"Todo el mundo quiere ser grande, una estrella del rock. Pero detrás de eso no hay nada, sólo presión. Y yo prefiero el sabor del ocio. En otras palabras: no me gustaría jugar en el Real Madrid". Ian Hunter (Oswestry, Reino Unido, 1939) sabe de lo que habla. El compositor y cantante británico degustó el estrellato en los setenta al frente de Mott the Hoople, y en el arranque de su posterior carrera en solitario.
"Prefiero el sabor del ocio. En otras palabras: no me gustaría jugar en el Real Madrid"
Esas experiencias son las que le permiten saberse feliz con su estatus de artista de culto, poco prolífico en las dos últimas décadas. Hunter-Luego de sacar su disco de 2007 Shrunken heads, y otro casi a punto. "Nunca me había ocurrido", asegura. "Siempre he sido lento, y sólo encontrar cosas sobre las que escribir me llevaba al menos un par de años. Ahora estoy en racha". Permanecen los tintes autobiográficos de algunas canciones: "Me resulta mucho más sencillo componer con elementos de realidad. Creo que no he vuelto a hacer una canción totalmente ficticia desde Honaloochie boogie, en 1973. Y ahora me parece estúpida". Eran los tiempos de triunfo con Mott the Hoople, y Hunter ya mostraba vocación de cronista. ¿La prueba? Diary of a rock'n'roll star (1974), uno de los libros más célebres sobre el mundillo musical. "Lo escribí durante una gira estadounidense", recuerda. "Me acababa de casar y ya no era, digamos, libre para todo. Así que opté por aprovechar los paréntesis, especialmente en trenes y aeropuertos".
Llamativa historia la de Mott the Hoople. Arrasaban en vivo pero apenas vendían, pese a la mezcla de inteligencia y dureza de sus trabajos en estudio. Y con la disolución decidida, llegó David Bowie al rescate en 1972. "Yo ni siquiera sabía que era seguidor nuestro", cuenta Hunter. "El bajista de la banda le llamó para pedirle empleo y él, al enterarse, se empeñó en que siguiéramos".
La inmortal All the young dudes, escrita por Bowie y el álbum homónimo producido por éste les permitieron atrapar el éxito, mientras abrazaban la estética glam. Algo ajeno a un grupo con seguidores sobre todo masculinos y de ámbito obrero. "The Who también hizo lo mismo con el movimiento mod. Cualquier cosa, con tal de no volver a la fábrica". Después de otro buen disco, Hunter dejó Mott the Hoople para lanzarse como solista con el apoyo de Mick Ronson, ex guitarra de Bowie.
Pasados más de seis lustros, la visión acerada de Hunter aparece intacta en Shrunken heads, especialmente cuando aborda cuestiones sociopolíticas de EE UU, su país de residencia. "Es preocupante que los dirigentes no sean tan inteligentes como en el pasado. Y éste no es el momento para gente idiota". Su discurso no le impide adoptar un tono distendido cuando aborda la tragedia de Nueva Orleans y el Katrina en uno de los cortes, How's your house?, también de título significativo: ¿Cómo está tu casa?, la nueva forma de saludarse en la ciudad. El disco cuenta con tres cameos vocales de otro admirador, Jeff Tweedy, de Wilco. "Nos entendemos bien porque ambos poseemos vida interior", dice Hunter. "Él hacía alguna versión mía, y una vez me preguntó por qué nunca había grabado cierto tema antiguo más allá de la maqueta. Le dije que por la falta de letra y me enseñó un papel con el supuesto texto. No era mío. Era lo que él creía entender de mi tarareo sin sentido, pero yo nunca había escrito nada". Otro encuentro previo con un seguidor, Mick Jones, de The Clash, que produjo un disco de Hunter en los ochenta, resultó menos agradable: "Pensaba que yo era Dios y no alguien normal". Quizá esa actitud le ayudó en los noventa a rechazar una oferta para convertirse en vocalista de The Doors: "Poder decir no es algo maravilloso". Y debe de ser la razón para compadecer a Bob Dylan, una de sus influencias: "Un perpetuo observador. Hay gente que no vive, sólo mira".
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