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martes, 22 de junio de 2010

LA PERLA IRREGULAR: LA BELLEZA DE LA IMPERFECCION


“Crear es retomar lo ya hecho”

La banda es parte de un proyecto que excede lo musical, en tanto lo interpela desde lo audiovisual, la narrativa y la poesía.



Por Luis Paz

“Perla irregular” es la traducción de la palabra “barroco” del portugués al castellano. El concepto refiere a la belleza de la imperfección, al balance de la sobrecarga y al misterio como elemento de completud. No en vano, el compositor Pablo Vidal eligió ese nombre para sentar las bases de un proyecto principalmente musical, en la senda del pop psicodélico, pero que excede a la disciplina y la interpela desde lo audiovisual, la narrativa y la poesía. La Perla Irregular es un combo multiforme con ancla en los sonidos de finales de los ’60 y comienzos de los ’70, algo que puede sonar a revival, si no se piensa como Vidal: “Uno está atravesado por lo que vive y crear tiene que ver con retomar lo ya hecho. Lo original como novedad, como algo que surge de la nada, es un concepto sin valor. La etimología de lo original es la vuelta al origen y algunas de las mejores obras son revisionistas: Hamlet es la leyenda de un príncipe, ‘Blowing in the Wind’ de Dylan es una canción tradicional”, argumenta el joven músico.

El proyecto nació en 2008 con la grabación de un demo que acabó siendo La Perla Irregular, debut de esta banda porteña. En paralelo, y por pura prepotencia de trabajo, Vidal compuso las canciones para el segundo opus, el reciente y superador La Novena Utopía, y en medio editó el EP El Nadir del Rock. Todo desde su productora independiente como plataforma: De Regreso a la Fantasía es un proyecto aún más inclusivo, en el que participa también el actor, escritor y amigo de la banda Agustín Pisani, autor del recientemente publicado SiMon NeFas, una colección de reflexiones, cuentos y fotografías literarias de escuela cortazariana. Vidal, Pisani y el resto de los miembros más o menos estables de La Perla Irregular apenas promedian unos 25 años. Ninguno oculta sus influencias, pero tampoco calla su voz.

“Hay cuatro o cinco temas que están girando y todas las bandas hablan de lo mismo. Y es porque los problemas que nos atraviesan son los mismos para todos. Lo que varía es el cómo y ahí está el arte para dar esa respuesta”, señala Vidal, y en definitiva, ¿quién dejaría de animarse a hablar sobre el amor, la naturaleza, la amistad, la condición humana y la fantasía? “La construcción ya hecha es innegable, pero desde ella tenemos que trabajar rumbo al espacio no construido. O deconstruir el actual”, completa Pisani, para quien el arte es “memoria futura” y, por lo tanto, tiene el doble efecto de “trasladarte hacia atrás pero proyectándote al futuro”. Y dirá Pablo luego que precisamente ése es el concepto de la banda: “El lugar de la incomodidad, porque el presente es incómodo y el arte también”.

El trabajo desde De Regreso a la Fantasía es autogestionado. Incluso el reciente DVD documental Aquí no es real, un recorrido por la factura de La Novena Utopía (que presentarán el próximo sábado a las 22 en Plasma, Piedras 1836) que no escatima en recursos ficcionales, en humor ni en crossover: en él, la canción “De mi mal” puede ser soundtrack del film Fantasía, de Disney; contar la creación de una obra puede ser crítica al mainstream; y el formato documental puede convertirse en un paseo onírico.

Pero tras dos discos, un EP, un libro y un documental en menos de dos años, no se detienen: “Grabamos ‘Mujer de los mil días’ para un compilado de Litto Nebbia”, revelan. Ya piensan en un tercer disco y segundo libro, de nuevo a partir de ese “laboratorio de objetos artísticos artesanales” que es su productora. “Mi curso de producción fue ver los Anthology de Los Beatles”, admite Vidal. Y su música es a la vieja usanza, es todo lo que se puede hacer con instrumentos tradicionales, pero la sazón particular de La Perla Irregular es un aura de fantasía, una alegría lúdica que Vidal conoce de cerca por ser profe en un jardín de infantes.

“El artista egocéntrico, el separado de los demás, no está bueno. Todos estamos acá, experimentamos los mismos sentimientos y nos morimos igual”, recuerda el cantante y guitarrista del cambiante quinteto, hablando de la muerte con sólo 27 años. En definitiva, dice, su trabajo en el jardín lo mantiene bien cerca de la fantasía, del nacimiento constante de las ideas y obras futuras.

FOLKLORE: DURA TIERRA


Caminos alternativos para ritmos conocidos. En un repertorio que convoca a Juan Falú y Jaime Roos, entre otros, hacen folclore y eligen las sutilezas a las estridencias.

Por: Eduardo Slusarczuk



Como esos manjares que a través del tiempo adquieren nuevos sabores. nuevos olores. Nuevas texturas. Como esos brebajes que se espesan, que aumentan su densidad. Así sabe la música que sale desde esa habitación que corona la vieja casa que sobrevivió al avance de la plaza, en el medio de Villa Ortúzar, y que Duratierra disfruta como lugar de ensayo, prueba y error.

“El grupo arrancó hace unos cinco años, mucho más folclórico. En algún momento apareció Agüita demorada, una chacarera de los hermanos Núñez, y Nico empezó a tocar con una rítmica distinta. Yo comencé a cantar una melodía en una tonalidad rara, y se abrió una puerta hacia un espacio nuevo, que jamás habíamos explorado”, cuenta Micaela Vita, la cantante del cuarteto.

La experiencia se transformó en una señal de alerta. “Esa fue la primera vez que podemos decir que nos fuimos al carajo, y tratamos de entender adónde habíamos llegado”, explica.

“Nico” es Nicolás Arroyo, un inmigrante de Pergamino, que repartió sus fines de semana de infancia y adolescencia entre peñas, guitarreadas y asados. “Eso me permitió conocer a fondo el folclore tradicional”, explica. Pero la información incluyó una referencia que marcó la diferencia.
“Mi vieja me obligaba a sentarme a escuchar al Dúo Salteño. ‘No te muevas y prestá atención’, me decía mi papá”, recuerda el percusionista. Y completa la idea: “Ahora, que siento que desde nuestro grupo estamos proponiendo una sonoridad diferente, entiendo lo que me querían decir.”
Porque de eso se trata Duratierra, según su cantante y su percusionista: de proponer un sonido propio dentro de ese extenso mapa musical que es el folclore. “Hacemos música folclórica de varios lugares de América latina, con un tratamiento, un concepto en los arreglos más arraigado en la urbe”, dice Vita.

Consecuencia de los orígenes diversos de sus integrantes, Duratierra concentra una lista de influencias tan extensa como variada. “Yo soy bien porteña, y empecé cantando jazz, mucho más influenciada por los Beatles que por Atahualpa Yupanqui. Juan Pablo Saraco, nuestro guitarrista, comenzó tocando en bandas de rock, mientras se acercaba cada vez más al folclore. Tomás Pagano, quien reemplazó al bajista original, es de La Pampa”, enumera la cantante.

Y coincide con Arroyo en que esa mezcla, más el abanico de gustos musicales y el deseo de experimentar, dieron sus frutos en Floralia, su primer CD, que tuvo un tiempo de maduración más que generoso.

“Haber tenido un estudio a disposición sin un cronómetro que nos limitara sirvió para que pudiéramos encontrar una identidad”, destaca Vita. Cuidados arreglos de guitarras, voces que eligen las sutilezas a las estridencias, bases rítmicas que sugieren caminos alternativos para ritmos conocidos. Por ahí va la cosa, en torno a un repertorio que convoca a Nicomedes Santa Cruz, Juan Falú, Colacho Brizuela y Jaime Roos, entre otros autores.

¿Se impusieron algún límite a la hora de intervenir sobre las composiciones?

Vita: No. La creatividad no debería tener límites. Los artistas a veces estamos condicionados por esas fronteras. Pero si resguardás la esencia, no hay límites. El tema es no perder el respeto. No porque no se deba cambiar nada, sino porque hay algo ahí, una raíz, que no se puede extirpar.
Arroyo: Lo que tenemos claro es que estamos en contra de las divisiones tajantes entre el folclore, el jazz o lo que sea. Algo que también es un problema para nosotros.

¿Por qué?

Arroyo: Porque a veces no sabemos si ir a una peña o a un lugar roquero. De todos modos, de pronto, donde menos lo esperás, la gente escucha lo que uno hace con mucha atención. Y la que nos va a escuchar, siempre está preparada para la sorpresa, para oír algo nuevo.
Lo nuevo remite a la idea de que en vivo la música no suene tal cual está en el disco. Pero lo nuevo también incluye a los temas que tienen destino de segundo CD que, a diferencia de Floralia, tendrá una mayoría de canciones propias. “En nuestro primer CD la intención fue mostrar cómo sonamos”, señala Arroyo, y cierra: “Ahora, le sumamos un elemento a la propuesta: ‘Nosotros sonamos así, y decimos esto’.”

domingo, 20 de junio de 2010

ENTREVISTA A LA PERUANA EVA AYLLON Y SU DISCO GRABADO EN BUENOS AIRES




“La música criolla tiene mucho valor como símbolo multicultural de mi tierra”, dice la cantante rotulada como “reina del landó”.











Eva Ayllón, peruana, cantante, “reina del landó”, acepta que su origen es difuso. Que creció con su abuela materna y nunca le han dicho mucho, por ejemplo, sobre sus antepasados próximos. Abstraída tempranamente de esa huella pudo arrojarse liviana, sin prejuicios de cuna, a un mundo de posibilidades: pudo, no sin fraguar una voz que naturalmente impacta, utilizarla a favor de la música criolla –la más mestiza, la de Lima, su ciudad– tanto como la afro, también con un arraigo profundo en el Perú. “No he intelectualizado si sirvo como nexo entre ambas vertientes, sí que ambos, yo y mis audiencias, disfrutamos de las dos a plenitud”, se limita a contestar ella sobre el péndulo. Un péndulo que hoy está instalado, cómodo, en una de sus dos referentes mayores: Chabuca Granda. Fruto de dos conciertos dados en el ND Ateneo en mayo del año pasado, acaba de salir un disco en vivo (DVD incluido) con el eje puesto en la poeta de Apurimac: Eva Ayllón canta a Chabuca Granda. “De chica no entendía bien sus metáforas, pero su música y su manera de cantar me embrujaban... Ya como adolescente entendí el significado de sus temas y me terminaron de cautivar para el resto de mi vida”, trata de encauzar con palabras algo que, claro, sólo puede sentirse con música.

El disco consta de 18 piezas que, si no pertenecen directamente a Chabuca (“La flor de la canela”, “Fina estampa”, “José Antonio”, “Vértigo”, “Un barco ciego”), anclan en aquellas versiones que ella, la Granda, disfrutaba hacer: “Nostalgias” o “Alfonsina y el mar”, por caso. “Estos temas quedaron porque, aparte de que a mí me gustan inmensamente, Chabuca los cantaba en sus visitas a la Argentina –ratifica–. A ‘Nostalgias’ le dimos un tratamiento de lamento afroperuano que yo lo sentía como pariente del tango y ‘Alfonsina...’ se convirtió en una zamba argentina. Mis amigos de allí –Laura Albarracín y Franco Luciani– se han encargado de darle el toque de hogar.”

–La versión de “Alfonsina...” la conecta con su otra gran referente, Mercedes Sosa. ¿No ha pensado en hacerle un homenaje a ella, también?

–De hecho fui invitada al Lincoln Center de Nueva York para el tributo a ella con León Gieco, Teresa Parodi y otros músicos. También estaba programada para participar en un homenaje con ella presente antes de que nos dejara físicamente. Pero hacerle un homenaje personal... bueno, lo he pensado mucho. No quise hacer uno sola por ahora, quiero que pase un tiempo porque no me acostumbro todavía a su ausencia. Con ella conversábamos y nos carteábamos y para mí no ha terminado de partir. Con lo comercial que se ha vuelto el mundo de la música, creo que mejor esperaré hasta que sienta que la gente se está olvidando de su legado.

–Ha escrito en el disco que tanto Chabuca como Mercedes “tallaron su corazón para siempre” desde la primera vez que las escuchó, a los 12 años. ¿Podría profundizar en qué las aúna, según su mirada?

–Las dos son mujeres que lucharon mucho por la vida en el tiempo que les tocó vivir, cuando los prejuicios llevaban a la sociedad a mantener apariencias ilusas. Las dos fueron artistas que salieron adelante en un medio dominado por hombres y como madres también pasaron momentos de lucha. A pesar de todo eso, se convirtieron en iconos de sus países. Personalmente, muero cada vez que escucho “El fusil del poeta”, de Chabuca, por su riqueza poética. Y por la versión que hacía Mercedes de “Los mareados”... Me desgarran el alma y el corazón.

Pero Eva es algo más que la retransmisora del legado de dos de las cantantes más amadas del continente. Desde que su voz, versátil, imponente, comenzó a oírse en las peñas limeñas de la década del ’70, no fueron pocos los que fijaron atención en ella: primero fueron Los Kipus –grupo peruano de fuste en los ‘80–, después Los hijos del Sol, banda clave del jazz “a la peruana”, y al final un reconocimiento como solista que la llevó a llenar el Carnegie Hall de Nueva York –instancia sólo alcanzada por su coterránea Yma Sumac, en los cincuenta– y ser nominada tres veces para los premios Grammy. “Yo me formé en unas instituciones de barrio que ya casi desaparecieron. Eran los llamados centros culturales, donde se reunía gente de la comunidad y espontáneamente aparecían artistas que ya brillaban. Cuando empecé a frecuentar las peñas recuerdo que tenían cierta mística como los clubes de jazz en Nueva York. Pero las peñas de mi época ya no existen y las nuevas se han convertido más en centros de esparcimiento que perdieron su misión cultural”, reseña, con cierto dejo de nostalgia.

–¿Qué importancia tiene, para usted, que la mencionen para el Grammy? ¿Le interesa?

–Conozco colegas que dicen que no les interesan los Grammy, pero se molestan cuando no lo ganan y públicamente maldicen el sistema. Por otro lado, hay artistas como Willie Colón que fueron nominados como una docena de veces antes de ganarlo, y en su caso se lo merecía todas las veces que lo nominaron. La nominación en sí representa un triunfo por el reconocimiento que conlleva, pero si me mencionan o no, no me preocupa. En general los promotores de conciertos son los que usan estas referencias como herramientas de marketing.

Eva, nacida en un barrio popular del distrito de Lince –Lima–, tiene 40 años. Vive en Nueva Jersey y se define como un ama de casa dedicada a sus hijos, pero con tiempo para ensayar y estudiar inglés. “Mi ritmo diario sólo cambia cuando estoy de gira... Todo es agitado, de ciudad en ciudad, de aeropuerto a aeropuerto y de un escenario a otro, pero el resto de los días los paso tranquila. ¿Por qué me fui? Originalmente por amor, pero cuando eso falló me quedé porque ofrecía más oportunidades a mis hijos, y la verdad es que me siento a gusto en este país. Al comienzo tuve choques con la cultura, con la adaptación a una nueva vida y con el idioma. Pero poco a poco he vencido estos obstáculos.”

–¿Le incomoda el rótulo “la reina del landó”?

–Creo que fue resultado de una observación a mi canto y una alabanza comercial. Salió sorpresivamente entre unos amigos en una noche de jarana (risas)... No sé, como limeña me identifico con la música criolla y como afrodescendiente me siento orgullosa de interpretar esta vertiente de la música peruana. La música criolla tiene mucho valor como símbolo multicultural de mi tierra, porque incluye el aporte de los descendientes europeos, de los andinos y de los negros. Y yo soy las dos cosas.

CECILIA ROSSETTO: SU VUELTA



Una voz tanguera sin encasillamientos

La cantante y actriz se recuperó de un accidente y el regreso, esta noche en Ushuaia, tendrá el condimento especial del reencuentro con Daniel Binelli y las canciones de Rojotango.












Por Carlos Bevilacqua

“¡Esto es vida pura!”, celebra Cecilia Rossetto al referirse al reencuentro con Daniel Binelli y César Angeleri, para ensayar la actuación de hoy a las 21 en la Casa de la Cultura de Ushuaia (Maipú y 12 de Octubre), en el marco de la Fiesta Nacional de La Noche Más Larga. La función tendrá para ella un sabor especial, porque será la primera luego de varios meses de convalecencia tras un accidente que la llevó dos veces al quirófano. Como para demostrar que no se trata de fechas aisladas, anuncia además otras dos actuaciones: el 27 de junio en el Palais de Glace, como parte del ciclo Música al Atardecer, de la Secretaría de Cultura de la Nación, y en una fecha de agosto a confirmar, como parte del Festival de Tango organizado por el gobierno porteño.

Para detallar en qué consistirá este regreso, Cecilia empieza por referirse a Rojotango, el CD que grabó en el año 2000, también con Binelli al frente de su quinteto. En esa placa registró conmovedoras versiones de tangos clásicos de diversas épocas. “Ahí hay de todo: Celedonio Flores, Discépolo y Virgilio Expósito y hasta el tema que da nombre al disco, grabado recién en la segunda edición del disco, en 2008.” De ese repertorio, Binelli subraya la entrega de Rossetto en “Secreto”, la pieza con que abre el disco. Pero sobre el escenario fueguino habrá más: “Yo tengo predilección por la delicadeza de ciertos valses, así que voy a agregar algunos, como por ejemplo ‘Parece mentira’, que quiero especialmente por la elegancia y la sobriedad con que lo canta Nelly Omar”, adelanta. Además de otros temas cantados, prometen pasajes para el diálogo meramente instrumental entre Binelli y Angeleri a través de piezas como “Papas calientes”. “Queremos mostrar algo de improvisación y no sólo tango, sino también candombe, pero con la estética y las armonías que a mí me gusta imprimirle”, agrega Binelli, quien integró las formaciones de Pugliese y Piazzolla, entre otras.

Si bien la imagen de Rossetto está asociada a la actuación y el canto de variados géneros, ella se declara tanguera de la primera hora. Y argumenta: “Yo empecé a cantar tango a los 7 años para los amigos de mi papá, cuando él se juntaba con ellos a jugar a las cartas o a los dados en los clubes. Mi papá, que fue campeón de ajedrez, era un hombre noctámbulo. Tal vez por eso disfrutaba mucho con los tangos descriptivos de la noche. Después el tango fue para mí un elemento de seducción muy importante con los hombres en las reuniones”, cuenta, antes de citar el llamado del bandoneonista José “Pepe” Libertella, que recibió tras la presentación en vivo de Rojotango. “Me dijo ‘Señora, ¿sabe cuánto hace que la estoy buscando? (imita la voz nasal de Libertella). Es para decirle que yo no sabía que podía existir una mina con tanto tablón, ¿de dónde salió?’ El, como otros artistas del tango, me preguntaba por qué no había empezado antes. Pero para mí era una continuidad porque yo ya venía cantando tango en privado. Lo que no había hecho era cantar en público con músicos tan fabulosos como los de Binelli.”

La relación con el padre, según contó, también es clave para explicar esa diferencia entre la voz disfónica con que habla y esa otra entera, potente con que se expresa al cantar. “El dormía de día, y como a veces tenía a la noche torneos de muchísima responsabilidad, incluso a nivel internacional, mi mamá nos obligaba a hablar con voz áfona, sin que sonaran las cuerdas vocales. Mi mamá también habla así (exagera su tono sigiloso). Mi verdadera voz aparece cuando canto.”

Sin renegar de su rica trayectoria, Rossetto lamenta que la gente tienda a etiquetar a los artistas. “Recién me reconocieron como cantante cuando dejé el humor, porque siendo una humorista eficaz, por más que en la misma obra cantes bárbaro, se impone el recuerdo de la comicidad. Yo siempre fui cambiando. Toda mi vida le escapé a los encasillamientos, pero no por los demás, sino por mí. Empecé haciendo tragedia griega; cuando vino la dictadura, sentí que no podía seguir haciéndola porque la tragedia se había metido en mi vida. Entonces me dediqué al humor; después de ganar un Martín Fierro como humorista en la televisión, me fui de la tele y no aparecí más... Tengo una sola vida por vivir y quiero probarlo todo.”

PETER CETERA LLEGA A BUENOS AIRES







DEL GRUPO A LA SOLEDAD. EN LOS ‘70, FUE LA VOZ LÍDER DE LA BANDA CHICAGO DURANTE 15 AÑOS. LUEGO, SE LANZÓ COMO SOLISTA.














Un día, mi productor, David Foster, me preguntó si podía escribir una canción para Kenny Rogers, que por entonces era una gran estrella. Así, aparecieron la melodía y la letra de You’re the Inspiration . Enseguida me di cuenta de que había hecho una gran canción, pero no la quiso grabar. Entonces, la llevé para Chicago. Peor para él.” Peter Cetera cuenta la anécdota desde Idahao, donde prepara los pasos que dará en los días siguientes. Primero Nashville, después Nueva York, y finalmente, por primera vez en sus más de 40 años de trayectoria, Buenos Aires. Y cierra la idea: “Cuando escribo una canción, siempre le tomo cariño, y creo que es adorable. Pero después, la gente elige algunas y las otras quedan en el camino. Eso es imposible de predecir.” De todos modos, al cantante tan mal no le fue.

Baby, What a Big Surprise , If You Leave Me Now , Hard to Say I’m Sorry , Glory of Love (de la banda de sonido de Karate Kid 2 )son algunos de los muchos eslabones de una cadena de éxitos que tiene su punto de origen a comienzos de los ‘70, cuando, tras algunos proyectos adolescentes, se convirtió en la voz líder del grupo Chicago, banda que abandonó unos quince años después.

“La ruptura fue más fácil para mí que para los fans. Para ellos era algo dramático. Para mí, era la posibilidad de disfrutar de una libertad que no tenés cuando estás en un grupo”, comenta.

Sin embargo, a pesar de haber logrado buena repercusión con sus primeros intentos solistas, entró en conflicto con el peso de su historia. “A mediados de los ‘90, tuve que parar de tocar, de escribir y de hacer giras. Sentía que no tenía un lugar en la música, y no tenía claro qué quería hacer”, cuenta.
























El silencio se cortó con el cambio de milenio. Cetera explica: “El tiempo me permitió entender que amo cantar, y que amo hacer esas canciones que me convirtieron en quien soy ahora.” En esa línea, el músico señala que ese regreso a la ruta lo puso en contacto con sus viejos seguidores, pero que amplió su público en las nuevas generaciones. “Es fantástico encontrarse con gente que recién después de escuchar mis trabajos solistas se entera de que fui parte de Chicago”, resalta.

Y reconoce que logró disfrutar sin culpa de aquello que en algún momento fue una carga. “Cuando puedo hacer algo nuevo, lo grabo. Pero es difícil que haga ese material en vivo. Sobre el escenario trato de hacer las canciones que creo que la gente viene a escuchar”, dice, a modo de anuncio para sus fans porteños.

“Me intriga mucho saber si hay quién gusta de mi música en la Argentina”, admite. Y confiesa que esa intriga le produce una gran excitación, como la que le provoca salir a escena con su banda eléctrica, que lo acompañará en su tour sudamericano. “Es un formato que contrasta con el sinfónico, con el que hago la mayoría de mis conciertos actualmente”, aclara.

¿Preferís alguno de los dos? Me gusta mucho el sinfónico, porque es como cantar en la ducha. Es muy disfrutable cantar y escuchar todos esos instrumentos detrás de uno. Pero la formación eléctrica es, sin duda, más excitante.























HISTORIA


Peter Paul Cetera (n. Chicago, Illinois, 13 de septiembre de 1944) es un cantante, compositor, bajista y productor estadounidense, conocido por ser un miembro original de la banda Chicago. Desde que abandonó el grupo, Cetera ha logrado que dos de sus sencillos alcancen la máxima posición de la lista Billboard Hot 100.

Biografía

Cetera nació en el sur de Chicago, siendo el segundo de los seis hijos que tuvo una pareja conformada por un polaco-estadounidense y una húngara-estadounidense.

A los once años de edad manifestó su deseo de tener una guitarra, pero sus padres le obsequiaron un acordeón. Cuatro años más tarde, unos alumnos de su secundaria lo llevaron a un club a ver el show de la banda The Rebel Rockers, lo que lo llevó a adquirir una guitarra acústica en la tienda Montgomery Ward. Eventualmente, tomó el bajo y comenzó a tocar en su ciudad junto a sus amigos, un baterista, un saxofonista y un guitarrista, compartiendo el rol de vocalista con este último.


















Cetera participó en diversos grupos en el área de Chicago, incluyendo una popular banda local llamada The Exceptions, con la que recorrió el Medio Oeste de Estados Unidos a mediados de los años 1960, lanzando dos álbumes y varios sencillos.

Periodo en Chicago

En diciembre de 1967, Cetera llegó temprano para ver el show de una banda llamada The Big Thing. Impresionado por la manera en que combinaban los instrumentos de viento con el rock and roll, Cetera abandonó The Exceptions y en menos de dos semanas se unió a The Big Thing.

The Big Thing, que pronto cambió su nombre a The Chicago Transit Authority, lanzó su álbum debut, The Chicago Transit Authority, con el sello Columbia Records en 1969. Cetera fue el cantante principal en tres de las once canciones del disco, y con su voz de tenor complementó las voces de barítono de los otros dos vocalistas del grupo, el teclista Robert Lamm y el guitarrista Terry Kath.

Su característico estilo de canto se debe a que, por un período, tuvo que cantar con la mandíbula apretada luego de lesionársela al participar en una pelea durante un juego de Los Angeles Dodgers en 1969.

El siguiente álbum, Chicago, elevó la banda a un estatus de popularidad mundial. La canción «25 or 6 to 4» fue el primer éxito donde Cetera oficiaba como vocalista. Chicago también es memorable por incluir la primera composición de Cetera, «Where do we go from here?».

Mientras la década de 1970 avanzaba, Cetera se convirtió en un compositor más prolífico para el grupo, contribuyendo con los éxitos «Wishing you were here» y «Happy man», del disco de 1974 Chicago VII.

Su mayor logro junto a la agrupación llegó en 1976 con la balada «If you leave me now», que alcanzó el primer lugar a nivel mundial. La otra composición de Cetera, «Baby, what a big surprise», también se convirtió en un éxito, cimentado el estatus de Chicago como ballad band ('banda de baladas').

A fines de los 1970 y con la aparición de la música disco, la popularidad de Chicago declinó, culminando con el lanzamiento de Chicago XIV, el álbum peor vendido de la banda. Columbia Records posteriormente acaparó el resto del contrato del grupo.

En 1981, Cetera publicó su primer álbum como solista, Peter Cetera, con el sello Warner Bros. Records, luego de adquirir los derechos de su contrato anterior con Columbia Records. Eventualmente, el disco se convirtió en un fracaso comercial que Cetera atribuyó a Warner Bros. Según él, su casa discográfica no quiso promoverlo como solista por miedo a que abandonara Chicago, grupo que había sido contratado por el mismo sello recientemente.

En 1982, David Foster ofició como productor y salió a la luz Chicago 16. Este álbum representaba el regreso de Chicago y su primer sencillo, «Hard to say i'm sorry», llegó a la primera posición de las tablas de popularidad. El segundo single, «Love me tomorrow», también escrito por Foster y cantado por Cetera, alcanzó la posición 22 de las listas.

Cuando Chicago 17 Fue lanzado al mercado en 1984, se convirtió en el álbum más exitoso de la historia de la banda, llegando a vender más de siete millones de copias solo en Estados Unidos. Los cuatro sencillos desprendidos del disco fueron interpretados por Cetera, incluyendo tres que fueron coescritos por él. Todos ellos llegaron al top 20: «Stay the night» (#16), «Hard habit to break» (#3), «You're the inspiration» (#3) y «Along comes a woman» (#14).

Con el arribo de los videos musicales y la creciente popularidad de MTV, Cetera se convirtió en el rostro y líder público de Chicago, la banda que por mucho tiempo fue anónima.

Salida de Chicago
























Con su nueva popularidad, Cetera quiso grabar otro álbum por su cuenta. Además, había declarado no tener interés por la extensa gira que su banda realizaba para promover Chicago 17. Cuando el 17 Tour concluyó en abril de 1985, los mánager y diversos miembros del grupo expresaron su deseo de organizar otra gira para ese verano, y comenzaron a trabajar en el próximo álbum de Chicago. Cetera insistió en que la banda debía hacer un receso para que él pudiera concentrarse en su familia y en su álbum individual.

Tras rechazar su oferta de permanecer en la banda mientras grababa su propio disco, se anunció que Cetera y Chicago tomarían diferentes rumbos en julio de 1985.

lunes, 14 de junio de 2010

FESTIVAL INTERNACIONAL DE JAZZ AL FIN



Terminó la segunda edición del Festival Internacional Jazz al Fin, organizado por la fundación Inti Main y devenido clásico de la Patagonia.



Por: Marcelo Pisarro







CRONICA. "Si buscan registros fidedignos pueden remitirse a los cables de Télam; si buscan críticas musicales pueden remitirse a cualquier texto que no sea éste" dice el autor.


Terminó esta semana la segunda edición del Festival Internacional Jazz al Fin, organizado por la fundación Inti Main y convertido ya en una crucecita fija en el calendario anual del extremo sur patagónico. Unos cincuenta artistas pasearon su música por Ushuaia y Río Grande, en Tierra del Fuego, repartidos en conciertos, clínicas y otras actividades. En relación al año anterior, todo mejoró: creció el número de concurrentes, se ajustó la programación, la sala de conciertos fue óptima, los eventos satélites despertaron interés entre propios y extraños. Hubo música atractiva, se dio el puntapié inicial para nobles emprendimientos, quedaron chismes para cotorrear durante un año entero. ¿Qué más se puede pedir?

La comodidad, la mala memoria, la pereza y la falta de méritos impiden un registro sistemático de las actividades, incluso una valoración estética de estas actividades bajo la coraza teórica del análisis crítico. Si buscan registros fidedignos pueden remitirse a los cables de Télam; si buscan críticas musicales pueden remitirse a cualquier texto que no sea éste. Las que siguen son apenas unas pocas observaciones inconexas, parciales, reunidas sólo por la presencia del autor. No se quejen. La otra opción es reventar cables de Télam y combinarlos con referencias trilladas al fin del mundo, el frío, la distancia y el arte.

A continuación, pues, algunas cosas que te pasan si estás vivo, en Tierra del Fuego y en Jazz al Fin.

#1. El héroe Malosetti. El calendario de eventos internacionales y de onomásticos personales jugó a favor. Por un lado, esta edición de Jazz al Fin se adelantó una semana, para que el festival no rivalizara con el hegemónico campeonato mundial de fútbol. No es que no se pueda andar en bici y comer chicle al mismo tiempo, pero ya se sabe de la capacidad del mundial de fútbol para restar gente de otros ámbitos: oficinas, escuelas, hospitales, despachos gubernamentales, comisarías, festivales de jazz. Por otro lado, la velada de apertura coincidió con el cumpleaños número 79 de Walter Malosetti, que fue recibido con honores y paseado de aquí para allá como un héroe de la guitarra.

Le dieron pergaminos, platos conmemorativos, apretones de manos de burócratas y figurones. El hombre estaba contento, aunque a cada rato insistía en que el cuore ya no le alcanzaba para tanto afecto. Cuando le pedían algunas palabras, insistía en que no es bueno para los discursos y que mejor le preguntaran.

―Mejor pregunten y trato de responder dentro de mis posibilidades ―decía el viejo zorro―. Voy a tratar de acordarme de lo que pueda.

Es un truco sutil, pero truco al fin: jugarla de viejo distraído. Incluso cuando cerró la primera noche, en la Sala Niní Marshall de la Casa de la Cultura, insistía entre tema y tema en su papel de no saber muy bien dónde estaba. Después tocaba y estaba clarísimo que sabía muy bien dónde estaba.

Al margen (aunque sea lo central), esos temas y temas, en versión trío con paquete de ensayo improvisado ("¿Y ahora qué tocamos? Voy a ver si me la acuerdo"), estuvieron estupendamente ejecutados. Digno invitado de honor, Malosetti.

#2. ¿Morbo o pragmatismo? En el texto de la Honorable Cámara de Diputados de La Nación que declara de interés al festival, puede leerse: "Esta será la 1° vez que el Maestro Walter Malosetti festeje su cumpleaños en el escenario de su País. Dato no menor en momentos donde la pérdida de nuestros artistas nos lleva a reflexionar cada vez más sobre la importancia de los Homenajes en Vida".

#3. ¡Tengo trabajo que hacer! El intendente Federico Sciurano hizo los honores en la ceremonia de reconocimiento a Malosetti. Luego de las palabras de rigor, que habrían sacado de quicio a Theodor Adorno o Arnold Schönberg (algo así como que la música es relax, distracción, un pasatiempo), el intendente levantó el dedo índice cual paladín de la justicia y anunció que debía partir raudamente porque todavía tenía mucho trabajo que hacer.

Pasaban de las nueve de la noche y más de un presente se preguntó qué tendría que hacer el ocupado intendente. ¿Cenar?

#4. Taxistas obstaculizan el arte. La parada de apertura, al aire libre, frente al Centro Cívico, se suspendió a última hora. Problemas de la física: en el mismo momento, en el mismo lugar, un grupo de taxistas cortaron la ciudad al medio, reclamando mayor seguridad y que se resuelva el asesinato de un compañero.

#5. Burócratas obstaculizan la música. La Big Band de la Base Naval Austral no pudo presentarse porque algún superior se olvidó de firmar la autorización. Una lástima. Ya habían tocado el año anterior. Considerando que el trabajo de esas personas es disparar armas de fuego y manejar buques de guerra, la música que hacen no está del todo mal.

#6. Adivinen a quién pertenece la cita. El hombre tiene una rabieta porque no se satisfacen sus exigencias estelares y está dando saltitos maricones. Es insoportable. Dice: "¿Sabés quién soy yo? ¡Soy el mejor músico de jazz de la Argentina!".

¿Quién es? La respuesta, en el punto #10.

#7. Cuba libre. Vayan a ver a Yusa. Si leen en el periódico que se presenta en algún antro del infierno, vayan a ver a Yusa. También escuchen sus discos, sí, pero la insistencia está fundamentada: véanla en vivo.

Yusa es una mujer cubana, negra, increíble. Yusa hace música acústica, caribeña, rítmica. Yusa toca jazz, rumba, son. Yusa parece hacer todo bien, si hasta es capaz de animarse a una chacarera bien tuneada.

Vayan a ver a Yusa. En serio.

#8. Haga patria: eduque un fueguino. La protesta de los taxistas que canceló la parada jazzera es sólo otro síntoma. Los ushuaienses sostienen que su ciudad está cambiando; para mal, se entiende. Se está consolidando en la vida social una generación de ushuaienses nacidos en la isla en las décadas de 1970 y 1980, generación que se reconoce como fueguina y que parece hacer responsable de esos malos cambios respecto al paraíso rousseano perdido a todo aquel que no reconozcan como fueguino: gitanos, bonaerenses de barriada; sobre todo, bolivianos.

Aquí, el spin-off sobre el tema: http://weblogs.clarin.com/revistaenie-nerdsallstar/archives/2010/06/la_bolivianizacion_de_tierra_del_fuego.html

#9. Jazz de la cárcel. La alcaldía tiene azulejos blancos. Sobre una mesa han acomodado papas fritas, chizitos, gaseosas. Están reunidos los internos y sus familiares. Hay mujeres, chicos muy chicos. "Mucha cultura de pibe chorro", sintetiza uno de ellos.

Toca Raúl Malosetti, sobrino de Walter, quien lleva adelante este programa de talleres carcelarios de jazz en Batán y Ezeiza. Lo miran, lo escuchan, lo aplauden. "El arte es un modificador de conductas", había propuesto Sandra Ruiz Díaz, directora del festival.

Ya están el tío y el sobrino haciendo sonar las cuerdas, cuando el público pide un rock'n'roll. Y entonces se oye un Pappo's Blues.

#10. ¿Sabés quien soy yo? Mariano Otero es un correcto contrabajista que ha adquirido repentina notoriedad por estar casado con una actriz de televisión, una tal Florencia Peña. De hecho, casi nadie sabe su nombre y por eso se lo conoce como "el marido de". Quizás por eso pregunta a cada rato, dando saltitos maricones y haciendo trompita, si uno sabe quién es él.

Pobre, se arriesga a la repregunta: "¿El cantante de Memphis?".

"El marido de" cerró el festival, un poco de sopetón, con una correcta perfomance que siguió al mucho más interesante set del quinteto Mariano Loiácono. Después abandonó hoteles porque no estaban a la altura de su estrellato, se llevó dos combis y dejó varados a sus colegas músicos, canceló una presentación en Río Grande, etcétera. Cada tanto, insistía: "¿Sabés quién soy yo?".

No, pibe. La verdad que no.

#11. ¿Sabés quien soy yo? Parte II. La actitud es contagiosa entre la comitiva de "el marido de". Escuchen a esta chica, sacando ostentosamente su teléfono celular para hacer una llamada si no se concretan las exigencias de hoteles de mil estrellas y hectolitros de champaña en camarín: "¿Sabés quién soy yo? ¡Yo soy la manager de Florencia Peña!".

¡Uh! Qué miedito.

#12. De Kusturica con amor. Gran sorpresa los Nuages. Son cuatro ecuatorianos más un francés, tocan "jazz gitano", alegre combinación de tradiciones balcánicas, ritmos andinos, canciones judías y musiquitas de bandas de pueblo. En Ushuaia se ganaron al público al minuto (acompañamiento de palmas: en el mundo 2.0, la audiencia exige participación y ya no contemplación); en Río Grande lograron que un grupito de imberbes adolescentes corrieran frente al escenario y se pusieran a bailotear tomados del brazo. Impresionante su versión balcánica de "Paint it black" de Rolling Stones, rebautizada "Negro... ¡Píntame!". Que vuelvan.

#13. Experimentación. Quizás Enzo Rocco sea un genio incomprendido, pero posiblemente no. El italiano presentó su "Spaghetti jazz guitar solo", que tenía una buena idea (línea contemporánea), pero el contexto no era el mejor: como cuando Barney Gómez admitía ser un alcohólico y Lisa Simpson le decía que estaba en una reunión de niñas exploradoras.

Una señora furiosa dejó su asiento y se dirigió a las boleterías en busca de alguien de la organización. "¿Ustedes escuchan los músicos que contratan? ¡Eso no es jazz! ¿Le informaron a este señor que éste es un festival de jazz?".

La experimentación de TresPass sí fue muy bien recibida, al punto de que es posible preguntarse qué hace que ciertos riesgos musicales sean mejor o peor aceptados. TresPass es unos de los proyectos del músico cordobés Fernando Tarrés, improvisación ecléctica entre electrónica y tres instrumentistas de jazz. Acompañan imágenes (o las imágenes son acompañadas por), acaso de allí su eficacia. O acaso no.

Lo bueno de la experimentación, en jazz y en cualquier otro ámbito, es que uno jamás puede estar muy seguro de lo que está viendo. U oyendo.

#14. Las chicas del jazz. Qué bueno lo de la pianista rosarina Paula Shocron, en formato trío junto al contrabajista Jerónimo Carmona y el baterista Carto Brandán. También lo de la fueguina Patti Ramone (nombre punk si los hay), en dúo, pero por sobre todo lo de Shocron. Su música tiene algo de engañosa simpleza que cautiva: sabés que lo que estás oyendo es rebuscado y complejo, que tiene montones de sutilezas que seguramente se te escaparán, pero está atravesado por tanto aire, tanto buen gusto, que acaba pareciéndote engañosamente simple. Te atrapa, y te deja ahí encallado. Bien por Shocron.

#15. Conclusión. Que dure, con salud y en paz.


JOHNNY ROTTEN: SU AUTOBIOGRAFIA.



ESCENAS DE LA VIDA POST PUNK

El movimiento juvenil más importante del último fin de siglo no agota sus cartuchos, a pesar de la muerte del mentor Malcolm McLaren. En su autobiografía, Johnny Rotten cuenta la verdad en torno de los Sex Pistols.




JOHNNY ROTTEN. Su nombre real es John Lydon.Se crió en Londres. Famoso por componer himnos punks como “Dios Salve a la Reina” o “Anarquía en el Reino Unido”. En 1978, luego de que Malcom McLaren le prohibiera legalmente utilizar el nombre “Rotten”, creó Public Image Limited.


Una existencia rebelde

Por Leonor Silvestri

Actitud y diferencia. Dos palabras claves del "movimiento" punk. Si alguien ha hecho de estas dos características un culto fue Johnny Rotten, o deberíamos decir hoy, John Lydon, cantante de Sex Pistols, cabeza de lanza de aquella movida londinense que parece haberse extinguido y quedado en la nada. Su autobiografía, No irish, no blacks, no dogs, publicada en 1994 y recientemente arribada a esta región en una traducción (de Tomás González Cobos y José Elías Rodríguez Cañas) que le costaría entender, dado sus modismos vernaculares, hasta a Pedro Almodóvar, no viene a dar cuenta nostálgicamente de aquel año, 1977, que cambió la música y la estética para siempre. Rotten/Lydon, quien escribiera estas páginas desde el éxito de su segunda banda, Public Image Limitated (PiL), viene a dar cuenta de su verdad: "Se ha escrito mucho sobre los Sex Pistols, pero la mayoría ha sido sensacionalismo o periodismo pseudopsicológico. El resto ha sido puro rencor. Este libro es lo más cerca que puede haber de la verdad." Consciente del commodity en el cual se convirtió la banda, gracias a su mercenario manager, Malcolm McLaren, quien llegara a prohibirle, mediante argucias legales, el uso de su propio apodo –Rotten–, Lydon, hijo de un peón de obra irlandés, exento de todo tono meloso, cuenta la preciosa historia de la manera más honesta que consigue sobre esta movida estético-musical colpasada por alfileres de gancho, suciedad y desaliño generalizado. Precioso recuerdo y postal de época de una música estridente y saturada que en el mismo gesto se embarcaba en la búsqueda de una utopía individualista. Lydon monta un teatro donde se dan cita los protagonistas de la escena y los actores de reparto de aquellos años salvajes: dan su testimonio desde famosos como Chrissie Hynde, la cantante de The Pretenders; la periodista Caroline Cook, quien, según cuenta la leyenda, aplicó por primera vez el adjetivo punk para este tipo de escena; hasta voces ignotas tales como varios barras bravas ingleses y su esposa, Nora, 15 años mayor que él, y madre de la cantante de la banda punk The Slits, a través de quien se conocieron. A su vez, el relato viene a desarmar varios mitos. Algunos desde el resentimiento, tales como la figura de la diseñadora Vivianne Westwood, dueña de la tienda de ropa Sex que vio nacer a Sex Pistols y que queda retratada como una infradotada que robaba diseños o el manager de la banda, Malcom McLaren, el "malo" de la película. Otros como la ausencia total de nihilismo de Lydon, la excelente relación con sus padres –para quienes crean que un punk es siempre un forajido, incomprendido que se lleva mal con mamá.

Si el punk tuvo tres o cuatro vertientes –la seriedad de The Clash, el teatro de The Damn, el jolgorio romántico de Buzzcoks–, Sex Pistols fue no sólo la primera banda con derecho a decirse punk (es decir, idiota), sino la única con derecho a usar ese mote: un grupo ora de fracasados incoherentes, ora lleno de contradicciones inherentes a su estética que lograron hacer del vicio virtud sin jamás resolverse. Originalmente la formación incluía, además de Rotten en voz, al guitarrista Steve Jones, el baterista Paul Cook y al bajista Glen Matlock, que solía poner música a las ideas del primero con quien se llevaban como perro y gato. Matlock abandona la banda superado por las controversias y los escándalos. Así ingresa a la formación la efigie del punk de remera infantil y centro comercial: Syd Vicious, cuyo nombre, por falsa transparencia lingüística en español, parece querer decir vicioso, epíteto que le sienta tanto mejor que "cruel". No obstante las cargadas tintas sobre la novia yonki, Nancy Spungen, especie de Yoko Ono, sin talento, del punk, de la mano de los desvaríos de Vicious, Sex Pistols se convirtió en todo lo que no querían ser: rockeros drogadictos. Su mayor valor: la carencia de todo virtuosismo. Su principal máxima: Do it yourself; desde componer canciones, tocar un instrumento, hasta hacer tu propio ajuar. Hijos de la nada y del deterioro de un mundo que se derrumbaba hasta donde está hoy, los punks probaron, con un voluntarismo propio de aquello que les molestaba tanto del Estado benefactor, que para sacar un disco lo único necesario es el deseo. Sex Pistols fue un club de feos y deformes, como su cantante lo explica, con el escándalo por toda política pero con imaginación y ganas de agitar el avispero. Si bien se ha exagerado e intelectualizado sobre lo que en el fondo no era más que un grupo que tenía que entenderse entre sí y tratar de hacer canciones, nadie puede negar la chispa de Lydon para tomarle el pelo a la sociedad de sus días con letras como "Pretty Vacant" y con el mega hit "Dios Salve a la Reina", primera vez que se expresaba mediante el arte una opinión anti real en tierra inglesa y que tantos problemas les trajera: procesos judiciales, pérdidas de contratos y hasta ser apuñalados en la vía pública. Cada año, alguna banda o algún o alguna performer al frente de un grupo de nadies, en algún lugar del mundo reactualiza el recuerdo de Rotten y de Sex Pistols, no tanto como mito o legado sino como postura inconformista frente al statu quo. Sus rostros desconocidos no se muestran en lo que los medios ponen en circulación como punk, y, en la mayoría de los casos su postura no se sostendrá por mucho tiempo. Como una vela que arde por ambos extremos, más temprano que tarde sucumbirán a la tentación de ser (re)conocidos o por la encarnación de la norma social convirtiéndose en personas dóciles. Sin embargo, mientras dura, se derrite y se quema la cera de su existencia rebelde, qué bella luz que brindan.


Un terrorista cultural

Por Fernando García

1.Una imagen: Malcolm McLaren parecía siempre el conspirador que escapa de trasnoche, dejando atrás un desastre y preparándose para formar donde se pueda un minúsculo ejército de fantasmas envenenados dispuestos a matar el aburrimiento del mundo. Recordémoslo, así, de impecable tartán rojo, sacudiendo al aire un bastón y articulando con esa voz amanerada un manifiesto del malestar contemporáneo.

2.Terrorista cultural. Baudelaire empresario.

3.Aún mantenía reflejos de su estirpe conspirativa cuando apareció de invitado en ArteBa 08 bancado por una bodega. Los muchachos de marketing andaban de aquí para allá con escarapelas escocesas y pins de los Sex Pistols: un tardío carnaval sobre la efectiva muerte del punk. A partir de una instalación de video McLaren calificaba como "artista multimedia" y de hecho podría haber venido como cualquier otra cosa desde consultor de negocios a visionario, diseñador de ropa, integrante V.I.P de Big Brother y candidato a la intendencia de Londres. Lo trajeron para que diera una charla y aburrió a su auditorio dando la enésima versión de su manual de manipulación cultural. ArteBa... nadie sabía muy bien que estaba pasando con ese dandy inglés de paradojal cadencia suave y verba ultra punzante. Un ejecutivo jr. me preguntó cómo había estado la entrevista que habíamos hecho en el Sofitel. Me dejó frito con sus halagos hacia el invitado. Lo definió: "un pibe re-tranqui"; "un pan de dios".

4.Ahora repaso las escenas del Jubileo Real de 1977 en la película The Great rock&roll Swindle (Variety, 1978: "El Citizen Kane de las películas de rock") y vuelvo sobre aquella situación en la feria de arte. En la película, en un tramo documental, se escucha "se llevan a Malcolm" y lo que hay es un racimo de bobbys esposando al escurridizo manager de los Sex Pistols. McLaren había alquilado un pequeño barco para que el grupo remontara el Támesis en paralelo con los festejos populares. Desde el río llegaba la brisa blasfema: "Dios salve a la reina ella no es humana/El régimen fascista os hará idiotas, potenciales bombas H". Esa imagen de la policía londinense tratando de adaptar a Mc Laren y sus tremebundos dickens boys al festejo parecía espejarse en esta rara conferencia en la que McLaren ya no mordía.

5.Hablar con McLaren seguía siendo una de las experiencias más ricas de la cultura rock. Aun cuando en términos de obra llevase años de anuncios erráticos, disparatados (una película de gran presupuesto sobre Led Zeppelin, el primer supergrupo de pop chino) conversar con McLaren era poner en términos vitales todas esas conexiones entre las vanguardias y la cultura de masas que definieron la contracultura. Nada lo llevó más lejos en eso que instigar el único hit single ("God save the queen") que durante una semana apareció en el primer lugar del ranking inglés sin nombre. Alto arte conceptual. 6."Los Beatles están copiando a Oasis eso es lo que le está pasando a la historia ahora", definió el zeitgeist posmoderno, diez años atrás, por teléfono, en la víspera del show porteño de unos Sex Pistols reunidos por, decían, la plata que McLaren les había timado en sus días de juventud. Displicente, McLaren había advertido que ese show sacado de contexto no tenía sentido. En efecto, fue la ocasión soñada por el tribunal de la crítica reaccionaria para confirmar la ineptitud musical (¿?) del grupo. Llegaron tarde porque el mismo svengali (George Du Maurier inventó a McLaren ya en 1984) se había anticipado a todos con esa película iconoclasta que se guardaba el derecho de pisotear primero que nadie la tumba del grupo para desalentar el culto mórbido y la fetichización. Sí, la estafa como forma de arte.

7.Lo que hizo McLaren con los Sex Pistols fue utilizar a una banda de rock para diseñar un software de radicalidad (cruzando la potencia icónica del rock&roll con las estrategias de la Internacional Situacionista) que cada generación actualiza a su manera. La dramática relación del conspirador y su intérprete fundamental, Johnny Rotten, catapultados a enemigos número 1 del Reino Unido en menos de un año puede entenderse mirando la escena de V de Vendetta en la que Evey (Natalie Portman) descubre que su carcelero es el mismísimo enmascarado. La revelación le arranca a la chica un odio que dinamita la arquitectura de sus huesos; el Svengali decía que Rotten cantaba así porque sacaba el odio que sentía hacia McLaren y las canciones de los Pistols.

8.Y nadie, nunca, volvió a cantar como Johnny Rotten. Nadie, nunca, volvió a poner a Quasimodo al frente de los Rolling Stones.

9.Como en V, en la historia de McLaren y los Sex Pistols hay un claro programa vengativo. Las motivaciones hunden raíces en la mismísima historia de Inglaterra y McLaren algo entendía de esto cuando dispuso como primera escena de "The Great rock&roll swindle" una teatralización de las revueltas de Gordon, 1780. "La turba londinense inventó la anarquía en el Reino Unido" subtitula. En V, cuando miles se rebelan contra el régimen fascista, uno de los enmascarados anónimos avisa a punta de revólver: "Anarquía en el Reino Unido". La máscara de V recuerda a Guy Fawkes (1570-1606) y a la amenaza de la sedición; la de látex que usa McLaren en Swindle a un flaneur S&M.

DISCOS: LO NUEVO DE 107 FAUNOS.



Son de La Plata y pertenecen al semillero de bandas indies que florecen en la ciudad. Comparten sello con el otro grupo central de la movida, El Mató a Un Policía Motorizado, pero son muy diferentes a sus compañeros: 107 Faunos ha hecho una estética de la desorganización, al punto de que sus ensayos suelen ser los shows en vivo, pueden cambiar de formación antes de subirse al escenario y algunos de sus integrantes pasan largas temporadas fuera del grupo. Tanto capricho logra discos breves y fantásticos como el recién terminado Creo que te amo, con canciones de dos minutos y medio que son verdaderas delicias.


Por Santiago Rial Ungaro

Los 107 Faunos no le escapan a la fiebre de la “mundialitis”: en La Plata, en el depto de Gastón Olmos, donde está reunida la banda, el baterista y anfitrión tarda unos instantes en saludar. Está abstraído, pegando con Plasticola las figuritas en su álbum del Mundial. Cuando levanta la cabeza saluda finalmente, con la simpatía característica de este grupo de gente que, en base a caprichos sistemáticos, ha logrado grabar uno de los discos más lindos del año: Creo que te amo.

Si hubiera un álbum de figuritas de grupos, los 107 Faunos serían la figurita difícil, la que nunca se consigue y que, por eso, vale más.

Criticados por infantiles y desprolijos, los Faunos decidieron ser aún más infantiles y desprolijos. Y, paradójicamente, gracias a este subrayado el disco suena maduro, prolijo e inteligente. Gastón Olmos, los hermanos Félix y Javier Sisti Ripoll, Miguel Ward, el cantante Juan Pablo Bava y la tecladista y xilofonista Mora Sánchez Viamonte son una familia bizarra, unida por “afinidades electivas”. Y efectivas, porque varios de sus integrantes son también miembros de Laptra, el sello platense que, con El Mato a Un Policía Motorizado a la cabeza, ha generado una valiosa movida independiente con el inconfundible sabor de “lo artesanal”. Miguel, guitarrista y compositor, explica que ellos le dan “igual de importancia a lo que opinamos nosotros que a lo que opinan los demás miembros de Laptra”.

Malentendido y caos

Como sea, los Faunos no se parecen a sus compañeros de sello. Entre la ternura ruidosa de The Pastels y la rebeldía punk de Flema, los Faunos son un caso aparte: si todas las bandas para desarrollar su música necesitan juntarse en una sala para ensayar los temas, ellos han aceptado, casi desde el principio (que, durante la nota, algunos dirán que fue en el 2007, el 2006 y hasta el 2005) que ensayar es prácticamente imposible, porque coordinar los horarios entre todos es un lío. Como dice el proverbio chino, un problema que no tiene solución ya no es un problema: a cambio, los Faunos tocan en vivo permanentemente. “Ensayamos en vivo”, explica Miguel Ward, el otro compositor de los 107, haciendo un contrapunto poético perfecto con los temas del Gato: “El malentendido y el caos que nos rodea también tiene que ver con lo creativo. Esa confusión permanente es también una forma de hacer las cosas: a último momento, sin demasiada planificación y con mucha desorganización. Y dejamos que eso se note en lo que hacemos”. También es común que en sus recitales (en los que suele subir gente a cantar con ellos), falte alguno de los Faunos. Reemplazantes potenciales, claro, siempre sobran. En La Plata o en... ¿Rosario? “La otra vez tocamos en Córdoba y unos pibes después del recital me decían que les había encantado, pero que ésos no eran los 107 Faunos. Y es que habíamos ensayado en Rosario y después fuimos a tocar con una formación especial rosarina.” Quizá sea por eso que, cuando el Gato aúlla en “El Jefe de los malos”: “Ser el mejor en lo peor, toda una misión cumplida. Una obra gigante” suena tan convincente. Más que cuando explica que “nadie tiene el lugar asegurado”, y mira con actitud severa a sus compañeros de banda. De hecho, ahora mismo, mientras se escribe esta nota, los 107 Faunos tocan en un festival... sin el Gato, de viaje por Barcelona. Mimoso, arisco, callejero y relajado. El Gato, Javier Sisti Ripol le hace honor a su apodo siendo el líder gatuno de un grupo también felino.

Miniaturas de canciones

Producido por Peta (guitarrista de Go Neko), el disco respeta la esencia de la banda: las canciones. Así, el álbum hará las delicias de los amantes del sonido de los 90’s, a lo Pavement o Guided By Voices, grupo clave para entender su estilo por lo cortitas que son sus canciones. “Todas las mañanas empezamos de cero, soñamos con aviones cayendo. Despertamos felices pero con miedo de perder. El sabor efímero de la gloria secreta” canta promediando el disco el Gato, quizá definiendo la estética de un grupo que vive como un rompecabezas: armándose, desarmándose y volviéndose a armar en estas miniaturas de canciones en las que aparecen caballos enanos, peces leopardo, se inventan neologismos como “carretear” y se humaniza a una pandilla de lobos del Bosque, en una temática recurrente, ya presente en el disco anterior con “Muchacho Lobo”, brevísimo hit que enfervoriza a los hinchas de Gimnasia y Esgrima pero que en verdad fue inspirado en un viejo film ochentoso protagonizado por Michael J. Fox.

Si en su primer disco los Faunos describían sus derivas situacionistas alrededor de El Cuadrado (la parte histórica más antigua de la Ciudad de las Diagonales por donde suelen deambular) y le cantaban a una remera de pez espada dentro de una valija, en Creo que te amo el grupo vuelve a confirmar que su imaginario poético es inagotable, confirmando su talento para sacar canciones lindas de la galera, escapándole siempre a la obviedad. Breves y escurridizas como los seres mitológicos que las habitan estas canciones palpitan: tiene vida propia. De tan breve (ningún tema pasa los dos minutos y medio), el disco es doblemente bueno e invita a ponerlo en repeat.

“Creo que tiene que ver con que nuestra atención es medio fragmentada. Me cuesta prestar atención a un tema largo, a no ser que sea algo genial, como ‘Rapsodia Bohemia’ de Queen. Además, es lo único que podemos hacer”, dice para ganarse la desaprobación de sus compañeros que explican, con razón, que esa brevedad y esa síntesis es un logro, una idea y no una limitación. Amigos de la Facultad de Bellas Artes, los 107 Faunos son de hecho una síntesis de muchas otras bandas (Grupo Mazinger, Muchacho Lobo, Campeón Mundial, Destino y muchas otras). Y si sus canciones (que inspiraron una película homónima de Germán Greco, que ya entró en la etapa de edición) parecen un libro de relatos es porque, a fin de cuentas, su disco, contra todos los pronósticos, termina siendo fantástico, lindo y adictivo. Como una golosina favorita.

REPORTAJE A RUBEN RADA



HOMENAJE A LA CANCION RIOPLATENSE


Después de un par de discos de canciones propias, Rubén Rada vuelve igual a sí mismo pero siempre distinto. Esta vez con Fan, un asombroso homenaje a la canción rioplatense a ambos lados de las orillas: de Mateo y Fattoruso a Calamaro y Charly. Radar charló con él del mapa que la selección de canciones traza sobre su propia vida, de sus noches en La Cueva con Tanguito y los huevos fritos, los ’70 con Tarantini y las modelos, los ’80 con la democracia y el MAS, los ’90 con Suar y la TV. Y de ese personaje que lo atravesó todo: su otro yo llamado Rubén Rada.


Por Martín Pérez

Los dedos golpean la mesa. La voz que, en vez de contestar, canta. Y cuando puede, incluso imita. Además de músico, Rubén Rada es un showman. Su carrera podría resumirse en la traicionera dialéctica entre esos dos rostros de un mismo artista, que no tendrían por qué ser contradictorios. Y no lo son ante el grabador de un periodista, al menos. Porque Rada hace ritmo con las manos, entona alguna tema o imita la voz de Spinetta –“Me encanta, nadie canta mis canciones”, dice que comentó cuando le adelantó que iba a versionar un tema suyo... ¡y lo saca perfecto!–, y así cualquier entrevista es un show. Hasta dan ganas de cantar con él cuando entona estrofas de temas viejos, como “La Rada” o “Malísimo”, perlas únicas en una carrera que oculta tesoros similares en cada recodo de un camino muy largo, que supo llevarlo de la pobreza extrema hasta cada una de las privilegiadas cimas que puede alcanzar un músico popular. Un camino que siempre es de ida y vuelta, claro. “Por eso me emocioné cuando supe que cuando se reunió Sui Géneris hace poco, Charly García estaba en la ruina, no tenía ni un mango. Y Pelo Aprile, productor de ese disco, ordenó que le enviasen diez mil dólares, para que no esté mal –comenta Rada–. Y eso me emocionó, porque una persona que tiene dos dedos de frente no puede pensar que Charly no tiene ni un mango. O que Rada no tiene un mango. Pero así somos nosotros, los músicos. Pasa una guitarra, un equipo o una consola, y la compramos, aunque enseguida no sirva para nada.” Si Rada habla de Charly es porque acaba de grabar uno de sus temas en su nuevo disco, en el que homenajea a músicos uruguayos y argentinos. Su elegido es “No voy en tren”, un tema que marca más a la época que al compositor. Pero Rada asegura que la grabó con un amor increíble. “La canté porque tiene que ver conmigo. Me gusta lo que dice Charly. Y le agregué una frase: Yo no me copo con nadie. Que para mí era lo que le faltaba a esa canción”, dice el músico en lucha permanente con el showman que hay en él. Y viceversa. Pero que no se copa con nadie. Así es Rubén Rada. El hombre que siempre responde cantando.

Rada fan

Así se lee el título de su último álbum, un generoso disco de versiones, cuando en realidad al que deberían versionarlo es a él. “Todo el mundo festeja sus 20 años de tal cosa, 40 de tal otra, y yo llevo 56 años en esto”, bromea Rada, que hace poco dijo que se retiraba de la música. “Pero si me paso un año sin trabajar, voy preso”, apunta con una sonrisa. Subtitulado Pa’ los amigos, ese disco en el que Rada hace temas tanto de Fernando Cabrera y de Mateo como de Páez y Calamaro, es en realidad un muestrario de sus gustos musicales y amistades personales, con un pie en cada orilla del Río de la Plata. Como siempre ha sido su vida. “Quería grabar temas de autores argentinos que son populares en Uruguay, y al mismo que los argentinos conocieran la música uruguaya. Por eso del Uruguay busqué canciones no tan comerciales.” Fan es un disco que llega después de Bailongo, un disco bien negro (“Pero al que nadie le dio bola”, apunta Rubén, encogiéndose de hombros) y de Varsovia, un doble en vivo junto a Malosetti, quien eligió sus temas preferidos del repertorio de Rada, y es casi el homenaje que el mundo de la música rioplatense aún no se decide a hacerle. “Me lo hicieron este verano en Alemania, donde llevé un repertorio impresionante. Tocamos temas como ‘Biafra’, ‘Dedos’, ‘Martuán’. Y ‘Montevideo’, que es un tema que hace tiempo que no toco, porque no llego con el falsete. Hice cantar a todos los alemanes. Terminamos en la calle, con quince tambores de unos uruguayos que tienen una murga allá. Al final los músicos lloraban de emoción. Me decían: ‘Al fin, Radita. Tenemos que tocar siempre esto’. Y yo les respondía: ‘Pero si tocamos esto en las fiestas, no vivimos’”, se resigna Rada, que se ríe de su propia respuesta, revelando así lo que el encogimiento de hombros escondía al hablar de la indiferencia ante un disco como Bailongo. Porque Rada sabe que, más allá –o más acá– de la música, el show debe seguir. O al menos entiende que eso es lo que le piden. “Gané tres premios Gardel: uno por Alegre Caballero, como pop latino. Otro como Rubenrá, en el rubro para niños. Y un tercero como revelación, como Richie Silver. Pero ninguno como lo que soy yo, con discos como los dos Montevideo, Black o Candombe Jazz Tour. Con ninguno de esos gané nada.”

Negro y rojo

Algo que se puede leer en la elección de temas para Fan es dónde era que estaba –y qué escuchaba– Rada en cada época de su carrera. Durante los ’60 y ’70, del otro lado del charco. En los ’80, de éste, ya que todos los temas argentinos son de ese período. Y en los ’90, otra vez allá. “Puede ser”, acepta, ante la contundencia de la lista de temas. “Pero yo viví en todas las épocas en Argentina. Vine por primera vez a los 10 años, con Gloria Marín y Adolfo Stray en El Nacional. Cantaba un candombe, ‘Soy un negrito de San Telmo’. Me aburrí de ver tetas y culos. Bah, en realidad no me dejaban dormir, daba vueltas toda la noche. Vivíamos en la cancha de Huracán”, recuerda Rada, al que nunca se le terminan los recuerdos. Asegura que en los ’60 vino como Aros Rada, y supo frecuentar La Cueva, donde se cruzaba con Los Mockers, Los Búhos, Los Vips, Los Gatos, Los Shakers, Sandro y Los de Fuego y Tanguito.

¿Qué te acordás de Tanguito?

–Que venía y te mojaba el huevo frito.

¿Cómo?

–Sí. Estabas comiendo, y él venía con un pan y te mojaba el huevo frito, que es lo más odioso que puede haber. Pero yo recuerdo de él lo que recuerda Ricardo Lew, un músico al que conozco desde entonces. Y cuando lo llamó Fernán Mirás, antes de filmar Tango Feroz, para que se juntaran a charlar de Tanguito, Lew le dijo que no hacía falta que se reúnan, que Tanguito nunca hizo nada, que era apenas un rompebolas, un mito que creó la gente. Y la verdad que no tengo ningún recuerdo de Tanguito cantando y rompiendo todo. Sí, agarraba la guitarrita y tocaba un temita. Y todos lo queríamos. Pero no más que eso.

Tarantini y las modelos

Puesto a recordar, es difícil detener a Rada. Cuenta entonces sobre su salida de Los Shakers, donde al comienzo tocaba la batería. “Porque ellos imitaban a Los Beatles y, cuando los agarró un productor porteño, el negrito no daba ni en pedo, y se quedó afuera”, se ríe. También se acuerda de haber tocado en la inauguración del Sheraton con un grupo llamado SOS, o sacar entrada para la película Socorro con los integrantes del Con’s Combo, y ver cómo la gente salía de las peluquerías que había en aquel entonces en calle Lavalle para gritarles de todo por llevar el pelo largo. “Tampoco me olvido de las chanchitas, de las que bajaban los milicos y te rapaban de oreja a oreja. Te dejaban una raya y tenías que ir a cortarte el pelo. Yo viví eso.” Rada también disfrutó de la buena vida, gastando en Recoleta el dinero bien ganado en Europa, hacia fines de los ’70, junto al trompetista Benny Izaguirre. “Parábamos en el bar La Rambla, entre los boliches Bwana y Africa. Nos patinamos toda la guita que trajimos”, explica.

No debía ser una buena época para andar por Buenos Aires...

–Pero nosotros estábamos con Tarantini y las modelos. Y para los milicos, los negros no tienen cabeza. Era lo mismo en Uruguay. Si sos negro, sos ignorante. Eso piensan. No se imaginan que podés ser de izquierda a muerte. Con el grupo Tótem fuimos los creadores del Frente Amplio. Y acá, cuando muchos rockeros estaban tocando en el Obelisco para Alfonsín, yo estaba en el bar La Paz tocando para el MAS.

Las mil vidas de Rada

La rueda de recuerdos se detiene con la llegada de lo que Rada denomina las ambiciones. “Que llegaron porque tenía que criar a mis hijos”, asegura. Y explica que a mediados de los ’90, cuando llegó de México –donde se había ido con una mano atrás y otra adelante luego del fracaso de su carrera en Argentina–, tuvo que decidirse a levantar el teléfono y ponerse a trabajar. ¿De qué? De Rada. “Porque yo tengo un personaje, como lo tiene China Zorrilla, que es muy querido –revela–. Me acuerdo de que cuando Suar me llamó para Gasoleros, le dije que yo no era actor. ‘Hacé de Rada’, me dijo. Y eso lo puedo hacer, porque es lo que hice toda mi vida.” En esta última época de su carrera –o de sus recuerdos– también logró ser un gran vendedor de discos. “Algo que nunca había hecho antes, y por eso tenía el berretín.” Fue de la mano de Cachorro López, cuándo no. “Me dijo: ‘¿Querés vender discos? Dame las canciones y no vengas al estudio, quedate en tu casa’”, se ríe Rada. “Muy capaz el tipo, cuando le mostré ‘Cha Cha Muchacha’ me dijo enseguida: ‘Ese es el hit’”. Después vino otro hit: ‘Adorable Caballero’. Y con esos dos éxitos, asegura Rada, laburó como loco. “Sin embargo, cuando viajo al lado de los Fattoruso no dejo de pensar: ‘¿Y si armamos otra vez Opa?’. Sería maravilloso”, fabula Rada, que tiene planes para regrabar todos sus candombes en un disco, y ya está grabando un segundo álbum como Richie Silver. “Lo que pasa es que yo soy simpático y amargado, qué querés que le haga –se disculpa–. En las Flores de Bach, mi mujer dice que soy agrimony: el tipo que quiere que todo el mundo esté feliz, pero en el fondo es un tipo triste. Y yo vengo de la tuberculosis, y de cagarme de hambre, así que tengo esa dicotomía”, dice el hombre que canta para los amigos. Y que se confiesa feliz de ver a tantos músicos uruguayos triunfando más allá de las fronteras del paisito. “Es algo que me da mucha alegría. Como que me hayan invitado los chicos de No Te Va Gustar. Me siento como Drácula: ¡Sangre nueva!”, bromea Rada, siempre cómodo en su dicotomía.

TERESA PARODI: PINTA PAISAJES HUMANOS








TERESA PARODI EN LA TRASTIENDA
















Por Karina Micheletto

Con “Pedro canoero”, o “Apurate José”, o más acá en el tiempo, con nuevos himnos como “La canción es urgente” o “Esa musiquita”, Teresa Parodi hubiese cumplido –si de cumplir se trata– con un lugar propio, singular, dentro de la música popular argentina. El lugar de una gran pintora de paisajes humanos, y también de una cronista de los tiempos, con éxitos inicialmente ligados a la región del Litoral. El camino elegido en su nuevo disco, Corazón de pájaro, editado a fines del año pasado, la sitúa como una intérprete de espesor diferencial. Ese paso dado hacia su faceta de cantora –en comunión con la de compositora, porque sería imposible desdoblarlas– es el que conmueve especialmente en este nuevo trabajo. En la presentación en vivo, el efecto es exponencial.

Las posibilidades de Atahualpa Yupanqui, tan aludido como escasamente interpretado últimamente. La profundidad de María Elena Walsh. El aire de vidala de un tema de Jorge Drexler, o las nuevas formas de una camada de artistas como Ana Prada. La soledad del niño que fue Armando Tejada Gómez. Y también los paisajes humanos que quedan prendidos con esas canciones que dejan huella a la primera escucha, como quedó demostrado en “Tarumba”, “Paloma, palomita” o “Para toda la vida”, canciones nuevas que ya tuvieron su coro de acompañamiento entre el público. Eso es lo que se pudo escuchar el sábado pasado en la presentación oficial de Corazón de pájaro en La Trastienda, en una noche tan lluviosa y fría afuera como fervorosa puertas adentro de la sala.

No estuvo sola Teresa Parodi a la hora de mostrar lo propio: la acompañaron invitados como María de los Angeles Ledesma, Ana Prada, Marián Farías Gómez y el dúo Tilín Orozco y Fernando Barrientos. Los invitados mostraron temas propios, con y sin Parodi. Una forma de abrir espacios, ceder protagonismos, y también de pasar la posta, que habla de una concepción de la música y del trabajo del músico. Tampoco estuvo sola la correntina en los temas en que cantó sin invitados: una banda integrada por el guitarrista Ramón Córdoba, Lucas Homer en bajo, Fernando Correa en acordeón y Facundo Guevara en percusión creó y reforzó todos los climas propuestos por el repertorio.

Y si, en comparación con trabajos inmediatamente anteriores como Pequeñas revoluciones y Soy feliz, toma un rumbo más rico en su austeridad, en ciertos momentos del vivo Parodi y esta banda profundizan esa austera exquisitez. Así suena en la belleza de la zamba “Me gusta Jujuy cuando llueve” o de la “Oración del remanso”, de Jorge Fandermole. Y en la voz y la profundidad interpretativa de Parodi se expande su universo: Suena un Yupanqui que es posible redescubrir en “Tú que puedes, vuélvete”, que la cantautora dedica a su padre. Suena Armando Tejada Gómez y una tristeza infinita de su poema “Primera soledad”, matizada en la presentación por la ternura de una anécdota doméstica.

Con María de los Angeles Ledesma, Parodi presenta “Flor de mburucuyá”; con Ana Prada dos temas de autoría de la uruguaya (“Adiós” y “Tierra adentro”), con Orozco-Barrientos otros dos temas de los mendocinos (“Caminito” y “Celador de sueños”). Con Marián Farías Gómez el clima se eleva en ese dúo de mujeres que ponen una fuerza especial a Yupanqui: “La añera” y “Piedra y camino”, y al final Farías Gómez se despacha –“como no podía ser de otra manera”, según aclara– con una chacarera, “La carbonera”, de Los Hermanos Abalos.

Con los coros de “Tarumba” –“ningún niño nace feo, ni nace malo”–, o de “Para toda la vida” –“No te olvides de mí, no me olvides”–, el clima queda instalado, con esa forma de la alegría del canto compartido. Todo está dado para que los bises sean muchos, pero no es posible: en la trasnoche está programado otro show, de Viticus. La sala es desalojada y afuera, bajo una lluvia finita y persistente, los públicos se encuentran, se cotejan, se pisp