Es el tango que me alcanza
En el 2006 Celeste Carballo pensó una serie de conciertos con invitados para bucear en los arrabales del tango. Pero una vez ahí arriba, el tango la sacudió como cuando lo cantaba en su casa a los 12, y emprendió una aventura febril y novedosa que hasta la llevó a componer 14 tangos en una semana. Ahora presenta Celos, un disco con tangos clásicos y propios que no son para bailar sino para escuchar esa voz extraordinaria que ya supieron hacer suya el punk y el rock.
Por Natali Schejtman
Artista única de la música nacional, combustión entre voz de pluma y actitud de plomo, Celeste Carballo lleva ese mismo oxímoron al nuevo destino que ahora la ocupa. Celos, su primer disco de tango, es, en sus palabras, “un disco mágico”. Nacido de una serie de recitales en el año 2006 que invitaba a músicos variados a sumergirse en el 2x4 en el Torquato Tasso, el disco condensa un placer que le venía ya hace unos cuantos años. Digamos, por fechar, desde que Daniel Melingo la invitó a uno de sus shows y ella sintió una especie de iluminación que le llegaba desde el bandoneón que tenía cerca. Una emoción muy fuerte. A la vez, esa fijación flamante no hizo más que desempolvar viejas costumbres familiares y sabores ya probados por su lengua inquieta. Tanto es así que Celeste se recuerda cantando junto a sus hermanos en las comidas grupales y conmoviendo a su círculo íntimo con la joyita tierna de su repertorio de los 12 años: “Chiquilín de Bachín”.
“Amelita Baltar es mi ídola desde los 12 años y esa canción era mi caballito de batalla. Cuando quería llegar al punto más alto de emoción cantaba eso.”
Entonces, podemos ampliar su cronología tanguera y empezar a relacionar todo con todo. A la pequeña Celeste, a los 12 y mucho antes también, subida a un escenario doméstico, interpretando sus grandes éxitos favoritos con el ímpetu adquirido en gran parte gracias a sus hermanos, amantes de la música ciudadana; a la Celeste más crecida, versionando junto a Charly García “El día que me quieras”, para el gran disco Chocolate Inglés, o a la que grabó “Un tango desnuda” en Celeste Acústica (2001). También, claro, a la Celeste más actual, empujada por un bandoneón con poderes invocatorios y por unas cuantas semanas junto a Daniel Melingo a despertar como un torbellino a su compositora interior, esa que llegó a escribir 14 tangos en una semana: “Fue una vorágine tanguera, un descubrimiento. Como cuando recién aprendés a andar en bicicleta y no parás en todo el día. Fue una explosión, como el Big-Bang. Descubrí que nuestra generación no había dicho nada con el tango y que tenía mucho para decir. Entonces no hubo una dirección temática, sino que fue una explosión hacia todos lados”.
El disco Celos, entonces, reúne unos cuantos temas escritos por ella, como “Buenos Aires no tiene la culpa” (con música de José Colángelo, que eligió ese texto para musicalizar), “Camino real” (todo by Carballo) o incluso “Qué suerte que viniste” (canción de su primer disco) y algunas versiones, como “El día que me quieras” o “Preludio para el año 3001” o el mismo “Celos”, de Gotan Project, y la presenta con una contundencia adulta e histriónica. Histriónica, pero nada payasesca. De hecho, cuenta Celeste que en uno de los shows en el Tasso uno de sus fans al encontrarse con esta nueva versión de su cantante favorita le gritó: “Sonreíiiiiiiiiiiiiiii”. “Se sorprendieron, claro. Porque se encontraron con otra persona. Una persona que estaba seria, muy seria, que tenía otra cara. Ahí puse una cara peor todavía. No vine para sonreír acá. El tango no es sufrimiento pero el tango es serio, tiene una mirada seria de la vida. No estoy cantando un día de verano con una guitarra en un fogón.”
Este cruce temporario fue anticipado por simultaneidades registradas. Y a Celeste Carballo, obvio, la conocemos desde antes, moviéndose en el terreno del rock con el sorprendente Me vuelvo cada día más loca o el punk con el mítico Celeste y la generación. Y quizá sólo ella y unos pocos se imaginaban que la misma que cantaba temas rabiosos como “Seré judía” o incluso el purpúreo “Una canción diferente” podía algún día hincarle al tango con la convicción con la que ella lo está haciendo ahora. Eso sí: tiene un disco de rock en elaboración esperando, y ella promete que lo sacará pronto. Pero entre ambos géneros –como entre todos ellos– hay similitudes y diferencias: “Para mí es un desafío de golpe cantar tango puertas afuera, para la gente. Me lo tomé muy en serio, no fue un juego. Y a la hora de cantar es algo que tiene mucho más que ver con la interpretación, con un trabajo mucho más actoral, de personaje, de interpretar la historia de una canción más que de cantar un ritmo. Yo no estoy haciendo música para bailar. Al cantar ‘Fuimos’, un tango que ya lo cantó todo el mundo, yo lo canto como si fuera la primera vez, para mí es la primera vez, entonces tengo que encontrar mi propia entonación ante cada frase, ante cada palabra no de una forma metódica, mecánica, sino de una forma muy ligada a una historia de vida. Cuando te parás en un escenario de rock, te parás en un escenario lleno de adrenalina en donde no solamente el texto es importante. Hay otra rabia, otra energía. El texto está mucho más sintetizado”.
Celeste sabe que esa rabia del rock en una de ésas puede tener algún punto de contacto con el tango. Ella misma, por ejemplo: “Para pararse en un escenario de rock hay que tener un largo camino de rabia en la vida. Si no, no podés llegar ni a la sala de ensayo. Porque una telecaster pesa mucho. ¿Sabés lo que es llevar una telecaster por una ciudad, por Hamburgo, por ejemplo, 15 grados bajo cero y vos estás de gira y tenés que ir con la guitarra un montón de cuadras? Eso es rock, hay que tener power. Y sí, yo debo contar con eso en mi vida también porque si no estaría trabajando en una oficina, en una agencia de seguros”.
Cuando me despierto temprano a la mañana...
Celeste compara este disco y su relación con el tango con la botánica: “Cada cosa tiene su tiempo, su momento y su maduración. Porque, por ejemplo, los duraznos ya florecieron y están en la planta, pero yo no puedo hacer el dulce ahora. Tengo que esperar a diciembre. Yo también he madurado mucho como música. A los 20 años sabía tres acordes y con tres acordes hice un disco que será genial por esa fuerza de la espontaneidad y cierta profundidad, pero yo considero que crecí como música al poder componer ‘Tiempo de blues’ y ‘Camino real’, que son dos tangos que escribí con música y texto”. La analogía con la naturaleza no es casual. Hace bastante que Celeste vive afuera de la ciudad. Planta frutas y verduras al punto de tener que regalar dulces y paquetes de espinaca con cierta insistencia y realiza una especie de campaña interna para que los vecinos dejen de quemar sus residuos y se pueda respirar aire puro. “Planté eucaliptos, robles, roble europeo, que es el que en otoño se pone ocre, y también algunos frutales. Duraznos, limones, limas, kinotos. Hago dulces increíbles que regalo a mis amigos. A veces aparezco con un frasco de regalo. Toda la vida me dediqué a la tarea de la tierra, siempre. Como estos últimos dos años me dediqué a producir el disco y el DVD, tuve tiempo para estar en mi casa, que es lo que más amo. Y me dediqué a full a la huerta, que es una huerta increíble. Llegué a comer ensalada de albahaca con rúcula.”
También dejó de fumar y hace ejercicio físico continuado. Celeste tiene este costado natural y hasta retirado que va mechando con la energía eléctrica (sin ir más lejos, participó en el mejor tema del anteúltimo disco Día de la fiebre, de Adicta, y se la pudo ver en esa época corriendo desaforadamente por el escenario con Toto, el cantante). Pero si hace 20 años que se fue a vivir lejos de la ciudad, también es cierto que en simultáneo vivía por momentos en San Telmo, zona arrabalera si las hay. Su relación con la ciudad, explica Celeste, es entrañable: “Yo nací en un barrio en la ciudad de Buenos Aires. Y más allá de que en un momento viví cinco años en una zona absolutamente abierta, con horizonte abierto que llamamos campo, todos los veranos volvía a Buenos Aires y me quedaba 3 o 4 meses. Ya a los 10 años mi viejo decidió volver a la ciudad. Cuando mi viejo ‘me fabricó’ con mi mamá, él era taxista. Yo siempre digo que tengo la ciudad de Buenos Aires en el ADN: yo no me pierdo”.
Canciones diferentes
“Volviste a la noche, pebeta”, le dijo la DJ Romina Cohn cuando se encontró a Celeste, encantada con la cultura dance, alrededor del 2000, en un festival electrónico. Ya se conocían del Morocco y ansiosas por trabajar juntas encontraron ahora la oportunidad: Romina remixó “Un tango desnuda”, que saldrá en el DVD de noviembre, entre otras producciones (como un video danza a partir de “Preludio para el año 3001”).
Ahora prefiere estar despierta temprano y cuando termina de escuchar y leer todas las noticias del mundo posibles (un vicio), capta la radio del I-tunes y escucha Drum’n bass. Con Celeste pareciera ocurrir eso: tiene tanto ya hecho y tantas ganas de hacer, que las cosas van mezclándose todo el tiempo, de una manera armoniosa, interesante y genuina, como ocurrió con algo que iba a ser un show de tango más bien casual y se convirtió en un disco y un proyecto intensos. Intimamente ella lo siente así, con esa fuerza y con esa cantidad de redes y relaciones trazadas para todos lados. Y así es como habla, por ejemplo, de la joyita que es “Preludio para el año 3001”, escrito por Horacio Ferrer: “No sólo un tango de avanzada, sino una visión de avanzada. Ya ese tango solo para mí es como un largometraje. Es una novela de suspenso, es una historia futurista, es como una síntesis social. Ferrer fue mi ídolo junto con Piazzolla y Amelita, por esa forma de escribir tan cercana a los Beatles, a los Rolling... a nosotros. ‘Balada para un loco’ podría ser, tranquilamente, una canción de Spinetta”.
0 comentarios:
Publicar un comentario