Antes de su primera visita a la Argentina, el creador del trip hop reniega de su invento, reflexiona sobre la industria discográfica, habla de los chicos de su barrio y de la dimensión política de sus letras y evoca su contacto con la filosofía callejera y el crimen. El artista inglés actúa el 21 en El Teatro.
Por: Juan Andrade
Cuando su voz cobró notoriedad a partir del seminal Blue Lines, de Massive Attack, Tricky era todavía una joven promesa rapera curtida en el Knowle West, un barrio humilde de las afueras de Bristol. Fue por entonces que la prensa rockera cubrió bajo el paraguas nominal del "trip-hop" la producción de bandas como Massive Attack, Portishead y el propio Tricky, que después de participar en el segundo trabajo del grupo (Protection) se cortó como solista y en 1995 se despacho con otro disco fundamental para la incipiente escena: Maxinquaye.Las mismas cuerdas vocales que caracterizan a su registro áspero y oscuro se tensan al otro lado de la línea telefónica, al escuchar por enésima vez la pregunta de si alguna vez se identificó con el trip- hop. "No sé nada sobre eso. Te soy honesto, nunca estuve involucrado. Participé en Masive Attack como colaborador: es todo lo que tenemos en común", se desmarca con un tono cortante. La vertiente downtempo del pop electrónico que ayudó a fundar y que luego otros imitaron hasta el hartazgo, al parecer se convirtió en una especie de espina molesta.
Obviamente, su entusiasmo aumenta al referirse a su presente artístico: después de girar por varias ciudades europeas y orientales, próximamente aterrizará en Ezeiza. Pero el hombre nacido como Adrian Thaws no reniega de su pasado, precisamente: su último disco, Knowle West Boy, lleva marcadas a fuego las coordenadas de sus orígenes. "Cada álbum es un aprendizaje, siempre se trata de encontrar lo que querés. Todo es muy naïf. No sé qué estoy haciendo o hacia dónde voy: la cuestión es experimentar, porque no entiendo nada de acordes o del tempo de los temas", describe.
¿En serio pensás que el disco es como una de esas recopilaciones caseras que grababas en cassettes para los amigos?
Sí, es como uno de esos mixtapes que uno armaba y le daba a un amigo o a una chica que le gustaba. Este es como un CD para mis amigos: por primera vez, siento que grabé algo pensando en la gente que todos estos años me siguió y escuchó mi música. Knowle West Boy es para los que me dieron su apoyo cuando más lo necesitaba.
¿Y cómo eran las cosas antes?
Antes me importaba un carajo la gente que me escuchaba. Nunca había grabado nada pensando en los que me bancaban: lo hacía básicamente para mí. Pero después de haberme tomado un tiempo, empecé a escuchar a la gente que se me acercaba y me decía cosas lindas. Que me dieran su aliento, incluso cuando estaba alejado de los escenarios, me hizo muy bien. Y cuando entré al estudio pensé: "Esto es para ellos".
Pasaron cinco años entre "Vulnerable" (2003) y "Knowle West Boy" (2008), ¿qué hiciste en el medio?
No tenía ganas de hacer nada. La industria de la música no me interesaba en absoluto. No entendía hacia dónde estaba yendo. Y, en el medio, no encontraba un lugar para mí. Había perdido el interés.
¿Te sentiste perdido en medio de la crisis de la industria?
No diría que me haya sentido perdido, pero todo se terminaba pareciendo demasiado a Justin Timberlake: el pop sonaba como si todo hubiera sido cortado por la misma tijera. Y hacia ahí iban las corporaciones de la música, hacia un lugar al que definitivamente no pertenezco.
¿El recambio tecnológico te generaba alguna expectativa?
¿Sabés qué? No me enteré de nada de eso. Hacer un álbum es hacer un álbum. Escribir una letra es escribir una letra. Así que no estaba atento a los cambios, solo me interesaba la posibilidad de seguir haciendo álbumes.
El álbum se llama como la zona de Bristol en la que creciste. ¿Es una vuelta a los orígenes?
No, es más amplio que eso. Hay un Knowle West en todos lados. Debe haber uno en la Argentina, como lo hay en París o en los Estados Unidos. Y ahí encontrás a la misma clase de gente que me rodeaba cuando nací. En un lugar así, si tenés una oportunidad mejor que la aproveches. Entonces quizás puedas ser lo que quieras ser. Ahí las cosas no suelen ser fáciles; muchas veces hay complicaciones. Y eso se refleja tanto en mí música como en mi manera de ser. En cierta forma, me hizo ser lo que soy. Estoy muy pero muy orgulloso del lugar que vengo. Para la gente no es fácil vivir ahí. Y sobreviven.
Algunos de tus parientes estuvieron metidos en el mundo del crimen. Aunque es obvio que seguiste otro camino, ¿en algún punto eso te marcó?
Bueno, no negocio con mi música. No soy un tipo duro en la calle, pero en la música no acepto acuerdos o imposiciones de ningún tipo: hago lo que se me canta. Tengo familiares que no negocian nada, pero ellos son así en la calle. Yo soy igual, pero en el estudio de grabación.
¿Seguís pensando que tus canciones son "juegos mentales"?
Sí, no tienen un mensaje obvio. Depende de lo que se interprete. No son directas. A veces, incluso, son medio complicadas.
Pero también hay clara una dimensión política en tus letras.
Todo el tiempo. En temas como Council Estate esa preocupación aparece claramente: la gente viviendo en comunidades pobres, en las que el nivel de educación es bajo. Tiene que ver con la política.
En Council Estate cantás: "Acordate pibe/ vas a ser una superestrella".
Nadie nace como una superestrella. Yo era nada más que un chico del barrio, hasta me convertí en alguien exitoso. Y eso quiere decir que hay una superestrella esperando su oportunidad, en cualquier lado. Son iguales que yo: no somos diferentes. O sea, esto les puede pasar también a ellos.
¿Algún músico te hizo sentir lo mismo cuando eras chico?
Para serte sincero, nadie me dijo algo así hasta que tuve éxito. Por eso está bueno que les pueda decir a los chicos de ahí que son superestrellas en potencia.
¿Y les va a resultar más fácil que a vos abrirse camino?
Más difícil. Todo se ha vuelto más extremo. En Inglaterra las armas están en todos lados: se las usa hasta para jugar. Cuando yo era chico también las había, pero no las usaba o las tenía cualquiera. Ahora también están en manos de los chicos.
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