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jueves, 29 de octubre de 2009

VIRGILIO ESPOSITO: Por Andres Calamaro



La última “session”

Por ANDRES CALAMARO

Ya había escuchado el CD que grabó Virgilio con Melopea, producido por Litto Nebbia; además, “Naranjo en flor” es un tango que recobró vigencia en los ’80, en el canto de Roberto Goyeneche. Yo estaba en Madrid, viviendo solo, cuando se presentó, por dos veces, Virgilio en el Suristán, para presentar, a puro piano, este disco, una delicia de disco, tan sensible que es además el debut solista de un compositor de historia que, con los inconvenientes que esto puede acarrear en el género, fue versátil y escribió pop, bolero y lo que quiso. Pues me fui a verlo a Virgilio conmigo como única compañía, aunque en Suristán me encontré con el cantor Juan Sosa (familiar mío).

Expósito se presentó con aparente humildad, pero fue desgranando anécdotas y convicción, contando y cantando las canciones, una maravilla que, aquellos que escucharon estas grabaciones finales, ya conocen. Me decidí a encarar al maestro, animado por mi admiración y el entusiasmo que generaba este formato de piano y canto. Cuando lo vi en el escenario me pareció reconocer al “troesma” que me había tomado examen de ingreso en Sadaic, algo que jamás pude confirmar, aunque según Juanjo Domínguez es muy posible que así fuese. Bueno, lo encaro a Virgilio para preguntarle si “estaría” dispuesto a meterse en un estudio y grabar algo juntos. Entre la señora y el maestro me dieron el sí, y al día siguiente lo pasé a buscar, a las cuatro de la tarde, por el hotel donde paraba el matrimonio. Nos subimos en un taxi y fuimos al estudio Sintonía, que tenía, por entonces, dos pianos muy buenos. Entonces noté que Virgilio se adormecía, que de a ratos se quedaba dormido, no me di cuenta de que era la enfermedad; este dato me lo corroboró después un informado Charly García; así, pensando que Virgilio dormía siestas cortitas, llegamos al estudio y repasamos “Naranjo en flor”, y fue una auténtica lección de cante e interpretación. Expósito me corrigió la melodía: no soy intérprete de tangos, ni especialista, ni de la generación del tango, y recuerdo las melodías como creo recordarlas, y eso también me pasa con mis propias canciones. Hablamos y grabamos un rato largo, y en alguna parte tengo la grabación de la session íntegra, con los diálogos y los intentos, con todas las “tomas”. Yo giraba las melodías y las cambiaba en la tradición rockera, lo que dio pie a una frase grandiosa, que es –en sí misma– una lección de lo que el tango es y como debería interpretarse.

Yo “interpretaba”, pero Virgilio se agarraba la cabeza, entonces dije: “Maestro, le estoy poniendo feeling”, y Virgilio soltó: “¿Qué pasa, pibe? ¿La melodía que yo escribí no tiene feeling?”... ¡Qué bueno!

Así grabamos un rato largo, una clase particular de cómo debería cantarse el tango, o este tango en particular; además Virgilio me contó la lindísima historia que cuenta en esta entrevista y que revela el origen del salto armónico que pega el tango con estos compositores contemporáneos a Gardel. Me imagino a un Homero de catorce años en el tren, leyendo las “partes” y “escuchando” las melodías en la lectura, y la armonía también. Quizás es una anécdota que resume el desarrollo del tango todo; la aparición de armonías no criollas, el jazz inspirado, a su vez, por los contemporáneos europeos y el tránsito migratorio de las orquestas del sur a Chicago y a Nueva York. No sé dónde quedan Canaro y Julio de Caro en el mapa del tiempo, pero esta ternura de anécdota explica el peso armónico, y la modernidad, de las obras de los hermanos Expósito. Virgilio me acompañó y cantó el inmortal y genial “Naranjo en flor”, una canción inexplicable sabiendo que está firmada por dos muchachos de veinte años para abajo, un tango lleno de misterio y riquezas, una letra que podría haber escrito un hombre grande, y un planteo armónico y melódico que resiste el tiempo y jamás pierde actualidad. En 1998 terminé la grabación en Circo Beat, el estudio de Fito Páez; solamente agregamos un clarinete de Melingo, pensé que invitar a Daniel a la ultima grabación de Virgilio correspondía. (Expósito murió un mes antes de que estuviera lista una mezcla para escuchar.) A partir de entonces agregamos “Naranjo en flor” a nuestro repertorio y la gente la cantaba con emoción, incluso en España (especialmente en España), lo mismo que “Jugar con fuego” (escrita y grabada con Mariano Mores), que es una canción que el público recibe y responde como si fuera un éxito pop o rock.

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