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jueves, 20 de agosto de 2009

RODOLFO MEDEROS_EN CONCIERTO EN EN FESTIVAL DE TANGO


Un viaje a la intimidad musical

Con su trío, el bandoneonista brindó un buen concierto, tan didáctico como autobiográfico.

Por: Marcos Mayer

TOQUE CASI CAMARISTICO MEDEROS, JUNTO AL CONTRABAJISTA SERGIO RIVAS, QUIEN TOCO CON ARCO.

Al llegar a la mitad un recital que tuvo también mucho de conversado, Rodolfo Mederos hizo un pormenorizado relato de sus inicios en el estudio del bandoneón. Como si se hubiera impuesto darle un tono autobiográfico a un recorrido que fue desde los tangos de Arturo de Bassi y de Manuel Campoamor de la década de 1910 hasta Buenos Aires hora cero de Astor Piazzolla.

El espíritu del trío -que completan Armando de la Vega en guitarra y Sergio Rivas en contrabajo- apuntó sobre todo a construir una zona que recuperara el espíritu con que se interpretan aquellos temas que se eligen en la intimidad, por el puro placer de reencontrarse con ellos. Aunque el sonido no permitió apreciar a pleno el trabajo de los acompañantes, lo cierto es que la propuesta de Mederos logró el clima deseado sólo en algunos momentos.

Es que hubo diferencias entre los momentos grupales y los solistas. Mederos abrió a solas el recital con Nunca tuvo novio, y allí el tono dominante fue la introspección y a la hora de Piazzolla -uno de los bises y un momento alto del encuentro- lo que se escuchó fue una contenida violencia manejada con suma destreza.

La parte del trío tuvo diferentes momentos: por un lado, el recorrido por tangos muy tradicionales como Palomita blanca, Don Goyo, Sur o el homenaje a Villoldo (que incluyó El choclo y El porteñito). Allí aparecieron el tratamiento organístico y los toques de música barroca que han sido la marca de estilo de Mederos casi desde sus comienzos. Para acentuar este enfoque casi camarístico de la música, Rivas tocó la mayoría del tiempo usando el arco.

Las cosas cambiaron cuando llegó el momento de los tangos arcaicos. Mederos -que se mostró particularmente locuaz y bien humorado ante un público que sobrepasó largamente la capacidad del auditorio mayor de Harrods- dijo que habrían de tocarlos "sin arreglos" y calificó al tramo como la "parte pedagógica" del recital. Efectivamente, fue una interpretación despojada de El caburé (que tocó con y sin arreglos), de De Bassi y de La metralla, de Campoamor, a la que cerró con una cita de The Entertainer, la composición de Scott Joplin que se hizo célebre como banda de sonido de la película El golpe. Ese deliberado tocar al pie de la letra pareciera colocar a aquellos tangos primitivos en una especie de prehistoria personal y fueron la antesala de sus recuerdos de infancia a los que de algún modo ilustró con el único tema no tanguero de la noche: Merceditas, el chamamé escrito por Sixto Ríos, en una lograda versión.

Como se verá, muchas cosas distintas que también marcaron diferentes enfoques musicales. Desde la intensa introspección de los momentos solistas hasta los momentos festivos y milongueros, que incluyeron como último bis Milonga de mis amores -de Contursi y Laurenz- y que llevaron sin éxito a Mederos a proponer que el público saliera a bailar.

En definitiva, un viaje a la intimidad musical que terminó contrarrestando la belleza de sus estaciones por un bandoneonista empeñado en mostrar y demostrar demasiadas cosas al mismo tiempo.

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