No señores: pese a lo que muchos creen y sostienen, la música horrible no es un flagelo de la modernidad. Los cantantes que juntan dólares con pala pese a no pegar una sola nota en toda su carrera no se inventaron en los 90. La vocalización nefasta pero redituable, esa que te induce al automartirio mientras le mete la mano en la billetera a las nenitas y los dueños de Regattas tuneados, no surgió a partir de Enrique Iglesias: es muy, muy anterior. La mejor prueba de ello es la historia de Florence Foster Jenkins, la soprano que no podía cantar, pero igual llenaba estadios.
A principios del siglo XX en Philadelphia, Jenkins daba recitales para unos pocos espectadores que no dejaban de descostillarse ante el sonido de gato violentado que emitía la "artista" de marras. No obstante, la concurrencia crecía y crecía: todos querían ver a esa señora tan chistosa que se creía Maria Callas pero parecía Ricardo Montaner. La cuestión es que ella no se daba cuenta de que apestaba: siempre decía que cantaba mejor que Frieda Hempel y Luisa Tetrazzini (famosas vocalistas líricas de aquellos años) y atribuía las risas del auditorio a los "celos profesionales".
La señora le entraba tupido a genios como Mozart, Verdi y Strauss, destrozándolos sistemáticamente uno tras otro. Una vez chocó mientras viajaba en taxi, y en vez de demandar a la empresa le mandó una caja de cigarros al tachero: según ella, el accidente le había permitido cantar un Fa más alto del que jamás había alcanzado. Era una trastornada linda.
En 1944, con 76 años, después de decenas de recitales en el salón de baile del Ritz-Carlton de Nueva York, Jenkins pudo cumplir con el sueño de su vida: cantar en el Carnegie Hall, un teatro con capacidad para tres mil personas. Las entradas volaron: el lleno fue total, y la ridiculez aún mayor. Pero Florence no acusó recibo: ella estaba feliz con su performance. Un mes después estiró la pata.
Con el tiempo salieron a la luz grabaciones suyas, que algún turro bautizó como The Glory (????) of the Human Voice (sic, con los signos de interrogación y todo) y Murder on the High C´s ("el asesinato de los Do agudos"). Y sí, la señora era a la música lo que Migliore al fútbol, pero jamás se dio por enterada y vivió como una duquesa, gastando los morlacos que dejaban en boletería los piolas que se burlaban de ella.
Homenaje a la tatarabuela artística de Britney Spears ofreciéndoles su versión de "Queen of Night", aria de Wolfgang Amadeus Mozart. Disfrútenla, si pueden.
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