En la primera declaración de la última entrevista que dio antes de morir, Virgilio Expósito recordó: “Mi viejo nos puso estos nombres, Homero a mi hermano y Virgilio a mí, y parece que nos anticipaba el camino por el que más tarde anduvimos”. Era una frase que repetía en sus conciertos, siempre antes de tocar alguna canción compuesta junto a su hermano, el poeta Homero. Sus vidas y sus obras están ligadas. Componiendo todos los días, entre ambos construyeron un repertorio ineludible dentro del tango canción. Composiciones como “Maquillaje”, “Chau no va más”, “Naranjo en flor” y el bolero “Vete de mí”, del que se han grabado más de 400 versiones, incluyendo las de Bola de Nieve y Caetano Veloso. Fue uno de los músicos más representativos de la generación del ’40. En la última década de su vida colaboró con artistas sobresalientes del rock argentino, primero con Litto Nebbia, luego con Charly García en la banda de sonido de Funes, un gran amor, y después con Andrés Calamaro, tuvo de alumnos a Juan Carlos Baglietto y a Max Masri, uno de los creadores del tango electrónico. También abonó el terreno del proto rock argentino: a fines de la década de los ’50 se convirtió en productor discográfico de Billy Cafaro y viajó a Estados Unidos tocando en un barco con una orquesta de jazz. Apenas una parte del camino que anduvo junto a su hermano y en el que los puso Manuel Juan Expósito. El padre había sido criado en la Casa de Niños Expósitos, el hogar de huérfanos de la calle Montes de Oca, en Buenos Aires, hasta que se escapó de su familia adoptiva, se fue hacia Banfield y después a Zárate, donde comenzó a trabajar en una panadería, luego se empleó en el ferry que transportaba los trenes hacia Entre Ríos, llegó a dominar cuatro idiomas y más tarde fundó una confitería con la que se convirtió en pastelero de profesión, a la vez que se mantuvo activo como poeta y director de teatro con ideas anarquistas.
En dos casetes TDK quedó guardada la hilacha de voz de Virgilio contando su vida, habló lento, tranquilo, pausado. Se le notaba el cansancio, pero se entusiasmaba al hablar de la obra de Francisco Canaro, de Astor Piazzolla, recuperaba la vitalidad mientras revolvía sus cosas en busca de viejas partituras que citaba y tocaba en el piano, en el living de su piso en Recoleta en el que se amontonaban dos teclados, una computadora, carpetas y estanterías con discos y adornos de su esposa. Era 1997 y sus dos hermanos ya habían fallecido: Homero en 1987 y Luis María en 1992. Había dado clases desde la mañana y estaba en la semana de una mudanza. Fueron cerca de dos horas de anécdotas y recuerdos, habló de lo que quiso pasando del piano al sillón, recitando y cantando fragmentos de sus obras, forzando a que las preguntas interrumpieran su monólogo. Era como si supiese que le quedaba poco tiempo. Fundamentalmente mostró su compromiso con el trabajo y su pasión por el camino emprendido. Contaba su vida cantando sus obras, una ternura recia viaja en su voz chiquita y áspera.
HOMERO Y VIRGILIO ESTUDIAN LOS CLASICOS Y LOS NUEVOS
“Piazzolla decía: ‘A mí me nefriega (sic) todo lo que dicen estos tipos. Ahora lo voy a torcer, voy a hacer lo que yo quiero y si no les gusta, que se vayan a la mierda’. Algunos tipos dicen que hay un Piazzolla, vamos a decir, hasta el tango de Pichuco y otro después del tango de Pichuco. Yo digo que hay dos partes en mi vida: hasta los 9 años y después de los 9 años. Mi hermano Homero era un tipo muy inquieto. Cuando yo tenía 9, él ganó un concurso literario, ahí cumple quince y papá le dice: ‘Bueno, cumplió quince años y va a tener un día solo en Buenos Aires, haga lo que usted quiera. Acá tiene 200 pesos’. ¡Era un sueldo! Entonces Homero vino por primera vez a Buenos Aires solo, se bajó en Retiro y dijo: ‘Si mi papá caminó hasta Banfield, yo voy a caminar hasta llegar adonde yo quiera’. Empezó a caminar por la calle Maipú y se fue, atravesó Corrientes y encontró la primera casa de música, la casa Breyer, que vendía pianos. Entra y dice: ‘Yo de tangos lo sé todo, creo que debo tener todo. Yo busco otra cosa, otros nombres, otra idea’. Entonces, el vendedor le dice:
–Usted debería meterse en asuntos de jazz.
–¿De jazz? ¿Cómo es?
–Vea, siga, camine treinta o cuarenta metros más y se va a encontrar con la casa Neuman.
Va a esa casa que tenía toda la música importada que se pueda imaginar, editada por ellos mismos, y mi hermano se llevó doscientos pesos de música. Incluido todo, todo, ¿eh? No quedaba nada. Cayó en mi casa con la ‘Rhapsody in Blue’, con el álbum de Duke Ellington, toda la música de Gershwin, todo, todo, todo lo que había. Y entonces me dice: ‘Mirá, esto va a ser un despelote, así que si no empezamos por ordenarnos un poco se nos va a armar un quilombo. Porque vos fijate hasta dónde hemos llegado. Tocá este tango que vos tocás’, y yo toqué ‘Churrasca, mi churrasquita’ (canta).
–Es una cosa incipiente al lado de todo esto que es música popular, eso es muy incipiente.
–Y... pero es de Lomuto –le dije.
–Está bien que es de (Francisco) Lomuto. ¡Te digo que es incipiente al lado de lo que hacen estos tipos! A ver tocá esto.
Yo miro y le digo:
–Pero a mí no me van a alcanzar los dedos, esto es difícil.
–Bueno, entonces ponete a estudiar, empezá por orden, a ver, cazá esto.
–Pero acá dice medio tempo y yo no sé cómo será, ¿qué será?
–Yo tengo algunos discos que traje, vamos a escuchar y ahí vamos a ver cómo es.
Y ahí empezamos y le dimos a todo este asunto del jazz que parecía hasta mentira. Yo a los 20 días tocaba ‘Sofisticated Lady’ de Duke Ellington como si fuera una cosa corriente y era una música muy mejorada la que habíamos encontrado. Le decía a Homero: ‘Esto es raro’, y él me decía: ‘Esto ahora es raro para nosotros que estamos acostumbrados a otra música. A corto plazo todo esto es antiguo para nosotros’.
Homero tenía sus rayes. Efectivamente al poco tiempo era antiguo para nosotros. Y bueno, ahí descubrimos cómo era aquella música. Descubrimos cómo se llamaban las partes de una pieza de música: tema, repetición del tema, después un verse o un puente y después repetición del tema para fin. Cuatro veces ocho compases, en 32 compases estaba todo.
Me dice: ‘Los mexicanos, fijate vos, se han afanado de aquí para hacer el bolero’. Vemos efectivamente que estaba con la misma medida del bolero, nada más que uno estaba en 4x4 y el otro iba en el ritmo del bolero. Ahí nos dimos cuenta de que había que estudiar en serio las canciones para saber componer. Yo componía canciones que me parecían, apenas como me parecían y Homero les ponía letra. Así hicimos una canción que se llamaba ‘Vete de mí’.”
ATENTO HASTA DORMIDO
Virgilio nació el 3 de mayo de 1924 en Campana, pero a los tres días se mudó a Zárate, nació 5 años después que su hermano Homero y cinco años antes que Luis María, sus padres eran Manuel Juan Expósito y Rafaela del Giúdice Cafaro. En los cinco años que separan el nacimiento de Homero del de Virgilio, el hermano mayor se ganó gracias a sus imitaciones y actuaciones el apodo de “Mimo”; también ganó un premio por disfrazarse de lámpara y su apodo de infancia se convirtió en el nombre de la confitería que la familia Expósito abrió y dirigió en Zárate.
Virgilio comenzó a estudiar el piano a la edad de cuatro años, se formó en música clásica y estudió con el violinista alemán Juan Elhert, que formó a una generación de músicos que integraron su orquesta y luego se lanzaron al público de Buenos Aires: Armando Pontier y los campanenses Héctor “Chupita” Stamponi y Cristóbal Herreros. Cursó sus estudios primarios en Zárate y el secundario en el Liceo Militar de Escobar, donde enseñaba música Alberto Ginastera.
Viajando en tren conoció a su primera esposa: Ofelia Inés Bertolotti. Sentada junto al piano vertical alemán en el que Virgilio aprendió a tocar, Mónica, la mayor de sus cuatro hijos, cuenta: “El vivía acá en Zárate y mi mamá en Escobar, y él tenía que tomar el tren para ir a Escobar para casarse por civil. Se fue a tomar el tren y, como siempre, llegaba corriendo, siempre a último momento, toda la vida fue igual. Corrió en la estación al tren que ya había salido, se cayó entre el andén y la vía y todos los vagones, que no sé cuántos eran, le pasaron por encima y le golpearon la cabeza, entonces en cambio de casarse estuvo internado, todo roto. Desde ese momento le quedó una disritmia cerebral que la llevó toda su vida: podía estar en el cine viendo la película y de pronto parecía dormirse, porque se le dormía una parte del cerebro, pero otra le quedaba despierta. ¿Entonces qué pasaba? La gente que iba con él podía pensar que se dormía y podía comentar lo que quería. Pero cuando veías que se despertaba, te contestaba lo que vos estabas diciendo. La gente quedaba atónita. La disritmia te afloja, es un mal bombeo de la sangre del corazón y quedaba así. Tengo fotos de él dormido dirigiendo una orquesta. Arrastró esta disritmia desde los veinte años durante toda su vida. Pero no murió de eso, él murió por un aneurisma de aorta abdominal que tenía un montón, cuando lo abrieron creían que tenía uno, pero tenía un montón. El sabía que el día que lo operaran de eso se iba a morir porque había tenido infartos pasivos. Me pidió permiso para operarse luego de descomponerse y me dijo: ‘Me quiero operar porque quiero vivir’”.
EL TANGO Y EL BOLERO, UN SOLO CORAZON
¿”Vete de mí” fue una de las primeras obras que compusieron juntos?
–No. Debe haber sido la obra número 150, porque todos los días componíamos una o dos canciones. Ya para ese entonces el cantante Gregorio Barrios había grabado algunas cosas mías. Cuando hicimos “Vete de mí”, decíamos: “Che, qué tema tan difícil, está siempre arriba, esto no lo va a querer grabar nadie”... Hasta que decidimos evitar el verse de 8 compases que va en el medio, donde cambia la melodía por otra cosa. Dijimos: “Vamos a hacer dos partes de 16 compases”. Y ahí hicimos un bolero. Hoy, “Vete de mí” es la canción que más ha transformado al género del bolero; nosotros le pusimos bolero a “Vete de mí” porque teníamos quién nos iba a grabar. Estaba este chico cantando boleros, y le dije: “Ponele que es bolero y chau”. En ese momento se va a Cuba el otro cantante de bolero que recién había podido lograr algo, que cantaba igual que Gregorio Barrios, lo imitaba: Daniel Riolobos. Trajo a dos chicas chilenas que eran muy buenas, Sonia y Miriam, les monté el bolero a las chicas para que tuvieran una obra para estrenar, cantaban una maravilla. Se fueron a Cuba y la primera carta que recibo de él me dice: “Hace tres horas que estoy en La Habana, entonces antes de cambiarme para ir a trabajar a la noche me dicen: Vaya y crúcese ahí, se va a encontrar en el bar con algún músico. Fui y no era un bar, era una boîte. Había un tipo cantando, extraordinario, me quería morir: el tipo era el mozo”. Esa era la primera impresión que yo tuve de Cuba. El que cantaba era el mozo, quiere decir que ése es un pueblo donde todo el mundo canta. La cuestión es que “Vete de mí” fue un despelote. Se enloquecieron.
Poco antes de la entrevista, Virgilio había visto el documental titulado Vete de mí. “Trabajo yo y este cubano... ¿cómo se llama?”. Virgilio se perturbó varios minutos por el olvido. “Fiuuuuuuuú, ¿cómo puede ser que no me acuerde el nombre de este tipo? Cuestión que el bolero entró. En una segunda carta, Riolobos me dice: ‘¿Te acordás que te decía que los mozos cantan? En una sola noche tuve que cantarlo cinco veces porque la gente quería que yo cantara ese bolero y nada más. Si te digo que tengo un éxito acá, lo tengo con tu bolero’. Yo decía: ¿con mi bolero? Hace 52 años de esto. Cuando me llamó el director del documental me dijo: ‘Me he dado cuenta de que su bolero es uno de los más grandes lazos que tenemos con los cubanos’. Yo le dije: ‘Pero, ¿qué tiene que ver?’. ‘No hay un cubano que no sepa Vete de mí’, me dijo.”
Virgilio contó que la película lo emocionó tanto que la primera vez no pudo terminar de verla. “¡Bola de Nieve se llama la persona que no recordaba! En el documental yo hago de Virgilio Expósito, voy al puerto y despido al barco en el que se va Riolobos; en Florida toco un tema de Bola de Nieve, después toco ‘Vete de mí’. Aparecen imágenes de Bola de Nieve cuando estaba vivo y coleando, gritando por una ventana. Es excepcional lo que este muchacho hizo en 18 minutos. Con decirte esto te digo todo: mientras van los títulos finales, van dos barquichuelos, como dos canoas: son dos pianos. Y entran a flotar así en el mar y cuando se encuentran en el medio de la cosa, este de acá que es rubio lo saluda al de allá que es un negro, Bola de Nieve, y la cosa sigue y sigue así hasta que se van cuando se pierden los pianos.”
UN TIPO DE 5 MIL AÑOS
Litto Nebbia le propuso registrar para el sello Melopea las composiciones clásicas de la dupla que conformó con su hermano Homero. Aceptó y grabó en poco tiempo dos discos, Cancionística y Melódica. Una obra intensa, emocionante, y una muestra de la honestidad artística de un músico que transitaba serenamente el final de una larga y apasionante vida. Con una voz mínima y un acompañamiento de lo más sutil transmite lo que esas canciones, que conocieron cientos de versiones, quisieron decir en el momento de su creación.
Para acompañar los discos, Virgilio accedió a unas pocas y emotivas presentaciones en las que se exhibió solo, en piano y voz. Se presentó en la explanada de la Biblioteca Nacional como invitado de Nebbia, tocó con él y Fats Fernández, y fue ovacionado por una multitud. En 1997, Juan Carlos Baglietto presentó el 6 y el 7 de junio en el teatro Opera el espectáculo Baglietto - 15 años, con artistas invitados. Virgilio cantó con él “Naranjo en flor” y la versión quedó grabada. Días después, Virgilio viajó a Europa de gira. Allí grabó por última vez: con Calamaro, en España, el 20 de junio. Acá no tocaba con tangueros y estaba marginado dentro del ambiente del tango. El decía que era por su forma de cantar, pero muchos creen que se debía a una entrevista en Página/12 en la época de presentación de Cancionística (1993), en la que dijo que Carlos Gardel era un genio musical, pero que nunca se le habían conocido novias o mujeres, y que estaba solo. Más allá del enojo de muchos tangueros, Virgilio nunca se encerró en el tango: tuvo orquesta típica desde los 16 hasta los 17 años, de jazz desde los 18 hasta los 22 y a los 23 fue director de la Orquesta de Radio Splendid. Durante los ’60 se fue durante 8 años a Brasil, donde trabajó para la RCA Victor y grabó dirigiendo una orquesta con Neil Sedaka y Paul Anka cantando en español. De vuelta en Argentina en los ’70 fundó dos sellos: Azur y Pincén, el primero abocado a grabaciones de poesía, ediciones de cantantes como Georges Brassens, y el segundo especializado en material político con títulos como Perón habla a la juventud, Chau Gatica, Eva Perón en la hoguera y Vietnam. También compondría “Chau no va más” con Homero y cambiarían nuevamente el rumbo del tango con una letra distinta sobre el fin de las relaciones amorosas y una postura vitalista: “Siempre vivir / ¡vivir intensamente! / porque ¿sabés qué es vivir? / Vivir es cambiar, / en cualquier foto vieja lo verás”. Virgilio había cambiado una vez más sobre el final: pasó de autor a intérprete de renombre internacional en sus últimos años de vida.
Durante los ’60, Virgilio Expósito viajó durante ocho años a Brasil, donde trabajó para la RCA Victor y grabó dirigiendo una orquesta (derecha) y grabando incluso con Neil Sedaka y Paul Anka cantando en español (arriba dos de esos discos). ¿De dónde surge la inspiración para la composición?
–Si yo hubiera tenido que vivir todo lo que he escrito sería un tipo de 5 mil años; con esto te quiero decir que se escribe sobre todo con imaginación. Yo nunca sé lo que va a pasar en los temas que escribo, empiezo a escribir y pueden pasar las cosas más inimaginables. Lo que es difícil es plantear un tema en forma clara, y resolverlo. Para mí es importante que el personaje de la canción no sea un tipo sucio.
¿A qué se refiere con que no sea sucio?
–Que el personaje que yo describo en la canción no cometa un acto vil, eso yo no lo puedo tolerar. En mi juventud yo me sabía todos los tangos porque de tango estaba minado. Venía un poco de la canción gauchesca. Los autores eran tipos como El Viejo Pancho, grandes poetas, de eso vale decir que siempre hubo grandes figuras en la canción popular. Cuando uno revisa un libro de canciones de una época se encuentra con que hay obras de Francisco Canaro. Canaro tiene un tango que se llama papappan papana tirirtitu papapa (canturrea) se llama... A ver... (se pone a revolver carpetas). La letra es de Julio Romero y la música es de Canaro. Estas canciones cantaba Gardel en sus primeras conquistas, era un fenómeno (sacude otra partitura que encuentra buscando la anterior). Mirá cómo escribía Roberto Firpo un tango, era un musicazo; no era un tango, era una orquestación, mirá acá: ésta es la parte que hacían los bandoneones, bandoneón bien fraseado, violines, variaciones para bandoneón. Escribía todo, un maestrazo era.
¿Dejaba lugar para la improvisación del músico?
–No, no había improvisaciones, el tango era todo escrito (encuentra otra partitura). ¡“Tomo y obligo”! Qué bueno...
¿Cómo hacía un compositor en sus inicios para que alguien se interesara en grabar sus temas?
–Se la escribía a otro; fijate “El pagaré”: no tiene ni nombre de autor. Y se vendían estas piezas, se agarraba toda la guita el editor. “La espera”, “Silencios”... había muchas obras. Este tango es del 1900 (sostiene una partitura), dice “Guardia Vieja” y no tiene ni fecha de edición, y es la editorial Riccordi. Para que te des una idea lo que hizo Canaro en el año 1914.
Se levanta, va hasta su piano Fender digital y empieza a tocar.
–¡Qué me decís, es del año ’14! Mucha gente habló muy mal y cualquier cosa de Canaro. Pero esto es de 1914. Después hubo tangos que fueron modernos, pero este tango es una barbaridad. La orquesta de Canaro tenía un bandoneón, un violín, una guitarra, un contrabajo y un piano: fijate la calidad de cosas que tiene. Todos los Canaro sabían música y escribían. Rafael, uno de los últimos, también era un fenómeno.
En cuanto a sus composiciones, ¿usted elegía el cantante?
–Muchas veces los hacíamos para nadie, para que queden ahí. Muchas veces decíamos: “Este tango es ideal para que lo cante, por ejemplo, Floreal Ruiz”. Entonces lo íbamos a buscar. “Naranjo en flor” la grabó él, fue el primero. Cuando se fue Piazzolla de la orquesta de Pichuco Troilo fue el primer tema que sacaron, lo ensayaron durante 23 días seguidos de lunes a domingos una hora y media, porque era un tema sumamente difícil para la época. Yo no sabía componer de otra manera, no lo sabía hacer más fácil. Hoy lo hubiera hecho más fácil. Empezó con la parte del medio, era lo único que teníamos.
Virgilio garúa unos acordes en el piano y canta: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento... / Perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento. / Después... ¿qué importa el después? Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado, / eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardado / como un pájaro sin luz”.
–Era muy difícil de cantar, nos faltaba la otra parte. Yo escribía la música y mi hermano Homero iba poniendo la letra. La verdad es que no sabíamos qué más decir porque imaginate que con lo que teníamos ya estaba todo dicho. Yo le decía: “Y ahora ¿qué carajo vas a hacer?”. “Y ahora voy a dar explicaciones: ‘Era más blanda que el agua, que el agua blanda, / era más fresca que el río, / naranjo en flor / Y en esa calle de estío, calle perdida, / dejó un pedazo de vida / y se marchó’”... Yo seguía con la música: “¿Y ahora?”. “Ahora hacé algo fácil. Al tipo ya lo mataste cantando, repetí notas, hacé algo fácil” (toca la parte instrumental).
Todo lo que resulta fácil también ha costado; era una tontería, pero había que hacerla: había que hacer 16 compases con eso. La segunda vez dice: “¿Qué le habrán hecho mis manos? / ¿Qué le habrán hecho / para dejarme en el pecho / tanto dolor? / Dolor de vieja arboleda, / canción de esquina / con un pedazo de vida, / naranjo en flor”. No importaba lo que digas ahí, si ya todo estaba dicho en la primera parte.
CUATRO PASITOS
Ahora se habla de un auge del tango, hay muchas academias de baile...
–En este país no pasa absolutamente nada. Auge del tango hay en Alemania, en Bélgica. Pero un auge increíble: en cualquier lugar salen 80, 90 parejas a bailar, y no bailan con todos los retorcijones que bailan acá en la televisión, que se necesitan dos folletos explicativos para poder bailar... No. Bailan sencillamente, dos pasitos para acá dos pasitos para allá, un pasito para el costado, una vuelta y cuatro veces y chau. Todos bailan diferente y bailan cuatro pasos. Mientras existan esos profesores de baile, el tango no va a caminar. Porque ésa es la verdad: ¿a qué maestro de baile fueron las sirvientas? ¿Los obreros? El pueblo todo que salía a bailar. El día que los argentinos no vayan a ningún maestro y digan: “Yo salgo, me dijeron que son dos pasitos así y dos pasitos para allá y bailaré con esos dos pasitos como pueda”. Así bailo con mi mujer, así baila tu mamá con tu papá y así bailaban los tipos que bailaban antes. El pueblo, ¿cómo carajo va a salir a bailar con esos profesores de baile?
¿Cómo lo contactaron del sello Melopea?
–Un día me encontré con Litto Nebbia y me dijo: “Tenés que venir a grabar para que quede un documento de tus tangos, de tus composiciones, de tu forma de cantar. Porque vos te vas a morir, como nos morimos todos y no hay derecho a que no quede un registro del trabajo de un tipo como vos. No digo que cantes los temas de otros. Vení y cantá tus temas”. Porque yo canto sin vibrato, sin gritar, viste lo que hacen los cantores de tango, se hacen los tenores, yo no quiero saber nada de eso. Yo digo. Por cantar así les llevo ventaja a todos los gritones al pedo, en poco tiempo me han invitado de todas partes del mundo, Alemania, Bélgica, Francia. Y el año que viene puedo irme a los mismos lugares, que me van a invitar de nuevo.
En el tango tampoco hubo un recambio de músicos, cantan tangos viejos.
–No hay porque tampoco hay intérpretes. ¿Cómo te explicás que haya en este país 300 cantantes mujeres y no llegue a 20 hombres? Ahora se están largando a cantar tangos tipos que antes cantaban otros géneros... Baglietto, por ejemplo, no canta cualquier cosa, sabe lo que está diciendo. Así también hay otros que me llaman y me dicen: “Hola, ¿qué quiere decir ‘más blanda que el agua’? Te lo pregunto porque quiero hacer ese tango y quiero saber lo que estoy diciendo”. Entonces yo doy una explicación. Digo: “Puedo hablarte muy en serio sobre el agua, te podría decir que existen aguas duras, después de aguas duras hay medio duras y medio blandas, y después aguas blandas. Es una clasificación física o química del agua. Pero el agua blanda no tiene nada que ver. Cuando el poeta dice: ‘¡Qué tristeza de olor de jazmín!’, ¿me querés decir dónde mierda está la tristeza en el olor de los jazmines? Está diciendo una cosa bonita, no una cosa concreta”.
¿Se arrepiente de alguna de sus composiciones?
–No, porque yo cuando voy a lanzar un tema para que sea interpretado, ya lo tengo muy estudiado. Mi hermano me decía: “Cuando la obra se te escapa de las manos, no tiene más correcciones; antes de largar una obra fijate muy bien lo que hiciste, porque lo que dijiste va a quedar para siempre”. Para darte un ejemplo, yo a los 14 años compuse el bolero “El momento”, que dice una pavada porque un chico de esa edad mucho no puede decir: “Hay en la vida momentos felices cual sueños y son realidad, / esos momentos mi vida son estos momentos y no durarán”. Hoy lo escucho y es perfecto. Es bastante concreto, no tiene mucho vuelo poético.
¿Su mujer es un apoyo para esas correcciones?
–Mis mujeres han sido grandes apoyos, cada una a su debido tiempo. Hasta ahora tuve cuatro mujeres.
¿Fueron críticas de su obra?
–No, la primera fue la madre de mis hijos, suficiente, ¿no es cierto? La segunda era más crítica, la tercera más crítica y esta cuarta es algo grande, es una hinchapelotas (risas).
La voz de Virgilio se achicaba más y tomaba grandes respiros. Se puso el saco del traje con el que había recibido a los periodistas en su casa y pidió que lo acompañaran a tomar un taxi. El grabador siguió prendido. La revista en que iba a salir la entrevista no sobrevivió al segundo número y nunca fue publicada hasta ahora. A los pocos días, Virgilio falleció.
¿Hay otro proyecto con Litto? El es un gran respetuoso de la música de acá. ¿Le gusta el trabajo que ha hecho?
–Sí, tengo un disco más para hacer, para Miami, son unas canciones que hablan mucho de actitudes y ámbitos de Miami. Tenía ganas de hacerlo ahora. Voy a ver qué pasa. A Litto lo tengo que ver mañana. Para mí, hay músicos de la Capital y músicos del interior. Y yo me llevo bien con Litto porque él es de Rosario y yo soy de Zárate, y nosotros no tenemos nada que ver con los porteños. A los porteños ya no les interesa nada y a nosotros sí. Podemos hablar dos días seguidos de música y sabemos perfectamente de lo que estamos hablando. A mí me vienen a ver de Zárate cinco, seis, diez tipos, ponele, pero el tema tiene que ser la canción. Porque de otra cosa no me gusta hablar, yo no soy de Boca, ni de Racing, ni de nada. Yo soy músico, ésa es la verdad.
Muchas gracias, la verdad es que la charla fue muy sustanciosa.
–¿Sustanciosa? ¡Para vos, pibe! Mucha suerte y espero que les haya servido. Espero que el artículo no sea decepcionante.