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sábado, 9 de mayo de 2009

FOLKLORE_VICTOR HEREDIA


Víctor Heredia: "No cultivo la nostalgia"

Hiperactivo, viene de publicar una novela, editar un disco ("Ciudadano") y ganar dos premios en Chile. Cuenta por qué no causa la sensación que provocaba hace décadas, dice por qué vive en un barrio cerrado y habla de la inseguridad y de la falta de educación.


Victor Heredia en su paso por el último Festival de Cosquín.
Después de más de cuarenta años de trayectoria, Víctor Heredia acaba de editar Ciudadano, un CD en el que sin renunciar a su sello en su temática y en el tratamiento de la palabra, marca un cambio en el sonido que lo acompaña desde hace un par de décadas. Además, en el último Festival de Viña del Mar, su tema Ayer te vi fue elegido como el mejor entre los ganadores de los últimos años. Y días atrás, también en la tierra de Violeta Parra y Víctor Jara, fue galardonado con la medalla Salvador Allende, "por ser una persona consecuente que puso todo su arte y su pasión para conseguir la libertad del pueblo argentino y del pueblo de Chile".
"Cuando fui a cantar allí por primera vez, en 1972, la gente sabía que había sido invitado por el Gobierno socialista. Frente a la silbatina con que me recibieron, se me ocurrió decir que iba a hacer honor a esa invitación. Y me tuvo que sacar la policía, porque me tiraban con piedras, sillas. Pero eso me valió ser invitado a almorzar por Allende a la Casa de la Moneda. Por eso ser aplaudido, ahora, por 18 mil personas, en ese lugar, y regresar a la Moneda a recibir la medalla, cierra una historia muy especial", monologa Heredia.
Entre aquel primer cruce de los Andes, cuando "el cantor de la juventud rebelde" ya sostenía que "el artista debe comprometerse con la realidad social en la que se desenvuelve", y el hombre que, a sus 62 años, ratifica ese compromiso, median unas 350 canciones grabadas, dos matrimonios, cinco hijos, proscripciones, desapariciones, públicos más y menos masivos, discos de platino, un par de novelas escritas, cuadros nunca exhibidos, premios y la vida en un barrio cerrado, después de sufrir dos robos en su hogar palermitano, en el que las voces retumban como si denunciaran los años que hace que nadie vive allí.
¿Te decepciona haber tenido que refugiarte en un lugar así?
Desde lo personal, no. Porque siento que la obligación de vivir en otro lugar tiene que ver con el mejoramiento de nuestra vida familiar. Pero sí tengo decepción como ciudadano.

¿Por qué?
Porque pienso que a esta altura de la democracia, la retribución o devolución al trabajador de un mejor país se hace muy lenta. Se ha mejorado, pero hay sectores que si
guen utilizando grandes sectores marginados para sus especulaciones políticas. Y eso me decepciona, porque siento que es injusto echarle la culpa de la inseguridad sólo al Estado, cuando todos he mos tenido una actitud permisiva respecto de ese deterioro. Pero más me molesta que no haya un trabajo cierto, de diputados, senadores, para darle una salida al asunto. Porque siento que no es tan difícil de hacer.

Si uno pensara que no lo es, habría que suponer que hay una intencionalidad.
Es que creo que la hay. Hay sectores marginados que son rehenes políticos. Y siento que desde organismos estatales se podrían haber viabilizado proyectos de inclusión.
Suena fuerte al venir de alguien que simpatiza con el modelo actual.
Uno tiene todo el derecho del mundo a tener puntos de vista disidentes respecto de determinadas acciones. Eso no quiere decir que reniegue de un proyecto. Mi crítica no va únicamente contra el Gobierno. Pero entre sus intereses y los de quienes defienden intereses privados, hay rehenes. Y eso le hace muchísimo daño a gente que parece que no tiene derecho a ser incluida en la sociedad, acompañado de una degradación cultural.

¿Eso afecta a tu trabajo?
Seguro que debe afectar. Pero lo que hago es responder con mayor capacidad intelectual. Con mayor profundidad poética. Es evidente que lo que yo digo no es escuchado por esos grandes bolsones de marginados. No me pasa por la cabeza que estas canciones puedan tener éxito en un chico que está acostumbrado a la cumbia o el reggaetón. Pero lo que siento es que hay una degradación que no está propuesta desde allí, sino que tiene un común denominador en los medios de comunicación.

¿En qué se refleja?
En algún momento, nuestra música se escuchaba en distintas radios. En cambio, ahora, para escuchar a Serrat, a Silvio Rodríguez o a mí, tenés que ser mago.

¿Repercute eso en tu convocatoria?
No tanto. No me puedo quejar. Sigo grabando discos, y mi convocatoria sigue siendo extraordinaria. Eso sí, es probable que no haya tanta gente joven como antes. Sino que la haya de mi generación o de algunos años menos, que quieren sentir expresadas algunas cuestiones que no les interesan a los más jóvenes.

¿Cómo reacciona el público ante el material más nuevo, teniendo en cuenta la presencia de canciones tan emblemáticas en tu repertorio. Cuál es tu sentimiento?
La gente adora de las canciones el recuerdo de la situación en que las escuchó por primera vez. Por eso hay canciones como Todavía cantamos, o Aquellos soldaditos de plomo, que reciben un aplauso ligado a ese sentimiento del momento en que fueron conocidas. En cambio, cuando aparecen canciones nuevas, que no nacieron al amparo de situaciones tan fuertes como aquellas, las aceptan, pero sin aquella energía.

¿Te genera algún tipo de nostalgia?
No. No cultivo la nostalgia. Y siento que sigo estando vigente. El arte, por suerte, y su expresión, nunca es lineal. la reacción de la gente tampoco. Cuando terminás un concierto y la gente se quedó con las ganas de expresarse, incluso con respecto a algo que está pasando, desempolvar esas canciones no quiere decir que uno desempolve la nostalgia. Al contrario, cuando las canto, siento que estoy reafirmando mi compromiso con un pensamiento.

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