Sin pijama y con la pelada cubierta
El ¿ex? Bersuit Vergarabat mostró las canciones de Suelto, su primer disco en solitario, con una generosa banda de apoyo y cierto ánimo “tímido”. La noche penduló entre el aire intimista, alguna referencia a su pasado reciente y un final fiestero.
Por Luis Paz
El pijama descansa en el placard. Y aunque aún está ahí, al alcance de la mano –como la campera de cuero que Calamaro dejó en el ropero–, en el escenario del Gran Rex aparecen múltiples vestuarios, pero ninguna ropa de cama: las prendas de pirata “del pasado”, el traje de cantor “del presente” y la indumentaria de jeque murguero “del futuro”, según fue definiendo Gustavo Cordera, ¿ex? cantante de Bersuit Vergarabat, durante los segmentos del estreno porteño de su debut solista, realizado el jueves junto a un cuarteto de cuerdas, un baterista, un operador de pistas, tres coristas y una tecladista que enamora.
Como para no sentirse solo tras la separación, el capitán Cordera se rodeó de esos diez jugadores y se contagió del no siempre presente ánimo de la popular para hacer su propio baile, gambeteando siempre lo que era de esperarse que hiciera. En eso, la sombra del pijama aún se cierne sobre él. Cordera lo sabe: quince años y una decena de discos lo alejan de hacer un corte por lo sano con el colectivo multiforme que fue (¿es?) la Bersuit. Pero su sendero, ahora, se aleja de aquél.
“Pensé que iba a recibir una reprimenda, pero gracias por el apoyo”, concedió apenas iniciado el show, luego del manifiesto de “Aprendí a esquivar”, la estética disco de “Me la juego a morir” y la suavidad de “Tan cerca, cerca”, todas piezas de su flamante debut solista, Suelto. Y los “¡grande, Pelado!” no tardaron en lloviznar sobre el escenario.
Como otro mensaje oculto, dijo después que “de las cenizas, el amor surgió volando como una mariposita”, y los suspiros y aplausos fueron tormenta antes de las bellísimas “Abrió sus alas” y “Ansiedad de buscar”. Por ahí es por donde busca ahora Cordera, eso retrata la tapa del disco: los corazones cruzados, a destiempo, en opuestas direcciones o mágicamente encontrados. Es un disco que tiene mucho más que ver con la intimidad que con la comunión que fue tema en Bersuit. Y tal vez por eso, como diciendo “mi pelada es mía”, la cubrió con un pañuelo, tan lejos de la ostentosa demostración de ciertas canciones de esa banda como del voyeurismo de “La parada”, corte de De Bueyes, sus (¿ex?) compañeros de ruta. Así encaró “Volátil”, su visión de la psicodelia aplicada a la canción de amor, y “Almas armadas”, con ese despliegue vocal tan criticable a veces y tan identificable siempre.
Luego de “Oración”, admitió estar “tímido” y por eso no hablaba más de la cuenta. ¿Qué clase de plegaria lo convirtió en un hombre mesurado? Es difícil saberlo. Lo claro es que está para otra cosa, como sintió Vicentico en su momento, y podrían rastrearse muchos otros puntos en común. “Mensajera”, “Confío” y “No hay monstruos invencibles” (para la que su hija subió a acompañarlo en voces, provocando una conmoción arriba y debajo de las tablas) fueron dando forma de show emotivo –aunque no del todo emocionante– al hecho musical que promediaba.
Un segmento extraño –no aun el más– llegó con “Madre hay una sola” y la explosión del público bersuitero, que no terminó de entender (o no quiso) que se trataba de un show de Cordera y no del líder de BV. El quinteto de cuerdas (con Cordera en electroacústica) siguió con “El viento trae otra copla”, también de Bersuit, y la gente se emocionó con la posibilidad de que el Cóndor Sbarbati, que deambulaba por el teatro, subiera. Pero no. El que sí subió fue Federico Lima, el cantautor uruguayo conocido como El Socio, para una versión de “Mi caramelo” a mitad de camino entre el reggae y la bachata. El inédito “Huguito en retirada” –que le canta al mismo fallecido Huguito al que había que devolverle su generosidad en el hit bersuitero “La bolsa”– y “La lluvia” dieron cierre a un segmento en “futuro”, como él aclaró.
Y entonces la paradoja temporal: antes del festejadísimo final con un sucedáneo rocksteady de la balada “Sencillamente”, donde a Cordera se le terminó de imprimir ese tono entre místico, romántico y mundano que puede tener Gieco, hubo un segmento identificado como “Baile”, fiesta multiforme de quince minutos a pura murga y cumbia. Fue raro: no tuvo el tono experimental suficiente y sonaba perdido el clasicismo de género. Fue el segmento futuro más parecido a su pasado pero, aun así, se complica saber qué fue. Lo más claro sería definirlo como el resultado de la búsqueda que ahora Cordera emprende Suelto, el camino de un tipo que se perdió, se encontró y se volvió a perder para reencontrarse. Para entender todo lo demás quedan el tiempo y diez discos de Bersuit.
GUSTAVO CORDERA
Presentación de Suelto.
Músicos: Gustavo Cordera (voz y guitarra), Marcelo Predacino, Martín Pomares, Chacho Piriz (guitarras), Pepe Fino Oreggioni (bajo), Alejandro Pensa (batería), Licina Picón (teclados), Daniela González, Cecilia Sbarbati y Stella Céspedes (coros).
Público: 2800.
Duración: 100 minutos.
Jueves 19, Teatro Gran Rex.
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