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jueves, 17 de septiembre de 2009

LEANDRO LOVATO PRESENTA MI ESENCIA, EN EL ATENEO



Chacareras aeróbicas

Por Karina Micheletto

Las fotos de Leandro Lovato ponen en primer plano su tatuaje. Un árbol, un quebracho, aclara él. “No es cualquier árbol: tiene un agujerito que es donde Sixto escondía su violín. Y le cuelga un violín ahorcado, que representa la salamanca”, explica. La decisión del símbolo indeleble la tomó unos diez años atrás, y Sixto Palavecino, el destinatario del homenaje, respondió al honor con una cachetada en la cabeza del joven, y un solo comentario: “¡Muchacho loco! ¿Te pensás dejar esto para toda la vida?”. Aquel muchacho loco creció, hizo una carrera solista, llegó a ganar el Premio Consagración de Cosquín. Mañana mostrará sus credenciales en Buenos Aires, con la presentación de su nuevo disco, Mi esencia, en el teatro ND Ateneo (Paraguay 918). Lo hará junto a un seleccionado de invitados del universo folklórico, entre los que estarán Los Carabajal, Los Manseros Santiagueños y el cuerpo de danzas nativas Raíces Jujeñas.

Lovato conoció a Don Sixto Palavecino de chiquito, porque su abuelo era vecino del santiagueño, en Salavina. Sus comienzos como solista, de hecho, tuvieron mucho que ver con la guía del “violinisto sachero”, como le gustaba definirse al patriarca santiagueño. “Yo tenía veinte años, y la vida solucionada: tocaba con Tamara Castro, con Los Carabajal, con El Chaqueño Palavecino. Trabajo no me faltaba y tenía mucha libertad. Tamara, por ejemplo, me confiaba los arreglos de la banda y la elección de los temas”, recuerda el violinista. “Fue Don Sixto el que comenzó a insistirme: muchacho, vos vas a tener que pensar en hacer tu música. Tarde o temprano vas a sentir la necesidad de hacer tu propio camino. Hasta entonces a mí ni se me había pasado por la cabeza la posibilidad de hacer una carrera propia”, cuenta.

Así llegó la oferta de Don Sixto: “Un día me preguntó: ‘¿Cuándo vas a venir a grabar conmigo?’. Casi me muero, nunca me hubiera animado a pedírselo, no me atrevía a molestarlo. Vino a grabar aprovechando que le pagaban el pasaje por otra invitación, y no me quiso cobrar ni el taxi. Cuando lo acompañé a la puerta me dijo: ‘Espero que no me hayas hecho perder tiempo. Acá arrancaste tu disco’”. Lovato le hizo caso, y en unos meses estuvo listo Herencia, que en 2001 marcó sus comienzos como violinista de folklore. No fue el único proyecto que compartió con Palavecino: En 2007 dirigió y arregló el disco del santiagueño Por la misma huella, que se distribuyó gratuitamente en las escuelas rurales. Lovato no suele mencionar esta relación a modo de presentación: “No quería que la gente interpretara que quería usar la bondad de Sixto para promocionarme. Yo quería aportar a que él tenga su homenaje merecido, pero por mérito mío”, explica.

Lovato, nacido en Rosario y cultor de las más veloces chacareras santiagueñas, supo cultivar en los festivales del país un estilo que alguna vez fue definido como “folklore aeróbico”: melodías veloces, cantidad de notas, un manejo del escenario que implica correr de un lado al otro con su violín siempre bien arriba. “Y bueno, si dicen que hago folklore aeróbico es porque soy el creador de un estilo, eso es nuevo en el folklore, ¿no?”, se ríe él.

–¿Y cómo piensa manejar ese estilo en el contexto más íntimo de un teatro como el Ateneo?

–Me gusta la idea de tener a la gente ahí, bien cerquita. Pero yo calculo que a la mitad del show a la gente se le va a salir la cadena. Bah, se me va a salir a mí... ¡Lugar para bailar seguro que no falta!

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