Ezequiel Cutaia Es hijo de Carlos Cutaia, de Pescado Rabioso, y ahora se lanza como solista con "Solitaria felicidad".
Por: Guillermo Zaccagnini
Si el adjetivo lyncheano quedó bastardeado en el mismo momento que se inventó como sinónimo de "no entiendo", la referencia sirve para entenderlo por el lado de la belleza enrarecida. Algo está podrido debajo de las canciones de Solitaria felicidad, un disco oscuro, pero cálido. "El balance lo busqué: me gusta la música tonal, me gustan las melodías simples que te pueden emocionar. Dentro de mi gusto y mi visión encontré armonía en un disco escuchable que puede ser raro para algunas personas. Bueno, depende la información que uno tenga adentro. Tal vez, un tipo que está acostumbrado a otras cosas te dice '¿qué onda, hermano?' y para otro no es raro. Para mí no es raro. Tiene algunos puntos que lo colocan en otro lugar, pero de alguna manera es un disco de canciones".
Cutaia tocó diez años en Open 24, junto con su hermano Lucas en lo que empezó como un cuarteto de funk y terminó como un trío más rockero. Es el hijo de Carlos Cutaia, ex Pescado Rabioso y ex La máquina de hacer pájaros. "Mis padres son músicos y en mi casa, cuando yo tenía 8, estaban tocando el piano, había gente tirada en el sillón con las páginas amarillas en la panza respirando por las lecciones de canto. A los 20 empecé a dedicarme más en serio, me puse a tocar el contrabajo, a estudiar música, armonía y qué sé yo. Pasé por un montón de cosas y ahora fue como empezar de cero y juntar todo lo que viví en todo este tiempo. Yo toqué en el Colón, en la fila de contrabajos en la orquesta, así que empecé al revés: primero lo serio y después la boludez. La boludez linda".
En Open 24, Cutaia usó textos de Walt Whitman para ponerle letra a la música como Syd Barrett hizo con Golden Hair, de James Joyce. Y la forma de trabajo se trasladó a Solitaria felicidad. "El disco empezó con un viaje que hicimos con mi mujer, al sur, a las montañas, y me fui con una guitarra, con un cuaderno en blanco. Me había comprado Chamber Music, un libro de poemas de Joyce. Y me di cuenta que el tema de Barrett salió de un poema de ese libro. Ahí empezó, el año pasado. Me despojé de todo, quise hacer algo bastante delirante, sin ningún parámetro de cómo tienen que ser las cosas, ni cuánto tienen que durar los temas. Bueno, se encontró algo medio experimental y viajero. Y con ese halo de misterio en todo el disco, que es una consigna que sigue a todos los temas".
Para el disco, Ezequiel tocó y grabó todos los instrumentos. "Pero yo soy contrabajista, el resto lo toco de oreja. No me considero un multiinstrumentista", dice. También hay un guitarrista invitado y un extracto de El arpegiador, un viejo tema de su papá. "Tengo muy buena relación y muy buen diálogo. Tengo una conexión importante con él. La verdad es que mi viejo no es Spinetta, no tengo ese karma 'no me vinculen con...', nah. Con mi papá tengo una relación musical desde siempre, yo toco con él desde los 20. Es lo más natural del mundo, o sea, es raro que él no esté en algo que hago yo. Lo tengo muy cerca y lo quise poner ahí". ¿Por qué solo? "En principio tampoco dije que quería hacer un disco todo solo. Lo empecé a bocetear y dije 'acá voy, acá estoy'. Siento que con este disco estoy empezando de nuevo y estaba bueno hacerlo solo para ver qué pasaba conmigo y también probarme en lugares que para mí son nuevos".
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