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miércoles, 3 de noviembre de 2010

BILLORDO ROMPE EL TABU



“En esta ciudad estoy como maldito”

El autor se defiende de una especie de karma que lo persigue: “El espacio del indie cool está ocupado por los hypes y en el del indie cabeza alguien cebado me tiene prohibido”, dice Billordo.






Por Luis Paz

Las visitas de Pixies y Yo La Tengo dejaron mucho: dos de los mejores shows de este año, articulaciones lesionadas y cientos de cabezas voladas. Pero también pusieron en evidencia una injusticia: la cometida contra Diego Billordo. “Lo mismo que se les festeja a Pixies y Yo La Tengo se me critica: que haga lo que no se supone que tengo que hacer, que me mueva sin sellos, que no ande haciendo negocios para mí y mis bandas amigas, que lime con un tema de 20 minutos”, dice el músico, cuyo apellido hace que algunos se toquen un testículo porque dicen que es yeta. “No sé qué hice, pero hay una parte de esta escena que está muy en mi contra. No se habla o se habla mal. Hablo de las bandas, de los periodistas y de los que mueven la escena. El espacio del indie cool está ocupado por los hypes y en el del indie cabeza alguien cebado me tiene prohibido”, cuenta no sin mencionar más de una anécdota abrumadora, realmente. Ese es, más o menos, el panorama al que se enfrenta con la salida de su cuarto disco, Eleven Palace Hotel, otro álbum de factura artesanal y, para sumar, federal.

Como periodista en fanzines y publicaciones varias –creó el malogrado No Sé, “el suplemento sin diario”–. Luego, como miembro de Nerd Flanders (su banda de los ‘90) y este siglo como solista, Billordo ha compartido información siempre: en sus canciones, discos y remeras, las entrevistas y esas redes sociales que supo ganarse en la época dorada del Fotolog pre–floggers y que mantiene ahora en YouTube, donde algunos de sus 10 videos de producción DIY (Do It Yourself, Hacelo Vos Mismo) alcanzan cinco, diez, veinte mil visitas y cientos de comentarios. En siete años de discografía solista lleva cuatro álbumes y cerca de 400 shows en vivo, muchos como parte de las giras nacionales que hace cada año. Y sin embargo, más allá de ese trabajo como soldado de la independencia, parece ser mala palabra y parece haber un velo que no permite decir que, musicalmente, Eleven Palace Hotel es notable y el mejor y más complejo disco de Billordo hasta aquí.

¿Entonces qué pasa? Muchos de sus videos en vivo en el interior muestran bares colmados, pero dice: “En esta ciudad estoy como maldito, no meto a nadie”. Las declaraciones de amor y las declamaciones odiosas se amuchan en sus múltiples perfiles online y la mayor parte de los medios publicó esta vez algo sobre Billordo... hablando mal. ¿Es el chivo expiatorio de una escena? ¿Es tan mal tipo como para el ninguneo que recibe hace una década, más allá de sumar y aportar en varios ámbitos a las cosechas del indie del siglo XXI? ¿Está demasiado paranoico? ¿Realmente no hay nada bueno en su música? ¿Ni siquiera ahora, con las visitas de Ira Kaplan y Black Francis con sus bandas, se le va a admitir el crédito de hacer ese intento musical aquí hace años?

El cerco de silencio en torno de lo que hace musicalmente es visible: no lo llaman para ciclos ni desde el gobierno, no lo meten en compilados y muchos músicos que comenzaron tocando con él no se acuerdan de mencionarlo cuando revisan currículum: “Lo normal sería callarme la boca y dejar de tocar. En el circuito cool de lugares estoy como prohibido. Es probable que vuelva a laburar de otra cosa de nuevo, pero nunca voy a dejar de tocar y de hacer todo con esta actitud”, promete Billordo. “Sólo los verdaderos llegan al final, como dirían los hardcore Los Verdaderos”, cita la frase y ese crédito que otros le niegan a él, aún sin razón aparente.

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