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lunes, 2 de marzo de 2009

La industria musical


El futuro será primitivo

Qué cansinos son los profetas. Pienso en los que proclaman la extinción de las discográficas, el fin del copyright, el eclipse del CD. Entiendo que son frases rotundas, que tienen garantizado el titular y que llenan de orgullo bíblico a sus autores. Los apocalípticos se deleitan extendiendo el certificado de defunción al CD, pensando que eso supone un golpe mortal a las odiadas disqueras.


La industria musical todavía depende mayoritariamente de los compradores de CD

Ignoran que ése es el sueño húmedo de los ejecutivos más despiadados. Para ellos, la desaparición del soporte físico significaría prescindir de fábricas, almacenes, transportistas, vendedores y tiendas. Recortan gastos, adelgazan plantillas; nada de lidiar con proletarios gruñones o regatear con minoristas. ¿Un paraíso empresarial? Sí, lástima que les arrollara el tren de Internet antes de establecer un sistema de pago.

Las discográficas siempre aspiraron a simplificar su modelo de negocio. Conspiraron para cargarse el single por poco rentable. Y reemplazaron el disco de vinilo por el CD. Felizmente, el vinilicidio no se consumó. Los dj se resistieron a perder su soporte favorito y la demanda creció con las tropas retro, los amantes del beat, el soul, el punk. Ahora el vinilo es tendencia. Hasta las multinacionales vuelven a prensar y comercializar vinilos.

Para los diseñadores de futuros, conviene recordar que no suele ser "esto o lo otro". Más bien tiende a "esto y lo otro". Convivirán los soportes por comodidad, calidad sonora, fetichismo, hábitos. Leo una crónica del Digital Music Forum East, conferencia neoyorquina de profesionales donde se presentan datos y se intenta retratar al mercado. El reportero se muestra boquiabierto. Creía que la gran mayoría de los estadounidenses era como él: la música le llega vía iPods, móviles, ordenadores. Resulta que dos terceras partes de los consumidores de música en EE UU sólo escuchan CD y radio. Ignoran las descargas legales o ilegales, pasan del streaming. De hecho, la industria musical todavía depende de los compradores de CD, mucho más numerosos que los que pagan por descargas, compran entradas para conciertos o adquieren objetos de merchandising (las otras fuentes principales de ingresos). Parece que periodistas y disqueros hablamos de boquilla: tenemos poca información sólida sobre los modos en que el público consigue, usa, conserva la música.

Un experto avisa además de que tampoco son tan fiables las encuestas, los estudios de mercado y los focus groups, reuniones donde se exprime a consumidores supuestamente representativos.

Descubrió que había un abismo entre lo que contaban y su práctica real. Sus declaraciones no coincidían con lo que había en sus reproductores personales, sus coches, sus casas. Un ejemplo: los más jóvenes, siempre conscientes del factor cool, aseguraban que preferían el sonido del vinilo, por su "autenticidad", pero eso no significaba que tuvieran giradiscos activos o que ampliaran su colección más allá de lo heredado de padres y hermanos mayores.

Ah, el título de esta columna esconde un guiño a Les Primitifs du Futur, simpática orquestina francesa que suena como si nunca hubiéramos pasado de las pizarras de 78 rpm. Benditos sean los raros y los que van contra corriente.

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