Un pueblo de décimas y sones
En las calles de ese poblado con nombre parecido a un trabalenguas todo el tiempo hay melodías, rimas y zapateos: allí se originó el son jarocho. El film de Modesto López se exhibirá hoy a las 15 en el Bafim, con entrada gratuita.
Por Oscar Ranzani
Tlacotalpan es un pueblo mexicano situado en el estado de Veracruz que fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1998 por sus paisajes y su arquitectura. Pero la historia de esta región de 40 mil habitantes va más allá de sus construcciones y radica en que en sus calles permanentemente hay música. De allí es oriundo el son jarocho, cuyo origen hay que rastrear en la época colonial. La fiesta principal de Tlacotalpan se celebra todos los 2 de febrero para rendirle homenaje a la Virgen de la Candelaria. En el marco de esta celebración, se realiza el Encuentro de Jaraneros, compartido por músicos de toda la región, más conocido como “fandango jarocho”, consistente en la combinación de danza zapateada y poesía cantada. Durante tres días, la gente prácticamente no duerme, contagiada por el entusiasmo colectivo. “Hay familias muy tradicionales que desde hace más de cien años van pasando de generación en generación sus instrumentos. Les enseñan el baile a sus niños. Hay escuelas de baile en todos lados. Se ven niños de seis o siete años ya zapateando y bailando el son jarocho, entrándole al fandango. Es difícil que alguien en Tlacotalpan no baile o no toque algún instrumento”, grafica Modesto López, director de Grandes de Tlacotalpan. Ente décimas y sones, documental que refleja toda esta cultura histórica a través del retrato de cuatro de sus referentes. El film se exhibirá hoy a las 15 en la Feria Bafim (Costa Salguero), con entrada gratuita.
Uno de los documentados es el recordado Memo Salamanca, nacido en 1924 y fallecido el año pasado. Salamanca fue un representante emblemático del son cubano en México. Otro de ellos es Andrés Alfonso Vergara (1921), partícipe de la época dorada del son jarocho y dueño de un virtuosismo único en la ejecución del arpa jarocha. López también retrató a los grandes decimistas de Tlacotalpan: Guillermo Cházaro Lagos (1919) y Rodrigo Gutiérrez Castellanos.
–¿Por qué focalizó el documental en estos cuatro artistas?
–Memo Salamanca es una leyenda dentro de México y de América latina, porque en su época de éxito era escuchado hasta en Perú. Cuando tenía su orquesta, acompañó los primeros discos de Celia Cruz: él los dirigió e hizo los arreglos musicales. También colaboró con Benny Moré, el gran monstruo de la música cubana que trabajó muchos años en México. Me enteré de que por un desengaño Memo abandonó la música completamente. Un día supe que estaba tocando el piano en un bar. Fui a verlo y empecé a conversar con él. Le dije que me interesaba grabar un disco. El viejo me miró y me dijo: “¿Para qué querés grabar un disco? No me interesa”. Resulta que finalmente lo convencí y grabé un disco suyo con lo que le gustaba tocar y con algunos cantantes amigos. A raíz de eso, me empezó a trabajar la idea de hacer un documental de estos cuatro grandes de la música veracruzana (dos decimistas y dos músicos). Y da la casualidad que los cuatro nacieron en Tlacotalpan. Así fue como decidí integrar a los cuatro, rodeados de otros músicos y de otra gente que va participando con ellos.
–¿Son los cuatro grandes referentes de la cultura musical de Tlacotalpan?
–De Veracruz, no solamente de Tlacotalpan. Y para muchos, de México. Son leyendas dentro de la música mexicana, así como hay otras en distintos estados de la república. Pero estos cuatro son leyenda de Veracruz y de México.
–¿Cuál fue el aporte de estos músicos y versadores a la cultura regional?
–Andrés Alfonso modificó el arpa jarocha. Y en eso tuvo mucho que ver un grupo paraguayo. El no tocaba el arpa, sino la jarana. Y cuando vio a este grupo, se entusiasmó con el arpa. Observó su construcción porque en Veracruz el arpa era un instrumento pequeño que se tocaba arriba de una silla o una mesa. Alfonso le diseñó una estructura distinta con cuerdas de diversos tamaños. Y a partir de Andrés Alfonso se creó otro tipo de arpa jarocha. Memo Salamanca fue alguien que influyó decisivamente en la estructura musical del son, a partir de la gran influencia de Cuba. El dio un acento distinto, una forma muy especial de interpretar, por lo que llegaron a llamarlo El Príncipe del Son. Y era muy respetado, incluso por los propios músicos cubanos. Y respecto de Rodrigo Gutiérrez Castellanos y Guillermo Cházaro Lagos, puedo decir que ser decimista no es un oficio fácil: es un don que se da. Y tiene mucho que ver la forma de ver el mundo para decir las décimas. Ellos dos son maestros de la décima para los jóvenes que hoy en día siguen versando.
–O sea que esta cultura musical y poética llegó a transmitirse a las nuevas generaciones.
–Así es. Hace unos veinte años se estaba cayendo mucho la música jarocha. Y desde hace quince, los festivales la levantaron. Pero es impresionante cómo le ha entrado a la juventud. Es un fenómeno parecido a lo que sucedió acá con el tango o con el folklore mismo: uno encuentra jóvenes bailando, algo que hace quince años no se veía.
–El método que usted eligió fue no sólo entrevistarlos, sino que interactuaran con otros músicos...
–Claro. Un poco fue contar la vida de ellos y que quedara un documento para esta generación. Y al mismo tiempo, fui integrándolos y rodeándolos con músicos de real valía de la zona. Se puede ver que, de pronto, hay personajes como Aminta Ruiz Pazos, integrante de una familia de gran riqueza musical.
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