Un músico de buena madera
El músico, que tocó durante dos horas en el histórico show de Las Bandas Eternas en Vélez, presenta en vivo su segundo disco, Sicomoro, grabado junto a Ernesto Jodos y Patricio Carpossi. Este viernes toca en Thelonious.
Por Cristian Vitale
Sergio Verdinelli, baterista de Luis Alberto Spinetta del último lustro –el de Pan y Un mañana–, empuja palabras con un trago negro. La música de fondo, en Thelonious, es un jazz suave, que opera como la previa funcional del recital que se anuncia esta noche: Sicomoro. “O algo así, porque no están todos los del grupo”, aclara él, mientras un hombre calvo, de camisa negra, bastante mayor que él y rostro inconfundible, interrumpe para saludar. “Fue duro lo del viernes, che... Quedé medio knock out”, le dice, y cruzan un par de palabras. Es Carlos Cutaia, el Conde del Hammond, y la referencia al descomunal recital del Flaco y sus Bandas Eternas en Vélez es tan inevitable como vital. Ambos fueron parte, uno como sostén desde los teclados de Pescado Rabioso, otro como pieza clave de buena parte del resto, y la conversación se desvía naturalmente hacia ese momento. “Todos los clichés entran: ‘un sueño hecho realidad’, ‘lo mejor que viví en mi vida’, el que quiera. Tocar con Luis es algo que deseé toda mi vida, estuvo dentro de mis fantasías desde chico, pero encima hacerlo con todos esos monstruos (Charly García, Fito Páez, Diego Rapoport, Leo Sujatovich) y compartir escenario con Black Amaya, Pomo, Machi, Rodolfo García y el propio Carlos (Cutaia) fue impresionante. ¡Me saqué una foto con todos los bateros, loco!”, se emociona Verdinelli.
–Usted tocó dos de las cinco horas veinte que duró el concierto. ¿Qué canciones lo conmovieron más?
–Es difícil, pero creo que, por una cuestión generacional, me mataron “Fina ropa blanca” y “La bengala perdida”. Téster de violencia y Don Lucero son discos que escuché mucho, porque fui contemporáneo de ellos, marcaron mi adolescencia. Pero con “Alma de diamante”, que es más viejo, también se me voló la peluca.
Cutaia, ya fuera del tema, copa una mesa cercana al escenario –la única desocupada– y cambia el plan: ver la presentación “parcial” de Sicomoro, el disco de jazz heterodoxo y volado, que Verdinelli grabó junto con Ernesto Jodos en piano, wurlitzer, hammond y minimoog; y Patricio Carpossi en guitarra. Parcial porque falta Jodos (el recital se repite el viernes en el mismo lugar, ubicado en Salguero 1884), pero la muestra vale: improvisan, bajan, suben, suenan como si se hubiesen fumado entero al Miles Davis de Bitches Brew. Es jazz más volado que cabezón, alucinado y psicodélico, íntimo y personal. Se habla de Verdinelli como uno de los nenes inquietos del género, de alguien que va por los bordes, cosa que se comprueba al escucharlo. “No es un disco de swing, para nada. Hay un solo tema un poco swinguero dedicado a Pepi Taveira (‘Canción para Pepi’), pero es el único con reminiscencias jazzísticas en cuanto al ritmo. Lo demás se basa en compases compuestos y una sonoridad bastante eléctrica”, ratifica él. Sicomoro es el segundo trabajo discográfico del Verdinelli improvisador. Sucesor de Primo (2005), contiene seis composiciones propias más un arreglo del “Opus 11 número 2” de Arnold Schoemberg; “Indiecitos”, de Jodos, y “I Will Love You Some Day”, de Carpo-ssi. “Siempre soñé con ser un improvisador. Lo hago, lo vivo, es parte de mi vida constantemente”, sostiene el batero.
–¿Tanto como el rock?
–Sí.
–¿Y se pueden sobrellevar ambas cosas?
–Hay épocas más complicadas que otras, es cierto. Cuando estaba en la banda de Fito, girábamos mucho y estábamos muy al palo, me costaba mantenerlo. Con Luis por ahí es más tranqui, porque estamos más en la ciudad, igual siempre hay que hacer un esfuerzo.
–¿Se cruza lo profesional con lo vocacional?
–Lo veo como un todo en bloque. Lo profesional no se contrapone con lo vocacional, es un todo con el mismo grado de importancia. Vivo ambas cosas con total placer y disfrute. Y esto tiene que ver con que el día a día con la banda de Luis es súper relajado, porque la música es el centro de la cuestión: se zapa, se toca música nueva, Luis siempre está trayendo músicas nuevas. El es un genio. Todos lo sabemos, pero sigue demostrándolo. Además de lo humano, ¿no?, y de tener como compañera de base a Nerina (Nicotra), una bajista increíble. Me encanta tocar con chicas; es otra energía, pasan cosas diferentes.
Cuando Verdinelli llegó a la banda de Spinetta tenía 30 años (ahora tiene 34) y un pasado cercano agitado, de colgarse en zapadas con músicos de diferentes extracciones. “Veía alguien tocar y, sin importarme lo que estaba haciendo, me acercaba sin pruritos. Era bastante descarado”, dice entre risas. De eso había pasado a formar parte de los Illya Kuryaky & The Valderramas, con quienes presentó Fabrico cuero, grabó Horno para calentar los mares y, tras un breve alejamiento durante Chaco, se reincorporó en Versus y Leche. También tocó un tiempo en la banda de Juan Carlos Baglietto y, durante tres años, fue parte del grupo de Fito Páez. “Buena parte de mi carrera la hice mientras iba al colegio”, se ríe. “Incluso me fui colgando en cuanta formación de jazz podía. Estoy todo el tiempo armando y desarmando grupos.”
–¿Por qué Sicomoro? Así se llama el grupo, pero también el disco y uno de sus temas...
–Es un árbol de Africa, de la familia de la higuera, cuya madera usaban los egipcios para hacer las cajas donde encerraban a las momias. Anoto palabras que me interesan por diferentes motivos y ésta la saqué de un cuento de Flaubert. La tenía anotada hace mucho y en el momento de ponerle nombre al disco releí esa lista interminable y terminé eligiéndola por su sonoridad, y porque no remite directamente a nada. Cuando la leí por primera vez, flasheé.
–¿Y “Bajo el influjo del sol y de la luna”? Hay algo spinettiano ahí...
–¿Sí? Es la definición de la marea. Siempre con el diccionario, yo, soy un embole (risas). Pero hay una analogía entre nombre y tema, porque hay un par de episodios que me daba esa sensación del poder que tienen los astros de influir tan directamente sobre la Tierra. La Luna y el Sol, que mueven el mar, las estaciones y todo lo que sucede con la naturaleza, ¿no? Mueven el entorno en que todos nos movemos.
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