El sábado y el domingo despide el año con dos shows: uno en el Club Ciudad y otro en el Luna Park. Opina de su momento artístico, reflexiona sobre el estado del rock, disiente con Cordera y habla de Charly y del Indio Solari.
Por: Mariano del MazoHace exactamente 20 años, Andrés Calamaro acostumbraba despedir el año con pequeños conciertos festivos en lo que antes se llamaba sin tilinguería placita Serrano y ese Palermo era simplemente viejo. Eran shows de amigotes: Calamaro se movía como un paria de popularidad esquiva y prestigio extraño, condición que lo empujaría al exilio español. Ahora agota un Club Ciudad en horas, agrega un Luna Park que se agotará en horas y disfruta de prestigio, popularidad y hasta de cierta inmunidad para decir y publicar lo que se le cante.
"Hace 20 años el país era otro, Palermo era otro. Argentina estaba desarmada en una escalera inflacionaria de caos, cortes de luz y devaluaciones. Tocábamos con los Hermanos Arizona mientras la gente se agarraba a trompadas... Eran otros tiempos, tiempos del rock 'pobre'. Ahora es otro tipo de rock".
La entrevista se realiza durante casi una semana, por mail. Es una exigencia al parecer irrenunciable del artista que, convengamos, ofrece el beneficio de no escuchar las afectaciones desmesuradas de la música de su voz y, en parte, el divague diletante. "Después de mucho contestar, tengo que reconocer (y reconocerme) que me quedan mucho mejor las entrevistas por escrito; puedo releerme, puedo corregirme; después de todo es justo y soberano que escribamos aquello que va a leerse; la entrevista tradicional es demasiado trabajo para el autor de la nota. Debe destrabar una charla, elegir, adivinar un nombre mal pronunciado... ya sabés que me encanta el arte de conversar, y me voy por las ramas porque eso, en una charla informal, es lindo... Pero cuando se vuelca en un papel mi diálogo incierto y desconcentrado, mis latiguillos, mi carraspera... no resulta una lectura interesante".
¿Qué balance hacés de tu año?
Fue un año de cambios invisibles. Lo empecé configurando mi balance antológico (Andrés: Obras Incompletas). Después viví un proceso pensando en un próximo disco de rock, partiendo de una preselección de casi ochenta canciones posibles para grabar un disco en etapas, algunas de las cuales todavía nos faltan por completar, es un "work in progress". Hicimos una gira por México, dos en España, las presentaciones en el Luna Park y estamos a punto de tocar cinco veces más antes de terminar el año. Grabé y canté canciones de Gardel y Le Pera, Virgilio y Homero Expósito con Juanjo Domínguez, de José Alfredo Jiménez para un disco gratuito e independiente, de Pereza, de Los Cadillacs, de Javier Calamaro, de Jorge de la Vega y de Johnny Cash. También presentamos Postales tumberas, el libro de mi compañero Jorge Larrosa que prologué, no sin cierta polémica que acompañó la Ley de despenalización de la tenencia para consumo de sustancias; y empezamos a darle forma a un disco sobre textos de Jorge (Larrosa); también participo en el proyecto Congo Square, que dirige Fabián Jolivet desde Los Angeles e involucra a una comunidad impresionante de músicos... Aunque vamos a hacer una pausa navideña y pagana, no estamos para balances porque estamos con actividades de envergadura, cerrando círculos ejecutivos y proyectándonos para un año Bicentenario con más giras y estrenos.
Hace poco Gustavo Cordera dijo que el rock argentino estaba terminando una etapa, que músicos, periodistas, público, deberían replantear todo... ¿Qué opinás?
Gustavo Sordera... Creo que esas frases contundentes van dirigidas a "uno mismo", son conclusiones espejadas; cuando uno propone cambios y replanteos es porque los necesita; yo no sé si el rock está cambiando siempre o permanece; creo que el rock es algo individual y al mismo tiempo un conjunto de cosas ocurriendo... Nadie espera que AC/DC cambie, asimismo los años posteriores a la tragedia de Cromañón invitan al pensamiento colectivo. Personalmente evalúo mi necesidad de cambio y/o de continuidad sin la necesidad de considerarme parte de un "todo".
¿Cómo lo ves a Charly?
Yo veo lo mismo que todos, no tengo información privilegiada. Creo que estamos hablando de una progresión psiquiátrica, librarse de un "trophy" politóxico es un proceso de medio y largo plazo, no son distancias cortas; tampoco sé cuál es el diagnóstico real de Charly y su organismo neurológico.
¿Escuchaste el disco de Cerati?
Escuché algunas canciones, tengo interés y curiosidad para seguir escuchando, estoy en un buen "momento Cerati".
¿Por qué?
Porque le tirás cualquier nota (musical) y te la devuelve afinada, porque domina la guitarra, porque nos conocemos hace muchos años...
En una época había una disputa a ver quién era el gran solista argentino...
No sé si Gustavo y yo somos solistas. Sé que somos músicos de rock y que hacemos nuestros más nobles esfuerzos por ser buenos intérpretes. Sabemos qué hacer con un micrófono. Estamos preparándonos para esto desde hace treinta años.
Calamaro se estaba yendo el viernes temprano a Santiago de Chile para participar de un homenaje a Víctor Jara. "Me pierdo el Vélez de Spinetta... estoy sin palabras... ¡Es el concierto que esperé la mitad de la mi vida!". Dice además que continúa su amistad con el Indio Solari: "El hedonista ético de Leloir tiene su poesía intacta, la mejora con los años como el whisky, es el héroe vivo. Es una demostración del instante intacto del rock. El rock es él. Con Indio nos leemos, somos como barcos en altamar, que se cruzan una vez por año y se saludan de lejos con afecto. La confianza de Indio (incluso su desconfianza) es mi diamante y mi carbón; sabrá el abad que, cuando quiera verme, estaré incluso para coserle el dobladillo de los pantalones. Supongo que esta es nuestra forma de 'vernos'".
Frente a los conciertos que encarará el sábado y el domingo en Club Ciudad y Luna Park respectivamente, dice: "Nos resulta imposible hacer dos recitales iguales (no es imposible pero yo no puedo); siempre son distintos; somos siete pero sumamos a los coreutas de Bueyes. Invitamos a cinco artistas que representan el abanico fino del rock nuestro de cada día; algunos nos encontraremos en un escenario por primera vez, otros estamos acostumbrados a compartir la mesa... Sólo me faltó invitarlo a Walas de Massacre (quizás tengamos que conocernos un poco más primero) y a Ricardo Iorio (quizás tendría que conocerlo menos, pero quiero conocernos más)".
Tu público es cada vez más joven. ¿Cómo manejás la diferencia de edad, y de vivencias, cada vez más ostensibles?
Nada es lo que parece. Parte del público está madurando conmigo, y otra parte también, aunque sea más joven.
Cómodamente en pareja con Julieta Cardinali, padre de Charo, es renuente a hablar de su serena vida doméstica que ocurre en los alrededores de la zona del Botánico. "Soy un gaucho de familia. Almorzamos y cenamos los tres juntos, con la TV apagada; la niña habla mucho y duerme poco; es la genética: creer o reventar. Antes yo respetaba hasta el no respetar, y el infierno era encantador, abría la puerta de Camboya como Pacino... En fin, en este mismo instante miro por la ventana, el sol cae detrás de La Rural, en este viejo barrio tramposo, ahora reconvertido en la espalda de Libertador, y me acuerdo que es la misma calle donde fui criado escuchando ensayos de Les Luthiers, escuchando a Félix Luna guitarreando Yellow Submarine, entre pinturas de Batlle y Torres Agüero; escuchando hablar a Girri... Soy un gaucho de familia, un varón, un hombre... Que pasa los fines de semana en 'Suburbia Greens' mirando los árboles y leyendo Foster Wallace al costado de la pileta, que comparte asados con su vecino Mike; que elige el colegio para su hija con tres años de anticipación, suponiendo que, alguna vez, nuestros intelectuales estudiaron en colegios del Estado... Esta es mi posible combinación de Homero Simpson y Rolling Stone. Trato de ser buen padre: no soy ni posesivo, ni temeroso, ni hippón. Aparento la mayor normalidad posible. En fin, como dice la lápida de Brian Jones: No me juzguen severamente.«
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