El género musical kwaito captó atención internacional cuando la película Tsotsi ganó el Oscar en 2005. Surgió en los ’90 y es una mezcla de ritmos tradicionales, música electrónica y la métrica rap.
Por Yumber Vera Rojas
Tras enterarse de que el tema Grito mundial de Daddy Yankee fue rechazado por los organizadores de la inminente Copa Mundial como posible himno del certamen, el astro puertorriqueño del reggaetón tendrá que conformarse con ver los 64 partidos del Mundial desde su casa. Es para Daddy Yankee que lo mira por TV. No obstante, quien sí disfrutará y amenizará la Copa será su par de Soweto, Zola, la súper estrella del kwaito: el equivalente sudafricano del reggaetón y que captó la atención internacional a partir del Oscar recibido (en la categoría “Mejor película extranjera”) por Tsotsi en 2005. La película de Gavin Hood (X-Men Origins: Wolverine), que se desarrolla en los suburbios de Johannesburgo, retrata, al igual que lo hicieron la realización argentina Pizza, birra, faso, la brasileña Tropa de elite o la boricua Talento de barrio, la realidad del gueto al son de la música parida en el seno de la marginación.
Así como el reggaetón, el funk carioca o el grime, el kwaito surgió en la década del ‘90 y es una consecuencia de la conjunción de ritmos tradicionales (de allí lo percusivo), la música electrónica (toma de la base rítmica del house, especialmente su línea de bajo) y la métrica del rap (aunque es más beligerante en su forma). Creado en la capital sudafricana, su nombre proviene del vocablo afrikáans kwaai, que significa “estricto” o “enojado”, pero que actualmente se tornó en una adaptación de la palabra inglesa cool. Este género es la banda de sonido de la era post–apartheid (el punto de partida fue la asunción de su primer presidente elegido democráticamente, Nelson Mandela), por eso fue adherido rápidamente no sólo por el proletariado de Soweto sino por la clase media de los centros urbanos y de otras ciudades del interior. Si bien se aboca a reflejar la realidad de los asentamientos marginales, ha sido criticado por su actitud apolítica, mostrando a una juventud que pareciera estar más interesada en el disfrute que en la lucha social.
Debido a su poderoso alcance, a su carácter de referente por excelencia de la cultura urbana contemporánea africana y a su accesibilidad, esta manifestación musical, ante las limitaciones laborales y educativas que padece el Estado, ha ayudado a insertar a los adolescentes desposeídos en el sector productivo. En una nación donde la mayoría de la población sucumbió durante casi un siglo al sometimiento de la minoría blanca, el kwaito les permitió a los chicos negros convertirse en líderes generacionales. Aparte florecieron sellos discográficos, estaciones de radio, programas televisivos y líneas de ropa dedicadas exclusivamente a éste, lo que estimuló la creación de nuevas fuentes de trabajo. Cantado en afrikáans, zulú e inglés, su importancia llega a tal extremo que hasta el presidente Thabo Mbeki, para impulsar la integración comunitaria, aceptó el reto de bailar junto a una de las grandes figuras del género, Mzekezeke, durante la celebración del Día de la Libertad en 2003.
A pesar de que comparte el carácter reivindicador del hip-hop, casi todos los exponentes del kwaito, que tiene asimismo en la vecina Namibia su otro foco de desarrollo, coinciden en tomar distancia del hip-hop, puesto que en Occidente se empeñaron en establecer una analogía entre ambos debido a su origen periférico y a su atadura con la raza negra. Sucede también, y posiblemente allí radique la especulación, que el ritmo sudafricano apareció en una época en la que el dial local cobijó a géneros afroestadounidenses como el house, el R&B y el rap. Sin embargo, mayor es la relación entre Sudáfrica y la música jamaicana, al punto de que el dancehall es hoy, junto con el criollo mbaqanga, el baile que representa al kwaito. Además de Zola o Mzekezeke, en este próximo Mundial seguramente se hagan frecuentes nombres como los de Mandoza, Mahoota, Boom Shaka, Spikiri, Mzambiya, Msawawa, DJ Mjava, DJ Cleo, Mshoza, Seite Thembi, Brikz, Tkzee o Unathi. Y por qué no: la respuesta africana a Gasolina.
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