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lunes, 7 de diciembre de 2009

MACHI RUFINO, UNO DE LOS PILARES DE INVISIBLE (poco antes del concierto del 4 de Diciembre 2009)




EL TRIO QUE DETUVO EL TIEMPO










El bajista decia tener “una adrenalina buena” antes que ansiedad por el show que lo reunía con Pomo y Spinetta. Y dejaba traslucir su sorpresa porque “es como si hubiéramos dejado de tocar la semana pasada, como si el tiempo no hubiera pasado”.

Por Eduardo Fabregat

Es uno de esos bajistas-músicos que hacen la diferencia, que no se concentran sólo en el virtuosismo sino que saben dibujar en su instrumento paisajes que agregan espesor, drama, belleza. Machi Rufino es uno de los tres pilares en los que se apoya Invisible, el trío que completan Pomo y Spinetta, que dejó tres discos imborrables –Invisible, Durazno sangrando, El jardín de los presentes, ya con Tommy Gubitsch en guitarra–, hizo historia grande en el rock argentino y esta noche protagonizará uno de los segmentos de Spinetta y las Bandas Eternas. Aquel “Amor de primavera” en el Café Molière no hizo más que recalentar la expectativa que, al fin, será saciada en Liniers.

–La ansiedad en la gente es palpable. ¿Cómo la maneja usted, en estos últimos cien metros?

–En realidad me siento tranquilo, no sé si quizás por aquello que se suele llamar oficio..., mucha gente me dice “¿querés un té de tilo?” (risas), pero yo lo vivo con serenidad. Sí siento que estoy realmente motivado, que tengo una adrenalina buena. Por otro lado, y eso sí entra en lo imprevisible, pienso que hacía 36 años que no nos juntábamos a tocar, y ya pasamos los ensayos y nos sentimos listos, y tengo una sensación como si hubiéramos dejado de tocar la semana pasada. Eso es raro, como que no existió el gap en el tiempo. Lo miro a Luis, a Pomo, nos miramos y es algo impresionante, me siento espectador de algo que no podía prever.

–Para ustedes esto no es sólo algo que sucederá hoy en Vélez: es algo que viene sucediendo, que vienen experimentando, están viviendo día a día hace ya un tiempo.

–Los primeros días había algún nervio, pero enseguida dio lugar a todo lo que viene atrás. Nosotros tuvimos una relación muy especial, muy intensa, de mucho tiempo juntos, todo un invierno en General Rodríguez tocando, cocinando y durmiendo con las camas una al lado de la otra: algo que podés hacer solo en la juventud, sin mayores obligaciones, que solo vivimos entre nosotros y que generó un vínculo humano muy fuerte que se nota en lo que hacemos. En 2003 toqué como invitado de Divididos y después de los ensayos me ametrallaban a preguntas sobre Invisible. Y hoy se me ocurre que la respuesta a lo que nos diferenciaba de otras formaciones es eso que teníamos en el balero, esa conexión. Somos compadres, Pomo fue el primero en casarse y Luis y yo fuimos los testigos, y después me casé yo y Luis y Pomo fueron los testigos, y después se casó Luis y Pomo y yo fuimos los testigos...

–¿Qué cosas cree que va a encontrar el público joven que nunca vio a ese trío mítico?

–A mí me hace feliz que mi hijo, que nació dos años después de la separación de Invisible, pueda vernos tocar. Eso es algo que... si mañana me llaman de arriba me voy con una sonrisa. Hay algo que le escuché decir a Sting sobre The Police, y es que las reuniones son un arma de doble filo: si llegás a tocar peor que antes... pero desde el punto de vista musical y sin querer sonar pedante, por una cuestión de madurez sé que eso no va a pasar. Leí algunas cosas muy duras en Internet, de gente que hizo hincapié en el paso del tiempo, como si uno a cierta edad debiera retirarse. Hay cosas que me desalientan mucho del rock argentino actual, creo que hay mucho bocho quemado, gente que se ha quedado en la chatura y no se da cuenta de que el tiempo le llega a todos y lo que uno hace no tiene que ver con la edad. Pero en la mayoría de los comentarios que me llegan hay mucha expectativa, mucho cariño, y siento que vamos a cumplir con eso. Hay muchos que me dicen “voy a ir con mi papá”, o “voy a llevar a mi hija”, como que se forma un puente generacional...

–Mucha gente saldando cuentas.

–Yo no escucho mucho a Invisible –salvo todo lo que tuve que escuchar para recordar los temas, porque algunos son un moño de verdad–, pero no puedo dejar de sentir un legítimo orgullo. No sólo por haber formado parte de eso, sino también por haber tocado ocho años con Luis, en otros proyectos... los sentimientos no pueden estar al margen, yo a Luis lo quiero, lo admiro, nunca dejé de seguir su obra. Yo digo “Luis es un genio” y no es una alabanza fácil o una etiqueta, yo estudié mucha música y el tipo es un genio de verdad, fuera de lo común, y por eso salen las cosas que salen y tienen la magia que tienen. Y más allá de lo musical, tiene conducta, algo importantísimo en épocas de relajo moral: a los pibes que me hablan de su estatura musical yo les contesto que no es sólo eso, que el Luis-persona es tan grande como el artista.

–Frente a este panorama, hay un pronóstico clavado para esta noche: alto porcentaje de gente grande lagrimeando.

–Probablemente. Pero ojo, que hay que ver cómo la llevamos nosotros...

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