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Fabiana Cantilo estuvo en todas: Las Bay Biscuits, Los Twist, Charly, Los Redonditos de Ricota, el under, los teatros llenos, los grandes estadios. Tuvo momentos de visibilidad absoluta y otros de perfil más bajo en los que brilló con discos que, sin ser hits arrolladores, la mostraron como la hermosa compositora que es. Hace poco, los covers del rock nacional grabados en Inconsciente colectivo la devolvieron al lugar que se merece. Y la gira de Hija del rigor la llevó al límite. Ahora, ya descansada y repuesta, Fabiana Cantilo vuelve a los escenarios. Pero antes repasa todo.
Por Martín Pérez
Una nueva casa, un nuevo disco y fumar menos. Esos son los tres deseos actuales de Fabiana Cantilo. Los enumera sentada con un cigarrillo en la mano ante la mesa del comedor del departamento de su madre, que no sólo es amplio sino que está lleno de esa clase de objetos que sólo se pueden juntar durante toda una vida. Antes de encenderlo, debió hacer una búsqueda concienzuda de un cenicero por toda la casa, con la ayuda de una amable mucama. “Acá me cuidan”, susurra Fabi con un gesto cómplice, abarcando con la frase a esta casa que no es su casa –por eso es que, entre sus deseos, el primero es el de una casa nueva–, pero que sí lo es. O que al menos lo ha sido desde que salió de la clínica en la que decidió internarse luego de la presentación de Hija del rigor, su último disco.
“La casa en el Tigre ya fue”, declara, borrando de un plumazo su hogar del último año post-Inconsciente colectivo, aquel álbum que la devolvió al lugar que siempre se mereció dentro del panteón de los exitosos del negocio de la música local. Allá en Tigre compuso, por ejemplo, el hermoso y sincero “Una tregua”, el tema que mejor la define desde aquellos que compuso junto a Charly García, de Cómo conseguir chicas en adelante. Y que es la base que sostiene firmemente todo Hija del rigor. “Es una canción de amor. De varios amores, en realidad”, explica. “Fue una de esas canciones que salen así, de un tirón. En una nochecita en el Tigre.”
¿Te diste cuenta de lo que significaba?
–Sí, me encantó tanto que fui corriendo a mostrársela a mi novio de ese momento. Que está incluido en la canción, claro.
Ahora que, internación mediante, el pedido de tregua del que habla en su letra se ha formalizado, Fabiana Cantilo está dispuesta a volver al ruedo. Por eso ha vuelto a conceder entrevistas. Pero, entre cigarrillo y cigarrillo, el arte de tapa de Hija del rigor le llama tanto la atención que toma el disco en sus manos y se queda en silencio, mirando su propia foto. Cuando se le pregunta qué le llama tanto la atención, responde: “Quería ver los ojos. Estaban buenos. Tenía una mirada fija y penetrante”.
Abre el librillo interno del compact, que muestra unas vendas ensangrentadas, una gota de sangre que cae de la comisura de su boca, una curita en la frente. Todos guiños –algo extremos, eso sí– al título del álbum. “Todo lo que uno proyecta, lo hace realidad”, dice, resignada. Evidentemente, aunque se trata de su último trabajo, para ella ya es viejo. Recita una estrofa del tema que bautiza el disco: Tengo que tomar mucha medicina / para soportar los tomatazos del día. “Era un chiste, pero finalmente se dio. Porque yo todo lo que digo, lo hago”, asegura. Y sigue fumando.
Hay un dicho que dice algo así como: tené cuidado con lo que deseás, porque lo vas a conseguir.
–O con lo que ponés en la tapa de tu disco (risas).
La leyenda es real, asegura Fabiana. Aquel primer disco de Los Twist se grabó nomás en sólo tres días. “Uno para las bases, otro para las voces y otro para la mezcla”, enumera la cantante, que con su aparición –de la que se cumplen exactamente 25 años– entró a la historia del rock nacional, entre otras cosas, por ser la voz de “Cleopatra”, ese hit de estribillo admirable, el primer gran momento pop femenino de la primavera alfonsinista, obra de Daniel Melingo y Vivi Tellas.
De hecho, según resume ahora Fabiana, Los Twist llegaron a ese disco porque a Charly García –veloz productor de ese mítico álbum debut– le encantaba todo lo que ella hacía, los fue a ver al no menos mítico pub llamado Einstein y les propuso grabar. “Solía venir seguido a vernos al Einstein. Una vez vino con Spinetta, pero creo que el Flaco lo dejó en la puerta y no quiso entrar”, recuerda Fabi, que resume el final de aquella época –que llegó cuando Charly los llevó a tocar con él en Clics modernos–, diciendo que había mucho delirio. “Me fui porque era demasiado”, recuerda, aunque muchas veces terminó volviendo. “Con Fito estaba más tranquila”, dice, y de pronto se ríe de sus propias palabras. “Bueno, no tanto. Pero Fito era más tranquilo.”
A la hora de recordar esas bodas de plata con Los Twist, en realidad, Fabiana prefiere retroceder un poco más en el tiempo, hacia todo lo que fue el prólogo de aquel debut. Porque el lodo primordial de donde salieron tanto el grupo de Cipolatti y Melingo como Los Abuelos de la Nada o Suéter, fue el Ring Club, y allí también estuvieron Las Bay Biscuit, a la sazón el primer grupo de Fabiana Cantilo. “A Las Bay Biscuit las vi en un teatro, me las presentó Miguel Zavaleta”, recuerda. “En cuanto las vi disfrazadas, tocando con Fontova, supe que me quería meter ahí. Y lo conseguí.”
Los recuerdos que Fabiana tiene de aquella época son vertiginosos, pero incluyen cantar una canción de Billy Cafaro disfrazadas de marcianas, antes de un show de Seru Giran. O cantar con unos flamantes Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, haciendo los coros de “Superlógico”, vestidas de romanas. “También cantábamos ‘Mujeres aburridas’, con vestidos hechos con cortinas de baño.” Un recuerdo que nos lleva directamente a su debut como solista, Detectives, también producido por Charly García, un disco del que alguna vez dijo que no sabe muy bien cómo sucedió. “Siempre fue así: no me doy cuenta, y pasan las cosas. En ese momento jugaba a ser cantante, y lo era. Me decían ‘vení, cantá’, y yo cantaba. Pero en Detectives logré incluir un tema como ‘Mujeres aburridas’”, señala triunfal. “Entonces no componía, pero aprendí. Y aprendí mirando a Charly. Vi que el tipo se ponía a zapar y componía sobre eso, y yo empecé a hacer lo mismo. Y entonces... esto”, dice, resumiendo toda su carrera con un gesto, señalando con un dedo el compact de Hija del rigor.
Cuando, a comienzos de los ‘90, Laura Ramos y Cynthia Lejbowicz publicaron el libro Corazones en llamas, una suerte de historia anecdótica del rock nacional de los ’80, cuatro personajes aparecieron en la foto de tapa resumiendo la década: Charly García, Gustavo Cerati, Fito Páez... y Fabiana Cantilo. Por primera vez sintió que le hacían justicia. “Porque cuando estaba con Fito leía historias del rock nacional, y siempre que me buscaba... ¡no estaba por ningún lado!”, dijo por entonces. La fama le llegó con el tercer disco, Algo mejor. “Ese fue el boom”, recuerda. “Pero también comencé a sentir el peso de la fama, que te quita intimidad”, dice, y parece que no habla de aquella época sino de ahora. Porque lo mismo le sucedió con Inconsciente colectivo, el disco de grandes éxitos del rock nacional que le devolvió su lugar, pero que –seguramente– al mismo tiempo le quitó intimidad. “Me acuerdo de que después de Algo mejor vino Golpes al vacío. La discográfica me pedía un nuevo ‘Mi enfermedad’, y yo no les di bola. Y ahora pasó lo mismo, en vez de hacer Inconsciente colectivo parte 2, yo quise hacer Hija del rigor. Porque no quiero ser lo que no me gusta sino que me interesa ser lo que soy en ese momento.” Así como asegura haber disfrutado del éxito de Algo mejor, al menos porque terminó en Nueva York grabando el disco siguiente con Carlos Alomar, Fabi afirma haber disfrutado del éxito de Inconsciente colectivo. “Pero se me terminó quemando el bocho”, explica. “Hubo situaciones personales que se me metieron en el trabajo, y terminé de hospital, como en la tapa de Hija del rigor”, dice, y se ríe.
Pero... ¿qué te pasó?
–Lo que pasó es que me volví loca en el Coliseo, en la presentación del disco. Y sucedió lo mismo en un show en La Pampa. Me olvidé algunas letras, les grité a quienes no les tenía que gritar, así que decidí meterme en un lugar a descansar un poco. Claro que una vez que estás adentro no te gusta tanto, ¿no? Pero tampoco fue tanto tiempo, estuve apenas dos semanas.
En el mismo lugar que Charly, ¿no?
–Casi al mismo tiempo, pero yo salí. Recién cuando estuve afuera supe que Charly también estaba ahí.
¿Qué esperás de su internación?
–La verdad que deseo que finalmente se le haga un clic en la cabeza. Porque para salir y seguir con lo mismo, mejor no.
Todas las anécdotas que cuenta Fabi de otros tiempos confirman que la distracción es su gran problema. O encanto, depende desde donde se lo mire. Como cuando se quedó colgada mirando a la mujer de Melingo sostener su saxo, sin darse cuenta de que toda la banda había dejado el escenario para ir a pegarle a ese curioso personaje de la noche porteña de entonces que era Geniol. “Yo lo único que me preguntaba era por qué estaba todo tan oscuro... ¡y era porque tenía puestos los anteojos negros!” O sino la vez que le dijo a David Lebon... que se tocase una de David Lebon. “Estaba en la casa de una amiga, y Lebon estaba con una guitarra. Era la época en que se estaba por armar Seru Giran, y recién se había cortado el pelo. ¡No parecía David Lebon!”
Pero su actualidad no es la de una persona distraída sino simplemente preocupada por estar tranquila. Aunque sabe que, cuando llegue el momento de subir a un escenario, volverán los nervios. “Después de tres meses sin tocar, te agarra un panic attack”, explica Fabiana, que antes de su inminente show en La Trastienda ya tocó en La Plata, y también unas canciones en la Feria Internacional de la Música. “Toco ‘Mary Poppins’, pero no ‘Mi enfermedad’”, advierte, y confiesa que tampoco es que le guste tocar “Mary Poppins”. “Pero a la gente le encanta”, explica. “Y siempre me gusta darles algo a los demás.” Pero la mayor preocupación de Fabiana actualmente es que no tiene temas nuevos para su próximo disco. Pero... ¿tiene que grabar ya uno nuevo? “Sé que me lo van a pedir”, explica, mientras –como buena anfitriona– se pone a hacer café luego de tomarse la última taza. “Me siguen ofreciendo hacer otro Inconsciente colectivo, pero vamos a ver. No estoy desesperada, pero tengo varias propuestas.”
Cuando se le pregunta si hay una canción que específicamente haya quedado afuera de su primer Inconsciente colectivo, Fabi responde que hubo una: “Quedándote o yéndote”, de Luis Alberto Spinetta. “Pero hay miles de Spinetta, León o Calamaro que quedaron afuera”, agrega enseguida. Y recuerda que Inconsciente colectivo sólo fue posible porque antes hizo un disco que pasó casi desapercibido, como Información celeste. Ahí se reencontró con dos ex Perros Calientes como Cay Gutiérrez y Marcelo Capasso, compañeros de la banda con la que grabó su segundo álbum, allá lejos y hace tiempo, y hoy los productores de sus últimos discos.
El café ya está listo, y Fabi abre la heladera de la casa de su madre –su casa– y encuentra una gelatina, algo que sólo es posible encontrar en la heladera de la casa de una madre. “Necesito mudarme, así vuelvo a agarrar la guitarra, y vuelvo a componer”, dice Fabi, pero sabe que tiene que tomarse las cosas con calma. “Voy a ver qué hago”, dice. Y enseguida la chica que nació con una estrella, y que cuando canta vuelve a brillar, se burla de sí misma, con una sonrisa: “Todo es voy a ver”.
–Creo que en realidad es que soy un poco vaga.
¿Vaga... o humana?
–Mejor humana (risas).
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