Camino sin atajos
El contrabajista volvió a trabajar en formato de trío en su tercer álbum y contó con los aportes de Daniel Viglietti y el Chango Farías Gómez. Lo mostrará en vivo el viernes en La Peña del Colorado.
Por Karina Micheletto
En la música de Pablo Tozzi hay ritmos y paisajes de la música argentina, hay un origen jazzístico que impone también sus formas, hay temas propios que en la voz de invitados como Verónica Condomí cobran el vuelo de la canción, sin ataduras de género. Y hay un trío que se conoce desde hace rato, con contrabajo, batería y piano como un sólido equipo capaz de crear climas fecundos. Después de su experiencia en grupos como El Terceto, con el gran Norberto Minichillo, Tozzi ha emprendido un camino propio en el que se enorgullece de no haber tomado atajos y que ahora se plasma en su reciente disco Cueca negra. Este viernes a las 21.30 lo presentará en La Peña del Colorado (Güemes 3657), con el Mono Izaurralde como invitado. Después de editar Visible cercano y Raíz madre, éste es el tercer trabajo de Tozzi con su trío, la misma formación desde 2002: lo acompañan Néstor Lamónica en batería y Sebastián Jackimzuck en piano. “Soy de viajes largos”, bromea el contrabajista. “Me interesa mantener y ver crecer los laburos con continuidad en el tiempo. Para un disco se puede llamar a gente que toca muy bien o que sea muy conocida, pero no se da lo mismo. Priorizo la cuestión humana y musical a largo plazo: hay vivencias como las de las giras que hacen sonar de otra manera”, asegura.
–¿Cuál es la diferencia de girar con un sesionista?
–A esta altura, en esta música hay una especie de aguante: no es fácil seguir poniendo el pecho, no siempre hay plata para repartir, no hay promesa de fama a cambio (risas)... Y los tipos siguen ahí, firmes. Les interesa tocar, ni más ni menos. Además son bastante hippies, como yo, y me gusta estar en contacto con ese tipo de músicos. Son los que eligen ir a hacer la música que les gusta antes que ir a hacer el laburito al Hotel Hilton. Es una simplificación, pero para mí es una definición posible.
–¿Y cuál es el balance de estos años?
–Cuando escucho los tres discos noto un crecimiento y también un rumbo más definido para el lado de la canción. El primero ya era un esbozo de esa línea, con una mezcla jazzera con folklore, pero acá la música se fue claramente para el lado de la canción, es el más concreto. Lo bueno es que no hay ninguno que sacaría de circulación, porque no hubiese sido posible este disco sin los otros dos. Es como una vuelta a todo lo que me nutrió desde mi infancia, alrededor de cosas como el nuevo cancionero latinoamericano. Después de deslumbrarme por la posibilidad de la improvisación, por el jazz y músicas más eruditas, esto es como una vuelta a la simplicidad. Y también una forma de salir de cierta postura de la improvisación como cuestión medio masturbatoria: eso de tocar sólo para uno mismo no me parece válido artísticamente.
–En el disco hay invitados de diversas procedencias. ¿Cómo los eligió?
–No los elegí, me halagaron con su presencia. Y también hay una idea de continuidad en la gente que me acompaña en los proyectos: el Mono Izaurralde, Verónica Condomí, Chango Farías Gómez, Liliana Herrero o Daniel Viglietti, que estuvieron como invitados en mi primer disco. Es gente que viene a tocar por gusto, por el puro placer y nada más. Que estuviera Viglietti en el primer disco para mí fue el sueño del pibe: lo vi en los ’80 en el Luna Park con Benedetti y era mi ídolo. Que después terminara tocando conmigo es mucho. Lo mismo me pasó con el Chango Farías Gómez, a quien seguía por teatritos cuando formaba MPA; lo admiraba y lo admiro. Y ahora no sólo toca conmigo en este disco, además hace un tema mío. Es muy halagador.
–¿Cuán difícil es hacer este tipo de música hoy?
–Para nadie es fácil, nunca. ¿Acaso Mingus o Bill Evans la tuvieron fácil? Es lo que me toca, y lo acepto, tampoco me siento especial por eso. Escuché a José Pablo Feinmann explicar en su programa de Encuentro aquello de “pesismismo de la razón, optimismo de la voluntad”: decía que cuando uno toma determinadas decisiones se encuentra en soledad, y eso hay que bancárselo. Me quedó esa frase, porque siento que esto es así: si te ponés a pensar racionalmente no hacés una banda, no hacés música, o al menos no hacés este tipo de música. Hay una voluntad que te lleva a hacerlo y eso no te convierte en héroe. Es lo que me sale hacer y es lo que hago.
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