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viernes, 18 de diciembre de 2009

GILBERTO GIL EN Bs As


Viejo lobo bahiano

Gilberto Gil, en el Gran Rex Dio un gran concierto, con el acompañamiento de su hijo Bem y del brillante Jaques Morelenbaum.

AÑOS LA VOZ DE GIL ACUSA EL PASO DE LOS AÑOS, PERO CONSERVA SU CALIDAD.

Gilberto Gil volvió en formato chico, aunque no tan chico como en ocasión de su anterior presentación en Buenos Aires, sólo con su guitarra, cuando todavía era Ministro de Cultura del Brasil. Esta vez, en el más amplio espacio del Gran Rex y ya definitivamente alejado del cargo, lo hizo con una segunda guitarra a cargo de su hijo Bem y el violonchelo de Jaques Morelenbaum. Lo único

que se sumó al pequeño dispositivo fue la pandereta con la que Bem acompañó ya sobre el final del recital, durante la bellísima Expreso 2222.

Desde Flora, con la que abrió en guitarra sola, hasta Viramundo, el último bis, Gil recorrió unas dos docenas de canciones que sumaron dos generosas horas de música sin interrupción.

A diferencia de su colega Caetano, que vocalmente no envejece, es evidente que el tiempo ha pasado para Gil. La voz luce sensiblemente cascada, aunque esto no lo convierte en un cantante inferior. Al contrario, tal vez las mismas imperfecciones hayan terminado de liberarlo por completo: la voz pasa rápidamente del falsete al más oscuro de los graves, cuando no se despliega en una selvática profusión de onomatopeyas, además del hermosísimo silbido. La voz de Gil se ha vuelto completamente instrumental.

Los otros dos músicos se sumaron a partir de la segunda canción del show, Esotérico. Bem Gil es un buen guitarrista rítmico; Morelenbaum es casi una orquesta. Es virtuoso en el toque y es virtuoso en las ideas. Además del inmejorable sostén armónico del bajo, el chelo de Morelenbaum introduce una serie de variantes, principalmente melódicas; puede ser la oportuna cita de Penny Lane sobre el final de Metáfora, una de las grandes canciones del repertorio de Gil, o bien formas originales que se desarrollan en un solo o en un contrapunto con la línea principal que lleva la voz del cantante, como ocurrió durante Lamento sertanejo, sólo con Gil y Morelenbaum en el escenario, tal vez el momento más sublime de todo el recital.

Lamento sertanejo es una inspiradísima pieza originalmente instrumental de Dominguinhos, a la que Gil le puso letra sin dar la sensación de que haya terminado sobrando una palabra. No fue la única pieza del autor pernambucano que se oyó en el recital; también se hizo una bellísima versión de Tenho sede.

Nao tenho medo da morte, del propio Gil, proporcionó otro de los grandes momentos de la noche. A diferencia de lo que ocurre en el disco Banda Larga Cordel, donde se la oye sobre arreglo para cuerdas un tanto alambicado, el músico la interpretó prácticamente a cappella, con el único acompañamiento de un golpe rítmico sobre la caja de la guitarra y la cuerda grave al aire, transformando esa interrogación sobre la muerte -que el músico, también gran letrista, realiza sobre la base de un lenguaje desprovisto de toda trascendencia, verdadero y cómico a la vez- en un especie de himno ancestral.«

Gilberto Gil. The String Concert

Con Jaques Morelenbaum (chelo) y Bem Gil (guitarra)

Teatro Gran Rex, miércoles 16

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