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martes, 5 de abril de 2011

DOMINIC MILLER: UN ARGENTINO EN LA ARGENTINA




Nacido en Buenos Aires y guitarrista de la banda de Sting desde 1990, el músico promete “un viaje artístico que incluirá desde la música clásica hasta el heavy metal”. Dice que no cree en la canción perfecta y sí en las posibilidades creativas que surgen del error.







Por Luis Paz

“No hay mejor momento que el actual para ser músico”, asegura Dominic Miller, nacido hace 51 años en Buenos Aires y primer guitarrista de la banda de Sting desde 1990. “En los años ’80 y ’90, lo que te definía como músico era tu disco, y el show en vivo era como un regalo que ofrecías al público; pero ahora es completamente al revés: lo que te define es cómo tocás en vivo y el disco es un souvenir”, argumenta el guitarrista porteño, que a los 10 años emigró junto a su familia a Wisconsin y a los 12 se mudó nuevamente, esta vez a Londres. Allí fue a la Guildhall School of Music, hasta que regresó a Estados Unidos para continuar sus estudios en el reputado colegio Berklee, de Boston. “Si hay tantos buenos músicos en la actualidad y con estéticas musicales tan diferentes, no es porque haya mucha gente estudiando música, sino porque hay mucha gente saliendo a tocar”, pinta el músico, que más allá de la notoriedad que le otorga acompañar al ex The Police, logró construir una sólida carrera solista desde mediados de los ‘90, cuyo momento más actual, su disco November (2010), presentará el próximo viernes a las 21 en el escenario del teatro ND/Ateneo (Paraguay 918).

Miller explica toda esa lógica recuperada del disco y el show en vivo (“Así como era en los ’70, así es hoy nuevamente”), dándose pie para asegurar que no le presta atención al mercado de discos, pero que sí le interesa que haya público en sus conciertos. Si su música (clásica & moderna, cósmica & amable, instrumental & funcional) no alcanza, cuenta con sus pergaminos para convocar: fue coautor con Sting, entre otras, de “The shape of my heart” y ha colaborado con Peter Gabriel, Phill Collins, Tina Turner, Luciano Pavarotti y The Pretenders, por mencionar algunos. “En estos años de labor con tantas personas talentosas, conocí trucos que podrían ayudar a hacer un disco que les guste a grandes cantidades de personas, pero me sentiría preso de la música y no es ése el modo en que entiendo la creación. Creo que el resultado de una creación depende del grado de libertad que pongas en ella. Por eso no me interesa la idea de convertirme en un especialista.”

Puede resultar curioso, tratándose de un músico que tuvo como primeras referencias fuertes a artistas que, a priori, aparecen como especialistas en lo suyo: Jimi Hendrix en el rock de raíz blusera, la Mahavishnu Orchestra en el jazz fusión o Quincy Jones como productor de R&B e intérprete de swing. “Si se revisa profundamente la obra de ellos, han usado esa base estética para relacionarse con muchas formas de la creación musical. Esa es una de las cosas más motivadoras de trabajar con Sting, que más allá de ser un músico súper talentoso del que se aprende montones, es como un turista de la música. A mí me encanta el heavy metal, pero no lo escucho siempre y me hartaría tocarlo todo el tiempo. Soy músico, al fin de cuentas no importa de qué estilo”, olvida las etiquetas, aunque no pueda despegarse de cierto tipo de obra, una tan abarcativo como diferencial: la música instrumental.

Sin embargo, Miller no admite una clausura en ello, sino una apertura: “En las canciones, que son piezas de música con letra, se cuentan historias. Me parece que es un modo demasiado específico de relacionarse con quienes disfrutan tu música. Para muchos la música instrumental no narra historias. Yo creo que sí: la melodía y la armonía construyen climas, humores, juegos. La letra suele quitarle esa posibilidad al que la escucha, y me gusta respetar ese espacio en el que el oyente puede generar su propia historia”, explica.

Multitud de historias ya se replicaron en Estados Unidos, Europa y Japón, territorios que lo han recibido repetidas veces. En esta ocasión, November le servirá para abrir nuevos polos narrativos en México, Colombia, Chile, Uruguay y Perú. Y en cuatro ciudades argentinas: Rosario (donde tocó la semana pasada), Córdoba (este jueves), Buenos Aires (el próximo viernes) y Mendoza, aunque el concierto en esa ciudad fue reprogramado por problemas de la producción. “Siempre quise girar con mi música por América latina. Habrá mucho de November, pero también algunos de los temas que arreglé para Sting o que compuse con él. Es un viaje artístico de 360 grados, desde la música clásica hasta el heavy metal: un show con variedad, energía y luz.”

Se podría asegurar que en esos shows se desarrollará una música en la búsqueda de la perfección, pero Miller no lo desea ni lo cree así: “El error es algo muy preciado, aunque parezca que la música de Sting, la mía o la de los autores que me encantan busca ser perfecta. Cuando todo es perfecto, el contrato de honestidad con el público queda en la nada. El error es otro modo de entender el momento de inspiración, el quiebre que te hace dar cuenta de que ahí hay una nueva posibilidad creativa. Rolling Stones era un grupo repleto de errores, por eso es tan raro verlos ahora tocar de memoria. Nadie quiere algo perfecto, ni una canción perfecta ni una chica perfecta”.

Y cierra: “Fíjese sino en los discos de los ‘60 y los ‘70, que eran grabados en dos o tres días y no en seis meses o un año. La frescura que tienen es la frescura que tiene el que comete un error. El ProTools y el autotune llevaron a la música a un nivel de perfección, de afinación y de armonización que no tiene espíritu. Lo lindo de una fiesta es el momento en que todos están algo locos. Creo que es hora de preguntarse si queremos estar en la fiesta o llegar cuando se termina”.


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