MEJOR NO HABLAR DE CIERTAS COSAS
Hoy presentan La casa de la noche, trabajo plagado de citas a la nocturnidad. María se pone mística y dice que no quiere hablar de ciertas cosas, por si acaso éstas se vuelven realidad.
Por Daniel Jimenez
“Todos los discos de Rosal tienen una idea, un eje que los atraviesa. Y son siempre diferentes ideas. En el primero, el eje conductor era la educación sentimental; en el segundo, la banda; el tercero es raro porque tiene gusto a transición y éste habla de la noche. Aunque creo que todo el eje de Rosal es la educación sentimental.”
Tímida, delicada, introspectiva y ligeramente etérea, la cantante María Ezquiaga se parece mucho a Rosal. O al revés. Sus gestos suaves y refinados son un reflejo de la música de la banda que integra junto a Ezequiel Kronenberg y Martín Caamaño, y que acaba de dar a luz a su cuarto vástago: La casa de la noche. Un viaje a través de la nocturnidad que no necesariamente le apunta a la noche como disparador de historias de amor, muerte y locura, sino como un espacio de oscura melancolía.
En un austero departamento en el corazón de Balvanera y bajo la pesadez gomosa que sólo genera la salida del sol tras la lluvia, María cruza sus delgadas piernas, habla, piensa, analiza cada respuesta y ríe corta y nerviosamente cuando sus palabras parecieran haber encontrado la definición perfecta.
“En el momento que grabamos el último tema de Su majestad me di cuenta de que ése era un disco de transición, diferente, y que era bueno ir por ahí. Porque ese tema abría una dirección, un sentido”, dice María sobre la canción homónima que cierra su tercer álbum y está dedicada a su hermana Mechi. “Entonces todos caímos en que queríamos dar un paso más allá, aunque los ejes conductores de cada disco no son forzados por mí. Siempre fui intuitivamente hacia donde me llevaba la música, hasta que de pronto me di cuenta de cuál era el eje sin pensarlo antes. Nunca dijimos: ‘Vamos a escribir temas que sólo hablen de la noche’. No. Empezamos a escribir con Guadalupe (Gaona) y el disco sigue las huellas de lo que escribimos con ella. Recién ahí me percaté de que las canciones hablaban de la noche, por eso las que no estaban en ese rumbo quedaron afuera.”
Voz de un disco poético y orquestalmente pop, ensalzado por sutiles arreglos de corno francés, violín, cello y glockenspiel, Ezquiaga asegura que le gusta escribir con otra persona y define a esa simbiosis como un estado delicado: mezclar dos universos distintos para crear uno nuevo, único, personal. Gaona viene a tomar el lugar que dejó Julieta Ulanovsky, room mate compositiva con la cual escribió básicamente su debut Educación sentimental; experiencia que María señala como una unión “más musical, donde nos juntábamos a improvisar y a tocar. Con Guadalupe es diferente porque escribimos letras juntas, o yo le pongo música a una letra de ella, o ella escribe para una música mía. Es un proceso complejo, pero así hicimos muchas canciones juntas”.
–¿Qué es lo que no te gusta de una canción?
–No me gusta cuando las canciones no se entienden, cuando la letra no se entiende. A veces te enroscaste tanto que el que escucha no entiende de qué se trata la letra, o te hacés un moño con lo que querés decir, o bien la música no te resulta interesante. No sirve enroscarse de más. Tampoco me gustan las canciones negativas. Sé que este disco tiene una cosa oscura y por momentos se vuelve muy... no sé, yo creo en ciertas cosas. Por ejemplo, el grupo Virus tenía un cantante que murió de sida: un virus. Qué sé yo, no me gusta despertar esas cosas.
–¿Pensás que Rosal podría tocar en un festival con una grilla de bandas de rock?
–Rosal es una banda de rock. Aunque creo que la palabra “rock” ya es una estrategia de marketing. Hoy ponen “rock” al lado de Coca-Cola y se vende un poco más, entonces no es nada transgresor. Tal vez tendríamos que inventar otra cosa que sea como eso y que no se llame más así. Si algo trae consigo una ruptura debe ser necesariamente otra cosa, y ya no el rock como lo conocemos.
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