Acaban de editarse dos volúmenes dobles que recogen las primeras grabaciones del inmenso armonicista santiagueño Hugo Díaz, referente de su instrumento alrededor del mundo. Gatos, zambas, chacareras y música del Paraguay fueron su primer amor antes de encaminarse hacia el tango y el jazz. Aquí, una reseña de su trayectoria y el recuerdo emocionado de su hija, la cantante Mavi Díaz.
Por: Sergio Pujol
Al escuchar las primeras 55 grabaciones del Hugo Díaz –recientemente curadas y editadas en cd por Acqua bajo los títulos Antología volumen 1 (1952-1953) y Antología volumen 2 (1954-1957)– no cuesta imaginar esa mezcla de admiración y desconcierto que debió producir, ya radicado en Buenos Aires, el armonicista caído del cielo. En una de las fotografías que ilustran el cuadernillo de esta edición tan notable, lo vemos a Hugo en la cabecera de una mesa de bar o restorán. Está ensimismado en su armónica y tres guitarristas se esmeran en acompañarlo. Detrás de uno ellos, asoma un comensal ocasional; su mirada puede ser la de un beodo o la de un admirador. En cualquier caso, el hombre está embriagado por la música que esa sobremesa le está regalando. Toda Buenos Aires estaba así al promediar los años 50.
Admiración, por ese fraseo a borbotones que cubría casi la totalidad de las interpretaciones, mientras sus compañeros le sostenían el ritmo –su cuñado Domingo Cura en los bombos, nada menos– y la voz de Victoria Cura, la mujer de Hugo, entonaba con delicadeza un repertorio de ese folclore previo al boom y el Nuevo Cancionero. Desconcierto, también, al comprobar, noche tras noche, que todo eso, que por momentos parecía provenir de un acordeón, de un órgano o de un bandoneón –razones organológicas emparentan a esos instrumentos con la armónica–, salía de una cajita de lengüetas abiertas que las manos y la bocaza del ejecutante volvían invisible. Hay en esto un sabor a fábula. Teníamos a un niño que maduró con su juguete. Y años más tarde, tuvimos a un adulto aferrado a lo que muchos aún seguían considerando un juguete. Antes, el niño parecía un grande. Luego, el grande dio talla de niño.
Nacimiento de un estilo
La primera impresión que generan estas grabaciones, aun para los que las conocían con anterioridad a la edición en cd, es la de estar asistiendo al nacimiento de un estilo. Uno de los efectos más interesantes que tiene el rescate de discos de pasta o vinilo por el soporte digital es el de alterar, en nuestra memoria auditiva, el orden histórico. Lo viejo o primero pasa entonces a coronar una obra. El joven Hugo Díaz se nos aparece cuando ya hemos memorizado al maduro Hugo Díaz. No podemos evitar escuchar al joven como si fuera viejo, y viceversa. O mejor aún: escuchar al joven pensando en cuánto del viejo hay en él.
A propósito de esto, acaba de editarse un libro póstumo de Edward Said titulado, a partir de una frase de Adorno, Sobre el estilo tardío . Se trata de una lúcida reflexión en torno de la creatividad en la edad madura de ciertos artistas. Grosso modo , lo que Said sostiene es que, ya entrado en la vejez, el músico tiene dos opciones: certifica ese estilo a modo de testamento o lo altera para dejar un final abierto a caminos que él ya no podrá transitar. El contacto con estos discos de Hugo Díaz nos incita a pensar sobre ese momento mágico en el que la técnica modula a estilo; mucho antes de que el músico ingrese al dilema de Said. Ciertamente, Hugo Díaz, que en 1952 sólo contaba con 25 años, ya mostraba un dominio y una sapiencia extraordinarias, a punto tal de parecer un artista tardío , preocupado por escapar de las propias rutinas.
En materia discográfica todo comenzó con "Qué lindo se ha puesto el pago" –una zamba de M. Jugo– y "Pájaro campana", la galopa del paraguayo Félix Pérez Cardozo, ambos registros para el sello TK. ¿Cómo llegó Díaz a la instancia de la grabación? En 1944, después de trabajar algún tiempo como contrabajista en una orquesta de jazz, había debutado en la peña Achalay Huasi, toda una referencia en el circuito de folclore de Buenos Aires. Por ahí solían andar Los Hermanos Abalos y Atahualpa Yupanqui, cuando la música nativa aún estaba en minoría en la ciudad del tango. Ayudado por Félix Pérez Cardozo, el armonicista firmó contrato con Radio Splendid en 1952, mientras se hacía muy conocido en la confitería Ruca.
Con su traje negro y peinado a la gomina –como Yupanqui, renegaba de la vestimenta gaucha cuando ésta era impuesta como color local–, Díaz fue estrenando composiciones de músicos emergentes de la época. En 1953, por ejemplo, registró "El mensú", del joven Ramón Ayala y tres años después grabó una de las primeras versiones instrumentales de "Zamba del pañuelo" de Leguizamón y Castilla. También reafirmó los clásicos populares, con preferencia por Andrés Chazarreta, Juan Argentino Jérez y los Hermanos Simón.
En cuanto a especies o subgéneros, era muy notoria la presencia del cancionero litoraleño y paraguayo. El chamamé, la galopa, la guarania y la polca eran enormemente populares en la Buenos Aires de entonces y la armónica de Hugo supo desplegar, sobre esos ritmos, un virtuoso abanico de variaciones y adornos. "Selvas vírgenes" (nada menos que con la participación de José Bragato en cello), "Selección de polcas", "Danza paraguaya" y la polca paraguaya "Isla Sacá" son algunos de los números en los que el armonicista exploró las posibilidades tonales y tímbricas del instrumento. Por su parte, el repertorio del noroeste no parecía tener secretos para él: "La vieja", "La salamanca", "Cuando el diablo toca el bombo", "Chacarera doble"...
Respecto al conocido interés de Hugo Díaz por el jazz, que se potenciaría en esas célebres reuniones en la casa de Eduardo Lagos llamadas folkloreishons , estos discos nos brindan algunas pistas. En varias oportunidades, especialmente en las zambas, las segundas partes se convierten en virtuales chorus jazzísticos, donde la variación reemplaza completamente a la línea melódica. En las interpretaciones de Victoria Cura, la armónica no cesa de responder frase por frase, con la espontaneidad de una improvisación. Desde luego, la gracia rítmica del folclore nada le debe al jazz, si bien sobreabundancia de síncopas y tiempos "doblados", así como los finales de tema libres y la acentuación de grados rebajados, bien podrían considerarse signos un tanto ajenos al campo de la canción nativa. Con los años, Díaz ahondaría en aquellos elementos externos al folclore. Uno de los grandes alegrones de su vida lo tendría al conocer en Europa al belga Toots Thielemans, maestro de la armónica en jazz.
Mudanzas de un instrumento
Esa habilidad de Hugo Díaz para mudar de género sin abandonar el estilo lo asemejaron a Oscar Alemán, otro políglota de la música popular de impronta absolutamente personal. En ambos casos, el instrumento parecía estar por encima de las categorías genéricas. Quizá esto se debió al hecho fortuito de que ni la guitarra ni la armónica resultaban ser instrumentos idiosincrásicos del jazz y del folclore respectivamente. Huérfanos de tradición instrumental, excepcionalmente dotados en terrenos donde no tenían pares, tanto Díaz como Alemán parecieron jugar con sus instrumentos animándose a transgredir algunas normas. Y en este punto, hay que reconocer que la soltura sin empaques que hizo del último Hugo Díaz una figura de culto, con sus gruñidos y su percusión soplada, con su amplio rango tonal y su bravura rítmica, ya estaba presente en los registros de los años 50. Y quizá presente de mejor manera, sin los manierismos de la etapa más conocida.
Más allá de cierta oquedad en el sonido general, los discos de 1952 a 1957 –período que va de TK a Odeón– impresionan tanto por la justeza y el rigor en las interpretaciones como por las perspectivas que se van abriendo a futuro. Finalmente, el Hugo Díaz que supimos admirar en "Summertime", "Volver" y "Zamba del Angel" encontró su genealogía. Hay que celebrar los volúmenes de esta Antología como lo que realmente son: la edición discográfica argentina más importante del año.
No es mucho lo que se consigue de Hugo Díaz en cd. Acqua editó Tangos y A los cuatro vientos , banda sonora de la película homónima de Alberto Larrán, una biopic del armonicista. La serie "Los elegidos", de Sony BMG, sacó recientemente una selección de grabaciones de diferentes épocas del músico. Mavi Díaz, hija de Hugo y Victoria, grabó Baile en el cielo , un homenaje a su padre. En el álbum de Eduardo Lagos Así nos gusta (Trova), se puede apreciar a Hugo Díaz en los temas "Zamba alegre", "La olvidada" y "La vieja". Los coleccionistas y melómanos atesoran una buena cantidad de lp's del genial solista: Hugo Díaz en Buenos Aires , Así es Hugo Díaz , Hugo Díaz Jazz , Baile en el campo , etc.
Talentoso, intuitivo, elegido
Por Mavi Díaz
Por Mavi Díaz
Hugo Díaz, mi padre. Hugo Díaz, la armónica del mundo. Con su estilo único y su magia personal, recreó maravillosamente todas y cada una de las melodías que interpretó y demostró que su armónica estaba capacitada para abordar la música de cualquier región del planeta. Andariego de siestas calurosas y fiestero innato de toda reunión de chicos y muchachos de barrio. A los 5 años, un pelotazo en la cara le provocó una ceguera temporal y, en esos momentos, cayó en sus manos su primera armónica. La música fue entonces la luz para sus ojos. Hugo y su armónica establecen una relación infinita, eterna. La pobreza le obligó a transitar sin cansancio las calles pueblerinas, cajón de lustrar en mano, mientras ofrendaba las melodías perfectas de alguna chacarera a los transeúntes. Por las noches, en vez del descanso reparador, su alma inquieta lo empujaba hacia cualquier esquina iluminada donde, con su armónica, descifraba los secretos de cuanta música llegaba a sus oídos. Don Leopoldo Bonell, maestro de banda, posibilitó que aquel chico, con estrella de gran artista, integrara la orquesta infantil que dirigía y, de ahí en adelante, Hugo Díaz empezó a exponer sobre el escenario todo cuanto absorbía su sentido musical, con esa intuición que sólo tienen los elegidos. En el año 1936, con 9 años, debutó junto a su amigo del alma, el percusionista Domingo Cura, en L.V.11, la Radio del Norte. En 1946, ambos músicos emprenden la aventura de viajar a Buenos Aires, de polizones, en un tren de carga. Triunfó con lo suyo, lo que por tradición llevaba en el alma: las chacareras, zambas, gatos y escondidos, que, aprendidos en el pago siendo niño, a través del silbar de sus mayores quedaron registrados en sus primeras grabaciones en discos de pasta. Su grupo, "Hugo Díaz y sus Changos" con Domingo Cura y la voz de Victoria Díaz, su flamante esposa, hermana de Domingo y también su amiga de la infancia, debuta en Radio Splendid en 1952, actuación que quedó registrada en su primer simple "Qué lindo se ha puesto el pago" y "Pájaro Campana", primer éxito para el sello TK, para el cual grabarían más de 60 temas en simples de 78 RPM y dos lp's. Durante los años 50 y 60 llevó el folclore argentino a los escenarios europeos de la mano de sus patrocinadores, la emblemática Casa Hohner, fabricantes de sus armónicas. En Argentina, compartíó escenario, compuso y grabó con los músicos y poetas más importantes de la cultura popular: Atahualpa Yupanqui, Gustavo Leguizamón, Los Hnos. Abalos, Aníbal Troilo, Horacio Salgán, Astor Piazzolla, Eduardo Lagos, Carlos Carabajal, Jaime Dávalos, Mercedes Sosa, Domingo Cura, Ariel Ramírez, Jaime Torres, Virgilio Expósito, Waldo de los Ríos, Victoria Díaz, Ariel Petrocceli, Dino Saluzzi y muchos otros. La culminación llegó cuando se encaminó por los ritmos del tango y del jazz; esa apertura hizo que recorriera el mundo grabando discos en Asia, Europa y América. Su primer disco de tango fue disco de oro en Japón. Hugo Díaz se fue el 23 de octubre de 1977, cumpliendo su último deseo: "Quiero que la muerte me pille sobre el escenario, haciendo lo que hice siempre, la música del mundo". El último tema que tocó antes de partir fue "La última curda"
Díaz Básico
Santiago del Estero, 1927-Buenos Aires, 1977. Músico
Autodidacto, comenzó a tocar la armónica a muy corta edad, como pasatiempo a una ceguera pasajera que sufrió debido a un accidente. Se inició en 1936 en L.V.11, Radio del Norte. En Buenos Aires, debutó en la peña Achalay Huasi y formó conjunto con los hermanos Victoria y Domingo Cura (voz y percusión respectivamente). Con el sello TK registró su primer gran éxito, que fue la galopa paraguaya "Pájaro campana". Luego se acercó al tango y al jazz y llegó a compartir cartel con su admirado colega, el belga Toots Thielemans. Tocó, además, con Luis Armstrong y Oscar Peterson. Entre sus discos: "Magia en el Folklore vol. 1 y 2", "Gigante del folklore", "Tacita de plata", "Así es Hugo Díaz", "Baile en el campo" y "Homenaje a Carlos Gardel".
Autodidacto, comenzó a tocar la armónica a muy corta edad, como pasatiempo a una ceguera pasajera que sufrió debido a un accidente. Se inició en 1936 en L.V.11, Radio del Norte. En Buenos Aires, debutó en la peña Achalay Huasi y formó conjunto con los hermanos Victoria y Domingo Cura (voz y percusión respectivamente). Con el sello TK registró su primer gran éxito, que fue la galopa paraguaya "Pájaro campana". Luego se acercó al tango y al jazz y llegó a compartir cartel con su admirado colega, el belga Toots Thielemans. Tocó, además, con Luis Armstrong y Oscar Peterson. Entre sus discos: "Magia en el Folklore vol. 1 y 2", "Gigante del folklore", "Tacita de plata", "Así es Hugo Díaz", "Baile en el campo" y "Homenaje a Carlos Gardel".
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