La otra cara de Marisa Monte
La brasileña lanzó un DVD con el costado más desconocido de su trabajo. Reflexiona sobre el mercado musical y sobre su forma de trabajar.
Por: Marcos Mayer.
¿La música va hoy siempre de la mano de la imagen?
Se puede pensar la música sin imágenes, ¿por qué no? Cada tanto me gusta hacer un registro audiovisual de giras y presentaciones porque si no lo hago es como que quedo sin presencia física. La imagen es una aliada para potenciar la capacidad de comunicación de la música y que muchas veces ayuda a llegar mejor a la gente.
El filme, que tiene guión de la propia Marisa, cuenta una agotadora gira por cincuenta ciudades por casi un año y medio presentando dos discos: Infinito Particular y Universo ao meu Redor.
Tanto tiempo de gira, ¿no aleja al artista, más todavía en su caso que es compositora, de las experiencias de la gente?
Puede ser que así una esté alejada de las cosas que pueden ser inspiradoras, pero también en las giras dispongo de mucho tiempo en que estoy sola, y ese tiempo es bueno para componer. Siempre tengo una guitarra a mano cuando hago un viaje. Pero, por otra parte, como me gusta trabajar con otros, ese aislamiento es una dificultad a la hora de intercambiar. Es importante pasar un tiempo en casa. Ahora que terminé mi gira, quedé embarazada y tuve un bebé. Pero mucho tiempo de viaje nos aleja de ciertos valores que son fundamentales para el proceso creativo. Llevo una vida tranquila aquí en Rio, tengo mis rutinas, trato de no vivir distanciada de las personas, porque el contacto con ellas es lo que me alimenta. Fui a ver un show de Radiohead en medio de la multitud. Para mí es importante poder ir a cualquier parte. Es algo que tiene que ver con la cabeza. Si se piensa que se puede, una sale, si piensa que no, se encierra. Y fuera del Brasil, donde no soy tan conocida, puedo circular tranquila. Pero aquí busco a mi hijo en el colegio, voy al supermercado, al cine, hago una vida normal. No dejo de hacer nada por ser una cantante. Cuando trabajo doy más de lo que recibo, me falta el alimento de asistir a recitales.
En el documental, usted habla de diálogo con la industria, ¿cómo es ese diálogo?
La industria del disco enfrenta hoy un desafío. Hubo muchos cambios en los últimos tiempos. Hay nuevos canales, muy interesantes, como Internet, You Tube, Myspace, blogs, a los que la industria debe aliarse. Por otra, parte la música nunca fue tan accesible como ahora, nunca fue tan fácil consumir música. La industria debe acompañar esos cambios si pretende sobrevivir.
Pareciera que hoy un modelo como los Beatles, que sólo hacían discos en estudio, está perimido...
Hoy sólo tiene sentido hacer un disco si se emprende una gira para poder promoverlo. La grabación funciona como instrumento de promoción de la gira. Siempre el escenario fue importante para gran cantidad de músicos, pero hoy todo eso se potenció. Hay también un costado económico, el disco solo no alcanza para financiar la producción de cierta clase de música, aquella que no sigue recetas. Y los contenidos deben ser interesantes, porque si no, por más recitales e Internet que haya, no atraerán a la gente.
¿Qué tiene en mente para el futuro próximo?
Estoy componiendo, terminando cosas pendientes, es un momento para mirar a mi alrededor. Lancé también un filme sobre la vieja guardia del Portela, los veteranos del samba de Rio, antes de que naciera mi hijo. Me dedico a organizar mis archivos, a trabajar con mi computadora. Estoy muy bien, sin apuros.
¿Cuál es su posición ante el fenómeno de la piratería?
No lo considero como algo negativo en sí, me parece bárbaro que se acceda a la música de forma barata. Pero quienes la comerciali zan son organizaciones criminales. No es alguien que le graba un disco a un amigo. Esto no me gusta mucho. Al único al que se persigue y se culpa es al tipo que vende el material en la calle.
Pero pareciera que lo que se abarata también es el formato disco.
Sin ninguna duda, la música grabada se ha desvalorizado mucho en los últimos tiempos. La gente compra hoy en Internet por comodidad, para no salir de su casa y después puede llevar la música que quiera en su Ipod o su mp3. La música como producto se desvalorizó, mientras que lo que ganó mucho valor es la música como servicio.
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