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domingo, 8 de julio de 2012

LITTO NEBBIA, A 45 AÑOS DE LA EDICION DE LA BALSA (1967). EL HOMBRE INCANSABLE DEL ROCK ARGENTINO.


  




Resumir todos los proyectos en los que está embarcado impresiona, pero él lo toma con absoluta naturalidad. Esta semana “La Balsa” cumplió 45 años, pero Nebbia mantiene la filosofía de mirar adelante: de aquí a diciembre editará diez discos.

Por Claudio Kleiman y
Hugo Soriani

Litto Nebbia es un torbellino. Va, viene, viaja, compone, toca, edita, produce, graba. Y todo eso no le impide escuchar música y acrecentar su ya mítica colección de discos, ver cine –materia en la cual es un verdadero experto– y estar al tanto de lo que sucede en literatura, teatro, fotografía, pintura. A 45 años de la edición de “La Balsa” por Los Gatos, tema generalmente considerado como el puntapié inicial de lo que posteriormente se conocería como “rock nacional”, el motor que mueve a este perpetuo creador no tiene miras de parar. Ni mucho menos.
Tan es así, que el propósito inicial de esta entrevista había sido destacar la edición de su ultimo álbum, La canción del mundo, una inusual edición con tres cd y un dvd lanzado a fines de 2011, que corría el riesgo de pasar inadvertido entre el aluvión de visitas, lanzamientos e información de todo tipo que inunda la escena a esa altura del año. Diversos motivos, entre ellos sus múltiples viajes, giras y actuaciones, hicieron que la entrevista se fuera posponiendo y, en el ínterin, se fueron sumando nuevas ediciones: el cd 11 Vidas, con canciones compuestas por Litto sobre poesías de Alfredo Lichter, y el álbum doble Historia de un Creador, que contiene sus 30 canciones más conocidas, algunas en versiones raras o inéditas. Además, la edición de Sinfonías para catedrales vivas, subtitulado “Los artistas homenajean a Litto Nebbia”, un álbum triple producido por el marplatense Fabián Spampinato, que contiene 64 canciones con un rango muy amplio de artistas versionando la obra del rosarino, quien también participa.
Pero no hay mucho tiempo para realizar un recuento. Nebbia, con la mirada siempre puesta en lo que vendrá (en una época fue conocido por negarse a interpretar las canciones de su pasado, entre ellas “La Balsa”), prefiere destacar el plan que lo ocupará en la segunda mitad de este año, la edición de nada menos que diez álbumes, algo cuya sola enumeración podría dejar sin aliento a un artista con la mitad de sus años.

–¿Cómo es eso de los diez discos?

–Hay una serie de discos míos del ’99 al 2001, que son El hombre que amaba todas las mujeres, Siempre bailan dos y un tercero que prácticamente nadie se enteró de que salió porque fue muy mal distribuido, Corazones y sociedades. Yo los considero una trilogía de composición, porque esos cincuenta temas los hice en un año, con el mismo tipo de sonido y de idea. Voy a sacar un box set con esos tres discos y un cuarto que se llama Borrador, que son las boludeces que hice en mi casa antes de terminar los temas, cómo los escribí, dónde puse la segunda parte, intimidades de la composición, algunas son graciosas, otras son piolas técnicamente y otras son versiones sobre las que algunos se preguntan por qué no las puso en el disco. Después de eso sale el disco inédito que grabé en España en 2009, Soñando Barcos, con letras de Juan Marimontes, un poeta de Salamanca que yo musicalicé. Siempre cuento la anécdota de que a la primera poesía que me mandó le puse música en cinco minutos, sin conocerlo; se la mandé y, al otro día, la grabó Ana Belén. Yo le dije: “No nos conocemos y la primera canción que hacemos la graba Ana Belén, hagamos más”. Al final hicimos quince canciones. Juan consiguió un productor español y tocan algunos músicos flamencos. Ese disco va a salir con un segundo cd de regalo, con muchas actuaciones que hice en Europa, en Francia, Londres y Barcelona, también en 2009. Lo edito de esa manera no sólo porque es una forma de meter más música y cosas, sino porque quiero sacar ediciones que estén muy bien cuidadas, con buenas tapas, discos de yapa, dvd, y que valgan lo mismo. Primero, porque no lo podés piratear: te podrás piratear los temas, pero te perdés todo lo demás. Segundo, porque si lo tenés más barato seguramente vas a querer el original y tercero, porque me parece que uno tiene que hacer eso por la gente que lo sostiene, la que lo va a ver en tantos lugares donde uno toca, que es la que te permite que toques toda tu vida. Si no tuviera esa gente que me sigue, estaría trabajando en el hipódromo.

–¿Qué viene después de estos seis álbumes?

–Luego tenemos dos discos que adoro, que quedaron en vinilo y nunca salieron en cd, Buscando en el bolsillo del alma, del ’89, y Nostalgias del Harlem Español, de 1990. Son discos que no tuvieron mucha difusión, porque fueron los primeros que hicimos con el nacimiento de Melopea y nos daban menos bola que ahora. El noveno es un disco
inédito con Facundo Cabral, del año 2002, donde yo musicalizo letras que él me fue mandando por fax. Lo hicimos en trío, con Quintino (Cinalli, batería), César (Franov, bajo) y yo, toca un poco el Gordo Fernández (trompeta) y cantamos a dúo con Facundo. El me persiguió para hacer eso, quería tener un disco conmigo y me dijo: “Grabémoslo de forma que lo podamos tocar en vivo igual que en el disco”, y yo le dije que con el trío podíamos hacer eso. El disco empieza con los músicos que van llegando a un pueblo, como cuando llega un circo a la ciudad, con un tema que se llama precisamente “Paso del circo”. Es muy distinto de lo que hacía él, que era fundamentalmente recitado: este disco tiene melodías, arreglos, es muy lindo.

 

–¿Por qué nunca se editó?

–La idea era que iba a salir el disco y nos íbamos a ir de gira por toda Latinoamérica, hasta México. Se fue dilatando, una vez él tenía una gira por Estados Unidos, otra vez yo sacaba mi disco y lo que sucede cuando pasan dos o tres años es que finalmente lo dejás ahí guardado. Nunca se me ocurrió sacarlo y mucho menos cuando pasa esto de su asesinato, pero ahora apareció su mujer, y me vino a decir: “Facundo me habló del disco, ¿por qué no lo sacamos?”, así que vamos a editarlo.
El décimo y último disco previsto para este año contiene sus nuevas canciones y es, a la vez, la presentación de un proyecto llamado Aire Fresco, con Daniel Homer en guitarra, Juan Ingaramo en percusión –-hijo de Mingui Ingaramo, de Los Músicos del Centro, una banda cordobesa con la que Litto trabajó en los ’80–, y el propio Nebbia en piano y órgano, con algún invitado ocasional. “Yo toco piano y órgano, y al no haber bajo ni otro instrumento armónico, con Homer que toca muy bien y que lo conozco hace muchos años, hacemos mil acordes de paso y parece una orquestita, cuando en realidad somos tres gatos locos”, se entusiasma Litto.

–¿Aire Fresco es el nombre del trío?

–En realidad no sé si es un trío, porque a veces viene un flautista u otro invitado, quiero tener libertad. Tampoco quiero poner un nombre de grupo, quiero que se entienda que es un nuevo disco mío tocando con tipos que me gustan, con menos formalidad de que sea un grupo estable. La cosa pasa como siempre, por tocar con gente que le guste lo que vos escribís, y también por compartir los gustos musicales. En ese sentido, hace falta encontrar tipos que sean bastante cultos en el panorama de la música. Y ahí no tienen nada que ver la edad ni la experiencia, porque Homer es de mi generación, y conoce Tamba Trio, Luiz Bonfá, Antonio Carlos Jobim, toda esa gente, pero el otro pibe tiene 23 y también los conoce. Es bárbaro estar con un percusionista que te diga si conseguiste el último disco de Gilbert O’Sullivan.

–¿Cómo surge este proyecto?

–Después de haber desarrollado durante los últimos años el rock y el blues eléctrico con La Luz, tocando la guitarra eléctrica que hace tanto que no tocaba, me salieron un montón de temas que están relacionados con, por ejemplo, las comedias musicales de los años ’50 y ’60, o con el clima de la bossa nova original, también de los ’60. Yo siempre tengo anotadas tres o cuatro cosas que quiero desarrollar y, entre ellas, tenía la idea de hacer un disco con Daniel Homer. Lo llamé y grabamos dos temas, en principio los dos solos, pero yo armé una batería, y él me dijo “dejame que le pongo un bajo”, es algo que puede más que no-sotros. No me quería quedar clavado en esos discos de dúos donde hay un guitarrista y un pianista mostrando lo mucho que tocan, quería que hubiera más cosas. Traje más temas, y convidamos a un flautista, Leopoldo Deza, y a un percusionista, que es Juan Ingaramo. Yo quería que pudiéramos tocar en un montón de lados sin volvernos locos con la exigencia de sonido, porque el formato de banda de rock requiere que haya un sonido muy bueno. Pero al tener piano y guitarra que se van entrelazando con la percusión de fondo, es un formato más flexible. Tenía una idea de algo suave, blando y, cuando lo escucharon, un par de tipos me dijeron “qué lindo aire que tiene esto”, o “qué fresco que suena”. Y ahí dije, claro, es como un aire fresco.

–¿El repertorio está compuesto por temas nuevos?

–Hacemos todos temas nuevos, menos dos canciones viejas que son “Rock de la mujer perdida”, de Los Gatos, y “Mujer de los mil días”, de mi primer disco solista, pero que arreglamos para el sonido de este trío y quedan muy lindas. También hacemos un tema de Jorge Dalto y uno de Natalie Cole, instrumentales.

–¿Aire Fresco significa el fin de la etapa con La Luz?

–La Luz se apagó (risas). No, eso suena muy cruel. La verdad es que el proyecto de La Luz me encanta, y me gustan los discos que hicimos, el primero, Danza del corazón, los dos cd y el dvd The Blues, el disco con Calamaro, El Palacio de las Flores, y también están en parte de La canción del mundo. Pero pasa una cosa con los grupos, que es muy difícil que lo que uno construye y compone esté sincronizado con el deseo y la satisfacción de tus propios compañeros. Yo siempre hago el chiste, “muchachos, Los Beatles se separaron”. La Luz primero sufrió la deserción de Ariel Minimal, luego entró Gonzalo Aloras por un tiempo, pero también salió su disco solista y hubo también unos meses en que Daniel Colombres estuvo enfermo, gracias a Dios ya se curó y está bien. Pero yo tengo un cohete en el orto, me gusta mucho progresar, sacar cosas nuevas, y para eso todo el mundo tiene que estar conforme y con la misma vibra. A veces no hay la misma disposición para ensayar y tiene que ver con que cuando pasó un tiempo de la formación, el entusiasmo de la primera época se transforma en un trabajo, “che, ¿hay show el sábado?”. A mí me parece bien que cada uno tenga sus proyectos, pero llega un momento en que digo “ahora quiero ir en esta dirección”, y quiero hacer esto y lo otro.


 


El placer de hacer

 

Por supuesto, en el caso de Litto “esto y lo otro” es casi una minimización. Resumiendo la actividad de los últimos días, dice que tocó veintitrés veces en cinco semanas, en distintos formatos. Solo, junto a Emilio Del Guercio y Ricardo Soulé (en un show que le gustaría llevar a Buenos Aires), con Aire Fresco haciendo la “Suite de Malvinas”, que compuso para una obra de teatro. Que participó en grabaciones de gente tan diversa como el solista Andrés Ruiz, el bandoneonista Ernesto Baffa y el cantante tanguero Alberto Podestá. Cuando alguno le objeta esta especie de hiperactividad o que edita demasiado material, Nebbia responde que “lo hago porque a mí me da satisfacción, no me está obligando nadie, y cada vez me llama más la atención cuando alguien me dice “¿cómo podés hacer eso?”. Yo, en realidad, no puedo hacer lo otro, no puedo estar cinco años sin grabar un disco. Si entrás en All Music Guide y ves la discografía de Chick Corea, o de Herbie Hancock, son como 48 páginas. Y los tipos contestan “¿sabés por qué estamos todo el día grabando? ¡Porque somos músicos! ¿Qué querés que haga, que vaya a hacer gimnasia?” (risas).

Por si esto fuera poco, Litto ya está pensando en el después. Comenta que cuando termine el disco de Aire Fresco empieza a grabar uno musicalizando textos de Jorge Boccanera, un poeta que conoció cuando ambos estaban exiliados en México y con el que ya ha compartido varias canciones, pero nunca un álbum entero. “Con quién lo voy a grabar todavía no lo sé, quizá toque más cosas yo”, explica, y remata con un “pero me gusta el movimiento”. Como si hiciera falta la aclaración.
Pero antes de todo esto llegó La canción del mundo, un trabajo donde el rosarino se da el gusto de incluir prácticamente todas sus facetas musicales. Temas solo, en trío, con cuarteto, con diversos músicos, nuevas versiones de viejas canciones, temas en colaboración con distintos poetas, y hasta uno titulado “Estaré lejos de mi hogar”, cuya primera parte fue grabada en 1969 para el film El extraño de pelo largo, y la segunda en 2011, tan sólo 42 años más tarde.

–¿Cómo se gestó el proyecto de La canción del mundo? Un artista que edita una caja con tres cd y un dvd que no es un compilado sino su nuevo disco, es un acontecimiento único.

–Comencé grabando con La Luz, para un supuesto disco futuro. Esos temas tenían arreglos bastante complejos, entonces les propuse venir un día a ensayarlos, más que nada para ponernos de acuerdo en los matices, la intención, los arreglos y, al día siguiente, volver y grabarlos. No como otras veces que lo tocamos leyendo la partitura y queda grabado, y en la otra semana tocándolo en vivo nos damos cuenta de que recién ahí lo estamos ablandando. Pero Minimal, que toca la viola como la puta madre, pero no sabe ni los nombres de los acordes, me dijo que no lo podía tocar, como que lo tenía que estudiar primero y grabar el mes que viene, entonces lo tocábamos como trío y él quedaba debiendo una guitarra. Grabé esos ocho o diez temas, con la idea de retomar, pero no fue posible por las giras, porque Colombres se enfermó, por una cosa u otra, y mientras pasaba todo eso se iban acumulando temas, porque yo vengo al estudio una mañana y te grabo dos o tres canciones, y después de un tiempo tenía más de veinte.

–También hay temas instrumentales, que son como su propia versión de la música étnica.

–Estaba obsesionado con esto de meter viñetas instrumentales, esas cosas que yo hago como de música étnica de Azerbaiyán, que a mí me gustan... estuve estudiando cosas de la música folclórica, y en cualquier lugar de la tierra es igual, tiene tres tonos, el del comienzo, el dominante y el subdominante, lo que cambian son los instrumentos. Y todas tienen improvisación vocal, como la del cantaor flamenco, la del tipo que va cantando por la calle en la música italiana, el jazz tiene el scat, nosotros tenemos el payador. Eso existe en todos lados.

–Esos instrumentales hacen referencia a música de distintos lugares.

–Sí, por ejemplo “Western China” es como música china, pero instrumentada por Ennio Morricone cuando hace un spa-ghetti western.

–¿Escucha mucha música étnica?

–Escucho bastante, lo que más me gusta es de Turquía, de Moldavia, ¡cómo cantan! Cualquiera que canta en esos lugares, apenas empiezan te ponés a llorar, otra que Cantando por un sueño. Es como que están convencidos de que cantar es dar el alma. Me encanta esa música, entre las cosas que más escucho están Aziza Mustafa Zadeh, un pianista de Moldavia, Oumou Sangare, una cantante africana, Oum Kalthoum, cantante clásica árabe, Ali Farka Touré, guitarrista de Malí, Arto Tumboyaciyan, percusionista rumano, y rarezas del mar Caspio, el mar Negro, Turquía, Azerbaiyán, Georgia, Armenia. Son cosas que consigo cuando viajo al exterior, por ejemplo un día en Niza, que está lleno de árabes, me meto en un negocio a comprar una alfombra y escucho la música que están pasando, y terminé comprándole todos los cd, que eran suyos, no estaban en venta. Es muy inspirador cómo cantan y cómo tocan. Pero si llego a hacer un disco entero de eso van a decir “éste se volvió loco”. Entonces dije, bueno, voy a armar un álbum completo que contenga todo mi mundo musical, que sea un nuevo disco de Litto Nebbia donde la gente pueda escuchar una canción que hice a los 18 años, como también hay, y una que hice hace un rato, y una que tenga que ver con eso del mar Caspio, pero que se dé cuenta de que todo eso está dentro de la propuesta musical de uno, ¿y cómo se llama eso? Canción del mundo.

 


–Que es también el nombre de un tema.

–Encima me salió en Madrid “La canción del mundo”, donde habla de cómo es esto, que no tiene una bandera, que cruza la frontera, esa historia. Y hablando con un fotógrafo amigo que vive en España, Ricardo Murad, le comenté que no quería sacar en este disco una foto mía, sino algo que estuviera relacionado con lo étnico. Me dijo que el fin de semana le había salido un laburo de fotoperiodismo en Marruecos y, cuando volvió, me trajo esa foto de La Medina, de un barrio que se llama Ciudad Antigua. Cuando la vi dije es perfecto, parece una pintura, pero para que tenga respiración tiene que ser un tríptico, porque en el formato de cd no va a lucir. Ahí empecé a sumar, y de golpe me di cuenta de que tenía mucha música y que era muy difícil compaginarla. Entonces compaginé un disco como si fuera el único, quedó muy bien, y dije voy a compaginar otro disco, con la misma idea, que tenga cambios de ritmo, de tonalidad, de instrumentación y después hice un tercero, y me quedé conforme con las tres compaginaciones, como que cada disco se defiende por sí mismo. Y luego empezamos a juntar cosas para el dvd, donde cada vez quiero poner cosas más zafadas, como chistes, intimidades, hasta hay una parte donde presento al gato.

–Además el dvd también sirve como un recorrido por otros trabajos que no están incluidos en La canción del mundo.

–Exactamente, uno hace una cantidad de colaboraciones lindas con otros artistas, los cuales tampoco tienen divulgación en ningún lado, entonces aprovecho ese espacio del dvd para poner otras cosas que he disfrutado musicalmente, aparece Emilio Del Guercio, Silvina Garré, hay una parte del Concierto del Bicentenario..
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–También están los Mersey Mustards, que es una producción suya.

–Yo les puse el nombre del grupo, porque el que compone todos los temas se llama Luis Mostaza. Cuando los escuché les digo, me encanta lo que hacen porque es música Merseybeat, y mostaza en inglés es mustard, así que les digo se van a llamar los Mersey Mustards. Y están tocando cada vez mejor, porque ya grabaron dos discos, ensayan todas las semanas, y en el medio han sido teloneros de Yes y de Kusturica, en Córdoba. Y no tienen la presión de que tienen que ser famosos, millonarios y delgados. Mostaza es un médico oftalmólogo, cada uno tiene su profesión, y hacen esto por amor a la música.

Sin instrucciones

 

La conversación desemboca en las letras, un aspecto quizá poco explorado de su obra. Casi sin quererlo, aparece un tema sensible de su educación sentimental. Litto, que habitualmente conserva una compostura que lo pone a resguardo de quedar expuesto, se emociona cuando el tópico lo lleva a evocar memorias de sus padres, y del grupo de su adolescencia y juventud, Los Gatos, el mismo que dejara una marca imborrable en la música argentina.

–Una canción como “Ilumina”, que dice “quien será que me ilumina, me protege en cada esquina...”, transmite cierto misticismo pero de una manera muy sencilla, sin querer convencer a nadie.

–La intención mía es no hacer nada rebuscado. Y cuando algo te sale del corazón... mucha gente me pregunta, ¿cómo se te ocurrió una letra como “Solo se trata de vivir”? Y es simplemente como yo hablo y lo que estaba viviendo, no me puse a pensar “ahora te voy a pasar la data de la vida”. Pero alguna gente lo entiende de esa manera, y también al revés, no le dan valor porque piensan que tendría que ser más complicada. En “Ilumina” es lo mismo, porque así lo creo, a veces digo, “mi vieja está todo el tiempo ayudándome”, otras veces digo “creo que hay un dios”, otras veces “yo atraigo esta cosa porque procedo de cierta manera”, son explicaciones que me doy pero no tengo un voto total, o la seguridad para decirte “esto es así”.

–“Martita”, dedicada a su madre, dice “a ella siempre le gusta que le dediquemos algo”.

–Yo soy muy sensible a esas cosas, respeto mucho el pasado, pero no por la nostalgia sino por la evocación, me parece que si uno no se acuerda de todas las cosas que pasan no sé por qué carajo vive. A mí me interesa todo, a veces voy a Rosario y aparecen tipos de esos memoriosos, que me tiran una data impresionante de cosas que ha dicho mi papá, por ejemplo, que coincide con algo que uno después ha hecho en la vida, pero que no lo sabía, porque yo me fui muy pronto de casa.

 



–Esa idea aparece también en “Provincia”, que es la de tratar el pasado como una presencia, más que como algo 
nostálgico.

–Sí, cuando me sale uno de esos temas, que hablan de cosas “fuertes”, yo los bajo, no quiero que alguien se ponga a llorar mal. Por ejemplo hay un tema que hice el día que murió Kirchner, pero por supuesto no le dije a nadie “mirá qué piola que soy, éste es el tema de Kirchner”, me da pudor, porque me salió de pura emoción. Y ese tema, “Yo me conozco (todo el mundo sufre)”, lo dejo como una baladita, a propósito, porque no quiero recargar las tintas.

–Es algo que se veía también en las reuniones de Los Gatos y Los Gatos Salvajes, que trataba de sacarle solemnidad utilizando el humor.

–Me refugio a veces también un poco en la hilaridad, porque si no tampoco podría tocar. A veces se me cruzan cosas por la cabeza cuando estoy haciendo un show, y me tengo que aguantar, porque de otra manera te dan ganas de bajarte del escenario. Pero nunca es por cosas de infelicidad, a mí me sensibilizan cosas que me dan alegría, pero me hacen pelota, ¿qué voy a hacer? Una vez me pasó, se me hizo un nudo en la garganta y empecé a cantar todo mal, y el que no se da cuenta dice mirá qué mal que está de la voz.
Lo cual lleva al mito de Litto, el iniciador del rock nacional, el compositor de “La Balsa”, de cuya edición –en un histórico simple de Los Gatos que contenía el tema de Nebbia y Ramsés VII (Tanguito) en su lado A y “Ayer nomás”, de Moris y Pipo Lernoud en el lado B–, se cumplieron esta semana 45 años.


 


–¿Cómo maneja el hecho de haber iniciado toda una historia de música en Argentina? Por ejemplo, el escenario de La Perla se llama Litto Nebbia.

–Yo ni pienso eso. Voy al baño a mear y hay una placa con mi nombre (risas). Por un lado no le doy bola, porque no quiero que me pase esto de lo que estamos hablando, de la emoción y todo eso. Y por otro lado, de chico fui educado que no les tengo que dar bola a esas cosas, para no creérmela. Veo cada boludo que se la cree, y a mí me encanta poder haber mantenido siempre mi sencillez, mi cosa natural. He conocido a grandes como Goyeneche, y era superhumilde. Pero es una cosa de educación, que viene de mi casa, nunca me creí nada. Entonces cuando pasan estas cosas está todo bien, yo sé lo que hice y lo que no hice, y estoy satisfecho, a mí no me tienen que poner ningún cartel, ni mucho menos una placa en el baño.


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