Argentina en un mapa sonoro
El joven intérprete, que se caracteriza por la apertura de sus elecciones, dedica un álbum, que incluye un CD y un DVD y que cuenta con producción de Lito Vitale, a clásicos como Aguirre y Ginastera y a estrenos de autores como Golijov y Senanes.
Por Diego Fischerman
El título, mínimo, es Compositores argentinos. Debajo, el nombre del intérprete y el instrumento que toca: “Horacio Lavandera. Piano”. La presentación, bella y cuidada, es tan inusual como lo que se encuentra dentro del disco. Y, aunque nadie tendría por qué saberlo, como las propias circunstancias que rodean su publicación, el estreno de un nuevo subsello de la Sony, dedicado a la música clásica argentina y producido artísticamente por Lito Vitale. El nombre de la aventura es Calle Angosta y en esta luminosa inauguración, Lavandera, también un pianista atípico. Interpreta composiciones de Julián Aguirre, Alberto Williams, Alberto Ginastera, Carlos Gardel y Astor Piazzolla junto a obras nunca antes grabadas y dedicadas a él por Osvaldo Golijov, Fabián Panisello, Gabriel Senanes y Esteban Benzecry.
“Hay tantos pianismos como compositores”, decía el intérprete en una entrevista publicada por Revista Teatro Colón. “Por otra parte, en mi opinión, si de épocas se trata, a cada compositor debemos enmarcarlo en su momento histórico y así veremos que, más allá de una cierta comunidad de estilo, no sólo existe un pianismo para los siglos XX o XXI, sino muchos, y lo mismo sucederá con la época comprendida entre los siglos XVI y XIX.” Lavandera se caracteriza por ubicarse en un panorama mucho más amplio que el que suelen mirar los jóvenes virtuosos del piano. Es más, en su caso el virtuosismo, aun cuando interpreta repertorios más cercanos a la corriente central del mercado clásico, como Chopin, queda siempre en un segundo lugar. Apenas el punto de partida para construir miradas siempre ricas y enriquecedoras de aquello que para otros es casi una rutina. Si la palabra no estuviera tan devaluada y si no fuera una suerte de pecado utilizarla en relación con la música, tan ligada en el imaginario colectivo al sentimiento, habría que decir que Lavandera es, siempre, un intérprete inteligente.
En este álbum que incluye además un DVD, el paisaje se divide entre la revalorización de piezas bastardizadas por la costumbre, como los notables “Huella” y “Gato” de Aguirre, donde la sutileza de ataques y el color armónico van mucho más allá de la simple postal pintoresca, hasta los estrenos en que, más allá de su diversidad estética, pueden leerse las relecturas y las polémicas contemporáneas acerca del tema de la identidad nacional en el campo de la habitualmente impoluta música clásica. En ese aspecto, las obras que resultan más interesantes son las de Senanes, con una aparente sencillez que no hace otra cosa que poner en escena un afán comunicativo que no necesita renunciar a la creatividad, y “Levante”, de Golijov, donde, con su habitual estilo omnívoro trabaja, como si se tratara de objetos encontrados, con materiales folklóricos judíos. El abordaje de Lavandera es tan riguroso como emotivo. Para él el filologismo y el respeto extremo a la partitura son, sencillamente, maneras de hacer que la música viva. Formado inicialmente en Buenos Aires con Antonio de Raco, con un apabullante control técnico y un marcado interés por el repertorio más actual, para él Beethoven, Debussy o Chopin siempre pertenecieron al mismo universo que Alban Berg, Luigi Nono o Stockhausen, con quien trabajó codo a codo alrededor de la interpretación de sus obras. Un universo que ahora, además, incluye un variado mapa argentino y que, para mejor, ha quedado fijado en un disco ejemplar.
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