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viernes, 10 de julio de 2009

LUIS SALINAS_ENTREVISTA


“Lo importante es el camino”

El músico dice que no se propone alcanzar ninguna meta en particular, “porque entonces cuando llegaste se termina todo”. Sin disco nuevo bajo el brazo, Salinas tocará este fin de semana material de otros CDs de su cosecha: Ahí va y Muchas cosas.

Por Cristian Vitale

La guitarra de Luis Salinas está colgada. Pero no en el ropero, como dice el tango, sino muy cerca de él, por si le agarra un arrebato de rutina. Por lo pronto, mira –en diferido– la paliza que Omar Narváez, el supercampeón mosca, le está dando al mexicano Soto. Es en diferido. “Cómo pelea este tipo, me gusta el estilo”, dice el gordo. Puede que algún cross de izquierda le esté repasando en el recuerdo bravuconadas infantiles, de esas que sobraban mientras se criaba en Villa Diamante o en Villa Jardín. En Lanús. El Luna Park estalla –diez mil personas– y su mirada se clava en el monitor hasta el undécimo round: Narváez noquea y Salinas lo admira. Apaga la TV. “Estoy tranquilo y disfrutando –cambia el chip–; como no estoy sacando ningún disco, por ahora, estoy concentrado en volver a presentar otros. Son gustos que te podés dar en estos momentos.” Del boxeo a la música, entonces. El eximio guitarrista está hablando, en principio, de Ahí va y Muchas cosas, dos discos de su cosecha personal que volverá a presentar en el Teatro IFT (Boulogne Sur Mer 555) el viernes y sábado próximos, uno cada día. “Está bueno porque la banda se consolidó. Algo que a veces es difícil porque los músicos andan de acá para allá, pero estoy con suerte. Hasta incluso puedo hacer un concierto sin lista, y salir tocando cualquier cosa”, proyecta.

–¿No da para ponerle un nombre a la banda, a esta altura?

–Es que Oliverio me curó de espanto (risas). Me acuerdo de que, cuando tocaba ahí, solían acompañarme Javier Malosetti, Guille Vadalá o Daniel Maza, y yo ponía el nombre de todos... una onda Emerson, Lake & Palmer, ¿viste? Entonces el dueño anunciaba las presencias y resulta que a Javier le aparecía un laburo con Spinetta, o a Vadalá con Páez, y no venían. Era un papelón, porque la gente preguntaba y entonces lo resolví fácil: le dije al dueño: “Poné Luis Salinas que yo vengo seguro”. Listo.

Nada hace prever un “desplante” esta vez. Salinas saldrá a escena con Jota Morelli en batería, el joven Matías Méndez en bajo, Oscar Vega en percusión y el tecladista Javier Lozano. La misma, casi, que lo viene secundando en un año discográficamente sabático, pero con mucho agite recitalero. El hombre nacido en Monte Grande hace 52 años se cargó tres grandes festivales tierra adentro y uno en Costanera Sur. Además de abrir la penúltima noche del último Cosquín, digitó sus cuerdas en el Festival de la Salamanca, en Santiago del Estero, en el del Chamamé, en Corrientes, y en otras plazas de la Argentina profunda. “En todos lados hago lo mismo: antes de subir al escenario le pido a Dios que la gente se lleve lo que fue a buscar, y tratar de vivir el momento como único. Puede pasar que tengas una noche inspirada o no, pero la actitud tiene que ser que se viva el momento como único e irrepetible. Yo trato de vivirlo así y con la mayor naturalidad posible, si no, te podés confundir un poco, ¿no?”

–¿Confundir en qué sentido?

–Bueno, el tema no es llegar a algún lado sino encontrar el camino y disfrutar del trayecto... no esa cosa de la meta, porque entonces cuando llegaste se termina todo. No es fácil encontrar el camino, por eso se trata de encontrarlo y recorrerlo hasta donde dé. Si uno pierde eso, se pierde a sí mismo: no se reconoce. Un viejo amigo músico me dijo: “Seguís teniendo el mismo entusiasmo”. Para mí fue un gran elogio.

Las giras por el país dan otro color al temple universal de Salinas. Sí, él y su famoso latin jazz ya han aprobado materias en ciertas partes del globo musical: grabó en Estados Unidos bajo la producción de Tommy LiPuma, el mismo de Al Jarreau, George Benson y Miles Davis. Tocó y/o grabó con Larry Corryel, Tomatito, Jordi Bonell, Perico Sambeat o Birelli, se presentó en más de 20 países, pero la Argentina es otra cosa. “No hay caso, es algo nuestro. Viajé mucho y todo muy lindo, pero en el lugar de uno hay una complicidad que en otro lado no tenés. Estás tocando algo y se te ocurre una cita musical de algún tema y la gente tuya se da cuenta, mientras que en otros lados no. De golpe mandás Piazzolla en el medio de otra canción y hay una complicidad que en otros lados no captan.”

–¿Y qué captan, entonces?

–La emoción, ¿no? Y la sinceridad. Yo pienso que la gente no tiene por qué entender de melodías, armonías o ritmos, pero sí de sensibilidad. Entonces, cuando tocás de verdad, sintiendo, al que te escucha le pasa lo mismo. Eso es así en todos lados... en tu país o en Japón. Uno, cuando agarra la guitarra, tiene que hacer lo mejor que puede para dos personas o para miles. En teoría es así; ahora, cuando subís al escenario ante situaciones fuertes hay que pasar ese primer momento de nerviosismo y responsabilidad para tocar como siempre. Cuando toqué con Saluzzi en el Colón estaba nervioso: me acordaba de mi vieja, que me dijo que iba a tocar alguna vez ahí, y esas cosas. En la segunda ya estaba más tranquilo.

–Una experiencia que también tiene que ver con trabajar los sentidos, si se quiere. Con matar la ansiedad. ¿Se adquiere o se tiene?

–Hay una condición natural, lo que uno tiene que hacer es trabajarla, desarrollarla. Si no, lo natural se queda en lo natural. Yo trato de ser el mejor Salinas posible. No compito con nadie... sólo me escucho y analizo qué pasaba con mi música antes y qué pasa ahora.

Del folklore al tango, del tango al jazz y del jazz al folklore –así de cíclico– trasunta el presente de Salinas. Luego del quíntuple disco editado hace tres años bajo el nombre de Música Argentina, el otrora héroe de las noches de Oliverio puede hoy caer parado entre los mitos y leyendas de la Salamanca, los sapucay de la Mesopotamia o la seducción noctámbula del tango. “Tocar en la Fiesta de la Salamanca es como estar dentro del folklore... como ir a Sevilla donde están los gitanos, es muy fuerte lo que pasa con las chacareras. O con el tango aquí.”

–¿Qué género le tira más, hoy?

–No puedo hacer una distinción precisa. Ya hablé del folklore, pero el tango también está dentro de uno. Por más que haya nacido en Monte Grande y me haya criado en Villa Diamante, a los 14 años empecé a mirar la calle Corrientes todo el tiempo y el tango precisamente tiene que ver con lo que uno camina... aunque toque jazz u otras cosas, siempre me salen cosas tangueras en medio de las improvisaciones... es algo muy argentino. Y es muy divertido poder cambiar el cuento.


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