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lunes, 2 de marzo de 2009

VINICIUS DE MORAES: SU TORMENTO


Una compilación de poemas revela las angustias del autor brasileño

FRANCHO BARÓN - Río de Janeiro - 02/03/2009


Vinicius de Moraes (Marcus Vinícius da Cruz de Mello Moraes, Río de Janeiro, octubre de 1913 - julio de 1980), aún usaba pantalón corto cuando recorría los pasillos del colegio católico Santo Inácio con versos de su autoría escondidos en los bolsillos del uniforme. Varios elementos apuntalan la poco conocida tesis de que Vinicius de Moraes fue, en realidad, una persona profundamente atormentada, ciclotímica y de complejas dudas existenciales, frente a la imagen de showman parlanchín, bromista y propenso a las copas, las mujeres bonitas y la noche que existe de su persona desde hace décadas.


La editorial brasileña Companhia Das Letras ha publicado recientemente una nueva selección de poemas del que fuera íntimo amigo del compositor Antonio Carlos Jobim, que viene a profundizar en la teoría de que Vinicius de Moraes, más allá de un icono de la bossa nova, fue un hombre eternamente angustiado. Poemas Esparsos (Poemas sueltos) incluye algunos versos inéditos, anotaciones y textos explicativos de grandes figuras de la cultura brasileña, como los poetas Ferreira Gullar y Carlos Drummond de Andrade, o el compositor y músico Caetano Veloso.

El coordinador del volumen, el también poeta Eucanâa Ferraz, inaugura el epílogo de la siguiente manera: "Los dramas de Vinicius de Moraes nunca fueron los propios de la poética. Desde Camino a la distancia, su primer libro (...), los problemas de expresión de una inquietud existencial estuvieron en un primer plano y allí permanecieron instalados, ineludibles como un destino".

Efectivamente, en los dos primeros poemarios rubricados por Vinicius, Camino a la distancia (1933) y Forma y exégesis (1935), una atmósfera de culpabilidad y desasosiego se apodera de los versos. Según explica Castello en un extraordinario ensayo publicado el pasado enero en la revista cultural brasileña Bravo!, la mujer surge en este periodo del poeta incipiente como una figura inocente e intangible, mientras que el hombre cobra la categoría de ser inferior y sucio, indigno del amor y la compañía femenina.

En ambos volúmenes, catalogados por Castello como "poesía metafísica", la masculinidad se presenta como "un lastre que mueve a los hombres por impulsos carnales y arrobos de violencia". Vinicius, a todas luces, sentía repugnancia de su propia condición masculina, pero no por ello renunció a ella.

En Brasil, a Vinicius se le conoce cariñosamente como "o poetinha" (el poetilla), un diminutivo que viene a enfatizar su faceta más primaveral o, más preocupante aún, que con no poca condescendencia rebaja su porte y solvencia como intelectual a una categoría inferior. "Vinicius rompió con la imagen de los grandes poetas y narradores de su época. Mientras Guimarães Rosa o Clarice Lispector eran figuras consagradas de la literatura brasileña, Vinicius entraba más y más en el folclore de Río de Janeiro, algo que dañó profundamente su imagen de gran intelectual", comenta José Castello, crítico literario y autor de la más completa biografía de Vinicius de Moraes, O Poeta da Paixao (El poeta de la pasión).

Vinicius de Moraes simultaneó su intensa producción literaria y periodística con una maltrecha carrera diplomática que lo llevaría a Los Ángeles, París y Montevideo. Nunca soportó las rigideces del protocolo propio de las embajadas y los consulados. Cuentan que cuando no estaba de humor para ponerse el traje y la corbata e ir a trabajar, el autor de la letra de Garota de Ipanema despachaba y recibía visitas en calzoncillos en sus dependencias de la residencia oficial. En París, las mesas de Le Bar Anglais hacían las veces de oficina en horarios de trabajo y fue allí donde continuó su descenso a los infiernos del whisky y los romances furtivos (fue en este lugar donde cultivo la infidelidad a su tercera esposa, Lila Bôscoli, con la mismísima Marlene Dietrich).

En un intervalo de 41 años, desde su primera boda hasta 1980, año en que falleció, Vinicius vivió una serie de nueve matrimonios, unos más tempestuosos que otros, sin contar con los innumerables affaires paralelos con que intentaba camuflar su eterna insatisfacción emocional. "El amor sereno significaba la muerte para él. Si no vivía en una permanente euforia amorosa entraba en depresión. Sufría lo que los psicólogos actuales denominan bipolaridad", explica Castello.

Saboreó la miel del éxito y de la fama en Brasil y en el resto del mundo, pero nunca obtuvo el respeto de los círculos intelectuales de su época. Según Caetano Veloso, el propio Vinicius le dio la clave en una conversación privada en su casa del barrio carioca de Jardim Botânico: "Yo prefiero la musiquita, las mujeres bonitas... de esta manera la poesía fluye. No quiero aquello (el trabajo disciplinado y meticuloso del poeta serio y comprometido)".

Precisamente ésa es la imagen que quedó del gran Vinicius de Moraes en el imaginario popular: la de un hombre ebrio, con un vaso de wisky en la mano, rodeado de amigos y mujeres hermosas, tarareando canciones que exaltaban la felicidad y la ligereza de los veranos eternos de Río de Janeiro.Según un biógrafo, el poeta sufría un trastorno de bipolaridad

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