“La música criolla tiene mucho valor como símbolo multicultural de mi tierra”, dice la cantante rotulada como “reina del landó”.
Eva Ayllón, peruana, cantante, “reina del landó”, acepta que su origen es difuso. Que creció con su abuela materna y nunca le han dicho mucho, por ejemplo, sobre sus antepasados próximos. Abstraída tempranamente de esa huella pudo arrojarse liviana, sin prejuicios de cuna, a un mundo de posibilidades: pudo, no sin fraguar una voz que naturalmente impacta, utilizarla a favor de la música criolla –la más mestiza, la de Lima, su ciudad– tanto como la afro, también con un arraigo profundo en el Perú. “No he intelectualizado si sirvo como nexo entre ambas vertientes, sí que ambos, yo y mis audiencias, disfrutamos de las dos a plenitud”, se limita a contestar ella sobre el péndulo. Un péndulo que hoy está instalado, cómodo, en una de sus dos referentes mayores: Chabuca Granda. Fruto de dos conciertos dados en el ND Ateneo en mayo del año pasado, acaba de salir un disco en vivo (DVD incluido) con el eje puesto en la poeta de Apurimac: Eva Ayllón canta a Chabuca Granda. “De chica no entendía bien sus metáforas, pero su música y su manera de cantar me embrujaban... Ya como adolescente entendí el significado de sus temas y me terminaron de cautivar para el resto de mi vida”, trata de encauzar con palabras algo que, claro, sólo puede sentirse con música.
El disco consta de 18 piezas que, si no pertenecen directamente a Chabuca (“La flor de la canela”, “Fina estampa”, “José Antonio”, “Vértigo”, “Un barco ciego”), anclan en aquellas versiones que ella, la Granda, disfrutaba hacer: “Nostalgias” o “Alfonsina y el mar”, por caso. “Estos temas quedaron porque, aparte de que a mí me gustan inmensamente, Chabuca los cantaba en sus visitas a la Argentina –ratifica–. A ‘Nostalgias’ le dimos un tratamiento de lamento afroperuano que yo lo sentía como pariente del tango y ‘Alfonsina...’ se convirtió en una zamba argentina. Mis amigos de allí –Laura Albarracín y Franco Luciani– se han encargado de darle el toque de hogar.”
–La versión de “Alfonsina...” la conecta con su otra gran referente, Mercedes Sosa. ¿No ha pensado en hacerle un homenaje a ella, también?
–De hecho fui invitada al Lincoln Center de Nueva York para el tributo a ella con León Gieco, Teresa Parodi y otros músicos. También estaba programada para participar en un homenaje con ella presente antes de que nos dejara físicamente. Pero hacerle un homenaje personal... bueno, lo he pensado mucho. No quise hacer uno sola por ahora, quiero que pase un tiempo porque no me acostumbro todavía a su ausencia. Con ella conversábamos y nos carteábamos y para mí no ha terminado de partir. Con lo comercial que se ha vuelto el mundo de la música, creo que mejor esperaré hasta que sienta que la gente se está olvidando de su legado.
–Ha escrito en el disco que tanto Chabuca como Mercedes “tallaron su corazón para siempre” desde la primera vez que las escuchó, a los 12 años. ¿Podría profundizar en qué las aúna, según su mirada?
–Las dos son mujeres que lucharon mucho por la vida en el tiempo que les tocó vivir, cuando los prejuicios llevaban a la sociedad a mantener apariencias ilusas. Las dos fueron artistas que salieron adelante en un medio dominado por hombres y como madres también pasaron momentos de lucha. A pesar de todo eso, se convirtieron en iconos de sus países. Personalmente, muero cada vez que escucho “El fusil del poeta”, de Chabuca, por su riqueza poética. Y por la versión que hacía Mercedes de “Los mareados”... Me desgarran el alma y el corazón.
Pero Eva es algo más que la retransmisora del legado de dos de las cantantes más amadas del continente. Desde que su voz, versátil, imponente, comenzó a oírse en las peñas limeñas de la década del ’70, no fueron pocos los que fijaron atención en ella: primero fueron Los Kipus –grupo peruano de fuste en los ‘80–, después Los hijos del Sol, banda clave del jazz “a la peruana”, y al final un reconocimiento como solista que la llevó a llenar el Carnegie Hall de Nueva York –instancia sólo alcanzada por su coterránea Yma Sumac, en los cincuenta– y ser nominada tres veces para los premios Grammy. “Yo me formé en unas instituciones de barrio que ya casi desaparecieron. Eran los llamados centros culturales, donde se reunía gente de la comunidad y espontáneamente aparecían artistas que ya brillaban. Cuando empecé a frecuentar las peñas recuerdo que tenían cierta mística como los clubes de jazz en Nueva York. Pero las peñas de mi época ya no existen y las nuevas se han convertido más en centros de esparcimiento que perdieron su misión cultural”, reseña, con cierto dejo de nostalgia.
–¿Qué importancia tiene, para usted, que la mencionen para el Grammy? ¿Le interesa?
–Conozco colegas que dicen que no les interesan los Grammy, pero se molestan cuando no lo ganan y públicamente maldicen el sistema. Por otro lado, hay artistas como Willie Colón que fueron nominados como una docena de veces antes de ganarlo, y en su caso se lo merecía todas las veces que lo nominaron. La nominación en sí representa un triunfo por el reconocimiento que conlleva, pero si me mencionan o no, no me preocupa. En general los promotores de conciertos son los que usan estas referencias como herramientas de marketing.
Eva, nacida en un barrio popular del distrito de Lince –Lima–, tiene 40 años. Vive en Nueva Jersey y se define como un ama de casa dedicada a sus hijos, pero con tiempo para ensayar y estudiar inglés. “Mi ritmo diario sólo cambia cuando estoy de gira... Todo es agitado, de ciudad en ciudad, de aeropuerto a aeropuerto y de un escenario a otro, pero el resto de los días los paso tranquila. ¿Por qué me fui? Originalmente por amor, pero cuando eso falló me quedé porque ofrecía más oportunidades a mis hijos, y la verdad es que me siento a gusto en este país. Al comienzo tuve choques con la cultura, con la adaptación a una nueva vida y con el idioma. Pero poco a poco he vencido estos obstáculos.”
–¿Le incomoda el rótulo “la reina del landó”?
–Creo que fue resultado de una observación a mi canto y una alabanza comercial. Salió sorpresivamente entre unos amigos en una noche de jarana (risas)... No sé, como limeña me identifico con la música criolla y como afrodescendiente me siento orgullosa de interpretar esta vertiente de la música peruana. La música criolla tiene mucho valor como símbolo multicultural de mi tierra, porque incluye el aporte de los descendientes europeos, de los andinos y de los negros. Y yo soy las dos cosas.
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