Terminó la segunda edición del Festival Internacional Jazz al Fin, organizado por la fundación Inti Main y devenido clásico de la Patagonia.
Por: Marcelo Pisarro
CRONICA. "Si buscan registros fidedignos pueden remitirse a los cables de Télam; si buscan críticas musicales pueden remitirse a cualquier texto que no sea éste" dice el autor.
Terminó esta semana la segunda edición del Festival Internacional Jazz al Fin, organizado por la fundación Inti Main y convertido ya en una crucecita fija en el calendario anual del extremo sur patagónico. Unos cincuenta artistas pasearon su música por Ushuaia y Río Grande, en Tierra del Fuego, repartidos en conciertos, clínicas y otras actividades. En relación al año anterior, todo mejoró: creció el número de concurrentes, se ajustó la programación, la sala de conciertos fue óptima, los eventos satélites despertaron interés entre propios y extraños. Hubo música atractiva, se dio el puntapié inicial para nobles emprendimientos, quedaron chismes para cotorrear durante un año entero. ¿Qué más se puede pedir?
La comodidad, la mala memoria, la pereza y la falta de méritos impiden un registro sistemático de las actividades, incluso una valoración estética de estas actividades bajo la coraza teórica del análisis crítico. Si buscan registros fidedignos pueden remitirse a los cables de Télam; si buscan críticas musicales pueden remitirse a cualquier texto que no sea éste. Las que siguen son apenas unas pocas observaciones inconexas, parciales, reunidas sólo por la presencia del autor. No se quejen. La otra opción es reventar cables de Télam y combinarlos con referencias trilladas al fin del mundo, el frío, la distancia y el arte.
A continuación, pues, algunas cosas que te pasan si estás vivo, en Tierra del Fuego y en Jazz al Fin.
#1. El héroe Malosetti. El calendario de eventos internacionales y de onomásticos personales jugó a favor. Por un lado, esta edición de Jazz al Fin se adelantó una semana, para que el festival no rivalizara con el hegemónico campeonato mundial de fútbol. No es que no se pueda andar en bici y comer chicle al mismo tiempo, pero ya se sabe de la capacidad del mundial de fútbol para restar gente de otros ámbitos: oficinas, escuelas, hospitales, despachos gubernamentales, comisarías, festivales de jazz. Por otro lado, la velada de apertura coincidió con el cumpleaños número 79 de Walter Malosetti, que fue recibido con honores y paseado de aquí para allá como un héroe de la guitarra.
Le dieron pergaminos, platos conmemorativos, apretones de manos de burócratas y figurones. El hombre estaba contento, aunque a cada rato insistía en que el
cuore ya no le alcanzaba para tanto afecto. Cuando le pedían algunas palabras, insistía en que no es bueno para los discursos y que mejor le preguntaran.
―Mejor pregunten y trato de responder dentro de mis posibilidades ―decía el viejo zorro―. Voy a tratar de acordarme de lo que pueda.
Es un truco sutil, pero truco al fin: jugarla de viejo distraído. Incluso cuando cerró la primera noche, en
la Sala Niní Marshall de
la Casa de
la Cultura, insistía entre tema y tema en su papel de no saber muy bien dónde estaba. Después tocaba y estaba clarísimo que sabía muy bien dónde estaba.
Al margen (aunque sea lo central), esos temas y temas, en versión trío con paquete de ensayo improvisado ("¿Y ahora qué tocamos? Voy a ver si me la acuerdo"), estuvieron estupendamente ejecutados. Digno invitado de honor, Malosetti.
#2. ¿Morbo o pragmatismo? En el texto de
la Honorable Cámara de Diputados de
La Nación que declara de interés al festival, puede leerse: "Esta será la 1° vez que el Maestro Walter Malosetti festeje su cumpleaños en el escenario de su País. Dato no menor en momentos donde la pérdida de nuestros artistas nos lleva a reflexionar cada vez más sobre la importancia de los Homenajes en Vida".
#3. ¡Tengo trabajo que hacer! El intendente Federico Sciurano hizo los honores en la ceremonia de reconocimiento a Malosetti. Luego de las palabras de rigor, que habrían sacado de quicio a Theodor Adorno o Arnold Schönberg (algo así como que la música es relax, distracción, un pasatiempo), el intendente levantó el dedo índice cual paladín de la justicia y anunció que debía partir raudamente porque todavía tenía mucho trabajo que hacer.
Pasaban de las nueve de la noche y más de un presente se preguntó qué tendría que hacer el ocupado intendente. ¿Cenar?
#4. Taxistas obstaculizan el arte. La parada de apertura, al aire libre, frente al Centro Cívico, se suspendió a última hora. Problemas de la física: en el mismo momento, en el mismo lugar, un grupo de taxistas cortaron la ciudad al medio, reclamando mayor seguridad y que se resuelva el asesinato de un compañero.
#5. Burócratas obstaculizan la música. La Big Band de
la Base Naval Austral no pudo presentarse porque algún superior se olvidó de firmar la autorización. Una lástima. Ya habían tocado el año anterior. Considerando que el trabajo de esas personas es disparar armas de fuego y manejar buques de guerra, la música que hacen no está del todo mal.
#6. Adivinen a quién pertenece la cita. El hombre tiene una rabieta porque no se satisfacen sus exigencias estelares y está dando saltitos maricones. Es insoportable. Dice: "¿Sabés quién soy yo? ¡Soy el mejor músico de jazz de
la Argentina!".
¿Quién es? La respuesta, en el punto
#10.
#7. Cuba libre. Vayan a ver a Yusa. Si leen en el periódico que se presenta en algún antro del infierno, vayan a ver a Yusa. También escuchen sus discos, sí, pero la insistencia está fundamentada: véanla en vivo.
Yusa es una mujer cubana, negra, increíble. Yusa hace música acústica, caribeña, rítmica. Yusa toca jazz, rumba, son. Yusa parece hacer todo bien, si hasta es capaz de animarse a una chacarera bien tuneada.
Vayan a ver a Yusa. En serio.
#8. Haga patria: eduque un fueguino. La protesta de los taxistas que canceló la parada jazzera es sólo otro síntoma. Los ushuaienses sostienen que su ciudad está cambiando; para mal, se entiende. Se está consolidando en la vida social una generación de ushuaienses nacidos en la isla en las décadas de 1970 y 1980, generación que se reconoce como fueguina y que parece hacer responsable de esos malos cambios respecto al paraíso rousseano perdido a todo aquel que no reconozcan como fueguino: gitanos, bonaerenses de barriada; sobre todo, bolivianos.
Aquí, el spin-off sobre el tema: http://weblogs.clarin.com/revistaenie-nerdsallstar/archives/2010/06/la_bolivianizacion_de_tierra_del_fuego.html
#9. Jazz de la cárcel. La alcaldía tiene azulejos blancos. Sobre una mesa han acomodado papas fritas, chizitos, gaseosas. Están reunidos los internos y sus familiares. Hay mujeres, chicos muy chicos. "Mucha cultura de pibe chorro", sintetiza uno de ellos.
Toca Raúl Malosetti, sobrino de Walter, quien lleva adelante este programa de talleres carcelarios de jazz en Batán y Ezeiza. Lo miran, lo escuchan, lo aplauden. "El arte es un modificador de conductas", había propuesto Sandra Ruiz Díaz, directora del festival.
Ya están el tío y el sobrino haciendo sonar las cuerdas, cuando el público pide un rock'n'roll. Y entonces se oye un Pappo's Blues.
#10. ¿Sabés quien soy yo? Mariano Otero es un correcto contrabajista que ha adquirido repentina notoriedad por estar casado con una actriz de televisión, una tal Florencia Peña. De hecho, casi nadie sabe su nombre y por eso se lo conoce como "el marido de". Quizás por eso pregunta a cada rato, dando saltitos maricones y haciendo trompita, si uno sabe quién es él.
Pobre, se arriesga a la repregunta: "¿El cantante de Memphis?".
"El marido de" cerró el festival, un poco de sopetón, con una correcta perfomance que siguió al mucho más interesante set del quinteto Mariano Loiácono. Después abandonó hoteles porque no estaban a la altura de su estrellato, se llevó dos combis y dejó varados a sus colegas músicos, canceló una presentación en Río Grande, etcétera. Cada tanto, insistía: "¿Sabés quién soy yo?".
No, pibe. La verdad que no.
#11. ¿Sabés quien soy yo? Parte II. La actitud es contagiosa entre la comitiva de "el marido de". Escuchen a esta chica, sacando ostentosamente su teléfono celular para hacer una llamada si no se concretan las exigencias de hoteles de mil estrellas y hectolitros de champaña en camarín: "¿Sabés quién soy yo? ¡Yo soy la manager de Florencia Peña!".
¡Uh! Qué miedito.
#12. De Kusturica con amor. Gran sorpresa los Nuages. Son cuatro ecuatorianos más un francés, tocan "jazz gitano", alegre combinación de tradiciones balcánicas, ritmos andinos, canciones judías y musiquitas de bandas de pueblo. En Ushuaia se ganaron al público al minuto (acompañamiento de palmas: en el mundo 2.0, la audiencia exige participación y ya no contemplación); en Río Grande lograron que un grupito de imberbes adolescentes corrieran frente al escenario y se pusieran a bailotear tomados del brazo. Impresionante su versión balcánica de "Paint it black" de Rolling Stones, rebautizada "Negro... ¡Píntame!". Que vuelvan.
#13. Experimentación. Quizás Enzo Rocco sea un genio incomprendido, pero posiblemente no. El italiano presentó su "Spaghetti jazz guitar solo", que tenía una buena idea (línea contemporánea), pero el contexto no era el mejor: como cuando Barney Gómez admitía ser un alcohólico y Lisa Simpson le decía que estaba en una reunión de niñas exploradoras.
Una señora furiosa dejó su asiento y se dirigió a las boleterías en busca de alguien de la organización. "¿Ustedes escuchan los músicos que contratan? ¡Eso no es jazz! ¿Le informaron a este señor que éste es un festival de jazz?".
La experimentación de TresPass sí fue muy bien recibida, al punto de que es posible preguntarse qué hace que ciertos riesgos musicales sean mejor o peor aceptados. TresPass es unos de los proyectos del músico cordobés Fernando Tarrés, improvisación ecléctica entre electrónica y tres instrumentistas de jazz. Acompañan imágenes (o las imágenes son acompañadas por), acaso de allí su eficacia. O acaso no.
Lo bueno de la experimentación, en jazz y en cualquier otro ámbito, es que uno jamás puede estar muy seguro de lo que está viendo. U oyendo.
#14. Las chicas del jazz. Qué bueno lo de la pianista rosarina Paula Shocron, en formato trío junto al contrabajista Jerónimo Carmona y el baterista Carto Brandán. También lo de la fueguina Patti Ramone (nombre punk si los hay), en dúo, pero por sobre todo lo de Shocron. Su música tiene algo de engañosa simpleza que cautiva: sabés que lo que estás oyendo es rebuscado y complejo, que tiene montones de sutilezas que seguramente se te escaparán, pero está atravesado por tanto aire, tanto buen gusto, que acaba pareciéndote engañosamente simple. Te atrapa, y te deja ahí encallado. Bien por Shocron.
#15. Conclusión. Que dure, con salud y en paz.