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viernes, 10 de julio de 2009

FERNANDO RABIH, CANTANTE, COMPOSITOR Y PSICOLOGO



Canciones para llevar al diván

Es integrante de La Surca, grupo que fue apadrinado por León Gieco. Con su segundo CD bajo el brazo –Otra sangre–, Rabih explica cómo hace para conciliar sus dos vocaciones: “Los pacientes, cuando inician un tratamiento, buscan componer su propia canción”.

Por Cristian Vitale

Nadie le vendió un buzón, pero un buzón le cambió la vida. Cierto día del 2000, a Fernando Rabih, cantor, compositor –y psicólogo– se le ocurrió lo que a muchos cuando graban su primer disco: dejarlo en el tragadiscos de la casa de León Gieco. Las posibilidades, claro, eran de una en diez –más o menos los discos que Gieco, por su tiempo escaso, logra escuchar– y el suyo entró. “Le entró por los ojos –se ríe Rabih– porque la tapa le hizo acordar a Déjà Vu, de Crosby, Still & Nash. Fue como una botella al mar, ¿viste? Yo sólo le había dejado una notita diciéndole que me daba mucha ilusión que lo escuchara.” Gieco escuchó, aprobó y se instaló como padrino de La Surca, el grupo de Rabih. Los presentó en el debut en La Trastienda y, por envión de inercia, la banda pudo mostrar Solos en Madrid como invitado de Compay Segundo (en el Gran Rex) y del tándem Heredia-Gieco (otra vez) en el Opera, además de recorrer el grueso circuito de escenarios porteños. Eran, entonces, Federico Mizrahi, Mariano Otero, Cacho Tejera, Gustavo López, Horacio Burgos y él. Pasaron nueve años de aquel espaldarazo y, con la formación reducida a trío pero con los aportes de Kevin Johansen, Ligia Piro, Horacio Fontova y el Chino Laborde, La Surca acaba de editar el segundo disco: Otra sangre, que mostrará el jueves 6 de agosto en Molière.

Entre Solos en Madrid y Otra sangre, además de nueve años, hay una dinámica de vivencias: Rabih y compañía (Federico Mizrahi + Horacio Burgos) partieron hacia España y fueron convocados para musicalizar una serie de documentales para cine y tv –Banderilleros, Tablao Flamenco y Las rutas del Califato, entre ellos–, además de componer la música de Carmen Amaya, Evocaciones, una coreografía que presentó el bailaor Rafael Amargo, en la Bienal de Flamenco, en Sevilla del 2004. “Es cierto que estar en España puso en acto algo que traíamos dentro: el componente andaluz, pero ya en el primer disco está ‘Luna Gitana’, que es como premonitorio, ¿no? Siempre tuve una fascinación muy particular por el flamenco, incluso mucho antes de conocer Andalucía. Igual, hay que reparar en que uno compone desde acá. Una rumbita la hacés a lo porteño, sin pretender más”, explica Rabih.

–La síntesis, tal vez, aparezca en el tema “Andaluza”. “Ya soy luz de dos orillas / Buenos Aires y Sevilla”, no es sólo una frase con una rima redonda...

–Bueno, yo crecí escuchando a Serrat, Camarón, Sabina, mucho flamenco, Ketama... iba siempre a verlo bailar a Antonio Gades; pero es sólo una vertiente, porque también crecí escuchando a Gardel, Rivero, Troilo. En la coctelera está todo.

Otra veta que se cuela en sus canciones: Rabih –gen judío sefardí–- también es psicoanalista. Es, para definirlo mejor, músico por vocación y psicólogo por profesión. Abrazó la causa de Freud y Lacan –por algo Fernando Peña lo convocó para la producción musical de Esquizopeña–, se recibió en la UBA y hoy ejerce cuando la actividad musical mengua. “Después de mucho tiempo descubrí que la música y la psicología tienen puntos importantes en común. Como decía Zitarrosa, la composición tiene algo de psicoanálisis, por eso de buscar tal o cual palabra en tal o cual lugar, ¿no? De alguna forma, los pacientes, cuando inician un tratamiento, están buscando componer su propia canción. Igual, me costó bastante conciliar: imaginarme psicólogo y al mismo tiempo hacer música, presentarme en vivo y eso. No sé, la psicología siempre se da en un ámbito muy privado, y esto de salir y exponer es una situación muy distinta.”

–Además de exponerse como compositor. Estar mostrando algo que pasa por el lenguaje, pero desde otro lugar.

–Cosas distintas que te generan reparos, hasta esto de que los pacientes te vean. Es fuerte, pero una vez que lo atravesás, uno aprende que se puede convivir con todo.

–¿Dónde se para un psicólogo para componer una canción? Sus letras hablan del alma, pero también de paisajes y geografías.

–Bueno, acá tal vez haya un puente entre ambas cosas. La música es un paseo por los paisajes del alma, es una geografía interna, una forma de viajar.

–¿Dice todo o guarda mucho?

–Dice algo, y por suerte... si no haríamos una sola canción (risas). Si bien en cada canción aparece un momento en que sentís que algo se colmó, inmediatamente te das cuenta de que hay que seguir componiendo.

–¿De qué modo actúan la música y la psicología para aliviar problemas existenciales?

–Desde la psicología las demandas son muy dramáticas, ¿no? La música puede apaciguar, funcionar como bálsamo, pero la psicología... hay gente que te habla de la muerte. Y con la psicología podés, con esfuerzo, lograr que alguien no cometa una pelotudez. Es otro plano.

–Lacan hablaba de convertir el drama de la vida en una tragicomedia.

–Y claro che, cuando llegás a ese punto te encendés un habano y te ponés la mejor canción, la de tu vida.

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