Una terraza bajo el cielo de Londres
Hace 40 años, Los Beatles ofrecieron su último concierto desde una azotea londinense. Antesala de la separación del cuarteto, la jornada marcó un hito en la historia de la música popular del siglo XX.
Por: Gariel Martín Cócaro
GET BACK. Aquel último tema, interpretado 40 años atrás.
POCO MÁS DE MEDIA HORA duró el set de canciones que Los Beatles interpretaron en los techos de la disquera Apple. Un concierto histórico.
A finales de 1968, Los Beatles estaban en problemas. Si bien sus producciones musicales seguían siendo brillantes y exitosas, el contacto con el público era inexistente: hacía dos años que sólo se dedicaban a grabar y no tocaban en vivo. Durante ese período, el rodaje del clip promocional de "Hey Jude" (en el cual el grupo interpretaba la canción rodeado de fans ) fue la excepción a una rutina laboral que amenazaba con perpetuarse. Para Paul McCartney existía un único camino: volver a las giras. Sin embargo, a esta altura, el cuarteto mostraba por primera vez signos de desgaste. La idea del bajista parecía acertada, pero chocaba contra la apatía de John Lennon y Ringo Starr y la total negativa de George Harrison, quien se rehusaba a revivir la histeria de la beatlemanía .
Tras arduas negociaciones, llegó una aparente solución: compondrían nuevas canciones que serían presentadas en un concierto, filmado con vistas a un programa de televisión. Si bien se reservó una fecha en el teatro Roundhouse de Londres, el proyecto fue cancelado tras una propuesta de Michael Lindsay-Hogg, el cineasta contratado para dirigir la filmación. Según él, la vuelta de Los Beatles merecía un escenario especial como, por ejemplo, un anfiteatro romano en Trípoli. A esa posibilidad, se sumaron otras: un coliseo en Marrakech, algún club de Los Angeles y hasta se consideró un lujoso crucero transoceánico. Denis O'Dell, director del departamento fílmico de Apple, el sello de los músicos, sugirió que aunque el lugar del show no estuviese claro, se podía comenzar a filmar los preparativos pensando en un documental a modo de complemento de la obra principal. Finalmente, los ensayos (y el rodaje) arrancaron el 2 de enero de 1969 en los estudios cinematográficos Twickenham.
En las sesiones, el grupo repasó nuevas y antiguas creaciones e incluso clásicos del rock and roll de los '50, pero sonaba descoordinado y carente de energía. A ese inconveniente, se sumaron otros. Por un lado, el cumplimiento de un plan laboral acorde a las necesidades del equipo de rodaje, que se tradujo en largas y tediosas jornadas en el frío y lúgubre plató. Y por el otro, la manifestación de diferencias internas que entorpecieron la marcha de la empresa. McCartney, por lejos el más entusiasta, siempre aportaba ideas y generaba música pero, a veces, su efusividad se transformaba en despotismo y terminaba restringiendo la libertad de sus compañeros, sobre todo la de Harrison. El guitarrista había crecido como compositor y, a esa altura, alumbraba piezas tan valiosas como las de John y Paul. Consciente de ello, exigía mayor participación y no se callaba cuando sentía amenazada su autonomía artística. A este panorama, se sumó la displicencia de Lennon provocada por su adicción a la heroína y a Yoko Ono, invasora presencia que irritaba aún más los ánimos. Mientras tanto, las cámaras lo filmaban todo pero en vez de documentar a Los Beatles trabajando terminaron retratando su separación.
Luego de ocho días de ensayos, y tras una fuerte discusión con Lennon, Harrison abandonó la banda. Con un escueto "nos vemos en los clubes", el músico se marchó hacia su mansión. Menos de una semana después, George fue citado a un cónclave en la casa de Ringo. Allí, acordó su reincorporación pero impuso condiciones: no más programa de televisión, no más Twickenham y ningún evento faraónico para el concierto. También, se estableció que las nuevas composiciones formarían parte de un álbum de estudio pero grabado en directo, sin artificios sonoros, sólo con la capacidad instrumental y vocal del conjunto. Una suerte de regreso a los primeros tiempos del combo y sus performances en The Cavern, de Liverpool. La confección del disco sería filmada y se utilizaría como material para una película. El flamante proyecto, llamado Get back –en alusión al deseo de volver a las raíces– se puso en marcha.
Las actividades se trasladaron al estudio de grabación del lujoso edificio donde Los Beatles tenían sus oficinas, en el número 3 de Savile Row, pleno centro de Londres. Por sugerencia de Harrison, se incorporó al trabajo Billy Preston, prodigioso tecladista norteamericano y viejo amigo. Su presencia disminuyó la tensión reinante y le devolvió a los muchachos frescura y cohesión musical. Aun con nuevo integrante, las dificultades persistían. El grupo quería un disco honrado , sin trucos de edición pero, a la vez, ambicionaba un producto impecable. La búsqueda de la excelencia sin maquillaje resultaba agotadora. Así lo recordó George Martín, el sempiterno productor beatle, en el libro Antología : "empezábamos un tema y no acababa de salir y lo repetíamos una, dos, tres veces, hasta la prueba diecinueve: 'John, el bajo no ha quedado tan bien como en la prueba diecisiete, pero la voz está bastante bien. Vamos a repetirlo' (...) No se acababa nunca, porque nunca era perfecto. Y se hacía interminable". Con todo, en esas tortuosas sesiones se dieron forma a "Two of us", "Let it be" y "The long and winding road", entre otras perlas.
Para entonces, el equipo cinematográfico tenía suficiente material pero el filme necesitaba un cierre, por eso el grupo volvió a tocar en vivo. El sueño tan ansiado por McCartney se concretó al mediodía del jueves 30 de enero de 1969, aunque en un escenario menos glamoroso que el imaginado. El lugar elegido fue la terraza del edificio de Apple. Allí, junto a Preston y sin previo aviso, Los Beatles dieron su último show. La banda arrancó con una ajustada versión de "Get back" y, cuando la música empezó a sonar, las peleas y sinsabores quedaron atrás. En esos definitivos cuarenta y dos minutos, la agrupación volvió a ser una unidad. Lennon, luciendo un tapado de piel corto de mujer, arrancó inspirados punteos de su guitarra y regalaba una visceral versión de "Dig a pony". Harrison, aportó exquisitos arreglos para "Don't let me down". Ringo, con un impermeable de plástico rojo y su cabello metiéndose continuamente en los ojos, fue una aceitada máquina de ritmo para "One after 909". Y McCartney, entregó todo su caudal vocal para una potentísima versión de "I've got a feeling". Eran cuatro viejos camaradas ingresando definitivamente en la historia, mientras tocaban hacia la nada.
El cuarteto ofrecía su actuación mientras los desprevenidos transeúntes se amontonaron en la calle tratando de adivinar cuál era el origen de ese estruendo que provenía del cielo. Y afortunados oficinistas se convirtieron en espectadores de lujo por su estratégica ubicación en azoteas o escaleras de incendio de edificios próximos. Sin embargo, semejante evento fue demasiado para las elegantes sastrerías y los prestigiosos estudios de abogados del vecindario. Alguien llamó a la policía y, en minutos, un grupo de uniformados se hizo presente. Algunos se encargaron de hacer circular el tránsito y otros llegaron al improvisado escenario para exigirle a los músicos que parasen de tocar. Años después, rememorando ese episodio para Antología, Ringo afirmó: "la policía me decepcionó (...) cuando subieron yo estaba tocando y pensé: 'ojalá me lleven a rastras'. Lo deseaba porque nos estaban filmando y habría quedado genial que se hubieran cargado la batería a patadas y todo eso". El número de cierre fue una nueva interpretación de "Get back" y tras ella, volvió la calma para los atribulados vecinos.
Al día siguiente, Los Beatles y Preston dieron los toques finales a tres canciones y Get back llegó a su fin. Disconforme con los resultados, la banda se desentendió del armado final del producto y, seis meses después, se puso a trabajar en lo que sería su último álbum, Abbey Road. El ingeniero de sonido Glyn Johns tuvo la infausta tarea de escuchar la montaña de cintas grabadas para seleccionar el puñado de temas a editarse. Pero todas sus maquetas fueron vetadas y el proyecto quedó archivado hasta la aparición del productor Phil Spector, quien se puso a trabajar en el disco que, bajo el nombre de Let it be, vio la luz el 8 de mayo de 1970 y funcionó como banda sonora del filme homónimo, estrenado doce días después con el conjunto ya disuelto. La película recogió imágenes de Twickenham, de los estudios Apple y del concierto que marcó el fin de la mayor aventura musical del siglo XX. "Quisiera darles las gracias en nombre del grupo y del mío, y espero que hayamos pasado bien la prueba", fue la irónica despedida de Lennon en aquella terraza hace ya cuarenta años. Vaya si la pasaron.
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