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sábado, 5 de diciembre de 2009

SPINETTA Y LAS BANDAS ETERNAS, EN LA CANCHA DE VELEZ



El poder alquímico de la música

Ante unos 37 mil espectadores y con invitados de lujo, el Flaco celebraba y revisaba anoche sus 40 años de impecable carrera artística.


Dos puntos cardinales, dos vibraciones inolvidables: anoche, los estadios de River Plate y Vélez Sarsfield eran sendos epicentros de ceremonias musicales de ésas que dejan huella. En Núñez, AC/DC cargaba de electricidad al Monumental en la segunda presentación porteña del Black Ice Tour, una potente cabalgata por cuatro temas de su disco más reciente y todos los hits que el fan quiere escuchar. En Liniers, 37 mil fans que no escondían la emoción se rendían ante Spinetta y las Bandas Eternas, el espectáculo en el que el Flaco celebra y revisa sus cuarenta años de carrera. Y lo de no esconder la emoción no es una metáfora: cuando tras “Mi elemento” y “Tu vuelo al fin”, el dueto de canciones que abrió la noche, ganó el escenario Diego Rapoport –ex integrante de Jade– y Spinetta empezó a cantar la bellísima “Ella también”, aparecieron las primeras lágrimas de una velada que, al cierre de esta edición, prometía la seguidilla de golpes emocionales que todos fueron a buscar.

Spinetta se había encargado de recordar, apenas se asomó al escenario a las 21.55, los nombres de los músicos que hubiese querido que estuviesen allí y no pudo ser (Pedro Aznar, Lito Vitale, Rodolfo Mederos, Litto Nebbia, entre otros) y las figuras de las que hubiera deseado versionar algún tema (Moris, Calamaro, el Indio Solari y “el genio más grande del Río de la Plata: Hugo Fattoruso”). Empezaba una noche en que, más que las ausencias, se corporizaban sueños y leyendas amparadas en una historia riquísima. Todo Spinetta en un mismo show.

¿Qué otra cosa podía esperarse, si el Flaco tiene para armar tres o cuatro setlists impecables? A “Ella también” le siguió “No te busques ya en el umbral”. Fueron unos minutos que podrían definirse como de magia pura, cerca de esa utopía de perfección que encierra la música de Spinetta. El silencio absoluto del público, en estado de éxtasis, parecía corroborar la sensación de estar viviendo un momento único. Esa perla de Los niños que escriben en el cielo sirvió como confirmación de tanta expectativa: no se trataba de un afiebrado sueño del spinettófilo. Allí estaban Guille Vadalá y el Mono Fontana para recrear los tempranos ’90 de Luis, primero con “Fina ropa blanca” y después con ese himno que en aquella época sirvió como poética denuncia de la irracionalidad en las canchas, y en el pasado reciente cobró nueva actualidad con la tragedia de Cromañón: “La bengala perdida”.

Y de la primera fila del “campo vip” con sillas –detalle nada menor para una porción de público al que, aun con todo su amor por Spinetta, le cuesta afrontar un concierto en una cancha de fútbol– hasta el último rincón de las populares se estremecieron cuando el invitado fue Juan del Barrio, compañero de Rapoport en la primera etapa de Jade, para dos clásicos del debut de aquella agrupación: “Sombras en los álamos” y “Alma de diamante”. Entre la gente podía palparse el mismo clima que imperó en aquel minishow para la prensa en Café Molière: incredulidad, la piel erizada, el gesto de mirarse entre sí con las cejas arqueadas del “¿Viste lo que está tocando?”, los ojos enrojecidos.

Los músicos subían y bajaban del escenario, enriqueciendo la notable banda estable del Flaco, integrada por Nerina Nicotra en bajo, Sergio Verdinelli en batería, Guillermo Vadalá en guitarra y Claudio Cardone en teclados. Presentó a Fito Páez, con quien se lució en “Asilo en tu corazón”, del disco La la la. Y fue bellísimo el encuentro vocal que se dio con Gustavo Cerati en “Té para tres” y “Bajan”, temas que despertaron la ovación del público. Una de las perlas de esa primera parte del concierto fue “Cementerio Club”, canción perteneciente al álbum Artaud, que el Flaco casi nunca había tocado en vivo. Su hermano Gustavo Spinetta subió al escenario para la interpretación de este clásico, que los fans supieron festejar y agradecer.

Pero la noche prometía nuevas y renovadas emociones. Tras la impecable interpretación de 25 canciones hubo un intervalo que potenció la expectativa para lo que se venía, al cierre de esta edición: el regreso, en una misma e inolvidable noche spinetteana, de “aquellas” bandas eternas: Invisible, Pescado Rabioso y Almendra. Unos 37 mil fans fueron testigos privilegiados del encuentro. Con el tiempo, muchos más jurarán haber estado allí.

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