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domingo, 6 de septiembre de 2009

LOS PEYOTES_TERCERA GIRA DE LA BANDA POR EUROPA



LOS PEYOTES SE PEGARON UN VIAJE

DURANTE LOS HUECOS DE LA GIRA POR EL VIEJO CONTINENTE GRABARON SU PROXIMO DISCO, QUE SE LLAMARA GARAGE O MUERTE, Y SALDRA ANTES DE FIN DE AÑO. REGISTRARON SUS SONIDOS ANALOGICAMENTE, Y DE AHI DIRECTO AL VINILO.

Por Juan Manuel Strassburger

De un tiempo a esta parte, y pese a la caída de la convertibilidad que encareció la posibilidad de viajar a Europa, se hizo habitual que varias bandas del under local giraran por el Viejo Continente. ¿Las razones? Esfuerzo, trayectoria y... contactos, por supuesto. El bendito booking que abre puertas inesperadas y ubica a la banda en los preciados festivales. Sin embargo, para Los Peyotes ese contacto también tuvo forma de amistad y compañerismo en la figura de Mattes, bajista de la banda alemana X-Ray Harpoons, que se ofreció para conducirlos y guiarlos por las múltiples rutas de Europa. Por ahora la amistad sigue importando en el rock.

“Nos ayudó en todo: traduciendo, organizando y hasta manejando más de diez horas diarias”, resaltó el grupo garagero en un reciente post de su fotolog, en el que se lo puede ver con una Vespa al sonriente Matt. “Es un capo”, dicen Rolando Bruno y Pablo Bam Bam, guitarrista y baterista de Los Peyotes, respectivamente. “Tomaba y jodía como nosotros. Pero a la mañana siguiente era el primero en levantarse y tener todo listo para salir. El chabón se sentaba en la Van y antes de arrancar tiraba: ‘Are you ready?’ ‘Ready for destruction!’, le contestábamos nosotros. Y salíamos con todo (risas).”

En su tercera gira por Europa, Los Peyotes (que completan Oscar Hechomierda en bajo, JR Lemon en teclados y David Peyote en voz, guitarras y maracas) recorrieron ciudades importantes y famosas como París, Bonn, Madrid y Barcelona. Sin embargo, una de los lugares que más los sorprendió fue una pequeña localidad alemana llamada Tubingen. “Ahí nos sentimos como en Disney, como en cuento de Heidi o de Hansel y Gretel”, cuentan, todavía maravillados. Y la comparación surge por el característico paisaje del lugar (praderas verdes, callecitas y casas que parecían hechas de chocolate). Y por el trato, digno de un cuento de hadas. “El tipo que organizó el show nos llevó a recorrer toda la ciudad, en bote, tipo Venecia. Y a la noche terminamos tocando en una casa que había sido okupa, pero que después pasó a estar bancada por la municipalidad. Pensemos que iba a ser el show más tranqui. Y explotó.”

Allí, como en el resto de la gira (que tuvo un público que osciló entre cien y mil personas), Los Peyotes pudieron hacer gala de su show frenético, crudo y arengador, que ya es un clásico de la pequeña escena garagera local. Y que tiene en la banda comandada por David Peyote su exponente más salvaje y certero. Teclados Farfisa y cortantes guitarras fuzz que transportan a una realidad cuasi paralela (clase Z) como los ruedas de colores que hipnotizaban a Batman en la serie de Adam West. Y todo bajo la sombra de Perú; una mitología (¿una ascendencia?) que los propios integrantes se preocupan por alimentar, a partir de su amor por los pioneros Saicos y cierto look –morocho e incaico– que la banda luce orgullosa.

Sin embargo, y por más que Los Peyotes –como se dijo– siempre fueron reconocidos por sus performances de alto voltaje sobre el escenario, hasta ahora venían sintiendo que no habían podido plasmar esa energía en sus discos (Psychotic Reaction de 2002 y Cavernícola de 2006). Un desfasaje que –notaban– no ocurría con el resto las bandas garageras que hoy pululan en Europa y alrededores. Los Peyotes empezaron a preguntarse porqué los grupos de allá sonaban tan poderosos si después, cuando las veían en vivo, comprobaban que “no eran para tanto”. Y la respuesta la encontraron en la ficha técnica de los vinilos y CDs, y en dos nombres propios que se repetían invariablemente: Circo Perrotti, un estudio ciento por ciento analógico de Gijón, España; y Jorge Explosión, el bajista de los míticos Doctor Explosion y director artístico del estudio.

La banda, entonces, fue al encuentro del mentado Jorge. Y sus integrantes sintieron una gran felicidad cuando el productor los recibió con los brazos abiertos y les dijo que –por supuesto– “ya los conocía”. Ahí nomás, en los huecos que les dejaba la gira, se pusieron a grabar el disco (que ya tiene título: Garage o muerte) y accedieron al “secreto” de su técnica: básicamente, volver a las fuentes. “Nos hizo grabar todo en cinta, como nosotros también hicimos acá. Pero con la diferencia que después había que mandarlo directamente a la fábrica de vinilo. Sin pasar por la compu. Ahí estaba la clave”, explican, reveladores. Y al comparar el estudio con experiencias anteriores, ambos Peyotes coinciden: “Circo Perrotti es tan primitivo que entrás y enseguida entendés cómo funciona todo. Los otros estudios están llenos de filtros y Protools que te alejan del sentido originario de grabar, que es simplemente tomar un instrumento y registrar lo que hacés.”

–Para Garage o muerte, ¿se encerraron más en el género o se permitieron algún tipo de desvío?

Bruno: –Je, nos permitimos un desvío...

Bam Bam: –Sí, esta vez aceptamos de cara al viento nuestras influencias latinoamericanas. Como Los Saicos o Los Yorks, por ejemplo. Y tuvimos un espíritu más peruano, si se quiere. Más castellano.

Los Peyotes incluso grabaron para el disco una cumbia peruana (!). Y reconocen que algunos años atrás no se hubieran imaginado que terminarían tomando este camino más heterodoxo. “Si nos lo contaban, no lo hubiéramos creído. Pero de tanto escuchar bandas peruanas descubrimos esas cumbias psicotrópicas de los ‘60. ¡Y nos copamos!”

–¿Cómo lo tomó el público europeo?

Bruno: –Muy bien. Muchos se cagaban de risa. Y la mayoría terminó bailando.

Igualmente Los Peyotes nunca fueron extremos adictos al purismo, por más que –está claro– amen el género como pocos. “Siempre nos gustó mezclar dentro del garage. Tener el tema bailable y a continuación el tema podrido”, asegura Bam Bam. Y Bruno coincide: “No podemos hacer un rocanrol de tres acordes. A ese le tenemos que agregar una cosa que no cuaje, un cuarto acorde misterioso. Siempre nos pasó eso”.

–Al ver el buen recibimiento que tienen en Europa, ¿les tentó la idea de instalarse allá?

Bruno: –Por ahora no. Muchos tenemos vidas estables acá. Pero en un momento nos planteamos qué hacíamos. Porque muchas veces nos surgen invitaciones a Estados Unidos, Chile, Brasil, y eso tampoco nos permite mucho tener una continuidad acá. Yo por ejemplo tengo la vida parada. No puedo estudiar nada, ni agarrar trabajos que no me permitan viajar.

–Muchas bandas vuelven resentidas cuando vuelven de Europa o EE.UU y notan la diferencia en el reconocimiento. ¿A ustedes les pasó algo similar?

Bruno: –No sé si bronca, pero es cierto que la diferencia se nota. Aunque acá ya estamos acostumbrados a que muchas veces haya que correr al organizador de la fecha para que te pague. Allá terminás el último acorde y viene un tipo y hasta por ahí te paga de más, si sobra. Incluso hay menos celos entre las bandas. Hay una fraternidad europea, festejan los cumpleaños juntos. Esas cosas. De todas maneras, lo que también hablamos con los chicos es que acá tenemos la oportunidad de evangelizar. Y algunas cosas están cambiando. Antes no mucha gente conocía a los Kinks. Y hoy es una banda más reconocida. ¡Falta que pase lo mismo con los Sonics!

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