Bebe, chica de armas tomar
Después de aquel megahit "Malo", la valenciana contragolpea con "Y", álbum que es pura desolación. Flamenco, hip hop, pop y dolor.
"Pa mi casa", de "Y.", el nuevo trabajo de Bebe.
Para su mensaje de desolación Bebe utiliza el flamenco, el hip hop, el pop, el reggae, todo en su versión de aires de, un cóctel sonoro que Manu Chao impuso hace una década y que, por goteo, finalmente está influyendo a medio mundo. Aquí la cantante lo completa con tex mex, rockabilly y el hot club francés contemporáneo alla Paris Combo.
El disco tiene una profundidad digerible. Lo primero que se escucha es una voz de chica herida: "He estado durmiendo a dos metros bajo la tierra /y ahora he decidido dormir sobre la tierra /He pasado tanto tiempo lamentando lo que no entendía...". Después, en Me fui, la pregunta "¿dónde estabas cuando te llamaba?" funciona como una súplica que se repite como un mantra. Y así.
Y. es un disco de caminos; tiene ese encanto melancólico ideal para escuchar durante los viajes. Es además un disco que se permite módicas provocaciones, como la canción que cierra el álbum (Uh, uh, uh...) y su afán triangular: "Uh, uh, uhhhhh, a mí me gustas tú, y tu hermano / uhm uh, uhhhhh, un problema tengo / no sé cómo resolverlo, si con un mano a mano... El me mira, tú me miras y los tres nos miramos.".
La producción, la composición de varios temas, programaciones e instrumentos varios (bajo, rhodes, guitarra), están a cargo de Carlos Jean, el mismo que se puso al hombro el álbum debut de Bebe, Pafuera telarañas. El sonido logrado cubre un amplio abanico que va desde lo agreste hasta lo sofisticado. La voz de Bebe, en cambio, es siempre agreste: tiene esa clase de roña flamenca indispensable en la interpretación del género andaluz, una manera guarra de decir que le da verosimilitud a lo que canta.
Tiene todo para convertirse en la chica flamenca del momento, y ése es el mayor peligro. Se la ve ubicada: es destacable cómo sorteó el furor de Malo. Mientras fortalece su personalidad iracunda e inasible, sólo queda disfrutar este Y. y esperar que no dé el mal paso. O el buen paso. Que, como dice ella, todo depende del cristal con que se mira.
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