“Hoy corren buenos tiempos para el arte”
El músico se entusiasma con el rebrote new wave de los últimos tiempos y las ventajas que ofrece una era en la que la información musical está más al alcance. “Las nuevas canciones encajan bien con las viejas”, dice sobre la versión 2009 del grupo.
Por Eduardo Fabregat
Aparecieron hace exactamente treinta años, y desde entonces encarnan el perfecto sinónimo de fiesta: bastó que la energética lisergia de “Rock lobster” ganara las radios college para que The B-52’s iniciara una cadena de canciones capaces de levantar hasta la reunión más deprimente. El camino del grupo de Athens tuvo sus alzas y bajas (ver La ficha) y, aunque se mantenía en activo tocando en escenarios de todo el mundo, parecía resignado simplemente a revisitar su historia discográfica, cerrada con Good Stuff en 1992 y las dos canciones nuevas incluidas en la recopilación Time Capsule – Songs for A New Generation. Y entonces, cuando nadie lo esperaba, llegó Funplex: un disco que, desde la vibrante combinación de filo electrónico y aspereza rockera de “Pump”, demuestra que Fred Schneider, Keith Strickland y esa insuperable pareja de cantantes que hacen Kate Pierson y Cindy Wilson todavía tienen lo necesario para estimular los sentidos, convertir a la música en vehículo dionisíaco. Desatar la milonga. Lejos de caer al pozo de la banda que hace covers de sí misma, con Funplex The B-52’s vuelve al nivel de su disco más logrado, Cosmic Thing. Lo cual no es poco decir.
Las buenas noticias no terminan allí. El grupo ya estuvo en Buenos Aires en 1992, pero aquella visita tuvo un sabor incompleto: aunque Julee Cruise tenía todo lo necesario para asumir sus partes vocales, se lamentaba la ausencia de Cindy, como también que el escenario de la cita fuera la cancha de Vélez y no un lugar donde todo se potenciara aún más. Al fin, esta noche toda deuda será saldada, cuando The B-52’s tome el escenario del Luna Park (con Super Ratones como banda invitada) para la clase de fiesta que sólo puede desatar una banda irrepetible. De ello, entre otras cosas, habla Keith Strickland, guitarrista y director musical del cuarteto, cuando analiza estos nuevos tiempos del grupo: “No quisimos trabajar muy duro en recrear lo que fuimos, sino dejar que todo saliera de manera natural. Y cuando encaramos las cosas así, todo sale mejor”.
–La aparición de Funplex fue una sorpresa. Una sorpresa agradable: ¿cuál es la historia detrás de este regreso discográfico?
–Bueno, es muy sencillo, hemos estado tocando frecuentemente en los últimos diez años, y sentimos que ya necesitábamos nuevo material para el show. Entonces empezamos a escribir canciones, y el paso más natural fue ir al estudio y grabarlas.
–Es curioso, porque el disco suena como un nuevo comienzo, tiene una notable combinación de frescura y experiencia. ¿Cómo fue el proceso de componer y grabar estas canciones?
–Empecé escribiendo la música y... cuando pensé en nuevo material quería algo que sonara más rock and roll, más al límite. Más limpio, sin sobreproducción. Algo que funciona bien en la performance en vivo: esa fue la inspiración a la hora de escribir canciones. Grabé la mayoría de las músicas en mi casa, donde tengo un pequeño estudio. Tenía todo eso en un disco rígido, y con él pude volar a Atlanta y encontrarme con Kate, Fred y Cindy, y empezar a cantar sobre esas canciones y trabajar las melodías. Ese fue todo el proceso, y terminamos grabando en otros dos estudios con Steve Osborne como productor.
–Parece la manera más natural de trabajar: la banda tocando en un cuartito.
–Claro... y la manera en que Fred, Kate y Cindy escriben las letras también es bastante natural, porque hacen algunas proposiciones y van improvisando sobre la marcha, tirando lo que les aparece en la cabeza. Y cuando escuchamos lo que está grabado vamos tomando partes y poniéndolas juntas. Muy a menudo descubrimos que no es necesario mucho trabajo extra, utilizamos cosas que son muy espontáneas, tienen esa frescura. Siempre tratamos de conservar las cosas salidas de zapadas, de la improvisación, y meterlas dentro del arreglo final. De ahí, creo, viene esta frescura en el sonido.
–Y es muy agradable volver a escuchar las voces de Kate y Cindy juntas, con esas increíbles armonías vocales...
–Es cierto. Es muy interesante, porque por separado sus voces son muy diferentes, pero cuando cantan juntas se mezclan muy bien, y es probable que eso suceda precisamente por lo diferentes que son. Se complementan una a la otra muy bien. Siempre las describo como “miel y limón”, una es más áspera y la otra más suave, y cuando ponés esos dos sonidos juntos se complementan bien.
–En Buenos Aires hay una expectativa especial, porque la vez pasada Cindy no estaba en el grupo.
–Sí, es muy excitante. Una de las canciones que mantenemos de los viejos tiempos es “Give Me Back My Man”, que canta Cindy sola, y tiene una cosa tan apasionada... para mí es siempre un momento muy especial cuando tocamos esa canción. Va a estar bueno tocar esas cosas allá. Especialmente porque no han visto a Cindy antes en concierto.
–Y el Luna Park es un mejor lugar que un estadio de fútbol. Esa clase de lugar cerrado es mejor para la música de The B-52’s.
–Sí, totalmente de acuerdo. Me gustan esos lugares, los grandes estadios, pero la verdad es que prefiero los lugares cerrados. Nosotros, obviamente, empezamos en lugares pequeños, con lo que nos resulta confortable. Se produce una atmósfera distinta, hay más atención en un lugar pequeño.
–¿Recuerda el lugar más extraño en el que haya hecho un show?
–(Piensa.) Tengo que pensar un poco en eso... No sé, no puedo pensar en un lugar... hubo uno que fue particularmente raro (se ríe)... cuando empezamos, antes incluso de tener un disco, sólo teníamos el single de “Rock lobster”, teníamos una van y todo el equipo ahí adentro; viajábamos por Estados Unidos en esa camioneta y tocábamos en clubs realmente pequeños. Y hubo uno que era como esos diners, esos cafés, y el escenario era más o menos del tamaño de una mesa. Con lo que sí, ese fue un lugar bastante extraño para tocar, todos apretujados en un espacio mínimo. Pero bueno, así eran los comienzos, tocamos en un montón de sitios curiosos y pequeños.
–¿Y cómo se sienten hoy sobre el escenario, después de tantos años? ¿Qué clase de cosas ven sobre todo en el público más joven?
–Hay un montón de pibes que vienen, gente que quizá ni había nacido cuando empezamos. El verano pasado estuvimos en Europa, donde hacía muchos años que no tocábamos, creo que desde la misma época en que fuimos a Buenos Aires. Vimos pibes jóvenes, de 18, 19 años, y estaban realmente metidos en la música, y lo que más sorprendió es el conocimiento que tenían de las viejas canciones. Al mismo tiempo, me gustan muchas bandas nuevas, jóvenes, en las que veo algo del estilo y el espíritu que teníamos nosotros y otras bandas que empezaban al mismo tiempo que nosotros, a fines de los ’70 y comienzos de los ’80 en la escena de Nueva York. Eso que llamaban la new wave. Algunas bandas tienen ese sonido pero actualizado, y es refrescante, y me gusta que todo eso haya regresado.
–Estas bandas cuentan con una ventaja: estos tiempos ofrecen un montón de posibilidades para conectar directamente con el público, Internet, MySpace... parece más fácil, no se depende exclusivamente del contrato con el gran sello discográfico.
–Cierto. Eso es realmente estimulante. La industria discográfica ha cambiado: los sellos siguen siendo importantes, pero no tanto como en otros tiempos. Sitios como YouTube, particularmente, son muy excitantes, porque te ofrecen la posibilidad de hacer tu propio video y subirlo. Hoy podés hacer más fácilmente tu propia grabación, tu demo, y subirla a Internet y hacer que la gente se entere. Corren tiempos buenos para el arte: la gente de todo el mundo puede tener acceso a lo que hace alguien en otro lugar del planeta. Podés estar en Mississippi y escuchar lo que hace un tipo en Argentina, y eso me parece muy valioso, favorecer el intercambio de ideas artísticas, de diferentes culturas, diferentes maneras de ver el mundo. Es una gran cosa.
–Es más democrático: desde cualquier lugar del mundo se puede tener libre acceso a una cultura.
–¡Excepto en China! (se ríe) China no es muy amiga de Internet, lo cual es una cagada, porque estoy seguro de que en China hay cosas buenas por ver y escuchar, y ver lo que están haciendo los pibes de allá sería buenísimo.
–Quizá sea una cuestión de tiempo... y hablando del tiempo, es de suponer que se hace difícil armar el setlist para un show de B-52’s: a través de todos estos años construyeron una obra llena de buenas canciones.
–Bueno, obviamente hay algunas canciones que sabemos que tenemos que hacer, como “Love Shack”, “Roam”, “Rock Lobster”, “Private Idaho”, “Planet Claire”, “Give Me Back My Man”. Esas siempre están. Y estamos haciendo 6 o 7 canciones de Funplex, y otras canciones que no hemos tocado en algún tiempo. Entonces, tratamos de encontrar un balance entre lo nuevo y lo viejo. Y creo que las nuevas canciones encajan bien con las viejas, no se siente como... a veces, cuando una banda graba un nuevo disco y sale a tocar, se hace difícil tocar esas canciones porque todos quieren escuchar las viejas. Pero los fans se han mostrado muy abiertos con respecto a este disco, y para nosotros es muy satisfactorio hacer tantas canciones nuevas en vivo y que la gente las reciba tan bien. Es bárbaro poder trasladarles esta experiencia a los fans.
–B-52’s parece sacar este disco en el momento justo. Uno lee por todos lados los titulares catástrofe que hablan de crisis financiera, caída del crédito, caos económico, depresión... y el grupo propone la banda de sonido ideal para contrarrestar tanta angustia. Un antídoto.
–(Se ríe.) Bueno, gracias..., lo que pasa es que esa fue siempre nuestra manera de acercarnos a la música. Ciertamente creo que hay lugar para toda clase de expresiones, hay gente que escribe canciones sumamente personales, muy diferentes a lo que hacemos nosotros, y está muy bien. Creo que nuestro estilo deriva de una forma de trabajar que es muy colectiva, trabajamos mucho juntos y nuestras canciones tienen un sentimiento de celebración. Fred, Kate y Cindy van escribiendo cosas, letras, melodías, y se intercambian el material, y por eso se construye un estilo diferente. Además, para nosotros es muy natural trabajar de ese modo y conseguir ese resultado: empezamos tocando en fiestas... y es lo que intentamos hacer con este álbum, que saliera de un modo natural, no tratar de forzarnos a encajar en un esquema de ser “contemporáneos” o algo así. No quisimos trabajar muy duro en recrear lo que fuimos, sino dejar que todo saliera de manera natural. Y cuando encaramos las cosas así, cuando no prestamos atención a cómo se supone que deben ser, todo sale mejor. Ser nosotros y expresar lo que queremos, es tan simple como eso. Y es lo que podemos hacer.
–Quizá Steve Osborne tuvo que ver en eso, pero lo cierto es que aún sin forzarse el disco suena muy moderno: son los B-52’s, sí, pero no son exactamente los B-52’s de los ’80.
–Bueno, estuve escuchando un montón de música bailable, de clubs, y me gusta mucho. Y también me gusta el rock and roll, con lo que quise combinar ambos mundos dentro de nuestro propio estilo. Al mismo tiempo, no fue una intención de “sonar como”, sino que está en sintonía con lo que escucho, y no se trata de algo que nunca haya hecho antes, es natural. Steve Osborne ha trabajado con New Order, y London Suede, bandas que me gustan mucho, y él le agregó mucho al disco, a la dirección que queríamos tomar, esa combinación de rock and roll y electrónica.
–¿Cuáles son los planes de aquí en más? ¿O B-52’s se maneja mejor sin plan?
–Realmente no lo sé... estuvimos girando un montón, y vamos a seguir tocando hasta noviembre en Australia. Seguimos escribiendo, a mí me gusta componer todo el tiempo, cuando tengo un rato libre, y voy recolectando ideas que necesitan ser terminadas, cuando tenga más tiempo o cuando tomemos la decisión de hacer otro disco. Probablemente empecemos a concentrarnos en algún nuevo material después de la gira. Y un poco de descanso...
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