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domingo, 3 de abril de 2011

BLUES MOTEL PRESENTA SIGLO DESASTRE, SU 10º DISCO




La banda acredita veinte años de trayectoria, marcados por vaivenes y cambios de formación. “Tratamos de ver qué más se les puede sacar a Led Zeppelin y Robert Johnson”, sostiene Adrián Herrera, cantante, guitarrista y compositor de la banda.






Por Cristian Vitale

Juntas y a la par van las dos guitarras de Blues Motel en el flamante Siglo Desastre, décimo disco en veinte años de historia. La de Adrián Herrera (violero-fundador, compositor y cantante) y la de Nacho Piedrabuena, hombre de reciente incorporación a la banda nacida a fines de los ’80 en Tigre. No es poco dato, si se tiene en cuenta lo medular que implica el prolífico, generoso y tozudo trabajo musical que sostiene el ahora sexteto –Gabriel Díaz + Ariel Herrera + Sebastián Voyatjides + Maxi Larreta– desde siempre. Tampoco lo es que en este disco, que presentarán hoy en el ND/Ateneo (Paraguay 912) ellos mantengan el ABC de su estilo –rock de los ’70 con Hammond– pero a la vez lo acerquen a las nuevas búsquedas, sin escaparle el pasado: White Stripes, Black Rebel Motorcycle o Fooz, según Herrera. “Salvando las distancias, creo que se nos puede meter a todas en un mismo paquete, porque todos tratamos de ver qué más se le puede sacar a Led Zeppelin y Robert Johnson”, se ríe él, consciente de sus matrices. “En nuestro caso actual, incorporando dos guitarras que juegan, que frasean juntas... es algo que no nos pasaba en los discos anteriores.”

El guitarrista se remite a la tríada que Blues Motel editó durante el 2006 (Golpea, En la casa de piedra, Desde el árbol) que configuró, axial, un año de intensísimo trabajo en estudio y un prolongado parate de cuatro años, que determinó los nuevos aires. Cambios en la formación, cambios en el sonido y cambios en la forma de producir. “El 2007 se nos presentó con casi 20 temas que no habíamos tocado en vivo, claro, y había unas tremendas ganas de tocarlos. Era muy fuerte y por eso paramos de grabar, hasta que Mariano (Esaín) se postuló como productor de Siglo Desastre. Se metió en los demos, los bocetos, los ensayos y nos sugirió cosas muy interesantes. Es cierto que nosotros siempre fuimos esquivos a todo eso de la producción, pero que viniera de él no fue inconveniente; es uno más de nosotros y nos gusta lo mismo. Cualquier cosa que propusiera iba a estar bien”, sigue el guitarrista.

–¿Por qué Siglo Desastre? Suena apocalíptico...

–Pero no lo es, aunque sí pasa que las letras tienen un cierto clima que refleja lo que uno ve del desastre, ¿no? Se puede tomar desde el punto de vista de la ecología, las guerras, las relaciones de las personas entre sí y con el mundo o el individualismo. Un cúmulo de cosas que vemos todo el tiempo y que no están yendo bien. Es una mirada universal, pero obvio que cuando querés mirar a lo lejos lo primero que ves es lo que tenés alrededor. Todo eso es lo que reflejan las letras de este disco y el título, que es el de una canción de Desde el árbol, nos sirvió como una especie de eje de ideas.

–¿Ustedes toman también el estado actual del rock como parte de este “siglo desastre”? O, dicho de otra manera, ¿cómo se posiciona Blues Motel en el movimiento ro-ckero actual?

–No relacionamos el título con el estado actual del rock, pero sí pensamos que, en general, hay falta de vuelo creativo. Sin dudas que cuando el rock empieza a meterse en las mesas de todos los días, pierde un poco de lo contestatario y le deja paso al hip-hop o al rap, como vehículos de expresión de ese tipo. Ni siquiera el punk, porque Green Day está en todos los televisores. El rock perdió esa veta a partir de que empezó a formar parte de la industria del espectáculo; desde entonces empezó a dejar de lado su pata rebelde. También es una cuestión generacional, ¿no?... Hoy, padres e hijos escuchan a Los Beatles o los Stones, y se perdió esa cosa de rebeldía generacional

–¿Y qué pasa con Blues Motel en este aspecto?

–Nunca nos detuvimos a ver de qué lado estábamos. Cuando arrancamos, el rock ya no era una cosa exclusiva de determinado ghetto, generación o público. Nuestra revolución pasa por hacer lo que se nos ocurre, sin pensar si le va a gustar a una compañía o no, e incluso a nuestro propio público. Cada nota que tocamos es la que queríamos tocar. Por eso seguimos juntos, porque no estamos pendientes del éxito. Siempre es más importante la música que la cantidad de gente que la escucha.

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