Admirado por George Harrison y discípulo de Ravi Shankar, Singh Sachdev es uno de los mayores exponentes vivos de la música clásica india. De paso por Buenos Aires, cuenta los secretos de su instrumento milenario y recuerda que así como "estamos en un mundo, la música también es una".
SINGH SACHDEV "Somos afortunados de tener a este excelente músico entre nosotros", dijo George Harrison sobre el músico indio. Por Juan Ignacio Sixto.
"Esta música ha ayudado a la gente a salirse de la granja propia", dice Gurbachan Singh Sachdev, palabra por palabra, en un inglés con un timbre típico y reconocible. "Una nota a la vez", sentencia y la metáfora se vuelve piel. El maestro flautista de la India, que ha llegado a convertirse en el cultor de una de las músicas más antiguas de la historia del hombre, de visita por unos días en Buenos Aires, habla de todo: del hombre en sí mismo, de la lucha por los territorios, del arte de la flauta de bambú y la universalidad del lenguaje musical que le ha permitido romper las barreras entre Oriente y Occidente.
Mitad de un lado y mitad del otro, con jeans, camisa típica, descalzo y con medias deportivas, Sachdev espera paciente ante cada pregunta. Habla con la simpleza con la que alguna vez el New York Times describió su música. "El sonido de su flauta resuena con pureza indescifrable". "Pero una nota a la vez", repite él, sonríe y explica: "Porque la música clásica de la India (Hindustani Shastrya Sangit) es una forma melódica. No como la Occidental, que es de naturaleza armónica. Por eso cada nota es tan importante para nosotros".
Radicado en California, Estados Unidos, desde 1970, Sachdev, alumno de Vijay Raghava Rao y del famoso Ravi Shankar, hoy con 75 años, ya ha recorrido más de 50 países con sus giras. Grabó 16 discos y hasta llegó a negarle la invitación al guitarrista de jazz John Mclaughlin, que lo convocó para hacer fusión. Comenzó a tocar la flauta bansuri (del sánscrito baos, bambú, y ovar, nota) a los 14 por su cuenta, a partir de la música folklórica que escuchaba, y todavía recuerda cómo llegó a ese instrumento: "Cuando era niño, en verano, y había vacaciones en la escuela por dos meses, mis padres me llevaban a la estación de la colina, conocida como Shimla. Íbamos a hacer caminatas, y en el valle fue donde escuché a los pastores tocar la flauta. El sonido me pegó directo en el corazón. Allí sentí que ese era el instrumento que quería tocar".
Pero las historias se repiten de un lado y del otro del globo. "Debes convertirte en doctor". Ese fue el precepto de sus padres. Sachdev decidió entonces seguir medicina para satisfacerlos. Hizo la preparatoria de la carrera e ingresó a la universidad, pero no pudo tolerarlo. "No podía tocar mi instrumento. No podía practicar. Lo odié y tuve que dejarlo", cuenta. Pero la decepción de su padre que había sido Patwari (recolector oficial de impuestos) lo obligó a intentarlo de nuevo: "Estudié ciencias políticas y economía, y ambos se pusieron contentos. Pero, bueno, llegó un momento en que dije 'ya está, dedicación completa'", y así comenzó su historia.
"Somos afortunados de tener a este excelente músico entre nosotros", reconoció George Harrison años después. Luego de escuchar su música, según palabras del maestro, el Beatle le pidió que grabara junto a Ravi Shankar y la Orquesta de Bangladesh. El maestro Sachdev vino cerca de 15 veces a la Argentina y con el "espiritu zen" que ronda el mundo y llegó hace tiempo para quedarse entre los porteños, cordobeses, rosarinos y tucumanos -entre el yoga, los centros de meditación, de retiros espirituales y los ashrams- suma cada vez más seguidores. "Es como estar delante de un Piazzolla", se entusiasma Rasikananda Das, tablista, que va a acompañar a Sachdev en sus presentaciones en Buenos Aires, junto con Ariel Chab-Tarab, sitarista, los dos argentinos y fieles representantes de la música oriental en el país.
Para Rasikananda Das, "la moda de la espiritualidad" es otra historia. "Se está haciendo cada vez más conocida la música India. Pero hay mucho esnobismo. Por suerte cada vez son más los que llegan por la música y la toman como algo serio". Y desde esa seriedad adyacente la explican dos alumnos argentinos que vinieron a escuchar a Sachdev: "Los ragas son formas melódicas que transmiten un sentimiento o momento del día. Hay masculinos, los ragas, y femeninos, los ragini. Pero son importantes los ciclos del universo para que un raga suene con su mejor intensidad".
A pesar del "zen universalizado", el mundo está divido, y Sachdev lo recuerda con el ejemplo de su tierra natal. "Pakistán e India fueron uno. Tienen la misma música. La gente es la misma. La cultura es la misma. Hasta la comida es igual", relata con cierta nostalgia. "Hay que entrar más en profundidad para entender el enfrentamiento", dice y prefiere no hacerlo. Los dos países están entre los diez más poblados del mundo y cada uno por su lado ha bregado desde siempre por el territorio. "Una nota a la vez", repite y reza: "la música de la India ayudará a detener el conflicto". Para Sachdev hay una conexión en ese lenguaje universal que ya ha roto las fronteras. Así lo cuenta y la voz resuena siempre a tono: "estamos en un mundo, la música también es una".
0 comentarios:
Publicar un comentario