Apoya mis publicaciones con un ME GUSTA!

jueves, 6 de agosto de 2009

DINO SALUZZI: nació el 20 de mayo de 1935.


















































Timoteo "Dino" Saluzzi (n. 20 de mayo de 1935; Campo Santo (Ingenio San Isidro), provincia de Salta), es un músico y compositor argentino.

Es hijo del popular compositor e instrumentalista carpero Cayetano Saluzzi, Dino tocaba el bandoneón desde su niñez. Además de su padre, recibió influencias de músicos salteños como Cuchi Leguizamón, y por la música de tango de Francisco de Caro y de Agustín Bardi.











Desde su juventud, Saluzzi vivió en Buenos Aires, tocando en la Orquesta de Radio El Mundo. Se ganaba así la vida en orquestas, haciendo pequeños ingresos en ensambles de jazz (incluyendo un breve paso por el grupo del Gato Barbieri), desarrollando un personal estilo que hizo que fuera líder bandoneonista del folclore argentino músico avant-garde (especialmente con Astor Piazzolla).

En los 1970s tocó el bandoneón en el megahit de León Gieco Sólo le pido a Dios, y pasajes en Buenos Aires por los clubes de jazz como "Music Up", "La Trastienda" en el Palermo Viejo. Muchos artistas ECM y otros grandes del jazz han colaborado con Saluzzi: Charlie Haden, Charlie Mariano, Palle Danielsson, Al Di Meola.

En 1991, Saluzzi grabó un álbum con sus Hnos. Felix saluzzi y Celso y su hijo José María en guitarra, comenzando un "proyecto familiar", con un tour por muchos países.

En 2004 estuvo en una publicitada gira por Brasil con el compositor e instrumentalista Egberto Gismonti, con el que ha compartido muchos episodios musicales en el pasado.

En 2006 sale por ECM su CD Juan Condori grabado con el DINO SALUZZI Group, aquí va una crítica de ese disco editado en Alemania.

Una historia que arranca en Campo Santo (Salta) entre cerros y sonidos de ese bandoneón que también existe en el interior del país, que pasa por el sonido único e irrepetible de Alfredo Gobbi, por el tango nuevo de Astor Piazzolla en los años ’60, por los duendes de Bach y Mozart y la contemporaneidad de Jachaturian hasta formar una personalidad artística que enorgullece a la cultura de los argentinos. Su frase de cabecera es todo un mensaje: “Si el arte no se mueve, no es arte”.























Algunos dicen que su música fue y es un intento de fusión tango-folclore. Enorme error. Él es la fusión misma, cosa que nunca fue su objetivo artístico y estético. La prueba irreversible está en Campo Santo, un pueblito que anida detrás de las montañas que rodean a Salta (capital) y, donde dice, nacieron poetas, médicos notorios y, agrega este periodista, un músico de notable jerarquía sin aditamento alguno: él, Timoteo Dino Saluzzi, 70 años (información que trata de evitar, coquetería al fin, y de la que nada sabe la memoria colectiva de Internet).

El Timoteo desaparece del nombre artístico que luce mucho más en las marquesinas y disquerías europeas que en las argentinas, por esas cuestiones que tanto duelen en los buenos oídos del Río de la Plata y de la podrían dar fe (¡y cuánta!) los huesos sagrados de Astor Piazzolla. Es como una persecuta: los buenos, los grandes, a triunfar, a tocar, a grabar y a ser partes fundamentales del planeta música por allá, en la vieja Europa, donde nadie hace la pregunta estúpida: si es tango o no es tango, si es folclore o fusión.

Llega el primer acto de esta historia, adentrarse en el paisaje salteño, para saber que tampoco es Dino el átomo inicial. No. La magia está en la simbiosis, en esa cruza maravillosa que une ancestros tan diversos y tan humanos.

Y contará Dino, mirando su pasado, en una mañana fría de otoño porteño de 2005, en la mítica Buenos Aires, en un barrio donde Abasto se acerca al Once y donde tiene su cuartel general lleno de armas: un bandoneón, bombos norteños, atriles, partituras con su letra y firma y un mate para compartir emociones.

“Tengo una deuda conmigo mismo: ubicar la casa del Saluzzi que se fue de Matera, un pueblo del centro de Italia, y que un día, por esas vueltas del destino, se vino para este lado, como tantos otros tanos lindos. Ya estuve un par de veces por Matera, pero me cuesta encontrar esa casa, es un misterio, es como si algo me faltara. El tema es que mi abuelo, de él hablaba, se va para Salta, se instala y allí se casa con Carmen Aguirre, que era morena. Y mi padre, Cayetano, que ya es medio paisano salteño, se casa con otra paisana, Juan Francisca Coronel. Es una mezcla auténtica: yo soy bronceado y de ojos negros como ella, mi madre, y mi hermano Celso era igual, pero con ojos verdes. Vuelvo siempre a Campo Santo, aunque en verdad nunca me fui. Mi pueblo es un regalo de Dios en cuanto a belleza natural y a las posibilidades que siempre se quedan en eso, posibilidades. Cayetano me enseñó a tocar el bandoneón sin saber de Maffia o de Laurenz, no tenía esa información, ni siquiera teníamos radio. En el interior del país hay dos estilos clásicos para tocar el instrumento. El correntino que hace chámame, y que es mas conocido en Buenos Aires porque los correntinos tienen un espíritu más nómada que el nuestro. El otro es del norte, y es una expresión cultural distinta; el bandoneón servía para todo: ranchera, pasodoble, danzas, y también tango. Mi padre tenía habilidad para encontrar la belleza del instrumento. Y no era el único. Después supe de Luis Vara, que era un salteño adoptado, Mario Vallejos, el jujeño Juan Nieva; a todos los conocí y escuché. También mi hermano Celso, que falleció hace poco años, pobrecito, lo tocaba muy bien. Celso se vino conmigo varias veces a Europa. Además, cantaba. Tenía una forma particular y elegante en el decir, cuando hacia Trenzas se me ponía la piel de gallina. En ese sonido del norte me fui haciendo. Empecé a tocar el bandoneón a los 7 años, en el Doble A de mi padre que todavía tengo y uso. A veces se parece a un piano, saca un sonido de una timidez avasallante, pero cuando lo exijo se transforma en un tanque, como si tuviera una fuerza oculta, casi esotérica. Es como un mensaje de mi padre: que somos y adonde vamos”.

Se conocían y guardaban admiración mutua desde mucho tiempo antes, pero Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla se sentaron a charlar frente al grabador de un periodista (un emocionado y mucho más joven Natalio Gorin), por primera vez, allá por 1974. Y entre tantas cosas lindas que hubo entre ellos, quedó en mi recuerdo esta frase de Astor: “¿Sabe, Osvaldo, lo que decía siempre mi papá, Nonino? Que los grandes músicos del tango son italianos o hijos de italianos, y que los mejores son los que tienen ancestros en la Puglia. Usted lleva el sello en el apellido, y nosotros, los Piazzolla, somos de Trani”.


















También era italiano y de muy cerca de la Puglia, don Cayetano Saluzzi, cuyo hijo Dino, con el bandoneón entre sus manos, todo un estigma, un día hizo el viaje hacia Buenos Aires atrapado también él por el centralismo y las luces de la gran ciudad. E hizo su escuela, como el mismo Astor desde la más cercana Mar del Plata.

Dino había profundizado estudios de música en Salta con Martín Llorca, Jacobo Fisher y se vino al sur porteño a los 17 años, donde también conocerá la mano amiga y los buenos consejos de los hermanos Sayago, que eran frecuentes compañeros musicales del famosos trío Los Panchos, y de Ernesto “Negro” De la Cruz

El segundo acto, muy tanguero, va a comenzar con un emocionado homenaje de Dino a Julio Ahumada, que al decir de otro grande como Leopoldo Federico, “si no fue el mejor bandoneonista de todos los tiempos, por ahí anda”. Es posible que Ahumada haya sido para Saluzzi lo que fueron Elvino Vardaro y Aníbal Troilo para Piazzolla.



















“Julio Ahumada era un tipo generoso, de una humildad casi asombrosa, vivía sin hacer ruido. Y fue un grande del tango. A esta gente hay que nombrarla, son los personajes y las historias que deben conocer los más jóvenes. Gran parte de la bellísima música argentina ha sido dejada de lado por señores que hoy ocupan en el Estado distintos estamentos que no les pertenecen. Aquella ciudad que conocí era una hermosa Buenos Aires viviendo el auge de Jorge Luis Borges, la nueva literatura americana de García Marquez, las películas de Ingmar Berman, la música de Piazzolla y Waldo de los Ríos, el teatro de Brecht, la nouvelle vague del cine europeo. Todo se vivía con gran efervescencia artística. Hasta yo tuve la suerte de tocar en la orquesta de Alfredo Gobbi. Al lado mío estaba Alfredo Garralda de primer bandoneón; Osvaldo Tarantino de pianista. ¡Mamita! Esa orquesta tenía un sonido que daba calambre. Creo que Osvaldo Pugliese miró el espejo de Gobbi para desarrollar su estilo. La orquesta se largaba a tocar las partituras con poco ensayo, solo con algunas sutilezas que nos transmitía Gobbi, que fue un verdadero maestro. El arrastre de mano izquierda que hacíamos los cuatro bandoneonistas, cada uno de manera distinta, daba como sonido una especie de tangata que incluso hoy me parece asombrosa. Una vez, en Córdoba, don Alfredo, que era de pocas palabras, me dijo: ‘Pibe, usted tiene algo’. Y yo comprendí ese mensaje. Es increíble: muchos años después me dijo casi lo mismo Atahualpa Yupanqui. Nada fue fácil. También me gané la vida trabajando en la orquesta estable de Radio El Mundo. Y hasta estuve siete años sin tocar el bandoneón. Por suerte me tomaron en la Banda de la Policía Federal como bombista. Allí conocí a otro gran maestro ya fallecido, Alfonso Stagno, que era el director. Fue mi primer acercamiento a Beethoven, Mozart Tchaicovsky, algo diferente. No digo que la orquesta se parecía a la Filarmónica de Berlín, pero para mi tenía un sonido maravilloso. Anduve cerca de Piazzolla en la década del ’80, casi hacemos un Bandoneonazo (así se iba a llamar el concierto) juntos en Obras Sanitarias. Hasta se habían puesto los carteles. Y es hoy en día que no sé cual fue la mano mafiosa de la música y del tango que torció la historia. La admiración que sentía y siento por Piazzolla no tiene límites. Yo ni siquiera puedo pasar por la vereda de su casa; él fue un genio. Un día, después de escucharme tocar algunas de mis cosas, me dijo: ‘Ahora siento que no estoy solo’. Creo que juntos hubiéramos terminado esa revolución inconclusa que él hizo en la música de Buenos Aires. Ese recital frustrado fue una de las cosas que me impulsó a irme del país. Cuidado que Piazzolla estaba al margen de ese episodio. Yo estoy esperando que pase un poco la moda superficial en el mundo -no quiero ser parte de la manada- para grabar con todo respeto un disco íntegro con su música. Astor fue el tipo mas valiente y genial de la música popular. Solo quería expresarse como artista. Era y fue la verdad. El tango no puede permanecer fijo, es muy grande. Y si el arte no se mueve, no es arte”.

















El tercer acto será universal. A estas vueltas de la vida, Dino tiene tres domicilios declarados: Campo Santo, que es como decir todo Salta; el departamento del barrio del Abasto, donde respira Buenos Aires, y desde hace 23 años tiene un parador europeo en Munich, adonde va y viene sin saber una palabra de alemán. Quizá como él mismo dice, una pasadita por la iglesia de Leipzig donde solía trabajar Johann Sebastian Bach, una visita a la casa de Mozart en Hamburgo, y entregarse como fanático que es de la obra contemporánea del armenio Tigran Jachaturian, terminaron puliendo el idioma que mejor habla: el de la música.

Extraño destino el de los argentinos: por desaprensión, ignorancias de quienes detentan el poder, bajezas y celos artísticos u otras “delicias” que nos desmerecen como sociedad, los mejores (en todos los órdenes, no solo en la música) tienen una cita con el destierro. Y ocurre lo presumible cuando la inteligencia barre con las miserias. Saluzzi tiene las puertas siempre abiertas en la ECM Records que lanza sus discos al mundo. El reconocimiento, allá, se mofa de la mediocridad que aún da vueltas por rincones sureños. Está escribiendo una obra por encargo para estrenar con gran orquesta en Ámsterdam en el próximo 2006. Ha tocado en cuanto festival de jazz se organiza en Europa y Canadá. Para interpretar a Piazzolla en un disco (World Sinfonía), Al Di Meola lo quiso a su lado. Uno de los grupos de cámara más famosos en el hoy musical, el Rosamunde Quartett, se puso a sus órdenes para grabar “Kultrum” (bandoneón y cuerdas). La discografía es muy extensa (ver recuadro), y prestigio cierto el de sus invitados: Charlie Haden (contrabajista), Palle Mikkerlborg y Enrico Rava (trompetistas). Y no está de casualidad su hijo José María pulsando la guitarra en discos y actuaciones, como tampoco lo estuvo su hermano Celso. No hay concesiones familiares arriba de un escenario.

“No tengo odios, pero a mí me corrieron, me tuve que ir al exterior. ¿Por qué? No sé. Hay muchas cosas que me preocupan de la Argentina, empezando por esa idea de que no hay que dar examen (para entrar, por ejemplo, a la Universidad). Hasta para hacerme un reportaje a mi, que soy un pinche, el que viene tiene que dar una prueba de suficiencia, saber de qué habla. Eso debería ser norma en todas las cosas, hace a la dignidad de las personas No se puede vivir con ese facilismo: cuando se ampara la mediocridad pierden la oportunidad los buenos. Todo es riesgo en la vida, empezando por el arte. Es lo mismo que tocar el bandoneón, no se trata de apretar las notas. No. Es un instrumento de una complejidad absoluta que no está terminado en lo técnico y de ahí que sea tan difícil afinar. Para acercarse hay un solo camino, el estudio. Se puede escribir una melodía con cierta armonía, algo como La Cumparsita. O cosas de gran belleza como los tangos de Arolas, Bardi, Franciso de Caro o Piazzolla, y tocarlas con respeto y conocimiento. Pero si alguien quiere llevar El Marne (Arolas) de sus tres minutos originales a una reelaboración de veinte minutos, que sepa que debe estudiar mucho. No es para cualquiera. Ni hablar de correr riesgos, como nos enseñó Piazzolla, dejar el repertorio clásico y tocar obras propias. Es lo que también intento yo desde hace muchos años. ¿Cómo es mi música? No es artística, tampoco es intelectual; yo diría que es más bien emocional, apunta a expresar la inmensidad de los sentimientos”

Dino Saluzzi, de él se tratan estas emociones, cuando el siglo XXI pasa por Campo Santo, Buenos Aires y la arrogante Munich, donde habla en salteño para que lo entiendan todos.

























SOBRE DEDOS y SENTIMIENTOS

“Después de Piazzolla viene mi generación de bandoneonistas y músicos. El que más me gusta es Walter Ríos, un tipo muy respetuoso y muy sensible. Néstor Marconi está muy ocupado. Y no entiendo bien lo de Rodolfo Mederos: hizo una orquesta típica, que me parece una decisión casi demagógica; yo no lo culpo, no sé como será su vida económica. De los que vienen después, mucho más jóvenes, destaco a Marcelo Nisinman, va a ser un gran músico, se fue a Suiza, a estudiar en serio. A los chicos nuevos que tocan el bandoneón no los conozco. Les diría con mucho pudor que el instrumento no es cuestión de dedos, sino también del corazón, donde están los sentimientos”.





















DISCOGRAFIA FUNDAMENTAL

1971 SOY PEDRO ORILLAS
RCA Camden 3324
Dino Saluzzi.

1972 DE VUELTA A SALTA
RCA Camden 3342
Dino Saluzzi

1973 BANDONEON TIERRA ADENTRO
RCA Camden 3420
Dino Saluzzi

1978 DEDICATORIA
Phono Musical 18008
Dino Saluzzi

1984 VIVENCIAS
RCA 74321
Dino Saluzzi

1988 UNA NOCHEL DEL ’88
Mood Records 33623
Wolfang Dauner (piano)
Charlie Mariano (saxo)
Dino Saluzzi (bandoneón)

1989 PAS DE TRÍOS
Mood Records 5453
Wolfang Dauner (piano)
Charlie Mariano (saxo)
Dino Saluzzi (bandoneón)

1995 VIVENCIA
Intuition 2156-2
Dino Saluzzi
Anthony Cox (bajo)
David Friedman (vibrafón)



CATALOGO ECM RECORDS
(De 1982 a 2005, en orden cronológico inverso)


RESPONSORIUM
ECM 1816
Dino Saluzzi (bandoneón)
Palle Danielsson (contrabajo)
José María Saluzzi (guitarra)

SERIE KULTRUM
ECM 1638
Dino Saluzzi
Rosamunde Quartett

CITE DE LA MUSIQUE
ECM 1616
Dino Saluzzi
Marc Jonson (contrabajo)
José M. Saluzzi (guitarra)



















MOJOTORO
ECM 1447
Dino Saluzzi
Celso Saluzzi (bandoneón)
Félix “Cuchara”Saluzzi (saxo)
Armando Alonso (guitarra)
Guillermo Vadalá (bajo eléctrico)
José M. Saluzzi (batería)
Arto Tuncboyaci (percusión)

ANDINA
ECM 1375
Dino Saluzzi (bandoneón y flauta)

VOLVER
ECM 1343
Enrico Rava (trompeta)
Dino Saluzzi
Harry Papl (guitarra)
Furio Di Castri (bajo)
Bruce Ditmas (batería)

ONCE UPON A TIME - FAR AWAY IN THE SOUTH
ECM 1309
Dino Saluzzi
Palle Mikkelborg (trompeta)
Charlie Haden (contrabajo)
Pierre Favre (percusión)

SERIE KULTRUM
ECM 1251
Dino Saluzzi (bandoneón, percusión, flauta y voz)

Música de todos los discos compuesta por Dino Saluzzi
Director y productor de ECM: Manfred Eicher
Postfach 600 331.81203 Munchen (Munich, Alemania)

VIDEO







0 comentarios: