"NO CONFIES EN NADIE"
DESPUES DE GET BORN –ROCK DESPROLIJO Y BALADAS TEJANAS QUE VENDIO CASI 4 MILLONES DE COPIAS EN TODO EL MUNDO–, LOS AUSTRALIANOS ECHARON A TODO SU ENTORNO Y FINALMENTE EDITARON SHAKA ROCK.
Por Daniel Jimenez
Australia siempre ha dado al rock ejemplos dignos del campeonato. Desde la furia genuina de rock and roll de AC/DC hasta la sanguinaria y oscura pluma de Nick Cave, pasando por el pop mainstream de INXS y su rica y poco conocida historia de psico garage con artistas de culto como Purple Hearts, The Saints o The Angels.
Con todo ese background sónico y luego de haberse fumado unos cuantos discos de Led Zeppelin, Hendrix, Beatles y Stooges, a finales de los ‘90 los hermanos Chris y Nick Cester salieron a buscar músicos por su Melbourne natal para olvidar los duros jornales de la fábrica de elevadores y bajar a tierra tanta rabia adolescente. A la convocatoria acudieron el guitarrista Cameron Muncey y el bajista Mark Wilson y, en menos de un año, Jet parió sus primeras canciones, ensayó durísimo y editó un demo que pasó de mano en mano hasta que se convirtió en un éxito menor en las radios de Australia. Un ejecutivo-antena de Elektra los escuchó, no resistió a su encanto retro y en 2003 los metió en un estudio de grabación. El resultado fue Get Born: un potente álbum de rock desprolijo y baladas de botas tejanas que vendió casi 4 millones de copias en todo el mundo. Guau. El rock nuevamente se miraba el ombligo y Jet le sacudía la pelusa. Hoy, a seis años de aquel debut y a semanas de la salida de su tercer trabajo, el cantante y baterista Chris Cester recuerda esos días como un dulce período de aprendizaje que más tarde tendría sus costos.
“Mirá, anoche tocamos en un club de Los Angeles donde tenemos muchos amigos y ya fuimos varias veces, y fue el mejor show de toda la gira. El público estuvo increíble, reconocía las canciones nuevas y se cantaron todos los temas. Como estábamos entre amigos, después del show tuvimos diversión y un poco de rock and roll”, dice el hermano Chris con la boca pastosa admirando desde la ventana de su hotel la verde ondulación de California. Y agrega: “Pero atención que, cuando empezás en esto, no todo es lo que parece. Si tendría que darle un consejo a un chico que recién comienza con una banda de rock sería: ‘No confíes en nadie’. Eso es lo más importante que hay que aprender de este negocio. Y nosotros confiamos demasiado”.
Cester hace referencia a la saga de negros acontecimientos que se le presentaron al cuarteto una vez finalizada la gira de Get Born. Viajando a alta velocidad despidieron a su manager, limpiaron a los barriletes que los rodeaban, lanzaron un oscuro segundo disco que no obtuvo buenas ventas (y menos buenas críticas) y, tanto él como Nick, debieron afrontar la pérdida de su padre a manos de un cáncer fulminante. La prescripción médica adecuada para entender el enfermo fue Shine On. “Antes de empezarlo tuvimos una tragedia en la familia, y lo que sucedió después fue un disco que nosotros amamos, pero que para muchos fans resultó... confuso. Todo el mundo esperaba que saliéramos de otra manera, pero cuando perdés a alguien tan cercano a vos, levantarte y tratar de divertirte es muy difícil. Entonces empezamos a darle al alcohol y a las drogas por las razones equivocadas y no por las correctas, y tuvimos dos años muy extraños donde tratamos de dar lo mejor, pero realmente estuvimos muy mal. Nos tomó un largo tiempo recuperarnos. Hasta que finalmente salimos de la cueva y pensamos que era hora de meternos en un estudio a hacer un poco de rock and roll. Y ahí salió Shaka Rock.”
Mezclando un término africano (shaka significa “bastardo” en zulú) con la palabra sajona madre involuntaria de toda esta historieta, Jet regresa con un tercer álbum que, según Chris, es ideal para escuchar “a eso de las nueve de la noche en una gran fiesta, con amigos, pasando un buen momento, ni bien empiezan a llegar los invitados y a correr los tragos”. Con la implicancia de un retorno a las raíces valvulares, Shaka Rock en parte cierra la herida que abrió Shine On y que para los hermanos tardó casi tres años en cicatrizar. Confiesa Chris: “Después de Shine On me sentía lisiado por las drogas, el alcohol y toda la situación de mierda que teníamos alrededor. Entonces pensamos en salir de todo eso y hacer un próximo disco sin todos esos parásitos, buscando gente que nos cuidara de verdad. Así cambiamos de manager, de abogados y de compañía. Echamos a todos y nos pusimos a hacer nuestro disco. Amigo, si querés hacer realmente buena música de rock, las decisiones las tiene que tomar la banda y no dejar meter a nadie de los que te dicen aconsejar. Nosotros estábamos sin dirección, totalmente perdidos y en cualquiera. Por eso, insisto: hacelo vos y no confíes en nadie”.
–Sus dos discos anteriores se editaron en Sudamérica. ¿Por qué nunca vinieron a tocar aquí?
–Te adelanto algo: ahora justamente estamos trabajando para ir a tocar a Sudamérica el año que viene. Nuestro management está poniéndose de acuerdo con algunos promotores de allí para poder viajar el año que viene, porque todos en la banda tenemos ganas de ir a Sudamérica. Queremos dar algunos shows en algunas ciudades porque tenemos las mejores referencias y además sería la primera vez en ir hacia allá. Ahora que tenemos nuevo management es el momento indicado para hacerlo, lo cual antes era una pregunta recurrente. “¿Por qué nunca hicieron una gira por Latinoamérica?” La verdad, no tenía la respuesta. O sí: estábamos mal manejados. Hoy todo cambió. Sabemos que hay muchos fans argentinos y nuestro website de Brasil siempre está lleno de pedidos para que vayamos, así que estamos en eso.
–¿Shaka Rock continúa la tradición de rock visceral más cercana a Get Born?
–Sí, es un disco muy fuerte, para escuchar bien alto. A nosotros nos etiquetaron como una banda de sonido retro y setentona, pero si escuchás nuestro nuevo material vas a ver que no tiene nada que ver con los ‘70 sino con los tiempos actuales. Lo que pasó fue que muchos periodistas tomaron canciones del primer disco como Are you gonna Be my Girl o Cold Hard Bitch y nos clavaron esa etiqueta. Está bien, acepto que en aquel momento tal vez sonábamos de esa manera, porque las influencias se notan más cuando empezás. Hoy, Jet tiene ya once años y todos hemos crecido, lo que te lleva a ir creando tu propio estilo. Shaka Rock es el disco de una banda que tiene más de una década y que ha viajado y aprendido mucho. Yo amo el rock de los ‘70, como también amo a Daft Punk o a Primal Scream o a The Sunnyboys.
El hermano Chris asegura que australianos y sudamericanos comparten un rasgo íntimo que los hace pueblos luchadores, y que ese nervio abreva en el temple para aceptar retos adversos y una forma de hacer y decir. “Shaka Rock es un poco eso, rock bastardo, rock sin vueltas, pero hecho desde la pasión. En mi país se vive y se siente así: si vas a ir, anda derecho; si lo vas a decir, decilo fuerte; si vas a hablar, que se escuche. Nosotros pensamos así y así pensamos este disco. Lo marcan nuestras influencias, como AC/DC. Cuando ellos están en el escenario, están ahí. El escenario es de ellos y no se lo vas a quitar porque te parten la cabeza. Eso es rock and roll, más allá de lo que escuches y lo que hagas, andá y decilo. Si vas a tocar, tocá duro. Ese es el mensaje.
–¿Cuál fue el mejor consejo que te dejó tu padre?
–Recuerdo que un día estábamos con mi viejo cruzando un parque; él iba adelante y yo, que era chiquito, venía caminando dos metros atrás y no lo podía alcanzar. Hasta que en un momento mi viejo se dio vuelta, me miró a los ojos y me dijo: “Chris, si decidiste caminar, caminá”. Fue el mejor consejo que recibí.
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