Una ola de arte perfecta
Por Gepe
Brian Wilson empezó a soñar con Smile en el verano de 1966, cuando en plena “invasión británica” el entonces líder de los Beach Boys ambicionaba crear una obra que fuera radicalmente diferente de la pergeñada por sus contemporáneos, en una franca competencia con The Beatles. En ese plan, Wilson escribió “Surf’s Up” junto al letrista Van Dyke Parks y llegó a grabar un demo en aquella época, pero finalmente el proyecto naufragó durante décadas. Fue por ese motivo que en 1971 los Beach Boys registraron el tema en el disco titulado, precisamente, Surf’s Up. Por su parte, Smile pudo concretarse recién en 2004. Alguna vez el propio Wilson explicó los motivos profundos que lo impulsaron a componer la canción: “Justo sentí algo de amor, sentí mucho amor, había mucho amor dando vueltas en ese tiempo”.
Hay un par de canciones que para mí son centrales para entender la música que me gusta hacer o la que me gustaría llegar a hacer. O, simplemente, el tipo de música o composición que admiro. Lo que tienen en común es sus grados de síntesis (de estructura, letra, etcétera) y de tensión emotiva, o lo que sea que las sostiene y que hace que te remuevan el cuerpo y el espíritu. Algunas de estas canciones son “The Disintegration Loops 2.1”, de William Basinski; “Run Run se fue p’al Norte”, de Violeta Parra, y “Cuchillos”, de Charly García. Pero si hay una con la que me podría morir tranquilo ésa es “Surf’s Up”, de Brian Wilson.
En el momento en que el tema vio la luz, ahí por el ‘67, según mi visión personal, significó el cierre de una época del pop para abrirle las puertas a una nueva, más indefinida a nivel estructura y paradigmas, pero quizá más objetiva en cuanto a algo que definiría como honestidad compositiva.
Para mí es una canción perfecta, con la letra perfecta, que jamás podría haber salido de otras manos y mente que las de su autor. Parece de esas canciones que el artista busca y que cuando encuentra, tiene la sensación de que no es propia, y la deja salir de una manera especial, como si se controlara sola, o como si se abriera paso por sí misma en su propio espacio creado, en donde están los mandos que la movilizan. Esa es la razón más profunda de por qué soy tan fan de ella.
Leonard Bernstein se fijó en este compositor de música popular a raíz del conjunto de canciones que estaba haciendo en ese momento para el disco Smile. Y fue en “Surf’s Up”, una de las más representativas de este período particular compositivo de Brian Wilson, donde se ve uno de los puntos más intensos de todo el poder de su música.
El momento que Brian Wilson estaba viviendo era de una completa libertad y también, al parecer, de todo lo contrario al mismo tiempo. Sus leitmotiv iban desde su intereses por recomendarles a sus amigos que se alimenten de vegetales, pasando por las vacaciones interminables en Hawaii, el trabajo artesanal, la vida cotidiana, la historia de su país, hasta las frases abiertas y sin objetividad aparente como “columnated ruins domino”, que podrían aludir a los “pilares” de lo paternal en su vida, con los que siempre tuvo una relación conflictiva, y que quizá fueron la razón por la que avanzaba tan rápidamente hacia el colapso impredecible.
Está en YouTube la grabación en imagen y sonido de Brian tocando esta canción, acompañado de su piano y un cajón de arena, en el que mezclaba sus pies con la libertad que le daba la idea del mar, el surf, el verano interminable de California.
Para mí, “Surf’s Up” es la máxima representación de un compositor increíble en su manera más sensible de ser, en la que aparece más vulnerable por la honestidad a la que llegó con ese poco de música y letra.
Me pasa que cuando la escucho (cuando recurro a ella) es para dejarme llevar por su influencia. Es tan “llena de cosas” que siempre me aborda de maneras distintas. Me gusta escucharla para componer, me deja la mente un poco en blanco pero también alerta y con ganas de llorar. No lloro, sólo me deja al borde de eso y de muchas otras cosas, lo que es, por lo general, mejor que la cosa en sí.
A fin de cuentas, es una canción perfecta, pero no en el sentido de la estructura, o por lo menos no sólo en ese sentido (en realidad eso no importa). Su perfección se basa en que es una obra musical de 3 minutos y algo más de pura “gracia y espiritualidad”.
No hay nada más especial que la frase “columnated ruins domino”, que señala el punto más interesante, para mí, de la esencia de esta canción, la cual nos habla de un espacio existente en el que las cosas están entrelazadas de una manera mágica, como lo están estas tres palabras.
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