David Byrne: "Bush fue un Midas al revés: arruinó todo lo que tocó"
Desde que en 1974 sacudió la escena musical internacional con The Talking Heads, el músico estadounidense David Byrne (1952) no ha dejado de mostrarse como paradigma del artista multidisciplinario. Moviéndose entre el clasicismo y la vanguardia, a través de la música, las artes plásticas y visuales, o ahora desde la blogosfera, Byrne es siempre apuesta de modernidad. Ahora recorre el mundo con una nueva gira y habla de todo: música, política, tecnología.
Por: Por Bruno Galindo
DAVID BYRNE Y BRIAN ENO. Los músicos unieron sus talentos para reinventar el pop. Aquí, el ejemplo de "Strange Overtones".
-Sí, supongo que me repito mucho, como si a través de algún conjuro esas palabras tan cargadas pudieran revelarse a sí mismas. Esas palabras resuenan de un modo diferente dependiendo del contexto y del periodo de nuestras vidas, la hora del día, nuestra salud: Nuestra Historia. Y aunque se repiten, hoy significan algo y mañana algo distinto. El confort y la estabilidad son algo que deseo pero que al mismo tiempo temo. Quiero ser hogareño y estar entre amigos en un lugar seguro, pero también tengo un pánico, posiblemente irracional, a que la comodidad sofoque la creatividad. Esta podría ser una perspectiva protestante, y eso que no me he criado en esa religión. Nací en Escocia y crecí en los Estados Unidos, así que todo eso ya debería haberse borrado.
-Las ilustraciones del disco también recrean esas palabras: se ven los planos de un hogar perfectamente equipado, pero frío y vacío.
-Fue una idea brillante de Stefan (Walter, el ilustrador): la imagen de una casa perfecta pero también algo inquietante. La perspectiva es ligeramente errónea, la textura es imperfecta y hay indicios de apocalipsis: la imagen borrosa de un hombre con prismáticos que asoma por una ventana, el jardín con esos misteriosos respiraderos que conducen a un sótano... Es el mismo conjunto de emociones desparejas de las canciones: comodidad y terror, apocalipsis y esperanza. Son ideas contradictorias, pero eso debe ser lo que siento. Esas cosas coexisten.
-"En estos tiempos agitados aún puedo ver / Podemos utilizar las estrellas para guiarnos en el camino", canta en 'One fine day'. Hay algo postindustrial pero al mismo tiempo positivo en el disco. ¿Lo sigo?
-Exacto: ser guiado por las estrellas en tiempos difíciles implica para mí un regreso a la Tierra y un respeto a las fuerzas naturales, en las que también podemos creer. Las estrellas están donde vivimos y estarán ahí por malos que sean nuestros días. Otra canción, The river, dice: "El bosque está vivo, nos pide participar". Es lo mismo: somos parte de inmensos ciclos y debemos participar más que dominar. Intentar explicarlo suena más dogmático de lo que es, pero esa es la idea que anida en esos versos.
-Brian Eno representa - y usted también-la quintaesencia del artista pop total. ¿Cuál es, desde su punto de vista, su mayor talento?
-Brian odia el trabajo detallista. Ve las cosas desde una panorámica amplia, ya sea una pista, una canción o cualquier otra cosa. Sabe que unas veces hace falta algo sencillamente estúpido. Para tratarse de alguien tan aparentemente analítico como él, responde a las cosas de un modo bastante visceral. La intelectualización viene después.
-Han contado que coincidieron en trabajar este disco bajo dos referentes comunes: el gospel y la electrónica. ¿Está África- continente cuya pulsión rítmica descubrieron al pop en los discos de Talking Heads hace casi 30 años-siempre presente cuando trabajan juntos?
-De un modo u otro los últimos cien años han marcado una era clave para África, así que no estamos solos. No me refiero a ritmos africanos complejos, presentes en el hip hop, el funk, la salsa, las rumbas... El ritmo está incluso en el pop global. ¿Puedes imaginar el groove en la música pop si la raíz africana no hubiera entrado en contacto - a través de ciudades portuarias: de la esclavitud-con culturas europeas e indígenas? ¡No habría!
-Sobre la tecnología, ¿somos tan esclavos de esta como predijo cierta literatura a mitad de siglo XX?
-Sí, hay un puñado de CrackBerries (en el argot, adictos a la BlackBerry y a las berries en general), aunque también hay mucha gente que no está abrumada por la tecnología, o que la pervierte para satisfacer sus propias necesidades. Yo no estoy en Facebook ni Twitter. Apenas tengo tiempo para contestar mis emails. Con el software musical, Photoshop y todas esas herramientas, es seductoramente fácil montar fotos, editar música y hacer mil cosas que antes consumían mucho tiempo. My Life in the Bush of Ghosts (1981) se habría hecho en una semana en Logic o ProTools. Pero había y hay algo especial en la calidad hecha a mano del original. Los tempos son humanos, las voces tienen resbalones, el pitch lo hicimos lo mejor que pudimos. Ahora que la perfección es posible vemos que tal vez no es la perfección lo que queríamos a toda costa. Es posible trabajar con las nuevas herramientas y no perder de vista qué es lo que da alma a una obra. Pero ahora también es más fácil perder esa calidad. La tentación de cliquear el ratón y hacer todo tecnológicamente correcto es peligrosamente cercana.
-¿Se marcaron la meta de hacer un disco clásico como aquel revolucionario 'My life in the Bush of Ghosts'?
-Uno nunca sabe si está grabando un disco clásico,¿cómo saberlo? Bush of Ghosts tenía un dogma: cada fragmento vocal tenía que ser una voz encontrada. Este disco fue menos riguroso. Trabajamos bajo una ley silenciosa por la cual yo no interferiría en las pistas de música de Brian y él no me diría qué melodías o letras debía escribir. Ese era el juego. Me alegró ver hacia donde iba el proyecto: canciones simples, casi folkies. No en la dirección que yo les hubiera dado, pero para eso colaboramos.
-En los últimos años ha dado la impresión de que su relación con la música era más periférica: que sobre todo la ha observado, editado, escrito sobre ella... ¿Necesitaba un descanso, o ver qué dirección tomaba con la revolución tecnológica y el desastre discográfico?
-¿No habrá dado esa impresión porque mis álbumes han sido mal promocionados? Nunca he parado de publicar discos, aunque no todos de la misma calidad. Durante doce años también he presentado la música que me ha influenciado en mi discográfica Luaka Bop. Fue un gozo, hasta que el colapso de los grandes sellos que la distribuían empezó a ser una verdadera pesadilla. Así que abandoné mi sello - ¡mi propio sello!-y dejé a mis compañeros de fatiga al cargo. No sé cuál será el nuevo modelo de distribución de música: todo sigue a la deriva. Tengo claro que el antiguo no es fiable, aunque aún hay remanentes: los sellos de música clásica, por ejemplo. Pero los nuevos modelos no satisfacen a todos. Algunos artistas necesitan grandes presupuestos para sus proyectos, otros pueden trabajar en su dormitorio, otros subsisten con lo que ganan en los conciertos y otros son puras criaturas de estudio.
-Disculpe mi descuido, he advertido que hay otro disco de 2008 en su haber: la banda sonora de 'Big Love: Hymnal' para la serie de la cadena HBO. ¿Qué puede decir de este disco instrumental?
-Estaba en casa, en Nueva York, trabajando en el disco con Eno, cuando me llamaron para componer algunas canciones para la serie. Pensé que sería un desafío interesante y propuse que toda la partitura estuviera inspirada en los Himnos Mormones, puesto que toda la serie transcurre alrededor de un mormón fundamentalista y sus tres esposas. Aparte de los dramas y absurdeces, pensé que era importante que se sintiera que los personajes basaban sus decisiones en su espiritualidad, y que la partitura-himno reforzara esa idea. Fue un fallo y un acierto. Esos himnos inventados eran demasiada meta. Te sacaban de los pequeños dramas de la casa y te metían en asuntos filosóficos y morales mayores. Se volvió una distracción de la narración. Ups...
-Hace año y medio publicó en 'Wired' un artículo sobre del futuro de la música grabada: 'Estrategias de supervivencia para artistas emergentes... y megaestrellas'. ¿Qué diría hoy sobre el mismo tema?
-Que la música grabada creativamente es saludable como forma artística y como modo de difusión, pero que como negocio está acabada. Desde el punto de vista del artista hay más oportunidades que nunca, pero desde el de las grandes discográficas, no. Es interesante la batalla entre YouTube y Warner Music. Estos ven que YouTube saca millones del negocio publicitario por conectar al usuario con vídeos y canciones de su repertorio, por lo que naturalmente quieren un porcentaje. Por otro lado, el público sólo ve cómo desaparecen los vídeos de YouTube y cómo les acosan por postear material protegido. Los editores alegan que luchan por sus artistas, pero ¿alguna vez compartieron con ellos los millones que recibieron de MTV? No.
-Una de las pocas formas artísticas en las que no se ha explayado es la literatura. ¿Le interesa la narrativa contemporánea? ¿Se identifica con el escritor, editor y agitador literario Dave Eggers?
-Eggers es un amigo. Adoré su último libro; creo que la canción One Fine Day fue inspirada por la lectura de Qué es el qué. Actualmente solo leo no ficción. Estoy terminando de escribir Bike diaries, un libro con pensamientos sobre ciudades del mundo tras haberlas conocido sobre mi bicicleta. Bloguear ha sido una gran válvula de escape para escritores como yo, que pueden verse en apuros con formas narrativas mayores. Me gusta porque es una nueva forma de escribir: puedes añadir enlaces, imágenes y vídeos cortos. El texto es sólo un elemento más.
-Últimamente ha colaborado con músicos como Tom Zé, N.A.S.A., Dirty Projectors... ¿Me falta alguno? ¿Y cuáles vienen?
-Falta una versión de Brazilian Girls que he hecho para el proyecto BPA de Norman Cook llamada Toe Jam. Durante años he estado trabajando en Here Lies Love,un proyecto de teatro musical (sobre la que fuera primera dama de Filipinas, Imelda Marcos, en colaboración con Fatboy Slim). He grabado a un cantante diferente en cada canción, y hay veintidós. Ya está terminado.
-En una entrevista que le hice en abril del 2001, vaticinó: "George W. Bush nos devolverá a la guerra fría en pocos meses. Todo el progreso de diez años se echará a perder". Le pido un pronóstico sobre la era Obama.
-Bush fue un Midas al revés: arruinó todo lo que tocó. ¡Incluso montando en bicicleta arrolló a la gente! Su guerra contra el terror ya ha demostrado ser del todo contraproducente: ha triunfado como estrategia para incrementar el terrorismo y hacer del mundo un lugar más peligroso. ¡Misión cumplida! En cierto sentido ha triunfado, porque ahora puede proclamar que se necesita más al ejército que nunca. Gracias en parte a la intervención norteamericana tras la caída de la URSS, Rusia es ahora un gigante corrupto, beligerante y más desigual que nunca. China atesora la deuda de EE. UU., y de alguna manera nos mantiene a flote, pero ¿durante cuánto tiempo? Sólo el que necesiten para recuperar su dinero, sospecho. Pobre Obama: tiene una papeleta complicada. Pero sabe que ahora la gente está más receptiva al cambio y a replantearse viejos modelos ineficaces.
-¿Cómo cree es visto Estados Unidos desde Europa?
-Las noticias desde Estados Unidos acostumbran a estar filtradas. Hasta el Katrina, el mundo no se imaginaba la extrema pobreza y miseria de mi país. Tenemos ciudades insostenibles, donde la gente tiene verdaderas dificultades para salir adelante. Obama es real. Mira lo que ha hecho inmediatamente: cerrar las oficinas oscuras de la CIA, ponerle una fecha de cierre a Guantánamo, asignar dotaciones económicas para infraestructuras.
-Háblenos de su nueva gira. La novedad es que la banda incorpora bailarines; a veces, todo un ballet.
Decidí ver si había un hilo que pudiera conectar el nuevo material con el viejo (Bush of Ghosts, Talking Heads, Catherine Wheel) en el que trabajamos Brian y yo. Resultó que existe cierta conexión, y que puedes escucharla mejor en vivo. Eso se convirtió en el dogma para el concierto. Luego me pregunté qué es lo último que yo esperaría de un show en vivo, y la respuesta fue: bailarines. Todo el mundo piensa en Madonna o J-Lo cuando se trata de baile y pop. A mí me inspiraron unas películas japonesas (Funky Forest y El sabor del té) y un concierto de Sufjan Stevens. Invité a tres coreógrafos para que cada uno trabajara dos canciones de su elección. Yo creo que funciona. Puede parecerte que la grabación no es muy radical o no abre un camino nuevo, pero tal vez el concierto sí lo haga.
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