación”, analiza Jorge Polanuer y Diego Maurizi y Leo Heras asienten. “Al ser un grupo de música instrumental, nos dimos cuenta de que una puesta en escena, el orden de los temas, el movimiento o simplemente la sugerencia cuentan mucho. Suplimos un poco la palabra con ese otro lenguaje teatral que completa lo que es el lenguaje de 4 Vientos”, explican a Página/12 sobre el espectáculo que presentan los sábados a las 22 y los domingos a las 19 en El Cubo (Zelaya 3053).
En esta nueva obra prometen mezclar su repertorio musical con toques de humor. Y para ello contaron con la colaboración de Pepo Sanzano y Daniel Campomenosi, de Los Prepu. Y el trabajo esta vez se basó en una visión “legalista” del hecho artístico: “En Música en movimiento hay una trama”, adelanta Martínez. “Planteamos al público que a partir del momento en que vienen a vernos se genera una sociedad accidental entre el público y el artista, con obligaciones y derechos para todos. Esa pequeña idea une todo el espectáculo. Por ejemplo: una obligación que tienen es aplaudir. Pero atención: hay diferentes tipos de aplausos, de acuerdo con los niveles de emoción que te genera el espectáculo. Porque hay aplausos intensos y aplausos de cortesía”, ejemplifica. Y Heras asegura que “igual, no es necesario que la gente venga con su abogado. Nadie va a ser demandado por no cumplir con las cláusulas”, dice, y los cuatro ríen.
A pesar de ser su última obra, el título ya resonaba hace tiempo en el grupo. Heras cuenta que “primero surgió como un slogan del grupo. Cuando nos preguntábamos qué hacemos distinto de otros, se nos ocurrió: somos un cuarteto de saxos, hay otros cuartetos de saxos; hacemos música instrumental, otros también hacen. Pero nosotros no tocamos ningún tema en el mismo lugar, siempre estamos en movimiento, sea para tocar en un evento, una exposición, un shopping o una radio, estamos en movimiento”, afirma, y Maurizi aclara que si sobre el escenario están quietos, es porque “entendíamos que ese momento teníamos que estar quietos. Más allá de que también la música tenga movimiento en sí. Es lo que venimos haciendo. Todos los temas tienen una coreografía, nunca nos vas a ver tocar quietos. El movimiento es energía”, sostiene.
Tango, rock, guayno, chacarera, bolero, música brasileña, jazz, Galopera (una canción tradicional paraguaya), Mozart, Piazzolla, Gershwin, los Beatles y música de películas recorren el espectáculo. Y también –por supuesto, aunque no desde siempre– música compuesta por ellos. “Ya hace algunos años que más o menos la mitad de los temas son composiciones nuestras”, explica Polanuer. Eso los ayudó, aseguran, a hilvanar una narración, porque la música es un lenguaje. “Una característica del grupo es que planteamos una historia para contar. La música también cuenta una historia. Y cada tema cuenta una historia, entonces podés tener una narración”, apuesta Martínez, y Heras amplía: “Usamos todos los recursos que fuimos adquiriendo en este tiempo de trabajar con tantos directores y para tantos públicos. Desde el cuerpo, la luz, la ubicación del escenario, la coreografía: hay situaciones escénicas que transmiten algo especial”, se entusiasma.
Los cuatro disfrutan como chicos lo que hacen, aunque hayan dejado de serlo hace tiempo. “Nos divertimos haciendo esto”, confirma Heras. “Es la base de lo que queremos transmitir. Sabemos que la conjunción con el público en general termina siendo una fiesta, y es un poco ésa la idea que tenemos de todo show de 4 Vientos. Algo que para nosotros es primordial es la relación humana: hace 21 años que estamos juntos y hemos pasado por un montón de etapas. Queremos que el público se divierta tanto como nosotros el tiempo que estamos todos ahí. Si logramos que el tiempo haya dejado de existir un rato, es muy bueno”, dice. Y prometen que en algunas funciones tendrán “invitados especiales muy importantes”, aunque todavía no quieren adelantar sus nombres para “no yetearlos”.
¿Cómo llegaron a elegir el saxo como medio de vida? Cada uno tuvo su recorrido y también sus razones: Martínez quería ser rockero, pero “me puse a estudiar en el Conservatorio el clarinete porque me gustaba el saxo, y no lo enseñaban en esa época... era tan joven”, añora. Heras se inclinó por el clarinete, y el saxo lo encontró cuando se acercó a la música popular. “Yo tenía una banda en la secundaria, y no les gustaba el clarinete: ¡Melingo es el único que pudo meter el clarinete en el rock!”, se lamenta. Por su parte, Polanuer empezó más autodidacta, con la flauta dulce en el colegio. Y recuerda que “de entrada tuve mucha afinidad para sacar las melodías que me gustaban de oído. Después estudié flauta traversa y así llegué al saxo”, cuenta el camino. Y Maurizi tuvo una elección por lo “más fácil”: “Yo empecé con el piano a los ocho años, –rememora–, y cuando entré al conservatorio me plantearon: violín o saxo. Y el violín era muy complicado, además, en esa época el saxo no era muy conocido, y mi mamá me dijo que estudiara ‘eso con botones’”, ríe.
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