El fin de la policía de la música
Tony Wadsworth, presidente de la Industria Fonográfica Británica, plantea un nuevo escenario en el que no se busca criminalizar a quienes se descargan música y se buscan los recursos en otros lugares. Y la Argentina va en un camino similar.
Por Ian Burrell *
Tony Wadsworth era presidente y director ejecutivo de EMI cuando Radiohead abandonó la más famosa compañía discográfica de Gran Bretaña y decidió empezar a entregar su material por una suma cercana a la nada, o por lo que los fans quisieran pagar por él. Pero el reconocidamente genial Wadsworth no tiene resentimientos. En cambio, admira a Thom Yorke, Ed O’Brien y los muchachos por haber sacudido a la industria de la música y haberla hecho pensar de modo más radical. “Pensé que lo que hicieron era muy interesante e innovador, porque lo que provocó fue cuestionar la noción de dónde proviene el valor de la música.” Puede que su magnanimidad tenga que ver con el hecho de que su rol principal ahora es como presidente de la Industria Fonográfica Británica (BPI), lo que significa que está obligado a identificar medios de asegurar la futura salud de un negocio en el que su país continúa brillando. El Reino Unido es el tercer mercado musical más grande del mundo (con un 10 por ciento de las ventas mundiales, sólo detrás de Estados Unidos y Japón) y el año pasado tuvo la tasa más alta de compra de CD en el planeta (con 2,2 por habitante).
Pero, mientras el CD en sí mismo empieza a sentirse arcaico, el “negocio” tiene que cambiar, y Wadsworth asegura que ya lo ha hecho. “En realidad soy muy optimista con respecto al futuro de la música –dice, mientras come un plato de risotto en un restaurante italiano cercano al puente de Westminster, en Londres–. Es la forma de arte que mejor conecta con los seres humanos, sin ser demasiado pretencioso en mi afirmación. La demanda de música y el amor por ella siempre será una parte clave del comportamiento humano.”
Todo bien, pero una generación completa de seres humanos está conectándose con la forma de arte sin contemplar la compra de un CD, incluso declinando a hacer un micropago por una descarga cuando es más fácil conseguir la canción por nada. Según Wadsworth, el futuro modelo de negocios de esta industria quizá no esté basado en la ventas de música habituales durante mucho más tiempo. En el espacio de un año, la proporción de ingresos derivados de otras fuentes –conciertos, merchandising, publicidades, licencias digitales, transmisiones– ha crecido de 121,6 millones de libras esterlinas (11,4 por ciento de los ingresos totales en 2007) a 195 millones (18 por ciento del total en 2008).
“La industria está cambiando de un negocio basado en las transacciones hacia un negocio de uso y licencias”, afirma Wadsworth, que cita los juegos interactivos Guitar Hero y Rock Band como fuentes clave de ingresos. Las oportunidades de que la industria musical se incorpore al mundo publicitario han crecido con la división de los medios, asegura. “Cuanto más proliferen los medios de comunicación, más oportunidades hay, porque la música es un contenido increíblemente versátil y puede ser usada en asociación con muchos otros medios diferentes. Puede ser el contenido exhibido –como cuando comprás un álbum– o puede ser usado en conjunto con contenido visual, si consumís una película. O puede ser el fondo. Hay muchos niveles en los que puede ser consumida la música”, dice Wadsworth.
El directivo está entusiasmado con el ingreso generado por sitios de suscripción de música como Spotify y We7, y por el creciente ingreso en royalties recolectado por el cuerpo de la industria PPL de parte de las emisoras, negocios y bares. Artistas y sellos se lo pasan pensando de modo diferente acerca de cómo poner sus productos en el mercado. En particular, él llama la atención sobre el lanzamiento de Memoirs of an Imperfect Angel, de Mariah Carey, que saldrá con un librito de 34 páginas producido por la revista Elle, y que incluirá avisos de estilo de vida lujoso de clientes tales como Elizabeth Arden y el Ente de Turismo de las Bahamas. “Obviamente, hay mucho dinero de las marcas de lujo sobre la mesa –dice Wadsworth–. Las marcas se han dado cuenta de que la marca Mariah Carey de algún modo se alinea con eso y el ingreso que deriva de allí puede pagar el lanzamiento del disco, lo cual es una movida muy innovadora.”
El modelo de Radiohead para vender su álbum In Rainbows en 2007, dice Wadsworth, no se trató sólo de entregar las descargas por muy poco, también tuvo que ver con hacerle marketing a una edición de lujo en CD. “Hubo una campaña física, 25 o 30 libras por un box set especial, que le generó un gran ingreso a la banda. Ellos dijeron ‘aquí tienen dos caminos extremos para consumir la música’ y todos los modos que haya en el medio son legítimos”. El reporte de ese lanzamiento hecho por The Times tenía como título “El día que murió la industria musical”. Wadsworth desafía esa clase de pensamiento al decir que fue una ventaja para la música estar en la primera línea de fuego cuando empezó la revolución digital. “Esta fue la primera industria de contenidos en ser afectada por el intercambio no oficial de archivos, pero al ser la primera también hemos tenido mucho más tiempo para adaptarnos.”
Fue hace una década, cuando Wadsworth recién se hacía cargo de una EMI todavía optimista por la era del britpop, con una nómina que incluía a Radiohead, Blur y Supergrass, cuando él se dio cuenta por primera vez de la amenaza de las bajadas. “Mi gurú de Internet me dijo: ‘En este disco está todo el catálogo de Los Beatles y acabo de bajarlo de Internet’. En ese momento pensé: ‘Las cosas van a ser diferentes a partir de ahora’”. Wadsworth trabajó en EMI durante 26 años y durante una década a cargo de la compañía supervisó el crecimiento global de artistas británicos como Coldplay, Gorillaz y Amy Winehouse. También enfrentó las críticas cuando Rudebox, el disco de Robbie Williams, no logró recuperar lo esperado en un artista con un contrato de 80 millones de libras esterlinas. Cuando EMI fue comprada por Terra Firma, la compañía de capital privado de Guy Hand, artistas como Radiohead y Paul McCartney decidieron que sus futuros estaban en otro lado. Wadsworth los siguió en su camino fuera de EMI en enero del año pasado y Music Week dijo que su partida había causado “consternación y confusión” entre los artistas del sello.
La decisión causó impacto en la industria musical en su conjunto, porque Wadsworth ya era presidente de la BPI. El eligió seguir en ese rol y ha hecho su parte en ayudar a darles forma a los intentos del gobierno de castigar el intercambio ilegal de archivos. Al hablar sobre esto, le cuesta enfatizar que las compañías discográficas no ven como villanos a quienes intercambian archivos. “A menudo se acusa equivocadamente a la industria de querer criminalizar a sus consumidores –dice–. Ninguna de las soluciones que apoyamos involucran la criminalización. Todo lo que queremos es un marco de trabajo legislativo que sea efectivo, no un martillo para romper una nuez.” Los estudios de la BPI, según él, sugieren que muchos de los que bajan ilegalmente responden ante llamados de atención básicos. Aquellos que toman material sin licencias a gran escala se enfrentan a que sus proveedores de Internet (ISP) les reduzcan el ancho de banda, pero Wadsworth explica ansiosamente que al incorporar esa penalidad “no se les está quitando Internet”. Suavemente, suavemente: ése es el estilo Wadsworth.
Hace poco, Lily Allen, a quien el directivo llevó a EMI, escribió un texto bastante más fuerte en su blog de MySpace, donde decía que el intercambio ilegal de archivos hacía “más y más difícil que emerjan nuevos artistas”, lo que dejaba a los charts dominados “sólo por títeres pagados por Simon Cowell”. Esa clase de pesimismo no va con Tony Wadsworth. “El desarrollo de tecnología ha significado que la música se consuma en más lugares y en más formas que nunca antes, y eso es fantástico –dice–. Debemos asegurarnos de que el consumo resulte en cuotas justas que vuelvan a la gente que crea música y que invierte en ella. Pienso que estamos llegando a eso, pienso que estamos venciendo en esa batalla.”
* The Independent de Gran Bretaña.
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